Las huellas ocultadas por el franquismo
Antonio Fuentes Ruiz (Rota, 1979) es periodista y ahora, con la edición de La huella borrada (Plaza y Janés), también es escritor. Escritor, por cierto, de pico y pala, valga el símil, que puede venir a colación del delicado (y doloroso) tema que trata en su primer libro.
La huella borrada es una profunda investigación sobre Horacio Hermoso, último alcalde republicano de Sevilla, a partir de los testimonios de familiares y conocidos. La novela supone el rescate de una poderosa historia real sacada del olvido a partir de los recuerdos de los supervivientes de la historia. Una historia sobre las muchas personas que aún se encuentran en las fosas comunes creadas durante el franquismo. Un proyecto periodístico que han supuesto a Fuentes cinco años de trabajo.
Bueno, dicen que llevamos más de 3.000 libros sobre la Guerra Civil. Lo que pasa es que en Sevilla y Cádiz no hubo guerra, pero sí una represión brutal, asesinatos... Después, en el conjunto de la nación, es cierto que hubo también represión, olvido, crímenes, y llegamos hasta el día de hoy en el que estamos intentado rescatar la vida de estas personas. De Horacio Hermoso está esta novela, pero de cada uno de los represaliados se podría escribir una.
Yo quería sobre todo hacer un acto de justicia. Hoy un amigo me ha dicho que con La huella borrada le ha pasado como cuando leyó de joven Réquiem por un campesino español, de Ramón J. Sender, que le daban ganas de tirar el libro contra la pared, porque no podía explicarse cómo podía haber pasado todo eso. Pero a los periodistas muchas veces nos toca tragar saliva y tocar material que para otras personas es imposible. Con los familiares de Horacio me pasó: no podían seguir hablando sin llorar.
Ahora mismo los historiadores tenemos más facilidad para llegar a ciertos documentos que hoy en día están digitalizados. Hay otro problema para acceder a algunos archivos, porque tienes que ser historiador o investigador para poder llegar a ellos. Después lo que ha habido, sobre todo, es falta de interés. Yo entiendo que para la familia es una cosa y otra para los estamentos, las autoridades, las administraciones.
Hay que tener en cuenta que son muchas las desapariciones. Que no son muertes, ojo: son desapariciones. No son muertos, no son fusilados ni asesinados. Son personas cuyo paradero desconocemos. No sabemos dónde están sus cuerpos o qué fue de ellos. Se dice que hay más desapariciones en Andalucía que en las dictaduras de Chile y Argentina juntos.
"No hablamos de muertes, hablamos de desapariciones; que no son fusilados o asesinados"
Yo lo he intentado hacer así, desde el máximo respeto a la familia. Lo pongo en una nota de autor al principio del libro. La elección mía por mantener tanto los nombres de las víctimas como la de los autores de ese golpe se ha respetado en su literalidad para que sea un justo reconocimiento a las personas represaliadas. Otros autores cambian los nombres; yo he optado por mantener nombres y apellidos reales. Creo que es más veraz.
Sí, pero yo quería divulgar lo ocurrido de esta manera y contribuir con la familia y resarcir, como decías antes, ese daño. Aunque esto no es algo que nos corresponda a nosotros, los periodistas o escritores, sino al Estado, que no lo ha hecho.
Es capital la importancia que tiene en la novela, porque coincide en que lo ocurrido a Horacio es después de esa primavera que algunos autores han llamado "primavera trágica", pero es un 'fake'; fue idílica. Lo cierto es que se vivió en Sevilla con mucha normalidad. El Rocío es en junio, pero antes se ha celebrado la Semana Santa y la Feria con total normalidad, cosa que no pasa en otras zonas de Andalucía ni del resto de España, porque en todas estas fiestas hubo intentos de las clases acomodadas para que nada de esto se celebrara. Es un material sensible, desconocido y muy, muy poco tratado. Como decía al principio hay cerca de 3.000 libros de la Guerra Civil, pero no sé si en ellos se habla o cuantos hay que hablen de la Semana Santa o de la Feria durante esta parte de nuestra historia.