José Mateos, 40 años de versos: "La poesía me ha salvado; hay que dar las gracias por todo"

Tras sobreponerse a un cáncer, una enfermedad que le llevó a su último poemario 'La hora del lobo', el escritor y poeta jerezano publica 'Los nombres que te he dado', una antología con lo mejor de sus cuatro décadas de vocación. "El 80% de la literatura que se hace hoy se podría hacer con IA y no pasaría nada"

José Mateos, en su estudio en el centro de Jerez, con sus libros selectos al fondo de la imagen.

Hace algo más de cinco años vendió su biblioteca. 6.000 volúmenes reunidos durante tres décadas que viajaron, tras ser adquiridos por su nuevo propietario, del centro histórico de Jerez hasta Madrid. Se unieron la necesidad económica con el deseo de soltar lastre. Ahora la biblioteca de José Rosales Mateos (Jerez, 1963), José Mateos en el mundo literario, es más modesta pero está solo habitada por los imprescindibles. 

Aquello debió de ser premonitorio porque años después, el poeta y escritor, tanto monta, aprendió a nivel vital a desgajar lo superfluo y revalorizar la esencia misma de las cosas, contemplando el horizonte del viñedo jerezano desde el cristal de la ventana de una habitación de hospital. Allí escribió su último poemario, La hora del lobo (Pre-Textos, 2022), que inevitablemente aludió al proceso de crear sabiendo que tienes cáncer. Una treintena de poemas a corazón abierto, entre la cama de hospital y el aislamiento de la convalecencia. 

Cumplió 60 años el pasado 2023 y celebra 40 en la poesía este 2024 con la publicación de la antología Los nombres que te he dado (Fundación José Manuel Lara, 2024). Una colección que va de 1983 a 2023, toda su obra publicada y un libro inédito, integrado por un solo poema que se suma a los que conformaban su anterior entrega, el referido La hora del lobo

Con su inseparable panamá —"espera que me lo pongo, que si no parece que salgo en las fotos desnudo", comenta al fotoperiodista—, la ventana del despacho de Pepín, como le siguen llamando sus amigos de toda la vida en su tierra natal, filtra una luz licuada al ir cayendo la tarde. Calurosa tarde de mayo sobre un pequeño caballete con las acuarelas del poeta, pinturas que absorben esa parte del paisaje que le rodea donde a veces, solo a veces, sus versos no alcanzan. 

En palabras de Vicente Gallego, en el prólogo que abre la recopilación que acaba de presentar, "la poesía de Mateos está llena de preguntas que no quieren verse respondidas, de exclamaciones cuyo eco nos lleva hacia una certidumbre de nada, pero qué fragante, qué hiriente de agujas benefactoras. Porque la carne está ahí sólo para abrirnos a la inmensidad de ese espíritu que sopla donde quiere y en todo se derrama". En 2018, además, Mateos fue encumbrado en Italia como mejor autor de aforismos ganando el Premio Internacional Torino in Sintesi. Ha escrito varias obras de teatro —Amniótica o ¡Silencio, se piensa!— y también tuvo una editorial, Libros Canto y Cuento, que echó el cierre tras década y media de supervivencia. Un legado de 63 libros editados, especialmente favoreciendo las nuevas voces literarias.

El poeta junto a sus acuarelas.    JUAN CARLOS TORO
¿Con qué rima el paso del tiempo? 

(Ríe) Bueno, es verdad que cuando uno echa la vista atrás, cuando uno ha pasado eso que llamaban la mitad del camino de la vida, algunas cosas empiezan a tener cierta coherencia y es como que hubiera habido una melodía que enhebrara todo. Cuando uno se dedica a esto de la escritura y la creación, ve que incluso lo más absurdo, las injusticias, el dolor y las enfermedades que uno pasa, es el material con el que ha trabajado, la arcilla con la que ha modelado lo mejor o lo peor que ha podido hacer. Sin eso, no me habría dado cuenta de la profundidad de lo real y, en fin, del valor que tienen las cosas. Empiezan a cobrar sentido cosas que antes no lo tenían.

Digamos que el balance es una rima consonante. 

Suena bien, creo que sí. Sabes que pasé por un cáncer y me doy cuenta de que siempre hay que estar dando las gracias. El hecho de estar aquí, ver y sentir ya es un milagro. Y hay que dar las gracias por todo: cuando es de día por la luz y cuando es de noche por la oscuridad.

'La hora del lobo': "Mucha parte de ese libro está escrito en servilletas del hospital y es muy descarnado en ese sentido"

De eso dejó constancia en 'La hora del lobo'.

Claro. Mucha parte de ese libro está escrito en servilletas del hospital y es un libro muy descarnado en ese sentido. Pero al mismo tiempo, en el hospital de aquí, que tenemos esa ventana que nos asoma a la campiña jerezana, ver los atardeceres... uno está como más en carne viva para ver toda esa belleza. Incluso cuando uno está en un momento de despedida, todo es más bello, más hermoso. Me sentía constantemente asaltado por la belleza y, al mismo tiempo, por el dolor. Y eso es un momento muy propicio para la poesía.

Habla de la enfermedad y de cómo pone todo en su sitio, hasta el punto de valorar realmente cosas que antes tenían menos importancia. ¿Cuando uno sale de esas se vuelve a las andadas?

No podemos saltar por encima de nuestra sombra, somos como somos y el que es ansioso va a seguir siéndolo, pero creo que son toques que te van aposentando. La vida nos va modelando a su manera, a su antojo, y por eso decía que todo al final va cobrando coherencia. Nuestra obra, al mismo tiempo, nos va haciendo a nosotros, te va construyendo a ti, y algo queda de lo que hacemos y de esas transformaciones.

¿La escritura se vuelve más cobarde con el paso del tiempo, más pudorosa?

Creo que al revés. Es verdad que la poesía es un género muy particular, porque en realidad uno se está hablando a sí mismo y el primer lector es uno mismo, Entonces, uno no va a tener pudor con sus secretos, aunque es verdad que la poesía nos descubre a nosotros mismos muchas cosas. Quizás uno es más precavido a la hora de dar opiniones, porque las opiniones te das cuenta de que no dejan de ser eso, opiniones, tan asentadas muchas veces en creencias, prejuicios y tal. Y es verdad que uno tiene muy pocas certezas, y al cabo del tiempo se da cuenta de que con la edad han ido cambiando muchas cosas.

"No buscar nada en el mundo, ni premios o reconocimientos, te hace más libre y más independiente"

El tiempo cambia, las ideas de uno cambian y las certezas son muy pocas, y la mayoría de esas certezas no son racionales. Por lo demás, creo que no, que uno no debe tener miedo a decir nada, al revés. Ya cuando tienes una edad piensas que, en fin, no hay que tener miedo a que tal cosa que digas ofenda a alguien, porque ya uno no busca nada en el mundo, no busca premios, ni reconocimiento, eso es cosa de gente más joven. Estás un poco por encima de estas cosas y eso te hace más libre y más independiente.

¿Cuando lee poemas de juventud siente nostalgia, se ve cursi, ve lo que le quedaba por aprender...?

(Ríe) Cursi no creo, pero sí es verdad que el despertar de la poesía, como el de cualquier vocación, empieza normalmente al principio de la adolescencia. Y ahí surge también el despertar de la conciencia de que te vas a morir, de que la muerte existe, y eso se mezcla con el instinto y el despertar sexual, se mezclan esas dos cosas. Muchos adolescentes descubren la poesía o la pintura en esos momentos, y esos primeros poemas son una cosa impagable. Es como un primer chute de heroína para un toxicómano. Eso te encadena a una vocación. Esos primeros momentos te descubren un mundo y es verdad que ya luego se convierte en un oficio, en una rutina, aprendes mucho más, es más fácil, pero no es el deslumbramiento del adolescente, que es verdad que escribe poemas más torpes, pero son impagables; ya fuesen a partir de un paisaje o para un novia.

Para el tema amoroso serían muy útiles, ¿no?

El poeta es muy tímido y más en la adolescencia y en una época donde ser poeta era símbolo de pusilánime o afeminado, no era tan fácil reconocerse como poeta. No está muy bien visto.

Mateos, en un momento de la conversación con lavozdelsur.es.   JUAN CARLOS TORO
Otro instante de la charla con el poeta.   JUAN CARLOS TORO
¿Recuerda cuando dice eso, precisamente: soy poeta?

Tuve la certeza muy pronto de que era lo mío. Vamos, sigo teniendo muchísimas inseguridades sobre mi capacidad intelectual o verbal para escribir buenos poemas, pero sí estoy seguro de todo lo que he hecho en mi vida me ha ido llevando hacia ahí. Y hubo un momento, cuando yo estaba trabajando en periódicos y tal, decidí dejar todos los trabajos y dedicarme exclusivamente a escribir. Fue un salto al vacío, pero lo tenía muy claro. Mi centro iba a ser ese, aunque no ganara dinero. Eso ocurrió más o menos con veintipocos años.

¿Un poeta vive en crisis existencial permanente o son ustedes también de bajar a tirar la basura y regar las plantas?

ja, ja, no creo que el poeta sea más sensible que cualquier otra persona. Lo que pasa que sí sabe transformar esos sentimientos, comunicarlos a través de las palabras. Pero hay hijos de puta como cualquiera. Es verdad que a lo mejor el poeta, al trabajar consigo mismo, al ser uno su propio material, tiene que estar observándose, mirándose por dentro, y eso sí crea cierta neurosis; es normal que en el mundo de la escritura, del teatro... el artista tiene que mirarse mucho en un espejo y después los resultados no son como una operación matemática, todo es muy subjetivo, lo que provoca mucha neurosis, mucha crisis existencial, pero no tanto por el oficio, sino por el espacio en el gremio donde nos movemos.

"Mi poesía se mueve entre el asombro y el escándalo"

¿A qué le ha escrito más en estos años?

Creo que a la vida en general. Mi poesía se mueve entre el asombro y el escándalo; el asombro por la vida, por la belleza, por la gente que da las cosas sin pedir nada a cambio. Y el escándalo por el sufrimiento, por la injusticia. Se mueve entre esos dos polos en los que creo que se mueve la poesía buena, la que intenta perdurar.

¿Y qué puertas le ha abierto la poesía?

He conocido amigos que son poetas y he aprendido mucho de ellos, claro. La poesía, en todo caso, es un género muy minoritario que, más que lectores, tiene una comunidad de solitarios que son fieles. No puede comprender la poesía, ni disfrutarla, aquel que no la necesita. Quien no necesita aislarse y leer algunos poemas que lo acaricien por dentro, pues ese no tiene que leer poesía, no la necesita. Tampoco se fomenta, la educación está como está.

¿No habría que recetarla en el médico? A lo mejor todos necesitamos poesía y no lo sabemos...

Sobre todo ahora que hablamos de la inteligencia emocional, la poesía es un género muy necesario. Creo que el teatro y la poesía se deberían fomentar más. Cuando leo a Fray Luis de León, que estuvo encerrado en una cárcel, soy yo el que está encerrado, me encarno en él y lo vivo desde dentro; o si leo a Cernuda, soy un homosexual en unos tiempo determinados y estoy viviendo desde dentro ese sufrimiento. Es decir, la poesía, como el teatro por otras razones pero parecidas, te sirve para empatizar y meterte en la piel de otros; y eso es importante para un joven y para un niño. Pero creo que en la enseñanza parece que lo que interesa es darle ventajas competitivas en el mercado global a la gente que entra en la universidad. Queremos buenos trabajadores, ingenieros y tal, y el papel fundamental para lo que nació la universidad, crear personas con pensamiento crítico, con una visión amplia del mundo, se ha olvidado. Leer a Platón o Dostoyevski no parece útil en este contexto, pero cuando esos jóvenes luego se enfrentan a una pérdida o una desgracia, no tienen recursos y acaban siendo carne de psiquiatras. Ahora el cine que ven o la música que escuchan tienen tan pocos matices, es todo tan superficial... creo que el déficit de salud mental tiene que ver con la falta de educación humanista que estamos dando.

Al final, es quijotesco hoy en día estudiar una carrera de Humanidades.

Ser un loco, un friki. Hay que tener mucha personalidad para imponerse al rebaño, éste te lleva para otro lado. La mayoría estamos perdidos cuando salimos del rebaño, ya sea cuando estamos en un partido, en una cofradía o lo que sea. Cuando sales de ahí, el mundo te aparta, y para un adolescente es mucho más difícil no tener esa cohesión del grupo. Hay gente, como siempre, porque siempre hay gente, pero cada vez es más complicado.

"Me gusta la carnalidad del mundo, el no preguntarme nada, simplemente aceptarlo y recibirlo. Y eso me lo da la pintura"

¿Cuál es su poema de cabecera?

Muchos. Si tuviera que elegir uno, quizás, Las coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, que me lo leía mi padre y leí de muy pequeño. También recuerdo La canción del pirata. Casi aprendí a leer ahí, en un libro de poemas que tenía mi padre y nos iba recitando. Se me han quedado muchos poemas de la época en la que leía a Hernández, Lorca, Machado... el descubrimiento de la poesía. Juan Ramón para mí es el gran poeta español del siglo XX. Son muchos.

¿Qué le aportan la pintura y el teatro a diferencia de la poesía?

Son maneras diferentes de ser poeta. La pintura es otro lenguaje, se queda en la superficie de lo real. El pintor está de alguna forma enamorado de lo que ve, mientras que el poeta necesita arañar un poco por dentro. Al pintor la piel de las cosas le enamoran, con el color y la luz es suficiente. A mí eso también me gusta. Me gusta la carnalidad del mundo, el no preguntarme nada, simplemente aceptarlo y recibirlo. Y eso me lo da la pintura. En cambio, en la poesía, el primer poeta, Homero, es ciego, por lo que es algo más interior, es jugar con la palabra, que siempre es concepto, pensamiento y es más reflexiva.

Paisaje por terminar, por José Mateos.   JUAN CARLOS TORO
Ahora que hablamos de pensamiento, usted estudió Filosofía Pura.

Pero no terminé. Me di cuenta muy pronto de que allí no se estudiaba para pensar, sino para ser profesor de Filosofía.

Lo de la universidad entonces viene de lejos, ¿no? Acordándome de aquellas Coplas de Manrique que mencionaba, ¿cualquier tiempo pasado fue mejor?

Es verdad que la nostalgia es un peligro para los que vamos teniendo una edad. Es verdad que muchas veces idealizamos una época que a lo mejor no fue tan idílica, y efectivamente, no lo fue. Pero creo que el progreso va hacia la destrucción de una civilización.En ese sentido soy muy pesimista. Las cosas las veo tender hacia un embrutecimiento técnico, la cantidad de aparatos que están convirtiéndonos en robots. 

¿Cómo ve precisamente que cada vez se piense menos o que, casi peor, se imponga el pensamiento único, el no pensar al final?

Cuando alguien te dice no me quiero comer el coco, no es que no se lo quiera comer, es que se conforma con la respuesta que le han dado. Todos necesitamos respuestas para vivir, el hombre es un animal muy indefenso y nuestras únicas arma son el conocimiento y la inteligencia, por eso hemos desarrollado todo este mundo de conocimiento e inteligencia. En cambio, hay gente que se conforma con la primera respuesta que le dan y eso significa que vas a ser manejado toda tu vida, no vas a ser una persona libre y con ideas propias. Si te conformas con los cuentos que te han contado, así va el mundo. Eso para los mandamases del mundo les viene muy bien, es más fácil todo. En fin, creo que aprender a razonar y pensar es fundamental para todo, para dar respuestas a las grandes preguntas, pero también por los matices a la hora de comunicarnos. Es imposible comunicarme bien con cuatro palabras y cuatro conceptos. Hay que potenciar la capacidad emocional, de cohesión, de comunidad. Todo eso está fallando.

José Mateos, durante el encuentro con lavozdelsur.es.    JUAN CARLOS TORO
¿La poesía que se hace hoy es reflejo de todo eso o todo es Inteligencia Artificial?

Hay un poco de todo. No creo que haya cambiado mucho: siempre ha habido poetas que lo son porque lo dicen ellos. Hay una literatura que siempre ha existido, de chuchería, de entretenimiento, llena de lugares comunes y tópicos de actualidad, y luego está la literatura con vocación de perdurar en el tiempo y de ensancharle la realidad al lector. El mundo se amplía cuando lees a Dostoyevski, ya uno no sale igual. Y hoy se promociona muchísimo la otra literatura, la de pesebre.

Las novedades.

Libros que perfectamente podían hacerse con inteligencia artificial. Novelas policíacas en las que dos más dos son cuatro. Un poema de Manrique no puede escribirse con IA, es imposible que una máquina tenga tantos datos, tantas viviencias, tantas historias... es lo propiamente humano. El 80% de la literatura que se hace hoy, o los guiones de cine, se podría hacer con IA y no pasaría nada. Hace poco un amigo me dijo que a su hijo, que estaba de guionista en la Warner, lo habían echado porque ya casi el 60% de guiones de series se hace por IA. 

"La poesía me ha hecho ser alguien que yo no esperaba"

Y según lo que dicta el algoritmo.

Claro. Pero hacer Apocalipsis Now es imposible con IA.

Y el mundo está ahí, en 'Guerra y paz'.

O leyendo a San Pablo, también te enteras de lo que pasa en el mundo. Lees los artículos de antes de la guerra de Unamuno y es clavado a ahora. No cambiamos tanto.

¿Y usted está en paz consigo mismo?

No estoy en guerra conmigo porque no hay enemigo. Siempre me he sentido muy incómodo siendo yo, pero me doy igual. Soy una especie de medio por el que puedo disfrutar de cosas y ya está. Lo que me ha ido enseñando la poesía es a ir siendo nadie; el poeta o el creador puede ser tantas cosas que al final termina siendo nadie. Si escribes sobre un árbol tienes que ser el árbol y ese proceso va desvaneciéndote. Está muy bien no ser nadie, desposeerse a sí mismo es como una especie de aventura yogui. Con la enfermedad me pasaba igual, sufría mucho, pero lo veía como por fuera. No sé cómo he alcanzado esta sabiduría, porque era la persona más miedosa del mundo, pero ahora no tengo miedo absolutamente a nada. La poesía me ha hecho ser alguien que yo no esperaba.

Alguien que sigue asombrándose de estar vivo, entre millones y millones de posibilidades de no haber estado aquí.

Efectivamente. Incalculables posibilidades. Yo era un alumno del que echaban de todos los institutos, por el que nadie daba un duro... La poesía me ha salvado y ha sido un camino de salvación, aunque suene un poco grandilocuente. Sobre todo, me ha limpiado la mirada, que es fundamental. Ver las cosas no tanto por la utilidad que tienen sino por el asombro de que existan.