Mucho más que unos botes de espray
Quizá en el imaginario popular, aunque tal vez sea un pensamiento de generaciones más alejadas en el tiempo, la cultura eran la pintura, la música clásica o popular, la escultura, la poesía... Elementos que enriquecen y hacen crecer al individuo, que siguen tan vigentes como hace siglos —aunque desgraciadamente hayas quienes no entiendan que la Cultura con mayúsculas es tan necesaria como saber de tecnología o matemáticas—. Por suerte, la evolución del arte en el tiempo ha traído otras tendencias, otras corrientes artísticas que, si bien andan en pañales respecto a otras disciplinas, han llegado hace décadas y lo han hecho para quedarse. El rap, el grafiti y la moda del tatuaje como forma de expresión, han ganado tal fuerza que hoy no hay rincón, coche o trozo de piel de mucha gente que no esté de una manera o de otra presente.
Un exponente que aúna estas tres complicadas ramas del arte está en Fran Castro Ramírez (Jerez, 1986), conocido bajo la firma de Cosa.V, un trabajador incansable, un creativo feroz de mente inquieta, comprometido con su trabajo de tatuador en el estudio Pol Tattoo, que también exhibe su talento en enormes grafitis, pero que compone rap, hace labores de realización audiovisual —caso del videoclip Asta Regia, junto el grupo rapero y jerezano A Bocajarro—. Tres meses y medio espera el cliente a que Cosa.V lo tatúe. Pinta ya solo cuando quiere. Y cantar y componer, siempre. Un absoluto todoterreno. Una joya con mucho que contar, cantar y pintar.
(Risas). Es complicado realmente, pero como todo lo que he hecho, desde el grafiti al rap, he tenido que autoproducirlo: desde grabarme un tema hasta hacerme el vídeo. Son muchos los palos que toco, pero realmente está todo ligado.
Así es. Pero gracias a eso ahora estoy tatuando. Desarrollé un arte, una disciplina, que después me ha derivado al tatuaje, por ejemplo.
A estas alturas todo lo que hago, lo hago al 100%, convencido de que representa lo que yo quiero transmitir. Sin ánimo de lucro, sin esperar nada a cambio, simplemente hacerlo porque nos divierte y nos gusta.
Claro. Antes, por ejemplo, para autopatrocinarme o ganarme algún dinero para salir adelante, pues no había más remedio que acceder a ciertos encargos. Tenía que pintar a la carta, digamos. Hoy en día, cuando pinto, aunque ya no lo hago con tanta regularidad, trato de que sea un proyecto grande, que siempre supere el nivel, que esté al 100%, y estar contento tanto en la música como en el grafiti. El tatuaje sí es un trabajo, porque aunque es artístico y me da placer, estoy mucho más sujeto a lo que me dice el cliente. Yo puedo dar mi versión, pero siempre va a ser lo que diga el cliente.
Hoy en día, cuando dicen que han pintado una pared, la gente siempre se imagina a lo que está acostumbrada: una firma, una cosa sucia, marginal. De hecho, cuando estoy pintando en la calle, vienen transeúntes que se quedan sorprendidos, diciendo: ¡Hostias! ¿Y esto lo hace por amor al arte?. Se quedan impactados porque no están acostumbrados a ver algo así.
"La gente escucha grafiti e imagina una cosa sucia, marginal"
La verdad es que estoy muy contento con eso. La gente se queda muy satisfecha, y eso es muy buena señal, porque repiten. Además, toda la clientela que tengo es muy buena a nivel humano. Es un orgullo que vengan a buscarme, que cojan su cita. Además, es un día muy especial para ellos lo de hacerse el tatuaje. Es un privilegio vivir del tatuaje.
Digamos que el arte está conceptuado en valorar las cosas a nivel monetario. Es complicado. Cada cual le puede dar el valor que quiera. Yo intento dar el máximo y creo que, en parte, es por eso que la gente se queda contenta, porque soy escrupuloso, me comprometo al 100% con los proyectos.
Realmente nada, mientras esté dentro de mi estilo, que es el realismo blanquinegro, y es lo que domino. También es cierto que tampoco tatuaría algo que vaya en contra de los derechos humanos. Nada que se salte mis principios morales. No pintaría nada violento ni chungo que fuera contra mis principios.
"Nunca tatuaría algo que fuera en contra de los derechos humanos"
Lo que hago es con tinta negra diluida en agua; al final también se le añade el blanco para hacerle el brillo. En este caso, los brillos del tatuaje van con la piel del cliente. Hago el dibujo al contrario, empiezo a sombrear algo, pero tengo que dejar huecos en blanco que es la piel, lo que lo hace muy diferente a un dibujo normal.
Por supuesto. Pintar siempre voy a pintar, porque siempre lo he hecho, la música también me encanta, y aunque es algo de lo que nunca voy a vivir, seguiré haciéndolo, y el tatuaje, mientras no me pase nada en mi mano derecha, voy a seguir.
Al contrario: va a más. Por lo que vemos, el público es más joven, hay menos prejuicios. Además, los iconos sociales también ayudan: futbolistas, actores... La gente quiere saber lo que lleva y dónde lo lleva. A mí me vienen médicos, policías, abogados, gente de todos los gremios. Las nuevas generaciones vienen pisando fuerte y siempre van a querer nuevos tatuajes.
A estas alturas, no. Al principio, cuando me pasé al tatuaje, tenía un montón de respeto. Realmente era mucho cante hacerle algo a una persona. Yo soy perfeccionista y exigente. Pero claro, cuando empecé con los tatuajes iba con los pies de plomo, pero ya lo disfruto. Es mi día a día. Lo tengo normalizado.
Yo hago brazos, piernas, zonas accesibles y grandes, pero es verdad que piezas en la cara no haría, ni en los labios. Zonas pequeñas como axilas, nunca. No podría hacer algo para poder lucirme en esas zonas. Básicamente es por eso.
El último tema que hemos sacado de Asta Regia, la grabación y la edición del vídeo han corrido de mi cuenta. El tema de la grabación es más ameno porque se hace en la calle, pero tienes que emplear días entre semana y fines de semana también. Y ya en el trabajo de la edición, pues entre la jornada semanal, que estoy a tope. Todo el tiempo libre ha sido para editar, pero lo disfruto todo siempre, haga lo que haga.