Elisa Constanza Zamora Pérez ha pasado 30 años de su vida inculcando el amor por la literatura, el feminismo y el teatro. No solo eso, también ha expandido a sus compañeros de oficio la pasión y el optimismo con el que esta profesora y dramaturga vive y trabaja. Como ella misma dice, "su amor por la profesión es un regalo que le ha hecho la vida". Elisa nació entre la huerta murciana y el mar Menor hace 60 años, y ahora, tras 30 como profesora en el IES Santa Isabel de Hungría de Jerez, dice adiós (aunque ya sabemos que nunca se va del todo quien permanece en el corazón).
El pasado 14 de octubre el instituto de la calle Merced preparó un acto para homenajear a esta compañera tan querida por todos e inaugurar la nueva placa del salón de actos, que ahora lleva su nombre. Es aquí, en este teatro, donde Elisa ha podido desarrollar y compartir muchas de sus ideas y metodologías de enseñanza basadas en la coeducación, el respeto y la igualdad. Una mujer creativa y llena de talento que deja una estela que muchas seguirán. Afortunados han sido sus compañeros y alumnos, pues todos se llevan una buena base de conocimientos y saberes, pero sobre todo, una nueva perspectiva —más libre, crítica y consciente—, con la que estar en el mundo, en este planeta Tierra que ella tanto quiere y protege.
Elisa vive rodeada de buganvillas, jazmines y pájaros que no paran de piar en el tiempo que transcurre la conversación, y nada más empezar a hablar sale a relucir el nombre de Hipatia de Alejandría, pues viene del FIT de Cádiz, donde se ha representado un pasaje de su obra Voces desde el telar y un perchero, el dedicado a Hipatia. La filósofa griega también ha estado muy presente en su querido Feminario, ese círculo de investigación y divulgación que ha tejido imborrables hilos entre mujeres del pasado y del presente.
Sí —afirma orgullosa—. Hipatia va conmigo.
Me costó porque amo profundamente mi profesión y dejarla era como si me fuera borrando. Cuando decidí hacerlo sabía que la vida me daba un regalo para poder dedicarme a compartir lo que sé, dar a la sociedad lo que a mí me ha dado, por solidaridad y por amor a la gente. Yo he aprendido mucho enseñando y he estudiado mucho para enseñar mejor.
Dramaturgia e investigación con perspectiva de género
Elisa se define como dramaturga, profesora e investigadora. Tiene dos ensayos, Juglares del siglo XX y Mujeres en tinta violeta; numerosos artículos publicados en revistas sobre teatro o semiótica de la cultura y como dramaturga ha escrito Voces desde el telar y un perchero; Platero y ella, un homenaje a Zenobia Camprubí, alma de Juan Ramón Jiménez; Quijotescas, donde empodera a los personajes femeninos de la obra de Miguel de Cervantes o Por los pelos, una obra que trata los oficios femeninos, con mujeres fotógrafas, peluqueras, abogadas, sindicalistas o milicianas.
He tenido la suerte que tienen muy pocas personas, y es unir trabajo y pasión. Estudiar para compartir lo que sabía. El teatro, que es una herramienta didáctica maravillosa, la he podido poner al servicio de lo que hacía. Yo llegaba a las clases con mi cassette, sonaba aquella canción de Joaquín Sabina que decía "mientras tenga gasolina tu motor pisa el acelerador" y les preguntaba a los niños: "A ver, ¿qué tópicos hay aquí?". "¡Elisa, es Carpe Diem!", respondían. La cultura es un bucle que se retroalimenta. Nos creemos que hemos descubierto el mundo, pero desde hace 25 siglos los mismos sentimientos están ahí, aunque soy partidaria como feminista de reescribir los cuentos y mitos, hay que enseñar que hay muchos modos de ser hombre y muchos modos de ser mujer.
Feminario Santa Isabel de Hungría: la historia de cómo muchas adolescentes descubrieron el feminismo para siempre
"Hemos sido pioneras en traer el feminismo a las escuelas", declara Elisa sobre uno de los proyectos más importantes de su vida. Elisa Constanza y Silvia Valero, profesora de filosofía y actual directora del IES Santa Isabel de Hungría, fueron las impulsoras del Feminario, un seminario feminista que nació en el año 1997 en el seno del instituto. Esta iniciativa aúna investigación, dramatización y memoria para conocer a mujeres que han sido invisibilizadas o silenciadas por la historia. A través de sus más de 20 años de vida, diversos grupos de alumnas y alumnos fueron conociendo la vida de estas mujeres y representándolas el día 8 de marzo. Una iniciativa pionera que en 2006 recibió el Premio Ciudad de Jerez al mejor proyecto de igualdad.
Con la historia del Feminario yo quería que mis alumnas no sufrieran lo que yo había sufrido: una orfandad de mujeres. Sabía que el crecer con mujeres iba a hacer que tuvieran referentes y que era un espacio para estar en libertad. La magia de una actividad colectiva es compartir.
Sin duda es un espacio seguro y un espacio nutritivo. Aquí se nutren las mentes y cogen vitaminas para tener derechos y conocimientos. Muchas mujeres sembraron un terreno para que luego pudieran germinar esas semillas, y las alumnas de Feminario sabían esto. Eso es la educación: tú siembras y no sabes lo que vas a recoger, pero yo intuía que esto iba a ayudar.
Un entendimiento perfecto entre toda la comunidad educativa. Es un instituto muy abierto y colaborativo que ha enriquecido a Jerez, generando un diálogo entre la sociedad y el instituto.
El homenaje a una profesora que dice adiós
El acto de despedida fue una celebración que reivindicó su gran legado y que rindió muestras de cariño en forma de canciones, como las que entonaron Mario Benicio e Ignacio Pérez, compañeros de departamento; en forma de palabras, como las que le dedicaron Silvia Valero, directora del centro, o Manu Gil, antiguo alumno; o en forma de teatro, como la representación que Elisa hija hizo de Elisa madre, haciendo un guiño al Feminario y colocando así a Elisa Zamora en el lugar de las "mujeres relevantes en la historia".
El teatro nos sirve para preguntarnos quiénes somos y plantear qué es la felicidad. Las noticias nos hablan de las cosas malas, pero hay muchos momentos que son pequeñas islas de felicidad que hay que sacarlas también. La plenitud es estar a gusto con lo que estés haciendo.
Sí, estoy muy agradecida con la vida. Nunca he sido timorata, he imaginado siempre a lo grande. He hecho en cada momento lo que creía que tenía que hacer. Soy muy disfrutona y soy feliz en la naturaleza y viajando, me hace feliz tener un jazmín y poder meter un ramillete en mi habitación. Para mí los olores son muy importantes.
El olor a azahar, mandarinas, jazmín y nardos.
El Feminario me huele a jazmín. Para mí el Feminario era un proceso de trabajo espiritual. Era reconciliarte con tu genealogía femenina y con las mujeres. Los jazmines son como estrellas: era como mirar al cielo y decir "ya estamos todas de donde no teníamos que haber bajado".
El feminismo me huele a mar porque es una ola que entra y va llenando los lugares.
Cuando era pequeña, una profesora me dijo que pintaba bien y esto me animó mucho. Fui alumna de Juan Pedro Gómez Sánchez, que me descubrió la literatura francesa e hispanoamericana. También fui alumna de Adela Cortina, llegaba siempre corriendo pero cuando llegaba se paraba el tiempo. Era una persona que acariciaba el pensamiento.
"Pongo mi creatividad al servicio de mis clases. El aprendizaje, con alegría entra"
Dicen mis alumnos en las cartas que me han escrito que transmito alegría, que enseño con pasión y disfrutando de lo que explico. Mi lema es Docere et delectare (Enseñar deleitando). Pongo mi creatividad al servicio de mis clases. El aprendizaje, con alegría entra.
Me cuesta madrugar porque trasnocho leyendo mucho, pero cuando suena el despertador, en la ducha ya estoy cantando. Llego con mi bici feliz, percibiendo el aire fresco de la mañana, los olores de la ciudad… Amo lo que hago, es un regalo que me ha hecho la vida. Amo más que nada el teatro, y amo más que nada la enseñanza, y amo más que nada la botánica.
Soy muy apasionada, he hecho un tapiz en mi vida de colores que combinaban muy bien.
Paciencia, respetar los procesos de los demás y escuchar. A ser más humana, a comprender. Siempre he procurado no hacer las cosas que me hicieron a mí y que no me gustaron, como humillar a un alumno.
"La cooperación está en las entrañas mismas de la vida en el planeta"
Me crié en la huerta de Murcia y mi conexión con la tierra es muy grande. Cuando vi el concepto "ecofeminismo" me pareció mágico. Las mujeres han ido abriendo camino y dando soluciones que el patriarcado no ve, porque el patriarcado es neoliberal y entiende que la tierra es un organismo muerto para extraer materias primas, pero el planeta es un organismo vivo como el cuerpo humano, los bosques son los pulmones y los ríos son la sangre. El neoliberalismo no cuida la tierra ni cuida a quienes nos cuidan, que generalmente somos las mujeres.
Desde pequeña me he bañado en el mar Menor y poco a poco he visto su deterioro. Empecé a trabajar el ecofeminismo, aprendiendo mucho de Alicia Puleo o Yayo Herrero. Me di cuenta que muchas mujeres tenían una perspectiva ecologista: Rachel Carson, escritora de La primavera silenciosa, fue la primera mujer que en el 58 advirtió que los pesticidas eran malos o Lynn Margulllis con la teoría Gaia de que la tierra es un organismo vivo. Estas mujeres hablan de cooperación.
"Tenemos que imaginar un mundo justo donde merezca la pena vivir"
Lynn Margulllis dice que la vida en la tierra surge porque organismos simples se unen y hacen organismo más complejos. La cooperación está en las entrañas mismas de la vida en el planeta. Las grandes pensadoras del ecofeminismo defienden estos valores. El feminismo centroamericano y latinoamericano me enseñó que, si nosotras hablamos de sororidad, ellas hablan de corporeizarse, hacerse cuerpo. Ellas tienen que defender su cuerpo de violaciones, machismo o desprecio, pero también defienden su tierra, porque les desvían sus ríos para hacer presas o les queman su selva. Estamos destruyendo el planeta y la urgencia es cuidar y cambiar las políticas. La eclosión del mar Menor en 2016 para mí fue muy doloroso pero también muy significativo. Tenemos que imaginar un mundo justo donde merezca la pena vivir.