Martín Martín, crítico: "Lo que más me jode es aquello que atenta contra la dignidad del flamenco"

El decano de la crítica flamenca en España, reconocido por su contribución a este arte universal y a veces odiado por su afilada pluma, recuerda sus inicios, la relación del crítico con los artistas, y repasa el estado actual de lo 'jondo', especialmente en Andalucía

Martín Martín, crítico: "Lo que más me jode es aquello que atenta contra la dignidad del flamenco". El astigitano posa tras la entrevista, en la Casa del Vino, durante el pasado 25 Festival de Jerez.
Martín Martín, crítico: "Lo que más me jode es aquello que atenta contra la dignidad del flamenco". El astigitano posa tras la entrevista, en la Casa del Vino, durante el pasado 25 Festival de Jerez. ESTEBAN

A veces en esto del flamenco es difícil ser disciplinado a la hora de sentarse a escribir. ¿Usted lo es?

Siempre, muy disciplinado y muy ordenado. Con mis predecesores, yo no podía mantener el ritmo. Recuerdo en la peña Enrique El Mellizo haber tenido una jornada intensa de fiesta, de buen cante, buen baile, buen toque, ponernos como a nadie le importa, y recuerdo que Miguel Acal, que escribía en Diario 16, que por él precisamente entré yo, hizo una crónica de lo que había ocurrido en el despacho de la peña… ¡La madre que lo parió! La cuadró. Muchos de los críticos de entonces ni estaban en los sitios, pedían los cantes por teléfono y les salían las críticas bordadas.

Eso, que era algo habitual en la época, no puede ser más antiperiodístico, ¿no cree?

Sí, hombre, totalmente. Yo empecé en esto en el 78, llevo 43 años, y me propuse a principios de los 80, porque todo se focalizaba prácticamente en los festivales flamencos, que la crítica tenía que dar ejemplo. Y el ejemplo a seguir era, ante todo, el comportamiento. No he visto ni un festival desde la barra del bar. Estaba sentado y pendiente de todo. Luego, he querido siempre defender el rigor organizativo, si el festival empezaba a las diez no podía empezar a las once y media de la noche, y en este sentido sí creo que, aunque me salí con la mía, sigue habiendo mentes muy pleistocénicas. Creo que los flamencos deben seguir viajando un poquito más para tener una mente abierta.

Y eso que ya eso de la internacionalización del flamenco, con permiso de la pandemia, es una feliz y asidua realidad.

Sí, pero claro, si sales con los ojos cerrados… ese es el gran problema. Si queremos dignificar este gran patrimonio de cultura andaluza no nos queda otra que aportar cada uno nuestro granito de arena. Pero en aquel tiempo, había críticos de guitarra flamenca que no distinguían una taranta de una minera. Entonces, en cintas Basf, viviendo en Écija, yo iba todos los días al Teatro Lope de Vega a grabarme mis temas de guitarra y aprendí de todos los más importantes. Si acudes a la hemeroteca, verás que las críticas del concurso de guitarra eran todas iguales. ¿Los errores? Pues era yo el que los escuchaba. En todo caso, he aprendido lo más importante: aprender de los errores ajenos. No hay universidad que me pueda enseñar esa fuente de conocimiento.

El último mohicano de la crítica flamenca

Manuel Martín Martín (Écija, 1952) es el decano de la crítica flamenca en España. Ha impartido más de 400 conferencias y sus artículos sobre el género se cuentan por centenares. Desde 1998 es el responsable de la crítica flamenca en El Mundo, cabecera a la que llegó desde la primera etapa de Diario 16. Sus inicios están, no obstante, en Radio Écija, en 1978, cuando comenzó una carrera dedicada a la escritura y el estudio flamenco que compaginó con su labor como docente.

Martín Martín, tan seguido como odiado por muchos a los que su crítica no complació, ha recibido diferentes galardones a lo largo de su carrera como la Mención Especial del Premio de Periodismo Ricardo Molina, de Córdoba (1986), el Premio Nacional de Periodismo ‘Ciudad de La Unión’ (1987), el Premio Nacional de Flamencología en su modalidad de ‘Crítica Periodística’ (1999) o el Premio de Investigación y Crítica de la Bienal Málaga en Flamenco 2006, entre otros.

Entre sus polémicas más sonadas, la carta que en 2007 Enrique Morente remitió a los medios —Crítica a la crítica. Para que baile Martín—, secundada por numerosas personalidades del flamenco como Paco de Lucía o Miguel Poveda, contra la pluma de MMM. Azote para muchos, figura destacada en la historia reciente del flamenco gracias a su contribución en su dignificación y en los muchos pasos adelante en su profesionalización experimentados en las últimas décadas. Martín Martín, con un humor sarcástico y corrosivo, y una pluma afilada, reconoce, pese a todo, que tras más de 40 años de trayectoria, “tengo más amigos que enemigos en esto, y el que es mi enemigo es porque no me conoce”.

¿La crítica, aun jugando un rol tan ingrato, ha contribuido a la dignificación del flamenco?

Claro, reconocer eso estará siempre en función de quien haya sido objeto de la crítica y ésta no le haya sido favorable. Habrá artistas que estén de acuerdo con un crítico y con otro no, todo esto es subjetivo. Lo que la crítica debe ser es veraz en la información, contar lo que ha visto desde los conocimientos y desde el concepto que entienda cada uno que es la belleza jonda. Pero es cierto, está la célebre frase de Antonio Mairena cuando, a raíz de la Llave del 62, en Córdoba, dice: bienvenida sea la hora en que los críticos se están ocupando del flamenco. ¿Por qué? Porque es que se ha contribuido al esplendor de este arte a través de la difusión, a través de la importancia que hasta hace cuatro días tenía en los medios… Hoy esto ha evolucionado y en la prensa nacional interesa más un exabrupto de Dieguito el Cigala o las uñas de Rosalía. Ketama, el flamenco del siglo XXI. ¡Vaya usted al carajo! ¿De qué estamos hablando? Entonces claro, romper con lo que es el clasicismo de esa manera tan cretina y tan miserable, sin argumentar en qué se soportan ciertos comentarios, eso acarrea las consecuencias en las que nos vemos hoy. No estoy legitimado para criticar a nadie, pero hoy cualquiera es crítico, se mete en las redes sociales y pone su opinión. Haces una crítica de una compañía de baile y salta el primo de fulano de tal y te hace un monumento.

"Hubo una época en la que a los festivales me acompañaba un expresidiario disfrazado de técnico de sonido"

Ahora el crítico está más expuesto, no ya a que le pongan reparos a lo que ha visto, sino incluso a que vayan a degüello a por él.

Sí, sí, mucho. Pero el caso es que ahora no hay réplicas contra las críticas. Antiguamente sí las había, yo tengo una colección de cartas al director. El papel del crítico es, como decía Ortega y Gasset, aquel que es capaz de poner en el escaparate todos los días un enemigo. Uno no escribe para coleccionar enemigos, pero sí para contribuir al rigor y a la dignificación de este arte. Y en eso entran muchos componentes. Lo primero, que el crítico esté bien pagado para que no se venda. Lo segundo, tener bien disociado lo que es el amigo del artista. Una cosa distinta es diferenciar al maestro Antonio Fernández Díaz Fosforito y otra hacer un análisis cuando sube al escenario. Eso es fundamental.

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Martín Martín, con un jerez.   ESTEBAN

En los toros, ahora que decía lo de venderse, se llamaba a ciertos críticos taurinos ‘sobre-cogedores’.

Efectivamente. Y esto hay también un componente que no podemos soslayar, el de la prensa amiga. Recuerdo que fundé dos asociaciones de críticos flamencos y de las dos dimití. Se establecía lo que es el corporativismo y yo soy bastante ajeno a eso. Suelo ser bastante independiente. Estoy ahora en Jerez, me encuentro con un artista al que conozco y me tomo una copa, pero él sabe, clarísimamente, que si luego al día siguiente sube a Villamarta, aquí deja de estar la amistad de por medio. Ojo, he ido a muchos festivales a beneficio, para recaudar fondos, y ahí no se puede ser tan miserable de pretender que uno diga “lo malamente” que ha bailado fulanito por bulerías. El crítico no es mala persona, todos los críticos que he conocido han sido buenas personas. ¿Habremos cometido errores? Hombre, nadie es perfecto. Pero uno procura ser lo más decente posible. He tenido a personajes por amigos y luego, por mor de una mala crítica, me han dejado de hablar. Y claro, quizás no recuerden, porque padecen amnesia, cuando en otro momento uno ha contribuido también a su realce, y ellos incluyendo esas críticas en sus dossieres de prensa.

"He tenido a personajes por amigos y luego, por mor de una mala crítica, me han dejado de hablar. Y claro, quizás no recuerden, porque padecen amnesia, cuando en otro momento uno ha contribuido también a su realce"

De todos modos, este es un mundo artístico que está poco habituado a la crítica, las lleva muy mal. En otras disciplinas artísticas hay más cultura de crítica-crítica, ¿no cree?

Por supuesto. Es un problema cultural. Hay que tener en cuenta que ha habido un tiempo que en el flamenco, en menos de cuatro años, un inmaduro se convierte en un maestro. Los palmeros han ido regalando oídos, la administración pública ha hecho mucho daño, Canal Sur también ha hecho muchísimo daño, al primer tonto que ha pasado por la puerta lo ha hecho artista, y este es un mundo muy complejo. Ahora, ¿cuál es el trasfondo de todo esto? Bajo mi punto de vista, la incultura que hay. Pero si es que uno viene aquí al Villamarta y, cuando se lee la sinopsis de la compañía, se pregunta: bueno, ¿pero éste cuándo ha estudiado filosofía? Te planta un tratado de metafísica puro y duro que luego no coincide en absoluto con lo que pone en escena. Es una tomadura de pelo. De la misma manera que cuando hoy en día le tiras un poquito del hilo a una compañía, y le haces ver que los criterios que se han utilizado son única y exclusivamente para trincar subvenciones, pues claro… hay que apechugar con eso. Y si no, llama al crítico, te tomas un café con él y lo pones a caer de un burro, y le explicas que la malagueña no es de Gayarrito sino de Pepito Ábalo.

¿A veces ha dicho ‘para qué me habrá metido yo en esto…’?

No, nunca. Afortunadamente, desde pequeñito he estado metido en el mundo del flamenco y siempre lo he visto con un criterio identitario, cultural. En mi casa, somos dos hermanos mellizos y mi hermana, que es la mayor, y teníamos que estar repartidos en aquel tiempo, así que yo estaba siempre en casa de María la Gitana o en casa de mi abuela, y allí todas las celebraciones eran fiestas flamencas. Tuve la oportunidad de conocer a Antonio y Curro Mairena… un sinfín de gente, y eso te hace despertar para lo que ha de venir. Cuando hice mi primer festival tenía 14 años, estaba en el instituto, y no sé por qué se me puso en el objetivo luchar contra la beatlemanía, que era lo que imperaba en aquel tiempo. Sin criterio y sin conocimiento, busqué cantaores, guitarristas… puse mi barra de bar, que fue lo último que tenía que haber hecho, aquello acabó siendo un delito cultural y otro de salud pública, por el garrafón que servimos, pero con el que aprendí muchísimo. Entre las vivencias, las inquietudes que uno tenía, todo el día grabando todo de la radio, o yéndome a buscar a cantaores viejos… pues todo eso forma parte de tu cultura, como dice el amigo y maestro Manolo Sanlúcar. Luego, cuando uno todo esto lo trata desde el punto de vista crítico, pues trata de explicarle a la gente que esto es como lo del pobre Narciso: hay que mirarse el trasero y cuando está sucio, hay que limpiarlo las veces que sean necesarias.

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El crítico, en una imagen de su archivo personal, con Fernanda de Utrera.

¿Y en los momentos de ‘riesgo’ que ha sufrido también le ha merecido la pena todo esto?

Hombre, esto es una profesión de riesgo. Hubo una época, del 85 al 89, en la que me tuve que llevar disfrazado de técnico de sonido a un expresidiario a que me acompañara a los festivales flamencos. Tenía muchísimas amenazas. Cualquiera podía pensar que soy un temerario, pero yo me tengo por un crítico valiente. Antepongo el flamenco a la amistad, y lo antepongo al divismo, a los lobbies, a tantas mafias como se desenvuelven hoy en día, y antepongo todo a colaborar cada vez que pueda con el tejido asociativo del flamenco, que lo está pasando muy malamente. Hay bailaoras con las batas de cola empeñadas, o guitarristas con las guitarras empeñadas. Desde la administración pública no se pueden dar 65.000 euros para 327 peñas flamencas más 70 y tantas asociaciones culturales en Andalucía. No tienen ni para pagar la luz. Esto hay que tomárselo en serio, ya no valen etiquetas como las del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, que fui el único que lo denunció…

Y le cayó la más grande…

¿La más grande…? En la lista de agravios por cumplir. Pero es que además hubo un periodista en El Correo de Andalucía que le pidió la opinión a todos los críticos de Sevilla, yo hablé de la Agencia para el Subdesarrollo del Flamenco, y por ese término me dijo que no apareció el artículo. El Mundo sí lo publicó y, a los pocos días, ese chico fue colocado por la Junta de Andalucía. Como en mi hambre mando yo… no necesito el flamenco para comer, y si lo necesitara creo que seguiría exactamente igual. Mi familia esta pregunta que me haces también me la ha formulado muchas veces, porque creo que soy el crítico que más veces ha pisado un juzgado en la historia. Algo, por cierto, que no tengo como un récord, sino que lo que me hace es hacer una reflexión en voz alta de ver en qué manos estamos. Se han ido creando monstruitos, niños y niñas caprichosos que no tienen ni la EGB. Si de la noche a la mañana se le ponen unos cachés altísimos, pues se creen auténticos dioses a los que hay que adorar. Pues no, no, yo no voy por ahí.

"El flamenco en la Junta depende de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales y tanto el Instituto Andaluz de Flamenco como el Centro de Documentación de Flamenco en Jerez están descabezados. Cuidado, algo está pasando aquí…"

¿Se ha pasado en el flamenco de los señoritos de ayer a los de hoy con cargo político y dinero público?

Totalmente de acuerdo. Con el advenimiento de la democracia, los que estábamos en la lista, y yo estaba en la lista de rojos en mi pueblo, aunque algunos que no saben nada de mi vida me llamen facha, pensamos que el flamenco tendría otra atención. ¿Qué ocurrió? Al principio se crea la asesoría de actividades flamencas de la Consejería de Cultura y ahí no había un duro, pero no perdíamos las expectativas. Se hicieron cosas, algunas importantes, pero no ha sido el esfuerzo completo que uno esperaba. Todo ha nacido más de la voluntad personal del político que ha estado como garante cultural que de una consideración general.

¿No ha habido estrategia?

No la habido. Ahora hay otro partido político en cultura que dice que tiene ya el anteproyecto de la Ley del Flamenco. Habrá que conocerlo, pero no es menos cierto que el flamenco en la Junta depende de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales y tanto el Instituto Andaluz de Flamenco como el Centro de Documentación de Flamenco en Jerez están descabezados. Cuidado, algo está pasando aquí…

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Manuel Martín Martín junto al cantaor gaditano Juan Villar, en días pasados.   ESTEBAN

Es sintomático…

Hombre, tan sintomático como que hay que apretar las tuercas. Y luego la diferencia abismal que hay entre el tejido asociativo y profesional.

Aun siendo cortísimo de por sí el apoyo al tejido profesional…

Por supuesto. Al igual que cuando se ponen a los artistas en un catálogo, los ayuntamientos llaman a los de arriba, estando también acostumbrados a comer todos los días los de abajo. Y el tejido asociativo en pocos años ha visto reducido a la mitad su presupuesto. En cuanto al tejido profesional, he visto espectáculo subvencionados que había más gente de prensa que público. Todo eso habría que revisarlo. Y otra cosa que debería hacer la administración es dar ayudas directas, pero claro, llegaron a la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales y vieron que de 28 millones de presupuesto, apenas 1 millón eran para inversión, con 400 y pico de empleados públicos. ¿Para qué sirve eso? Hemos pasado el ecuador de la legislatura y esto sigue exactamente igual. Hay que dar un paso serio adelante, y más con lo que está viviéndose con la pandemia. Un paso desde la equidad, la calidad, la formación, la digitalización de todo el material sonoro y gráfico de las peñas de Andalucía… La investigación y la enseñanza están abandonados. Como esto siga así me moriré sin ver enseñanza reglada sobre flamenco en colegios e institutos.

¿De qué daba clases?

Daba matemáticas pero al final di pocas clases porque estuve en un centro donde había que arrimar el hombro de otra manera y me hicieron director en un colegio de Écija, que también tenía secundaria. De esa época tengo recuerdos muy gratos porque todo lo que uno podía colaborar en ayudar a los demás le hacen más humano, le enriquecen como persona. Compensaba bien el mundo de la enseñanza con el flamenco. Era unir la vocación con la pasión. Mi vocación ha sido siempre la enseñanza y mi pasión el flamenco. He procurado, a partir de lo que aprendía de mis mayores, hacer un análisis técnico y analizar el mensaje a partir de la didáctica. Si hago una interpretación de un espectáculo y no coincide con la de otra persona eso es bueno para el espectáculo.

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Martín Martín, tras la entrevista con lavozdelsur.es.   ESTEBAN

¿Qué le sigue emocionando?

La capacidad de transmisión. Si no existe esa comunicación estamos convirtiendo un género en un subgénero. Digo esto focalizado sobre todo en la cantidad de trolas que nos están colando. Me emociona muchísimo también haber visto el ‘nacimiento’ y la evolución de los artistas. Aquellos que vi crecer y que ahora están arriba me dan una alegría como si fuesen hijos míos. A lo mejor se llevan al día siguiente un estacazo, pero me alegra porque han dedicado su vida a su profesión, tienen inquietudes, tienen dignidad… Y lo que más me jode de todo es aquello que atenta contra la dignidad del flamenco. Que haya tanta gente que ha luchado por esto y que ahora te encuentres con uno que mete la pata, y encima en un escenario, eso me indigna muchísimo.

Todo lo que sea utilizar el nombre del flamenco en vano.

Efectivamente. Eso me sienta muy mal. Y soy una persona que no sé callarme, lo tengo que denunciar.

Tras más de 40 años en este mundillo, ¿tiene más amigos que enemigos?

Yo tengo más amigos que enemigos, sí. Y si tengo algún enemigo es porque no me conoce. Tienes que ser muy mala gente para que yo no te haga un favor. Me tengo por buena persona, pero quien me busca me encuentra. Y callarme, ni debajo de agua. Le haría un flaco favor al miligramo de contribución que uno ha hecho al flamenco. Y si puedo apoyar también a la gente joven, encantado. Eso sí, le digo a los críticos de nueva hornada: no podemos tratar con el mismo rasero a un artista consagrado que a una criatura que está echando el corazón por la boca para abrirse un hueco. Poner a caer de un burro al que empieza y callarse si el divo lo hace mal es muy miserable.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Fundador y Director General de ComunicaSur Media, empresa editora de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero'.

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