El viento sopla con fuerza en el parque natural de Los Alcornocales. En la dehesa Alberite, una finca de unas 70 hectáreas donde la naturaleza manda, unas 60 vacas nodrizas y 36 terneros pastan al sol. En el silencio abrumador irrumpen los mugidos del ganado que da la espalda a la antigua carretera Jerez- Los Barrios.
La maleza se apodera de las zonas situadas fuera de la valla que indican que hay cabezas de ganado a la vista. “Si no estuvieran aquí, el paisaje sería como este trocito”, dice Antonio Visglerio señalando el suelo.
El ganadero extensivo, natural de Alcalá de Los Gazules, es el encargado de supervisar y alimentar a las especies de esta explotación familiar que su abuelo comenzó en los años 60. Él es el tercer Antonio Visglerio que cuida todos los días de las vacas, la tercera generación que continúa en este trabajo “relativamente tranquilo” del que disfruta al aire libre.
“Lo he vivido desde pequeño, aunque aquí no hay días iguales”, comenta el ingeniero agrónomo que lleva a rajatabla los controles de vacunación, identificación y otras cuestiones sanitarias.
Antonio pasea bajo la atenta mirada de las vacas por estas tierras ubicadas en la provincia donde más vacas se contabilizan de toda España. “Cádiz es productora de ternero”, señala. Sin embargo, la ganadería extensiva se enfrenta a diversos problemas.
“La baja rentabilidad provoca un abandono notable de la actividad, en la provincia hay 30.000 vacas menos que hace 10 años, un 25 % menos, algo que está dificultando el relevo generacional”, explica Antonio que destaca que los terneros se siguen vendiendo al mismo precio que en los años 80 pese al aumento de los costes de producción.
“La baja rentabilidad provoca un abandono notable de la actividad”
Aunque sea la provincia con más vacas, hasta hace 5 años no ha contado con una regulación de la ganadería extensiva como tal. Fue Antonio y un grupo de compañeros, quienes impulsaron la cooperativa Bovinos del Sur, integrada en el grupo alimentario Dcoop, dedicada a la comercialización de la carne -de la que forman parte 120 ganaderos que suman unas 12.000 vacas nodrizas.
“Nos hacía mucha falta una infraestructura así. Cádiz estaba muy aislada de otras zonas de producción y concentrar la oferta nos ha permitido sacar una mayor rentabilidad. Además, antes se vendía todo a ojo”, añade el ganadero.
“Antes se vendía todo a ojo”
La iniciativa supuso una mejora en el sector gaditano, pero este no se libró ni de las reducciones establecidas en las reformas de la PAC ni de la pandemia. “Nos ha afectado porque somos muy dependientes de la hostelería. Hubo una bajada de precios enorme y al final esto es una cadena”, comenta mientras una vaca amamanta a un ternero.
Por si no fuera poco, los costes de los piensos se dispararon en “un año trágico” donde las lluvias han sido escasas y la sequía amenazaba. Sin agua, no crece el alimento del ganado. “En esta época del año ya tendríamos bastante comida para los animales, pero, ahora mismo tenemos que estar racionándolo”, añade Antonio, que sigue notando los estragos de la crisis.
Ahora, las batallas de la ganadería extensiva están en el punto de mira. La voz del ministro de Consumo Alberto Garzón ha resonado en todos los rincones. “La carne de España es la más apreciada que hay en Europa”, asegura el ganadero alcalaíno que rechaza las declaraciones que han dado la vuelta al mundo.
Enfrentar a la ganadería extensiva con la industrial de forma generalizada no es el quid de la cuestión en el sector vacuno. La ganadería intensiva no es sinónimo de macrogranjas. Así, los terneros de su dehesa, cuando alcanzan los 200 kilos aproximadamente, son trasladados a explotaciones intensivas ubicadas en Toledo, Murcia, Cataluña y Galicia próximas a mataderos.
Según explica Antonio, “en el vacuno, el término macrogranjas no existe” y, en la provincia de Cádiz, no hay rastro de ellas en ningún tipo de ganadería.
“En el vacuno, el término macrogranjas no existe”
La organización agraria COAG tampoco tiene constancia de que existan estos modelos de producción en la zona. “Nuestra ganadería es sostenible y defendemos un modelo social y profesional de agricultura con explotaciones familiares”, sostienen. Que la provincia gaditana no haya sucumbido al máximo exponente de la ganadería industrial es destacable, sobre todo, si abunda esta especie.
“Tenemos que entender que, si queremos consumir carne, en el vacuno al menos, tiene que haber un proceso intensivo”, comenta Antonio que determina esta fase como “necesaria” para producir un producto rentable y de calidad. En su caso, asegura que todo está en regla en cuanto a alimentos, tratamientos veterinarios y gestión de residuos.
En los cebaderos intensivos de España, para engordar a los animales –“no vale solo con el pasto”- se usan raciones a base de cereales nobles fundamentalmente maíz, cebada y soja. “La mayoría de estas instalaciones están certificados en bienestar animal, los terneros están allí perfectamente, como en hoteles, con agua y pienso de calidad”, defiende.
Las vacas no paran de mugir y deambular por la finca a sus anchas, sin ellas saber la gran labor que realizan a nivel medioambiental. “Están abonando el suelo, mejoran la biodiversidad”, dice el ganadero, que destaca los efectos positivos de su actividad. Entre ellos, la prevención de riesgo de incendios al aprovechar residuos forestales.
“El hecho de cubrir el suelo evita la erosión y mejora la retención de agua que recarga los acuíferos, sin contar que a más masa vegetales más secuestro de carbono que contribuye a la lucha contra la contaminación”, explica Antonio sin dejar de mencionar los puestos de trabajo directos e indirectos que genera la ganadería extensiva, que fija población en las zonas rurales.
“Estamos dando un servicio a la sociedad por el que nadie nos paga”
Más allá de la producción de carne, los ganaderos extensivos como Antonio contribuyen a beneficiar al medio ambiente. “Estamos dando un servicio a la sociedad por el que nadie nos paga. Como no consigamos mejorar un poco nuestras condiciones, el proceso se dejará de hacer y tendrán que venir cuadrillas de trabajadores a limpiar”, apunta.
Entre reflexiones y esperanzas, alza su voz entre tantas. “No hay que demonizar a la ganadería intensiva”, manifiesta el ganadero que valora la simbiosis entre ambos tipos y no la considera competencia. Para él “es complementaria, si no tengo a un ganadero intensivo que me compre el ternero, qué hago con él, aquí no tenemos infraestructuras”.
Si se salta este paso, seguramente muchas personas no podrían comer este tipo de carne porque las carnicerías no tendrían suficiente, además no sería rentable.
“En otros países un ganadero es una persona que tiene cierto prestigio, el urbanita lo asocia al que le da de comer. Sin embargo, en España no tenemos esa conciencia, aquí el ganadero es el que no vale para otra cosa”. Es la última sensación desde el campo gaditano donde animan a evitar las generalizaciones. Nada es blanco, ni negro. Matices.
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