Entre premios nobel, presidentes, reyes y artistas elige a siete personalidades
Estuvo ocho años en un convento. A unas semanas de ser monje, se salió. Estudió para profesor y no terminó aunque ahora todos le llamen maestro. En 1975 aprobó las pruebas para entrar en la Diputación de Cádiz como un administrativo más —"inspector de sala", aclara— en el Hospital de Mora. Acaba de cerrar esa trayectoria hace unos días. Entre la religión y la jubilación, más de medio siglo.
En ese tiempo ha desarrollado una carrera asombrosa. Discreta por la naturaleza del oficio pero brillante por el prestigio alcanzado. Diez años como organizador de los Premios Princesa de Asturias, del encuentro de jefes de estado en la Real Escuela de Arte Ecuestre durante la Expo 92 al Oratorio de San Felipe Neri durante el Bicentenario de 2012 entre una lista interminable de encuentros, visitas, entregas de premios y plenos. Miles de fiestas y galas de asociaciones, peñas, familias, hasta bodas y bautizos.
Suya era la responsabilidad de que todo funcionara sin que nada se notara. El hilo invisible. Del transporte al micrófono, de la llegada a la salida, del agua al orden de intervención, la iluminación, el vestuario. Como si hubiera dirigido un millón de películas. Gasta un atuendo impecable, un gesto elegante, un tono firme y sedoso. Ni el mejor Anthony Hopkins, aunque prefiere a un tocayo que conoció: Anthony Quinn. Interpretó con éxito atronador el papel de decidir el lugar en el que se sienta cada cual. El encargado de dar sitio a cada uno. Reto titánico. Premios nobel, centenares de presidentes y ministros, decenas de reyes, estrellas de las artes y las ciencias.
Antonio Sancho Pedreño (Cádiz, 1953) estrena jubilación tras convertirse en el mayor especialista nacional en protocolo y ceremonial, en la organización de acontecimientos y eventos de instituciones públicas (y privadas). Se va como autoridad nacional. "No me gusta esa palabra". Es el hombre al que todos han recurrido desde Madrid, Sevilla, Barcelona, Buenos Aires, Chiclana, Jerez o México para resolver esa pregunta tan corta y compleja: "¿Cómo lo hacemos?". Con el tiempo encontró la respuesta: "Educación, sentido común y conocimiento, por ese orden».
En 1983, por iniciativa del fallecido Alfonso Perales, pasó a ser jefe de Mayordomía, Ceremonial, Relaciones Públicas y Protocolo de la Diputación Provincial de Cádiz. Luego ha conocido a ocho presidentes más. Su padre, José Luis, y su tío, Antonio, desarrollaron esas labores antes pero "nunca, jamás" pensó sucederles. Llegó con los conocimientos propios del opositor, pero se apasionó, se obsesionó. Autodidacta, disciplinado y adicto al trabajo se implicó tanto que nunca ha cogido el mes de vacaciones en 40 años, "algún fin de semana", ni ha apagado el móvil "desde el primero que me dieron, de aquellos grandes que eran un maletín". Sin horarios, festivos, hora de entrada ni de salida.
El maestro de maestros de ceremonias acumula premios y distinciones, de la Encomienda al Mérito Civil a la Medalla de la Provincia. Presidió la Confederación Iberoamericana de Relaciones Públicas y colaboró en la fundación de la Asociación Hispánica del Ceremonial. Ahora, con 70 años cumplidos el 16 de junio se marcha y le "pesa en la conciencia haber vivido para trabajar". Para compensar ese dolor dice que dedicará todo el tiempo que le queda a las siete personalidades definitivas: esposa, dos hijos y cuatro nietos.
¿Acaba su carrera con sensación de ser una personalidad destacada en su oficio?
Tengo la sensación del trabajo bien hecho. No sé si destacado es la palabra. Me voy con la satisfacción de la dedicación, en cuanto a imagen y prestigio, a la Diputación. Esa sensación sí la tengo. Y de haber tenido el honor de haber servido a nueve presidentes y a sus respectivas corporaciones. A muchísimas instituciones, desde la Casa Real al Gobierno Central, la Subdelegación del Gobierno, de la Junta de Andalucía, los ayuntamientos, especialmente de la provincia. La Zona Franca, la Cámara de Comercio, los sindicatos, empresarios, asociaciones de vecinos...
Y los Premios Princesa de Asturias
De 2012 a 2022 aunque hay un equipo, varias áreas. Está la de comunicación, la de premiados… Muchas. No es que lo organice una persona. Son muchas. Yo estaba en ese equipo.
¿Todo fue creciendo como una bola de nieve, se corrió la voz sobre su buena labor, primero Diputación, luego otra institución, y otra?
Yo entré en Diputación en el año 1975 como inspector de sala en el Hospital Provincial, el Mora. Aquello era un puesto administrativo del que dependía el personal de enfermería, auxiliares de limpieza, mantenimiento... Eran una 500 personas a cargo de Diputación. Luego, al margen, estaba el área facultativa que dependía del director médico. Era presidente Antonio Barbadillo. Con el primer presidente democrático, Gervasio Hernández Palomeque, pasé al Palacio Provincial. Y ya en el año 1983 me llamó don Alfonso Perales para que me hiciera cargo de la mayordomía porque desde que se jubiló mi padre, siete años, nadie ocupaba esa función. No había nadie de ceremonial y aquello era un desastre. Y por ese motivo me llamaron, para que pusiera un poco de orden y que solucionara muchísimos problemas que había. Era una casa sin vallar. Estaba todo por hacer.
¿Tan diferente era la situación a la actual?
El que mandaba allí no era el político. Eran los sindicatos. En ocasiones se decía que el político ordenaba algo y si al sindicato no le gustaba, se enfrentaba. El presidente no quería oponerse a los sindicatos porque tenían capacidad para paralizar. Necesitaban a alguien que sirviera de nexo. No tiene nada que ver con los sindicatos de ahora, entonces había clanes. Esa situación cambió gracias a Dios. Costó dos o tres años. Eso sí, a los tres meses de estar en el Palacio me tuvieron que operar de úlcera, provocada por la tensión. Yo entraba a las seis de la mañana, casi no comía, y hasta la noche. Me llevaba trabajo a mi casa porque los armarios de documentación no se habían abierto en siete años.
"Cuando se habla de protocolo, de premios, de organización, no se habla del otro trabajo diario: la atención de las dependencias, los servicios complementarios, avisos, reuniones..."
¿Tanto trabajo da la organización de actos y eventos?
Es que hay otra tarea entre acto y acto. No es sólo la mayordomía, es la atención de los servicios de subalternos, de mantenimiento, de seguridad, de limpieza. Se jubila mi tío y se unifican las dos dependencias. A mí me toca también el mantenimiento de los centros de Diputación. Que no es solo el Palacio Provincial, está el edificio Roma, una parte de la Cámara de Comercio... Cuando se habla de protocolo, de premios, de organización, no se habla del otro trabajo diario: la atención de las dependencias, los servicios complementarios, avisos, reuniones, mensajería, correspondencia tanto de entrada como de salida.
¿Por tanto, esa imagen de experto en las formas, en los grandes momentos, es incompleta?
No me he dedicado solamente a esa sección. Ojalá. Hay mucho más detrás del puesto de jefe de protocolo. Hasta el día que me jubilé estuve pendiente, hasta las doce de la noche. De hecho era mi cumpleaños y no lo pude celebrar con mi familia porque estaba trabajando.
"Lucho contra ese tópico de la Diputación: tiene magníficos profesionales en todas las áreas. Es injusto"
¿Esa dedicación obsesiva es fruto de la vocación? ¿Quería seguir los pasos de su padre y de su tío?
No, no, no. Jamás se me pasó por la imaginación. Nunca, nunca. Tanto es así que estuve ocho años en un convento en Antequera. Me salí y luego empecé Magisterio. Salió la plaza de director de sala y ya me quedé ahí. Seguía estudiando, pero ya me ocupaba mucho tiempo el trabajo. Antiguamente no había carrera de protocolo así que después fui más bien autodidacta. Tenía que ir buscando información. En eso me ayudaron mucho mi padre, mi tío, a buscar buena información. También ayudó tener muchos contactos en otras instituciones para aprender.
¿Ha consultado muchos manuales, mucha bibliografía sobre protocolo y ceremonial en su vida?
Mucha. Ahora he donado a la Diputación más de cien libros que están en el archivo para que cualquier ciudadano pueda consultarlos. Son volúmenes especializados en el protocolo ceremonial, relaciones públicas, heráldica... Hay una serie de libros buenísimos.
¿Ha escuchado el chascarrillo de Joaquín Sabina, en el que su padre le pregunta antes de expirar para qué sirven las diputaciones?
La Diputación es la madre de los ayuntamientos. Hay muchísimos ayuntamientos que no tienen herramientas, ni normas, ni serviciios. Son muy pequeños, no tienen medios, nada. Y sus ciudadanos tienen los mismos derechos que cualquier otro que vive en una ciudad grande. Y si no fuera por la Diputación, estos ciudadanos no podrían disfrutar de esos medios. Diputación aporta muchísimo, especialmente a ese municipio menor de 20.000 habitantes. Si no existieran las diputaciones, deberían crearlas.
"La Diputación es la madre de los ayuntamientos. Los ciudadanos de los pueblos pequeños tienen los mismos derechos que los de los grandes"
¿Defiende a la Diputación de ese tópico que lo pinta como un laberinto burocrático lleno de funcionarios acomodados?
Lucho mucho contra eso. Es injusto. Tiene unos magníficos profesionales en todas las áreas, pero magníficos. A lo mejor no está bien aprovechados, pero son magníficos y trabajan bien. En un colectivo tan grande tiene que haber de todo y por 20 ó 30 funcionarios que se excedan de su horario de desayuno no se puede generalizar. Sucede en cualquier administración, incluso en la empresa privada. Lo que pasa que nosotros tenemos la fama y nos la tenemos que quitar porque no es justa. Hay muchísima gente en muchas áreas que merece un reconocimiento.
¿Como experto en protocolo comparte esa crítica que señala a la sociedad actual como más grosera, peor educada, o es una impresión que han tenido todas las generaciones de mayores en todos los tiempos?
Es verdad que se nota una cierta inclinación a la informalidad. Parece ser que ahora lo informal produce siempre simpatía. Tenemos que pensar siempre de dónde venimos y a dónde vamos. Mi padre me decía siempre ‘no olvides nunca de dónde vienes’. Y eso es importante. Tenemos que conservar nuestras tradiciones. El protocolo no es ponerse un traje y una corbata o una levita. Es orden y sobre todo es educación. Si no hay educación en cualquier ámbito de la vida, no vamos a ningún sitio. Educación y respeto, sobre todo.
¿Ha encontrado a muchas personas reacias al protocolo, que rechazaban algunas normas esenciales por incomodidad o por ideología?
Sí, alguna vez. Recuerdo un acto en el Salón Regio de Diputación, un acto académico. Le cometé a dos diputados que los asistentes vendrían de levita, de chaqué, para que vinieran acordes, por advertir. Y se cuelan con pantalón vaquero y una chupa de motero roja. Les dije si se querían cambiar, que se iban a sentir mal. Que les podía dejar una chaqueta, que se la podían poner en un despacho, en un momento. Me dijeron que no y que no. Terminó el acto y vinieron a decirme que tenía razón, que se habían sentido fuera de lugar, incómodos entre tanta gente vestida de otra forma. Yo no digo que nadie se ponga una levita, solo una chaqueta, da igual el pantalón. Porque mi intención es que nadie se sienta incómodo.
¿Comparte ese tópico de que las personas con más grandeza política, artística, científica o intelectual son las más humildes?
Es cierto. Suele suceder. Las personas de más talla intelectual, política, cultural, suelen ser las más sencillas, las que menos exigen. Los que menos rango tienen y los que menos tienen que exigir son los que más protestan.
"Las personas de más talla intelectual, política, cultural, suelen ser las más sencillas, las que menos exigen"
¿Ha vivido algún momento de violencia por colocar a un invitado, asistente o premiado en un lugar o en otro?
Sí, sí. Por supuesto. No de violencia física pero sí verbal. Alguien que se molesta y dice que se va porque no está de acuerdo. Después se le manda una carta diciéndole por qué se le colocaba ahí y como disculpa. Alguno de los que se fueron también se disculpó diciendo que la organización llevaba razón y otros, nada, no contestaban. Pero habrán sido tres o cuatro casos en todos estos años.
Siempre se le menciona como la gran autoridad en protocolo y ceremonial en España pero habrá otros compañeros a los que admire
Muchos. Sin ir más lejos, el jefe de protocolo de la Casa Real es sevillano, Antonio Guillén. Es la persona con la que trabajaba en los Premios Príncipe de Asturias. Empezó en el Ayuntamiento de San Fernando, pasó a la Delegación del Gobierno. Esta semana estuvo en Córdoba, con los reyes, he hablado con él.
"He vivido para trabajar y no he vivido para estar junto a mis hijos"
¿Ha rechazado muchas ofertas para ir a otras instituciones?
Sí. Bastantes. La verdad es que muchas. De empresas privadas, también. Sobre todo en los últimos años. Ya no era el momento. Tengo un cargo de conciencia desde que estoy en Diputación y es mi familia. He vivido para trabajar y no he vivido para estar junto a mis hijos. Los he visto dormidos. Salía por la mañana y mis pequeños estaban dormidos. Y llegaba a la una de la madrugada. Cuando llegaba, porque había días que no iba. Eso no puede ser. Por eso ahora quiero dedicarme a mi familia. Por eso lo de las ofertas al final, porque no era el momento, sobre todo por mi familia, que no se lo merece.
¿Siente una admiración personal por alguna de las personalidades que ha conocido?
Tengo una admiración muy particular hacia Su Majestad Felipe VI. Es una persona cercana, cariñosa, amable, culta… No sé dónde vamos a encontrar los españoles un mejor jefe de estado. Y ahí estamos, que si lo queremos quitar, que si la Casa Real no sirve. ¿Dónde vamos a encontrar un aliado internacional así? Yo no le conozco personalmente, no es pasión, creo que es una opinión objetiva. Es difícil encontrar un hombre mejor formado y mejor preparado que él. No hay nadie a nivel internacional, somos la envidia del mundo. Sí, he podido coincidir con Gorbachov o con García Márquez pero para mí es incomparable. Hay que partir de la base de que a mí me puede caer mal fulano pero no por eso voy a hacerle el boicot. Yo le respeto, él me respeta a mí y cada uno en su sitio.
Lo de los cinco minutos es una grosería y no lo he entendido nunca. Cinco minutos de cortesía con nadie. Hay que llegar cinco minutos antes.
¿Y aquello descubierto con la pandemia, eso de que a muchísima gente no le gustaba saludar con dos besos ya antes del Covid?
Depende de quién sea, lo lógico es no lanzarse. Es decir, de entrada, esperar a que la persona de mayor rango te los dé. Igual que si ofrece la mano. Yo no voy a una persona de más rango a darle la mano. También es preceptivo esperar a que la persona de mayor autoridad se dirija a ti para contestar. Eso lo llevan con mucha firmeza los países de Hispanoamérica. Por ejemplo, a sus dirigentes no se les debe tocar, ni rozar un brazo, ni siquiera para acompañarles, señalar el camino o darles paso, está muy mal visto.
"Es mi pena, que no me den relevo. Por muy pronto que me vayan a sustituir será a primeros de año. Se va a quedar un vacío en el puesto"
¿Cómo queda su puesto de Diputación? ¿Cómo queda la situación del protocolo?
Esa es mi pena, que después de 40 años luchando por la imagen de la Diputación de Cádiz no haya otros que me den relevo, que no haya convocatoria. Salió la plaza hace dos años y se presentaron varias personas. El plazo de reclamación terminó el 17 de febrero y aún no han sido convocadas. Por muy pronto que se incorpore el que me vaya a sustituir será a primeros de año. Se va a quedar un vacío en ese puesto. Ya les comenté que necesitaba que por lo menos la persona que se haga cargo estuviera conmigo dos años, para conocer el funcionamiento de la casa, de las cosas, todos los centros de diputación, todos los ayuntamientos, debería conocer la provincia, profundizar en detalles de comunicación, dónde está la documentación, dónde está el material, dónde comprar… Pero ya veo que se puede perder ese prestigio. El que merecen la Diputación y la provincia.
¿Cómo ha visto cambiar la provincia en estos 40 años en Diputación?
Tenemos una provincia magnífica, estupenda, tenemos de todo. Somos la envidia de mucha gente y no la sabemos potenciar. Aunque también en estos 40 años la he visto crecer, ha cambiado como potencia turística. Y eso también gracias a la Diputación. El Patronato de Turismo que tenemos funciona magníficamente. Quizá yo sea una de las personas más visibles de la Diputación pero hay otras que están en la trastienda que son magníficos profesionales.
"No he apagado el teléfono desde que me dieron el primer móvil, uno así de grande, de maletín"
¿Es cierto que nunca ha cogido el mes de vacaciones en estos años?
Me decían ‘Antonio, vete de vacaciones’. Me lo decían los políticos, los diputados. No, no, yo no me voy de vacaciones que a ver quién se queda aquí en Palacio. Mi mujer y yo no hemos ido de viaje hasta hace pocos años. A lo mejor algún fin de semana y nos íbamos a Chiclana, a un hotelito con los nietos. Y enganchado al teléfono. No he apagado el teléfono desde que entré en Diputación y hace muchos años que me dieron el primer móvil, uno así de grande, de maletín. Yo iba a la ducha y me ponía el teléfono en el lavabo. Estoy durmiendo y tengo el teléfono encendido. Me han llamado muchas veces de noche, en sábado, en domingo. En el primer incendio del hospital de Cádiz, hace muchos años, me despertaron las ambulancias, los bomberos.
¿Le han llamado para más emergencias a las tantas? ¿Fiestas privadas, compañías insospechadas, incidentes, sexo, drogas y rock&roll?
Me han despertado muchas veces. Muchísimas. Y he visto de todo, sí, de todo. Pero una de las claves de mi trabajo es ver, oír y callar. Me dicen que escriba un libro pero para qué. Si se escribe un libro es para decir la verdad y no para callar más de la mitad de lo que sabes. Para decir verdades a medias o mentiras, para callarse, es una tontería hacerlo. Lo primero es ver, oír y callar.
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