Suárez Japón, el catedrático de Coria que practica el 'Ikigai': "No volvería a la política; hay mucho odio"

El escritor, profesor, investigador y ex consejero de Cultura acaba de publicar 'La katana perdida', donde ahonda en clave de 'thriller' en las relaciones entre su tierra y el país del Sol Naciente. El PSOE de Felipe, la polémica de Rojas Marcos y Escuredo, y el indulto de Griñán se cuelan en la conversación con lavozdelsur.es

Juan Manuel Suárez Japón, en días pasados, en el Campus de Jerez de la UCA, a propósito de un encuentro celebrado para analizar las relaciones de Occidente y Japón.

Heredero junto al Guadalquivir del legado de Hasekura

Juan Manuel Suárez Japón (Coria del Río, Sevilla, 1945) acaba de publicar La katana perdida (Renacimiento), una novela histórica con aire de thriller donde recrea la primera embajada japonesa que llegó a Sevilla en el siglo XVII. Entre sus personajes, uno de sus parientes más lejanos, el comandante Hasekura. El escritor y catedrático de Geografía Humana, ex rector de la Universidad Internacional de Andalucía y ex consejero de Cultura, entre otros cargos de responsabilidad en una prolija carrera de investigación, docencia y servicio público, recibió la Orden del Sol Naciente a manos del Gobierno de Japón y es fundador y vicepresidente ejecutivo de la Asociación de Amistad Hispano Japonesa Hasekura. Ha participado como autor invitado en la magna obra Japón archipiélago de cultura (2021) y ya suma una década totalmente volcado en el estudio de la cultura nipona. Entre los libros que ha leído últimamente, uno que ya es de cabecera, El infinito en un junco de Irene Vallejo, y entre sus pasiones, como buen seguidor —aunque sea inconsciente— del concepto japonés del Ikigai, la escritura y las lecturas.

Amanece, que no es poco.

Anda que no… qué película tan divertida. Aquí estaba entretenido con algunas cosas y ahora tengo que ir a hacer esa función tan clave en un jubilado como es ir al centro médico para que me receten.

¿Y le atienden pronto en la sanidad pública andaluza?

Me atienden bien, y de la operación coronaria que tuve, de la que el pasado día 22 hizo tres años, estoy francamente bien, así que no me puedo quejar…

Al menos hay cosas que no han ido a peor...

La cirugía, salvo en los grandes dramas, es fontanería y la hacen muy bien… Hay que estar muy contentos de que eso pase y, además, en un ámbito de servicio público.

Usted es profesor de Geografía Humana, ¿recuerda cuando nos dijeron que íbamos a a salir mejores de la pandemia?

Sí, sí, lo recuerdo. Desafortunadamente, pero también como era previsible, volvemos a estar como estábamos. 

Deber ser cosa de la condición humana.

Sí, y eso que ha enganchado la pandemia con otra situación dramática, como la guerra de Ucrania y sus efectos en el sistema internacional, pero parece que para seguir viviendo necesitamos ignorar las incertidumbres. Sales, vas por ahí, y no parece que haya ningún problema y, afortunadamente, todo el mundo está bien. Pues bueno, mejor. 

Son tiempos de individualismo feroz.

Sálvese quién pueda. Pero, sin embargo, en la pandemia pareció nacer un espíritu de solidaridad y una predisposición a sentirse parte de grupos de intereses comunes y ayudas mutuas que, dentro de la situación que vivíamos, eran cosas muy reconfortantes. Pero sí, en cuanto se ha acabado ese, entre comillas, enemigo exterior ha vuelto el individualismo a hacerse fuerte. 

Ha participado hace unos días en un encuentro en la UCA sobre las relaciones entre Cádiz y Japón. Su ponencia se titulaba 'primeros encuentros' entre Japón y Occidente. ¿Qué ocurre desde ahí hasta, por ejemplo, la importancia del país del Sol Naciente en el desarrollo del flamenco?

Es una cuestión interesante, pero que exige una explicación muy larga. Aquel primer encuentro de 1614, cuando ellos estuvieron aquí, y hasta su regreso definitivo a Japón en el año 20, coincide ya con un periodo de hegemonía Tokugawa, que había conseguido, mediante sucesivos enfrentamientos militares, unificar Japón. Esa dinastía estuvo gobernando hasta 1868, o sea, casi tres siglos. Durante todos esos tres siglos Japón fue un territorio y una cultura completamente cerrada a cualquier influencia occidental. Hasta la revolución que dio lugar a un periodo nuevo llamado la Era Meiji no es cuando se vuelve a vivir un periodo de occidentalización, de recepción de los influjos culturales y económicos de Occidente.

Amor por el flamenco en Japón: "La gente que se vincula a la afición flamenca se vincula a una cultura que consideran ancestral, como es la suya"

Hasta ahí no se puede situar la primera presencia allí de algo que tenga que ver con el flamenco. Los jesuitas, que hicieron el trabajo más intenso de evangelización, no volvieron hasta 1916 después de ser expulsados. Y no es hasta la década de los años veinte cuando llegan las primeras compañías, especialmente de baile, como la de La Argentinita, o maestros de la guitarra como Ramón Montoya. Luego llega la II Guerra Mundial, se cierra ese mundo, y hasta los años 50 no se vuelve a tener  contacto, que es desde cuando ya ha ido creciendo allí ese contacto y, lo que es más importante, ha ido creciendo allí una gran cantidad de personas aficionadas.

La característica de los japoneses es que cuando se apasionan por algo se apasionan hasta el fondo, y si hay que venir a 14.000 kilómetros de distancia para aprender, vienen. Artistas como Shoji Kojima o Yoko Komatsubara vinieron a aprender aquí y cuando se convirtieron en profesionales aceptables se volvieron a su país. La realidad actual es que hay una acogida espléndida que sorprende a todos los artistas españoles por el respeto, la seriedad... y es un lugar que, a pesar de estar tan lejos, todo el mundo quiere trabajar allí.

Otro momento antes de la entrevista.   MANU GARCÍA
Habla de la pasión por el flamenco de los japoneses, ¿de dónde puede brotar ese interés, qué tiene el flamenco para tener ese imán?

La periodista japonesa Kyoko Shikaze, una de las voces más autorizadas en esto, me contaba que Japón es un territorio muy dinámico y con una población tan, tan numerosa que allí hay mucha gente para todo. A los que les gusta el flamenco son tantos como a los que les gusta la pintura expresionista o el béisbol. A nosotros, como andaluces, nos llama mucho la atención que el flamenco sea tan seguido, pero cualquier otra disciplina que llegue desde Occidente puede ser muy seguida.

El asunto numérico tampoco es relevante, por mucho que haya 100 academias flamencas y eso sea muy importante para nosotros. El fenómeno más interesante, y así lo hablaba con Kyoko, es que hay una receptividad que tiene que ver con lo anímico. La gente que se vincula a la afición flamenca se vincula a una cultura que consideran ancestral, como es la suya. Japón es un país que ha estado a la cabeza de la tecnología a nivel mundial, pero no ha dejado ni un solo momento de preservar y admirar sus culturas tradicionales. Creo que ven en el flamenco una voz muy pura, elemental y directa, y eso les entusiasma. Al principio, fue el baile y la guitarra, pero el cante, postergado a priori por el idioma, ha ido también ganando espacio. Hay cantaoras que suenan como la Bernarda.

¿Cómo explica que cantaoras niponas como Yuka Imaeda tengan un eco con sabor a la Plazuela o la calle Nueva?

Debe tener que ver con un elemento de la cultura japonesa que influya en eso. La cultura del Ikigai, un concepto que me descubrió a través de un libro el amigo Joaquín Carrera, y que significa una especie de predisposición para aprovechar todos los elementos positivos que la vida ofrece a un ser humano. Una de las formas en las que se manifiesta es que cuando decides dedicar tu vida a algo, ya sea al periodismo o la cerámica, tienes que estar ante eso con una actitud devocional, tratando de llegar a dominarlo hasta sus últimas consecuencias. Es una actitud de no conformarse con la práctica de un oficio y poco más. Eso creo que hace que los japoneses vengan a las fuentes, a Jerez, a Triana..., para empaparse de esos lugares donde el flamenco mana y brota.

Sobre Rojas Marcos: "Echar un pulso con Escuredo es remover una historia de la que no debería estar muy orgulloso"

Esa filosofía, según dicen, tiene que ver también directamente con la longevidad de los japoneses... ¿usted a qué aplica este concepto, a la cultura, la enseñanza, la inmersión en la historia de sus raíces niponas?

Estoy en esto, digamos, de una forma intensa desde que a finales de 2013 salí del rectorado y tuve un año sabático en la universidad, que fue lo que permitió publicar el libro De Sendai a Coria del Río. Historias de japoneses y Japones. Desde entonces puedo decir que el tema de Japón se ha situado en el centro de mis preocupaciones y lecturas, pero claro, el Ikigai como filosofía no lo he conocido hasta hace tres o cuatro meses, que es cuando Joaquín me manda el libro. Había oído y leído eso en muchos textos, pero no sabía lo que era. Ahora, como también dicen, es verdad que hay personas que tienen dentro de sí esa actitud del Ikagai y no lo saben. De la misma manera que hay gente más predispuesta a la melancolía o al pesimismo. 

Ha hablado de su primer libro relacionado con Japón, pero acaba de publicar 'La katana perdida' (Renacimiento). ¿Tiene más realidad histórica que ficción literaria, o viceversa?

Pienso que eso tiene que estar equilibrado. Aparentemente, novela histórica son términos contradictorios, pero ambos elementos se pueden unir siempre y cuando tengas una actitud muy rigurosa en el manejo de los datos históricos. Los personajes que aparecen en el libro, en su mayoría son reales, pero otros también están inventados, y cuando se unen, lo hacen en situaciones que no ocurrieron, pero que podían haber ocurrido y, sobre todo, tienen la misión de dar continuidad y atractivo a la trama del libro. Inventas de lo que sabes del samurai Hasekura o del navegante Vizcaíno, pero lo he intentado hacer verosímil, sin engañar a nadie respecto a los datos históricos.

Suárez Japón, retratado en días pasados.   MANU GARCÍA
¿Qué es lo que le ha dejado más satisfecho de este trabajo?

La novela tiene 404 páginas y, si para mí tienen valor, no es literario, sino personal. Estaba en un 40% escrita cuando tuve un problema de salud, sufrí una operación, luego la depresión que sigue a este tipo de operaciones coronarias, y la novela se quedó parada durante meses. Gracias a mi familia la recuperé y la novela fue para mí la medicina que me hizo salir de esa situación. Es un trabajo que ha sido balsámico, medicinal, pero me ha interesado mucho también hacer una cosa digna. Estoy teniendo retornos muy positivos de la gente que se mueve en el ámbito del Japón y de la novela histórica. Creo que he hecho una novela histórica de un tema que no se frecuenta a menudo en la novela histórica nuestra porque realmente por aquí se sabe muy poco de Japón.

Pienso en cómo los japoneses veneran a sus ancianos o cuidan su patrimonio y tradiciones. ¿Deberíamos aprender más de sociedades como la japonesa? 

En determinadas cosas, sin duda. Para mí mismo ha sido una sorpresa. En el Metro de Tokio se mueven 2 millones de personas al día y bajas por esas escaleras y está todo limpio. En elementos aparentemente menores de una cultura, como esos, hacen más grata la convivencia allí. Luego hay otras cosas por las que no querrías ser de allí: esa obsesión por el trabajo y la puntualidad, la manera en que se sienten poco confortados con las efusiones de abrazos..., pero hay muchas cosas que son ejemplares, como eso que dices del respeto a las personas mayores, a los profesores, a los artistas…

Puedo decirte, después de 30 años relacionándome con estos temas, que esta historia de Japón y Coria se ha hecho fuerte gracias a ellos. Ellos son los que han venido desde el quinto pino, como el que viene a una romería, para ver el sitio donde desembarcó Hasekura, y son los que han venido a conocer a los que nos llamamos Japón. No te puedes imaginar lo que nos llama la atención… quieren fotografiar tu DNI y hacerse una foto contigo. Porque están, sobre todo, honrando su propia historia. Afirman su pasado y su tradición por encima de cualquier cosa, como cuando Japón se empieza a recuperar de la derrota en la II Guerra Mundial y trata de rehacerse siguiendo modelos occidentales, con la espada de Damocles de EEUU en la cabeza. Ahí deben decidir si siguen hablando su lengua y su escritura extraña, sin homologación, o asumir el inglés como pasa en tantas zonas del Sureste asiático, y ellos deciden quedarse con su lengua. Creo que eso lo dice todo.

40 aniversario de la victoria de Felipe: "He recibido invitación, pero no voy a estar; por razones que no tienen nada que ver con un alejamiento de mis ideas"

Hablando de honrar la historia. El sábado hay un acto en Sevilla para conmemorar el 40 aniversario de la victoria de Felipe González. ¿Le han invitado?

Sí, he recibido invitación, pero no voy a estar, aunque por razones que no tienen nada que ver con un alejamiento de mis ideas o que no recuerde aquello. Me habré perdido muy pocos mítines y actos que haya protagonizado Felipe González en Sevilla.

¿Dónde estaba usted?

En el año 82, esas elecciones fueron en octubre, y yo estaba un mes antes en Madrid haciendo las oposiciones de profesor adjunto. Las oposiciones no estaban descentralizadas, había que ganárselas en Madrid, y la mía fue una de las últimas que se hicieron allí porque ya luego vino el triunfo del PSOE y la Ley de Reforma Universitaria. Estaba en Madrid con Manuel Ravina, un buen amigo gaditano, que ha sido el último director del Archivo de Indias, y estaba en su casa mientras hacía las oposiciones. Un día vimos en la prensa que Felipe González hacía un acto en el Caserón del Conde Duque, y allá que nos fuimos. Cuando llegamos a la puerta no nos dejaban entrar, pero al ver que entró Manolo Chaves con Javier Solana, al que conocía por haber coincidido en la UCA, y por supuesto a Chaves, hablamos con ellos y entramos. Fue una efervescencia tan grande, en aquel Madrid… De allí salí convencido de que el PSOE iba a ganar las elecciones... sobradamente. 

"En todo el tiempo que estuve en política siempre tuve conciencia de que era un pasajero transitorio"

¿Ha cambiado tanto la política desde entonces?

En todo el tiempo que estuve en política siempre tuve conciencia de que era un pasajero transitorio. Fui director general del Libro, Bibliotecas y Archivos en el año 84, con Pepote Rodríguez de la Borbolla recién llegado al Gobierno andaluz, y yo eso lo dejé porque un día llegó a casa a tomar un café José María Luzón, que era decano en Cádiz, y me ofrecieron una Cátedra en la Universidad. Oí la palabra 'cátedra' y dije 'adiós'. Cuando le dije al consejero de Cultura, Javier Torres Vela, que me iba, me hizo jurar que no tenía nada con él, y yo le dije que nada en absoluto, pero yo lo que quería ser en la vida era catedrático de universidad.

Y luego le sucedió usted como consejero de Cultura en 1990.

Sí, pero ya te digo que siempre he tenido una sensación de provisionalidad en política. En el rectorado sí tuve mucha coincidencia entre el deseo de ser docente y el deseo de ser servidor público… ¿A día de hoy volvería la política? No. Pero no porque sea mejor o peor, sino porque hay mucho odio, tiene un grado de endurecimiento y empeoramiento que no percibía en aquellos momentos. Dejé el Gobierno en el 95 cuando Chaves convoca nuevas elecciones.

¿Qué le echó?

Me cogió al final de mi estancia el caso Juan Guerra, que visto desde la distancia de hoy era una nimiedad, aunque no dejara de ser un comportamiento incorrecto, y yo empecé a ver por ahí los primeros rumores de hasta qué punto la política podía no ser lo que yo tenía tan claro, que era una actitud de servicio, de incorporar el régimen de libertades… Empecé a ver que eso se estaba debilitando porque había otras cosas que estaban siendo utilizadas con carácter político. Y así estamos hoy: cualquier cosa se utiliza políticamente. Veo los temas políticos a través de los medios, pero te aseguro que cuando los miércoles por la mañana, ventajas de estar jubilado, veo las sesiones de control en el Congreso, salgo decepcionado. Cuando veo esos discursos de la oposición con esa carga de odio, esa impenetrabilidad de unos contra otros, esa incapacidad de improvisar sin papeles... como aquel cuadro de Goya de los dos que se hunden en el barro sin dejar de darse estacazos. Todo eso me deja muy decepcionado, quizás es la edad.

"Griñán nunca ha tenido la más mínima tentación de caer en esa rapiña indecente en la que otros han caído"

Aquí en Coria gobierna Modesto González, que es el secretario nacional de este nuevo andalucismo. Este chico es amigo de mis hijos y yo soy amigo de su padre, y mi padre, de su abuelo. Quiero decir que, aunque él está en el andalucismo, yo tengo con él una relación muy cordial, especialmente en los temas de Japón. Él fue quien me pasó un enlace para ver el acto en el que intervino Pedro Pacheco en Jerez, y me conmovió ver a Pedro hablando con esa fuerza con la que ha hablado siempre, pero esa actitud posterior de Rojas Marcos y Escuredo solo la conozco por la prensa. Rojas Marcos fue la persona que se sentó con UCD y con Adolfo Suárez para perjudicar y poner piedras en el proceso de máxima autonomía que Rafael Escuredo estaba representando. No se puede jugar con la desmemoria de la gente. Rojas Marcos sido una persona notable en el andalucismo, un político importante que fue alcalde de Sevilla, pero ponerse a echar un pulso con Escuredo no me parece una buena decisión suya porque es remover una historia de la que no debería estar muy orgulloso.

Ha firmado a favor del indulto a Griñán.

Sigo siendo muy amigo de él. Hace unos días le envié mi libro, me ha mandado un guasap para darme las gracias, y luego le he llamado y he estado hablando con él, básicamente del libro. Lo que sí te puedo decir es que tengo el suficiente conocimiento de Griñán, de haber compartido gobierno, de haber compartido tiempo de su presidencia siendo yo rector, como para poder afirmar que es una persona honrada, honesta y que nunca ha tenido la más mínima tentación de caer en esa rapiña indecente en la que otros han caído. Yo he firmado el indulto porque creo, sinceramente, que no merece lo que le está pasando, un servidor público como la copa de un pino.

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