Dudaba entre poner en el titular el juez Buitrago o el exjuez Buitrago, pero un juez siempre será un juez. Y más, si tiene a sus espaldas la pesada mochila de experiencia, conocimiento e influencia que ha acumulado este señor de Murcia que se hizo hijo adoptivo de Jerez. Todo por casualidades de la vida, por justicia divina o por justicia poética. Quién sabe. Ha pasado tanto tiempo estudiando, redactando, escuchando a fiscales, abogados de la acusación, letrados de la defensa, acusados, acusadores, y testigos, que ahora parece difícil contener la verborrea de un hombre con tendencia a la docencia que ingresó en la carrera judicial, hace ahora 30 años, por el que se conoce como cuarto turno, la vía por la que acceden a la judicatura los juristas de “reconocida competencia”.
Antes de la cita, que se prolongará por espacio de dos horas largas, ya aguarda con puntualidad británica en los bajos de Jerez 74, el imponente, y algo vintage, edificio más alto de una ciudad en la que reside desde hace décadas Manuel Buitrago Navarro (Cieza, 1954). Allí tiene su despacho, ahora como abogado —“he vuelto a los orígenes”—, el que fuera elegido en 1993 juez decano de los magistrados jerezanos. Se colegió por primera vez en 1977 tras acabar la carrera en la Universidad de Murcia y, pese a que enfocó su carrera en la enseñanza univesitaria —estuvo a punto de hacer Filosofía— y la abogacía, acabó en la carrera judicial. La Cruz del Mérito Aeronáutico, concedida en 1983, y la Cruz del Mérito Policial, concedida en 2007, son dos de los tesoros más preciados que jalonan su trayectoria y que enseña orgulloso, antes de relatar con precisión cómo pasó de trabajar en el cuerpo jurídico del Ejército del Aire a acabar en una carrera en la judicatura que arrancó en Sevilla y terminó en Jerez.
En casi un cuarto de siglo pasó por un Juzgado de Primera Instancia e Instrucción, dos Juzgados de lo Penal —uno en Cádiz y otro en Jerez—, y acabó en el Juzgado de Menores del partido judicial jerezano. “La toga no la he colgado, lo que he colgado son las puñetas, esas ya no las puedo llevar”, aclara Buitrago, junto a un inseparable bigote que le acompaña desde hace décadas. Hace ahora seis años que dejó la carrera judicial por “circunstancias personales”, después de dictar “incontables” sentencias. Hace memoria: “Sí te puedo decir, porque ese dato sí lo tengo muy controlado, que estoy en Cádiz en el Juzgado de lo Penal de julio del 99 a primeros de abril de 2003, y en ese tiempo, en cuatro años, puse unas 1.900 sentencias”.
El final de su trabajo en la judicatura fue reorientando el rumbo de menores infractores. El Juzgado de Menores, “aunque muy delicado, es comodísimo, no me fui por agotamiento. Penal sí era de trabajar mañana, tarde y alguna que otra noche”. Hasta que estalló la pandemia, su regreso a la abogacía, con asuntos principalmente de penal y familia, lo ha compaginado con clases de interés policial en la academia de la Policía Local de Jerez, especialmente centrado en los delitos de seguridad vial — “qué problemas puede plantear un abogado a un atestado para intentar anularlo y conseguir la absolución de su cliente, o que el atestado no sea prueba suficiente…”— y en el tema de menores. "Tenemos la idea de que la Policía es un cuerpo solo para reprimir el delito, y no es así. Antes que reprimir su principal función es prevenir. Y luego, además, hace una cantidad de misiones de carácter humanitario… yo les transmitía muchas cosas a ellos, pero ellos también a mí. Al final, era aprender".
¿Echa algo de menos?
No. He vuelto a mis principios. Termino la carrera en 1976 y entro en un despacho de pasante, algo que ya no existe, porque el pasante era un señor que aprendía y hacía las cosas sin cobrar nada, y eso ya es muy difícil encontrártelo hoy en día. La mejor época de tu vida es la de estudiante, aun siendo tus padres muy exigentes, pero cuando ya tienes el título a tu espalda ya te cuesta trabajo ser una carga económica en tu casa y ya lo que quieres cuanto antes es encontrar un trabajo.
"Hay un montón de gente de familias normales, humildes, y hoy son abogados, notarios o jueces"
¿Cómo marcha su último destino profesional?
El despacho va bien, si no, lo tendría que cerrar. Tengo una satisfacción por las cuestiones penales que me llegan porque hay gente que en su momento fueron delincuentes conocidos en Jerez, no de cosas graves, pero bueno, gente que tuvo sus problemas con la Justicia, que pasaron por el Juzgado de Instrucción número 5 y que ahora me buscan para que les pida un indulto o para que les pida permisos penitenciarios, o para que asista a gente de su familia con problemas de tipo penal. En mi época de juez de instrucción quise ser siempre, y creo que siempre lo fui, lo que ellos llamaban una persona leal. Me explico: en aquella época para mandar a alguien a prisión, por lo menos hasta mayo del 96 que entró en vigor una reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, el juez de Instrucción de guardia era el que tomaba la decisión, sin necesidad de que se lo pidiera el Ministerio Fiscal, como incluyó esa reforma.
Tomabas la decisión, y le decías al funcionario: éste a prisión; el funcionario lo notificaba; y el detenido se ponía alterado y tal, y de alguna manera el que tenía que pechar con esa persona era el funcionario, pero en mi juzgado era yo: si tenía que mandar a alguien a prisión yo se lo decía: usted va a ir a prisión. Déjeme quince días y si compruebo que todo lo que usted me está diciendo es verdad, va a salir fuera. Y si era verdad, lógicamente salía. Recuerdo un asunto de violación que en el plazo de cinco o seis días conseguí pruebas de que la denuncia no parecía muy cierta. Es más, al final la denunciante reconoció que no era verdad y que simplemente lo había dicho para cubrirse ante su marido, y puse en libertad a la persona que estaba en principio en prisión. Cuando te comportas lealmente, en ese mundo es muy importante. No eres un tío que está ahí en el despacho y que manda las cosas a decir al funcionario o al policía. Te enfrentas a ellos cara a cara y les dices lo que hay: vas a ir a prisión porque tengo indicios suficientes para creer que has cometido ese delito y vas a ir a prisión. Y sin embargo, después en Penal, al que he podido ayudar porque es drogadicto, o he podido sacarlo con una suspensión de condena, pues también lo he hecho. Y eso lo valoran. Algunos de esos antiguos ahora me buscan como abogado. De alguna manera, creo que algo debí sembrar.
La experiencia de los años, de alguna manera, ¿le ha servido para afianzar la creencia en la reinserción?
Yo siempre he creído en la reinserción. Cuando he visto a gente que ha podido merecer una segunda oportunidad, y ha dependido de mí, se le ha dado. Y quien la ha aprovechado, al final te lo agradece; y quien no la ha aprovechado, pues lo tienes que llamar y decirle que ha incumplido las normas que el Código Penal me permite para darle esa segunda oportunidad. No hay cheques en blanco. Efectivamente, a ver, es que si no creemos en la reinserción, entonces dónde nos vamos… el Derecho Penal no puede ser solo castigar, el Estado no puede estar solo para castigar, tiene que estar para castigar las conductas que haya que castigar, pero para dar siempre la oportunidad de que esa persona recomponga su vida. Si no, lo que criamos es, con todos los respetos porque hablamos de personas, escoria. Has cometido un desliz una vez y ya te apartamos como apestado. Nadie estamos exentos de nada. Nadie está exento de que en una discoteca vayamos con nuestra novia o mujer, alguien se meta con ella y reaccionemos mal con dos copas y causemos lesiones graves. Aunque no entremos en prisión porque sea una pena inferior a dos años, en puridad de conceptos seríamos delincuentes. Y sin embargo, la vida es otra cosa.
La sociedad actual parece que solo entiende el castigo, la represión de conductas incívicas.
Es verdad que estamos ahora mismo en una sociedad donde solo sabemos cortar determinadas conductas con el Código Penal. Es decir, todo el tema de la violencia de género lo hacemos descansar en el Código Penal, al igual que las conductas temerarias al volante. Como si el Código Penal fuera la panacea, y no lo es. Eso tiene que estar ahí, y no voy a decir que en estos temas el Código Penal no sirva, pero tiene que ir acompañado de otras medidas. Si a alguien lo han condenado hasta en cinco ocasiones por conducir sin carné y cuando cumple sus condenas sigue conduciendo sin carné, es que el derecho penal para esa persona no sirve. Tendremos que empezar por la educación desde abajo y otro tipo de mensajes a la sociedad, no sé cuáles, pero el Código Penal no puede ser lo único.
"Yo siempre he creído en la reinserción. Cuando he visto a gente que ha podido merecer una segunda oportunidad, y ha dependido de mí, se le ha dado"
¿Venía de una familia con antecedentes en el mundo judicial?
No. Mi padre y mi madre tenían estudios primarios. Mi abuelo materno sí había sido maestro, pero cuando yo nací ya había muerto. Piensa en la época: nací en el 54, mi padre en el 20. No estudiaba mucha gente, y sobre todo si no tenías una posición económica.
¿Para llegar a ser juez uno tiene que ser de familia acomodada o tener relación con ese mundo por su familia?
Qué va, qué va… conozco a muchos compañeros míos de promoción... en concreto, tengo dos compañeros a los que conozco desde chiquitito y los dos son magistrados, uno está en el Tribunal Superior de Justicia de Murcia, en la sala de lo Social, y el otro en el de Castilla-La Mancha, también en la sala de lo Social, y ellos dos también provienen de familias cuyos padres tenían estudios los justos, saber leer, escribir y las cuatro reglas.
Pero habrá escuchado ese mito, ¿no?
Sí, sí, pero no sé de dónde viene el mito. Si hacemos una estadística seguramente no apoyaría ese mito. Conforme ha ido ampliándose la población y la competencia en las plazas, porque mucha más gente estudia y quiere esta oposición y no otra, pues es verdad que una persona que ha nacido en el seno de una familia donde el padre es abogado, juez o fiscal, pues desde chico le puede ir gustando y tiene más capacidad, pero igual que pueda pasar con hijos de médicos o de maestros. Hay de todo. Aquí —señala una orla colgada en la pared— hay un montón de gente de familias normales, humildes, y hoy son abogados, notarios o jueces.
¿Recuerda el momento en el que quiso dedicarse a impartir justicia?
Hay un poco de todo. Siempre había escuchado que mi abuelo materno había sido juez, pero luego me enteré de que fue juez de paz, y para eso no había que estudiar Derecho. Ahora tampoco. Pero él era maestro en mi pueblo y durante la Guerra fue juez de paz. También hubo una serie en televisión, protagonizada por Javier Escrivá —Visto para sentencia—, que iba sobre juicios, y me gustaba aquello. Pero yo iba más encaminado a la enseñanza. El caso es que la noche antes de acabar el plazo para la matrícula de la universidad, que no es como es ahora, sino que era una carta con un folio que comprabas en el estanco que se dirigía al señor rector magnífico, dije: Derecho. ¿Filosofía y letras?, ¿dónde voy…?
"El único freno al poder político es el poder judicial. Pero si el ciudadano confía más en el poder judicial que en el poder político, el político va de cráneo"
¿Tiró por lo pragmático?
Sí, de alguna manera influenciado por lo que oí de mi abuelo y por los interesantes juicios de aquella serie de televisión. No como las de ahora, que no sé quiénes serán los asesores, pero los juicios no se parecen en nada a la realidad. También se dio la circunstancia de que estando yo en 5º fallece mi madre. La profesión de mi padre era agente comercial y en aquella época no tenía ni Seguridad Social, el dinero se fue con la enfermedad de mi madre, y cuando termino la carrera tengo muy claro que no le puedo decir a mi padre que haga esfuerzos económicos para prepararme unas oposiciones para juez que no sé si sacaré en tres o siete años. Como me gustaba la enseñanza, pensé que podía gustarme enseñar en una universidad. Tuve una beca de investigación en la Complutense y como la universidad era compatible con el ejercicio de la abogacía, me olvidé de la judicatura. Me olvido luego hasta de la abogacía al ingresar en el cuerpo jurídico del Aire. Pero en el año 81, hasta el 90 que ingreso en la carrera judicial, estuve ejerciendo la abogacía en Sevilla.
Es verdad que era un ejercicio un poco complicado. Se me da por el Ministerio de Defensa la compatibilidad, pero me dan una compatibilidad horaria, siempre y cuando no se incumpliese el horario oficial de trabajo, que era de ocho y media a dos y media, y de tres y media a cinco. Con lo cual, si tenía un juicio tenía que coger de mis días de asuntos propios, o hacer maravillas. Mi ejercicio no fue intenso, pero sí es verdad que como el Derecho que tocabas en el ámbito militar era el derecho penal, y algo de administrativo, el ejercicio por fuera me daba la posibilidad de estar al día, miraba el BOE, cuando había modificaciones legislativas… Cuando entro en la carrera judicial entro fundamentalmente por mi experiencia en el cuerpo jurídico del Aire, por mis méritos en eso, pero también por mi investigación y mi trabajo en la abogacía. Todo fue valorado para conseguir una de las 72 plazas que salieron en el cuarto turno en la promoción en la que yo ingresé.
En 1990 empieza su carrera en la judicatura. Siempre se habla de la falta de medios, de la lentitud de la Justicia, y usted incluso recibió quejas por retrasos, pero ¿hasta qué punto no somos conscientes los ciudadanos de a pie del empantanamiento que puede haber o de que la Justicia necesita sus tiempos?
A ver, la Justicia necesita su tiempo, pero no tiene por qué ser mucho. Una Justicia retardada no es buena Justicia. Lo que pasa es que aquí tenemos elementos de origen que influyen mucho: un elemento político y otro relacionado con la mayor agilidad en los procedimientos, debe escribirse menos. Si cuando un político hace algo que no debe, como meter la mano, la gente se tirara a la calle..., pero tirarse a manifestarse en contra de ese político hasta que dimita o del partido que le ha amparado… Sin embargo, sí se tira a la calle cuando los políticos la mueven para cualquier cosa. El único freno al poder político es el poder judicial. Pero si el ciudadano confía más en el poder judicial que en el poder político, el político va de cráneo. ¿Y quién te da los medios materiales e incluso humanos? El político. ¿Quién dice si un Juzgado tiene que tener seis funcionarios o catorce? El político. ¿Quién dice si en una ciudad tiene que haber cinco o seis juzgados? El político. Y nunca, nunca el político va a querer que el ciudadano confíe más en la Justicia que en él.
¿Cuál es su postura sobre la renovación del órgano de gobierno de los jueces?
Me considero una persona liberal, y he dado múltiples ejemplos de ello, pero enseguida te encasillan. Yo no he estado nunca adscrito a ninguna asociación: si te apuntas a la Asociación Profesional de la Magistratura (APM) eres conservador, si te apuntas a Jueces para la Democracia eres progresista, si te apuntas a no sé qué... eres medio tonto porque esos son cuatro gatos… Como nunca he querido que nadie me ponga etiquetas, respecto a lo que me preguntas te voy a contestar con lo que dice el Tribunal Constitucional: primero, es necesaria una mayoría de consenso para que nadie arrase, y la única manera sería tener un montonazo de diputados en el Congreso, pero en 40 años de democracia no ha ocurrido, ni creo que ocurra; y segundo, cuando en 1985 el PSOE modifica la Ley Orgánica del Poder Judicial para que sea el Congreso el que elija, sin elección directa de los jueces yendo a votar, el TC quedó empatado a votos con seis magistrados que votaron que esa ley era constitucional y seis que no lo era. Ganó el bloque del presidente porque su voto era de calidad en caso de empate. Cuando ese presidente ya estaba fuera y vio lo que ocurría con los nombramientos se autoexilió de España y escribió artículos tremendamente arrepentido de su voto. La Constitución dice lo que dice: los vocales que representan a los jueces deben ser elegidos por los jueces. Y no que ellos propongan y el Congreso elija. No. Elección directa y secreta, como fue el primer Consejo. Y a ese primer Consejo nadie lo tachó de nada. Ahora sí, porque sabemos que este ha sido propuesto por el PSOE, fulanito por el PP, zutanito por el otro… Cuando hay cualquier problema los bloques se identifican… No, mire usted, en el Consejo no hay ni conservadores ni progresistas, cada cual tenemos nuestras ideas.
"Claro que tenemos nuestras ideas y metemos nuestra papeleta, o nos abstenemos, cuando tenemos que meterla en las elecciones, pero eso no se puede reflejar en el trabajo"
Pero los jueces tienen ideología...
Si yo soy super católico y estoy en un Juzgado de Primera Instancia, cuándo me llegue un divorcio qué digo, ¿que no dicto sentencia porque mi religión no reconoce el divorcio? Pues no, o soy juez, o me dedico a jugar al fútbol. Si se dan las causas que, según la ley, dan lugar a un divorcio tengo que aplicar la ley. Claro que tenemos nuestras ideas y metemos nuestra papeleta, o nos abstenemos, cuando tenemos que meterla en las elecciones, pero eso no se puede reflejar en el trabajo, ni nadie me tiene por qué poner un encasillado si yo soy progresista o conservador en función de mis sentencias y de mis historias. No, mis sentencias tienen que ajustarse a lo que dice la ley. Y por tanto, si soy conservador, ante un caso concreto tengo que dictar la misma sentencia que si fuera progresista. La ideología no debe influir y, sin embargo, cada dos por tres lo estamos viendo. Entonces, jueces elegidos por jueces. Que además en la carrera se conoce todo el mundo. Ves quién escribe, quién tiene experiencia científica e investigadora, quién está solo en el despacho… Votar por sus cualidades profesionales, no porque el partido de turno crea que lo puede manipular cuando esté sentado en la mesa del Consejo.
Ese es el gran mal...
Exactamente.
¿No tiene la sensación de que en esta relación de la judicatura y los políticos todo ha ido peor? Le pongo por caso esa judicialización permanente, querer hacer a los jueces árbitros de decisiones políticas o querer eliminar adversarios a costa de sentencias judiciales…
Hay demasiadas cosas políticas en los Juzgados que quizás no debieran llegar. Debería haber algún tipo de filtro y no tendrían que llegar. Porque luego, al cabo de ocho o diez años, nos encontramos con absoluciones y cosas que dices: ¿a estas personas quién les quita la pena de banquillo o quién le restituye su honor? Tiene que ver mucho con intentar conseguir en el Juzgado lo que no se consigue con los votos. Ahí tienes a Trump, impugnando cuando está clarísimo que ha perdido. La Justicia intentó zafarse de eso al principio de la democracia y, de hecho, de mucho se zafó, de querellas por injurias y demás. Los políticos entre ellos se hablan como se hablan y eso no podía estar todos los días allí. Hoy se lo dice este a este y mañana el otro al otro. No digo que no se tenga que perseguir y castigar duramente la corrupción, por Dios hasta ahí podíamos llegar, pero sí es cierto que en muchas ocasiones se recurren a querellas por cuestiones de como he perdido, ahora voy a ver qué te busco debajo de la alfombra. Para mí es importante que, desde el punto de vista del derecho penal y administrativo, se delimiten lo que son actos meramente políticos de lo que son actos administrativos desviados de lo que dice la Ley. Si tienes que traer como alcalde una inversión a tu ciudad, tienes que dar facilidades. Si las facilidades consisten en que vas a establecer un baremo y ahora donde el baremo es de 10, hay una empresa que tiene 9 y no hay ninguna otra empresa que tenga 10 o 9, o viene esa o no viene nadie, ¿pasar la mano ahí es prevaricación? No me atrevería a calificarlo así. Otra cosa es que para que venga la empresa que tu quieres se rebaje el baremo a 4. Pues no.
¿Y casos como los del ex alcalde de Jerez, que por dos contratos irregulares, como reza la sentencia, pasó cuatro años en la cárcel? ¿Tiene sentido tanta pena de prisión si se devuelve todo lo defraudado, como fue el caso?
De casos concretos siempre me ha costado mucho trabajo hablar. Y no porque sea alguien de Jerez, sino porque lo que hay en un procedimiento judicial, el cómo y quién juzga las pruebas que hay para llevar a cabo su razonamiento, solo lo sabe esa persona y las pruebas que hay. Si está condenado es porque ha habido delito y si la pena es la que es es porque lo pondrá en el Código Penal. Siempre puede pasar eso, pero el Código Penal también tiene sus mecanismos. Cuando un tribunal cree que, en función del hecho concreto que enjuicia, la pena está sobrepasada, puede recomendar el indulto. Está en el Código Penal, y no en éste, sino en el de 1973. Hay veces donde la pena resulta exagerada en relación a los hechos. A lo mejor no es el caso, pero hay ocasiones donde los actos políticos, que es un concepto que está perfectamente delimitado en Derecho Constitucional, se diluyen o se confunden con actos administrativos que rozan la legalidad y eso deberían delimitarse muy mucho para poder permitir determinadas cosas a las distintas administraciones. Si el caso de los ERE de Andalucía se hubiese delimitado quizás no hubiera existido. O sí, no sé. Hay cuestiones que son meramente políticas. Imagina que si a alguien se le ocurre poner en los PGE más dinero para guarderías que para educación concertada se dice que eso es prevaricación. Pues no. Eso es política, y siempre se ha dicho que los PGE son la manifestación de la política del Gobierno. Por eso se ha dicho también que si a un Gobierno le tumban los presupuestos lo que tiene que hacer es dimitir. Delimitar esos actos políticos de los administrativos reglados es lo que quizás se debería de hacer y creo que es algo que necesita España y no se ha hecho todavía. Si contratas a una persona de tu confianza, aunque no tenga titulación suficiente o conocimientos, es nepotismo y puede ser delito, pero no te has quedado con un euro del presupuesto. No todos los casos de corrupción son lo mismo.
Un cuarto de siglo como juez: "Si el ciudadano confía más en la justicia que en la política, el político va de cráneo"
Esta situación salpica también a los funcionarios y, en el caso de los ayuntamientos, a los técnicos municipales. La interventora del Ayuntamiento que alertó tres veces de posibles irregularidades en los expedientes de la pieza jerezana de la Gürtel acabó en el banquillo como acusada.
El mecanismo es así. Y por eso insisto en lo anterior. Cuando tomas una decisión política no intervienen técnicos, pero si tomas otras, hay leyes que te exigen informes técnicos y jurídicos. Quien hace el informe tiene que informar con arreglo, y en esto tengo una experiencia, no ejemplar, porque no soy ejemplo para nadie, pero sí de cómo hay que moverse: durante gran parte del tiempo que estuve en el Ejército, mi jefe directo fue el capitán general jefe de la región aérea, y yo he sido teniente y capitán. Y he tenido algún general que me ha pedido algún informe sobre equis y me ha pedido algún cambio sobre esto y lo otro, y le he dicho: sí, sí, mi general, pero cambio también la firma, ¿eh? Abajo donde pone el secretario de Justicia Manuel Buitrago Navarro lo cambio y pongo su nombre. ¿Cómo? Mi firma no va debajo de un solo párrafo en el que yo no crea. Y eso en el Ejército, un sitio donde la jerarquía es mucho más que en un Ayuntamiento. Yo no sé lo que ha habido ni quiero juzgar, por Dios, a nadie, pero alguien por obediencia inconcebible o congraciarse con el de arriba puede acabar arrastrada. Y es verdad que puede verse arrastrada también gente que lo ha hecho de buena fe, pensando que eso era así. Como no existe esa clara diferenciación, pues si el tribunal considera que el informe ha sido desviado de su orientación lícita pues se lo lleva por delante. Eso provoca inactividad. Nadie quiere firmar. Yo sería el primero, a ver qué me ponen a la firma porque no sé dónde voy a acabar. Si personalizamos en Jerez, lo que no sé es quién ha querido manejar a quién o cómo. Si levantar el dedo significa que te cambian de puesto y pierdes equis dinero todos los meses, pues lo pierdes, porque en la cárcel no lo vas a ganar. Y porque la dignidad está por encima de todo. Pero insisto, esto con carácter general y sin personalizar en nadie. Fiscalía arremete contra todo el que aparece su nombre por algún sitio. Y está habiendo exageraciones tanto a favor como en contra, porque luego te encuentras con cosas flagrantes para el ciudadano de a pie y se declaran prescritas.
En tantos años, habrá visto y oído de todo.
Yo siempre digo que después de tantos años lo único que me asustaría es ir al médico y que me dijera que estoy embarazado. De todo lo que he visto, ya es que no me asusto de nada.
"Si me equivoqué fue sin querer. Ningún juez dicta una sentencia por fastidiar a alguien"
¿Cosas que no le hayan dejado a dormir?
De obsesionarme no. De muchas horas de trabajo, fundamentalmente, fue muy conocido en Jerez la instrucción del caso de Juan Holgado [Sus declaraciones al respecto pueden leerse en este reportaje que publicó el pasado 22 de noviembre lavozdelsur.es]
¿Un juez duda?
Sí. ¿Por qué no? Un juez tiene todo el derecho y toda la obligación de dudar. Es decir, hay cosas que son muy claras, que se ven muy claras, pero hay cosas en las que tienes que dudar. Ten en cuenta que una sentencia es lo que se llama el silogismo jurídico: si tal ha matado a cual, tal es un homicida o un asesino. Lo que pasa es que no es siempre tan sencillo y la duda es legítima en un juez. Hay momento en los que la duda te tiene que llevar, sobre todo en derecho penal, a la absolución. El famoso aforismo latino in dubio, pro reo. En caso de duda, a favor del reo. Si dudo si la persona lo ha podido hacer o no, tengo que absolverlo. Y la duda a la hora de valorar las pruebas puede llegar, lo que pasa que hay duda que luego se salva con la argumentación. No creo que ningún compañero vea el 100% de los asuntos que les llegan desde el primer momento con una clarividencia absoluta. Entonces, sobrarían los juicios.
¿Le ha permitido su posición como juez conocer mejor la condición humana?
Sí. Si profundizas en la persona, tanto en materia civil como penal, ves a familias peleándose por una herencia, ves a parejas utilizando a los hijos como arma arrojadiza… claro que vas entendiendo al ser humano y viendo lo malo, pero también lo bueno. Ves, por ejemplo, como alguien es super generoso en el momento de un divorcio. Es verdad que en derecho penal lo que más ves es la parte mala, pero con todo lo que eso conlleva. Porque el drogodependiente no nace así o nace ladrón; esa dependencia le lleva por muchos caminos, desde el maltrato a familiares o a robar, pero también otras veces a cosas buenas, como sacrificarse por salir de eso. Cuando en ese mundo se toca fondo, la única manera de salir es un tratamiento de choque que dura meses. Y esos son sacrificios personales en una voluntad viciada tienen que ser muy costosos. En los juzgados, en el psicólogo y en los confesionarios es donde más se ve lo que es el ser humano en sí, con grandes defectos y grandísimas virtudes.
¿Cómo es la sensación de impartir justicia?
Lo que pasa que nunca sabes si has hecho justicia en el concepto que puede haber en la calle de lo que es hacer justicia. Y me explico: cuando estás en un procedimiento civil cuando hay dos partes enfrentadas y una parte dice a y la otra b, pues hay casos en los que dictas la sentencia y para ninguno de los dos has hecho justicia, ninguno está conforme. Lo que sí digo es una cosa: creo firmísimamente que todos los miembros de la carrera judicial que hay en España están por vocación. Sé que en algún momento me habré podido equivocar, pero solo lo sabe el interesado. Cuando he condenado a alguien porque las pruebas se han enfocado a la condena, y él sabe perfectamente que no ha sido… para esa persona yo me he equivocado. Y me he equivocado con su libertad, que es un bien muy valioso como para eso. Pero si me equivoqué fue sin querer. Ningún juez dicta una sentencia por fastidiar a alguien. No nos vamos por la noche a la cama analizando si estamos tranquilos con lo hecho o no, es una vocación y la vas desarrollando a lo largo de tu vida, y cuando acaba tu vida es cuando repasas y piensas, pues creo que con mis errores, creo que no lo he hecho mal. Imagino que cuando todos los compañeros se jubilan, piensan en eso y hacen ese análisis, salvo que seas un juez horrible, que no te sabes las leyes… pero ahí la Audiencia te empieza a cascar, y te revocan, y te revocan, y al final, o te aburres, o te invitan a irte porque te apalean.
¿La Justicia es igual para todo el mundo en este país, ahora que se habla tanto de los supuestos líos del rey emérito?
Bueno, estamos ahora mismo sabiendo lo que dice la prensa, que son filtraciones y no sabemos de dónde vienen ni con qué interés. Parto de otra idea: que la Justicia es igual para todos en España no me cabe duda. De hecho, hay ministros que han entrado en la cárcel, otros que pueden entrar, una infanta ha estado sentada como responsable a título lucrativo… El problema del rey Juan Carlos es un problema distinto porque es verdad que, dentro de esa igualdad, luego las leyes marcan ciertas diferencias para salvar un poco la dignidad de las instituciones, privilegios por los fueros, haciendo que solo lleguen casos por la vía penal mediante un tribunal especial. No hablamos de que un ministro deba la renta de su casa o de que el diputado no pague la Seguridad Social. Eso es distinto. La Constitución dice que la persona del rey es inviolable, al igual que dicen los tratados internacionales de los diplomáticos. Sin autorización de Estados Unidos, España no puede hacer nada si el embajador mata a una persona en la embajada. Luego irá a Estados Unidos y le juzgarán allí, pero esa inviolabilidad existe, y no solo en España. En función de las pruebas, sí las hay, don Juan Carlos se sentará en un banquillo como se ha sentado otra mucha gente. No tengo la menor duda de que la ley en España es igual para todos.
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