Pasan las dos y veinte minutos de la tarde. Es 19 de julio de 1936. Estamos en el despacho oficial del alcalde de Jerez. A su lado, su primer teniente de alcalde, Diego Gómez Serrano; el teniente de Seguridad, Alfredo Arribas Sebastián; y un concejal municipal, Carlos Cuevas. Quizás también deambule por allí el secretario del Ayuntamiento. Comparece en la dependencia municipal Antonio Mínguez Ibáñez, capitán veterinario del Depósito de Recría y Doma, quien en nombre del comandante militar Salvador Arizón y Mejías, requiere a Antonio Oliver Villanueva para que le haga entrega de la Alcaldía. Horas antes, entrada la madrugada, el propio Arizón ha hecho saber a la ciudadanía, a través de las ondas de Radio Jerez, que “declarado el estado de guerra en toda España, toma el mando total de la Plaza, hasta la próxima llegada de las fuerzas del Tercio y Regulares”. Muchos historiadores coinciden en negar categóricamente que la Guerra Civil pasara por Jerez. El Golpe solo siembra terror sin resistencia. "En Jerez no hubo ninguna guerra civil, por el simple hecho de que no hubo oportunidad para ello", escriben los integrantes de la asociación Jerez Recuerda. Conscientes de la situación, y de la debilidad de un hipotético intento de freno a la ocupación, Gómez Serrano pregunta al alcalde sobre si ha requerido a las fuerzas a su mando para defender la Alcaldía. No hará tal cosa.
Como figura en el acta de desposesión firmada por el propio Oliver Villanueva, a la que ha accedido lavozdelsur.es, éste hace constar que el capitán de la Guardia Civil le ha comunicado que “no están ni con unos ni con otros, que solo está para el mantenimiento del orden”. Y agrega que aunque presupone la lealtad de las fuerzas de Asalto y Seguridad, “opta por no resistirse para evitar derramamiento de sangre y una resistencia inútil dado el escasísimo número de fuerzas de Seguridad y Asalto”. También agrega que “entrega la Alcaldía a la fuerza”. Mínguez, de seguido, agarrará la vara de Alcaldía, y ellos desfilarán por la puerta del despacho lanzándose a unas calles marcadas por dos bandos de guerra que darán carta blanca a la brutal represión. Jerez se convierte en una de las primeras ciudades del Sur en ser tomada por el franquismo.
En la madrugada de ese mismo día, el ya exalcalde será detenido y recluído en la casilla del callejón de Lepe, junto al Cabildo Viejo. Será puesto en libertad días después, quedando en su último domicilio de la plaza de Domecq sin funciones ningunas. Un mes después, el propio Arizón irá a visitarle, cuentan diferentes testimonios, para comunicarle que se le acusa de haber remitido un telegrama a Manuel Azaña (presidente de la II República española). Si era verdad o no, nunca se supo. Si fue verdad, pudo ser simple y llanamente por su condición de empleado de telégrafos. Sea como fuere, el 24 de agosto fue conducido al patíbulo. Un tiro en una pierna y un tiro de gracia. El historiador jerezano Manuel Ruiz, que se encargó hace unos años de subir a la web todoslosnombres.org una escueta biografía de Oliver Villanueva, es también quien recopiló testimonios que relatan que el cadáver del exalcalde fue hallado por un guarda del cementerio y que, recogido por su suegro del suelo, recibió sepultura en la tumba de unos amigos en la que permanece desde entonces.
A partir de 1935, cuando se crea Izquierda Republicana en Jerez, Antonio empieza a involucrarse en política de manera directa y pasa a afiliarse al partido. Su primera aparición pública fue un 12 de enero del 36, en un multitudinario mitin en el Teatro Eslava. Tres meses después, el 13 de marzo, apenas un año después de enrolarse en IR, ya con la victoria estatal del Frente Popular, sería nombrado alcalde de la nueva comisión gestora municipal. Cuentan historiadores e investigadores que en sus apenas cuatro meses como último alcalde republicano del municipio el joven político destacó por su lado humano y conciliador. Medió en un conflicto entre la organización sindical Unión de Empleados de Escritorios, a la que él mismo estaba afiliado y que era afín a la UGT, con otra llamada Asociación de Empleados de Casas Vinateras. Oliver creía en la fusión para hacer una organización más fuerte que lograra unas buenas bases en las condiciones laborales de los obreros.
En aquellos meses mantuvo una reunión en Madrid, donde se desplazaría junto a otros integrantes de una comisión creada ex profeso, para entrevistarse con las autoridades del Gobierno de la Nación y avanzar en soluciones para los problemas que azotaban a Jerez: el paro, la falta de escuelas, los impuestos vitivínicolas... Casi nada nuevo, como ven, frente a lo que sufre hoy la ciudad con más paro de España. Regresaba unos días después a la Alcaldía con balance positivo para, seguidamente, mantener otro transcendente encuentro, junto a otros alcaldes de la provincia, en la Diputación. De nuevo la pésima situación de los trabajadores centraba el foco de aquella reunión institucional tendente a buscar mejoras en dichas condiciones. Fue un 12 de julio de 1936. Apenas un puñado de días antes de que aquel capitán veterinario irrumpiera súbitamente en la estancia del Ayuntamiento y exigiera a Oliver Villanueva que entregara la Alcaldía. Apenas un mes antes de fuera conducido al patíbulo. Como él, fueron asesinados siete de los nueve tenientes de alcalde de una Corporación municipal conformada por Unión Republicana (7 concejales), Izquierda Republicana (9 ediles), PSOE (5), PCE (4) y Partido Sindicalista (4).
Como enumera el historiador Jesús Caballero Ragel, entre los "depurados" de la última Corporación municipal republicana figuran: "Diego Gómez Serrano, de UR, primer teniente de alcaldía; Rafael Apolo Pérez, de IR, segundo teniente de alcaldía, prestigioso químico enólogo; el concejal socialista Francisco Retamero González, octavo teniente de alcaldía, que se había destacado por la defensa de las condiciones de los obreros; y el concejal de Unión Republicana, Rafael Orge Mejías, tonelero, hermano de Juan Orge Mejías, asiduo colaborador en la revista de los toneleros El Martillo.
Además, también fueron asesinados los siguientes concejales electos pertenecientes a partidos republicanos o de izquierdas: Juan Taboada Jiménez, tercer teniente de alcaldía; Sebastián Romero Salguero; Vicente Castilla Flores, quinto teniente de alcaldía, "quien había defendido la retirada de un cuadro de la Inmaculada Concepción donado por el marqués de Villamarta de uno de los salones del Ayuntamiento"; Eduardo Díaz Martínez, sexto teniente de Alcaldía, también presidente del Sindicato de Empleados de Banca y Bolsa; Manuel López Bellido, noveno teniente de alcaldía; y Carlos Cuevas González, perteneciente además al Ateneo Jerezano, "quien tuvo la osadía de denunciar en agosto de 1934 al fascista Antonio Vega Calero por haber colocado un escudo fascista en la sede del Ateneo, que el propio Cuevas retiró -puntualiza el historiador-".
La lista de 16 concejales asesinados meses después de tomar posesión en el Consistorio jerezano se completa con Agustín Pérez Cabello; Miguel Pedregal Roldán; Francisco Infante Gallardo; Ramón Fernández García; Manuel García Paradas; y Juan Durán Orellana, que fue el último en morir, en enero del 37. El pleno del 22 de julio de 1937 aprobó la consignación en acta de solemne testimonio de gratitud y reconocimiento al capitán Antonio Mínguez Ibáñez. La Corporación local mantiene dicho reconocimiento y ha tenido hasta hace apenas unos año a Francisco Franco y al golpista comandante del 18 de julio, Salvador Arizón, entre los Hijos Predilectos de esta ciudad. Los alcaldes republicanos, incluido Oliver Villanueva, fueron homenajeados en 2009 en el Ayuntamiento con la inclusión de sus retratos en la galería de munícipes de la ciudad.
La memoria de tantos concejales electos, 85 años después de la proclamación de la II República y a escasas fechas del 80 aniversario de la sublevación que se los llevó por delante, jamás ha sido reparada. Como han ido recopilando a lo largo de los años otros investigadores como Cristóbal Orellana y José García Cabrera, sus cadáveres forman parte del censo de más de 400 asesinatos documentados solo en Jerez durante el terror golpista.