Rosalía Vila nació dos años después de morir Camarón. El mismo año en el que se publicó el primer disco póstumo que ensanchaba aún más la leyenda del cantaor de La Isla: 1994. A sus 13 años, uno de sus amigos de Barcelona puso en uno de esos coche-discoteca un cedé de José Monge Cruz y, desde la primera escucha, esta adolescente quedó hechizada para siempre por aquella voz que, según mascullaba con retranca Agujetas, sonaba como los aullidos de un perro.
Nadie osaría ahora discutir lo que, con el aporte de chamán de Paco de Lucía, significó La leyenda del tiempo como salto abismal en la evolución del género. Nadie se atrevería ahora a alzar la voz contra una de las llaves de oro del cante. Salvando las imprescindibles distancias, esta cantaora catalana ha traspasado la órbita flamenca como un cohete, cimbreando una vez más el statu quo imperante y encendiendo nuevamente la llama del perenne debate a cara de perro sobre los límites de lo jondo.
Quizás el flamenco sea esa cosa bastarda y mestiza que sucede mientras otros discuten en bucle, sin más horizonte que sus ombligos, sobre qué debe ser flamenco puro y cuánto le queda de vida a lo rancio. Que el flamenco siempre se está muriendo es algo que hemos oído desde siempre. Que el flamenco está más vivo que nunca, también. Casi siempre se muere por culpa de los mismos: aquellos que se salen de lo que marcan los cánones. Pero son esos mismos, con la tozudez del tiempo, quienes precisamente no han parado de elevar al género a las cotas de respeto y prestigio que nunca antes habría podido imaginar.
Catalana sin ADN gitano por sus venas, ni entroncada con estirpe de familia flamenca, Rosalía no se para demasiado en los sismos que genera a su paso por un universo mucho más amplio de lo que piensan algunos de sus más ortodoxos cancerberos. Simplemente, cuenta, “intento hacer mi música”. A partir de ahí, por sus obras la conocerán. La que le sirve de tarjeta de presentación se llama Los Ángeles y por ella, en un mercado en el que la mayoría recurre a la autoproducción para levantar la mano y hacer visible su existencia, han pugnado dos multinacionales. Universal se ha llevado la palma. Y ella regresa al futuro desde lo hondo de la noche negra del flamenco.
¿Qué es para usted la pureza?
¿La pureza…? (Silencio) Yo te diría que es una calificación muy subjetiva. Pienso que hoy en día, concretamente para mí, la pureza es la heterodoxia. Donde se puede encontrar más pureza es en las mezclas, en ser honesto con las mezclas, porque el mundo está muy conectado entre sí y las mezclas son algo natural, y se dan. No puede ser de otra forma. Lo honesto y lo más auténtico, lo más puro, es ir con todas esas mezclas por delante. Para mí es eso.
"Donde se puede encontrar más pureza es en las mezclas"
Camarón, como para tantos otros, fue el flechazo. ¿Cuándo supo que esto iba en serio?
Conocí a mi maestro —José Miguel Vizcaya ‘El Chiqui’— a los 16 años y, a partir de ahí, tomé la decisión firme de querer formarme y dedicarme en profundidad al flamenco. Fue fundamental conocer a mi maestro porque todo cogió mucha más importancia. Escuchaba a los 13 años flamenco porque me gustaba y me sentía atraída, pero a los 16 ya hubo como una firmeza por tomármelo en serio y formarme como cantaora.
¿Qué quiso ser de mayor?
Yo siempre me he querido dedicar a la música, siempre he querido ser artista. Dedicarme a las artes escénicas, ser intérprete y músico, y así me siento. Me interesa la música en sí más allá del flamenco, aunque me siento cantaora. Pero me interesa la música en todas sus facetas, en toda su globalidad. La música me ha gustado desde muy pequeña, al igual que la interpretación. Me interesan todas las disciplinas y lo artístico. Y siempre me he sentido atraída por el escenario desde muy pequeña.
¿Qué ha aprendido de su paso por los tablaos?
De ahí saco muchas cosas. Me han servido para ponerme mucho las pilas a la hora de estudiar, tener los códigos para el baile, porque el flamenco que se hace ahí está enfocado al baile. Entender esos códigos me ha parecido súper interesante y también por la comunicación que se establece con los compañeros porque a veces tocas con gente con la que nunca habías tocado, que no conoces. La improvisación dentro de los códigos del flamenco me ha parecido muy curiosa también para ganar seguridad, te espabila. Me acuerdo que cuando iba a los tablaos tenía la sensación de que tenía mucho por aprender porque cada día descubría una cosa nueva, cada día me iba pensando que podía haber tirado por aquí o por allá, y al final pasaba no sé qué. Es como una escuela muy buena para toda la gente que quiera profesionalizarse en el flamenco.
"Cuando iba a los tablaos tenía la sensación de que tenía mucho por aprender porque cada día descubría una cosa nueva"
Rosalía es joven y está tan viva como el flamenco. Su voz es dulce y la sonrisa se le desparrama. A veces sus respuestas suenan metálicas y lacónicas, como de haber respondido doscientas veces cosas parecidas en dos meses de promo rodando de medio en medio. Pero, aun así, sus reflexiones y motivaciones parecen impropias de su insultante juventud. Cuando no acierta a disparar, deja un enorme silencio al otro lado de su smartphone. Como rebuscándose. Cuando atina, sentencia.
En pleno lanzamiento discográfico, ya acumula decenas de bolos por todo el país en forma de recitales propios o como parte de carteles de festivales de música alternativa. “La verdad es que hay un volumen de trabajo muy grande, pero estoy muy contenta y muy agradecida por la recepción del proyecto y la respuesta del público y los medios… me siento muy positiva, muy contenta”, suelta nada más saludar. Casi sin tiempo libre, “el poquito que tengo lo reservo para estar con mi familia y la gente que quiero”, se muestra agradecida por empezar a labrar su nombre con letras de molde en el mundo de la música.
Para llegar a este punto ha estudiado cantes viejos y ha tomado clases de solfeo, guitarra, piano, canto jazz, canto moderno… Hasta las cuerdas vocales han tenido que operárselas de tanto dejarse la garganta en este intento. Una cantaora marcada por un eclecticismo es consustancial a su forma de ser. Proustiana y vanguardista. Tan indie como flamenca, tan clásica como contemporánea. La cantaora millenial, la revolucionaria del flamenco, entre el punk y la Niña de los Peines, entre Valderrama y Sufjan Stevens. Una viejoven que, oh sorpresa, sabe perfectamente lo que quiere y lo que no quiere en estos tiempos líquidos donde todo es incertidumbre.
"La muerte es un misterio y lo artístico me sirve para acercarme a él"
Le han puesto ya mil etiquetas, ¿se siente cómoda con alguna?
Intento hacer música, estoy concentrada en eso, no estoy pendiente de lo que se dice. Si estuviera pendiente, no estaría centrada en hacer lo que quiero hacer. Entiendo que la prensa tenga que poner etiquetas, pero, en mi caso, estoy en lo que tengo que estar, que es en hacer música. Respeto las etiquetas, pero no me identifico con ninguna frase que pueda limitar o circunscribir mi persona a cuatro palabras. Mi hermana o mi madre me traen titulares y entiendo que la prensa los necesite, pero mi trabajo es otro.
Pero imagino que pesará la responsabilidad de que ya le llamen la última revolución del flamenco…
Precisamente por eso que acabas de decir no quiero estar pendiente, no quiero ponerme un peso encima que me quite organicidad o libertad a la hora de concebir la música. Hago música por una necesidad personal y, una vez hecha, el resto ya no depende de mí. Hago mi música y luego los críticos, la prensa, los medios… que digan lo que crean más oportuno, pero no quiero estar pendiente.
¿Cuál es el último flamenco que se le ha aparecido en sueños?
(Risas… silencio) No recuerdo desde hace muchos años con qué sueño… Me levanto y no me acuerdo de lo que he soñado, a veces me gustaría acordarme porque en lo onírico hay un material muy interesante para la creación, la composición, para lo artístico, pero en mi caso, no sé por qué, nunca me acuerdo de lo que sueño.
¿Usted ha pasado alguna vez eso que los flamencos llaman fatigas?
Todo el mundo ha pasado fatigas. La vida tiene eso, te enseña todo el tiempo y todos tenemos vivencias que nos hacen sufrir. Hay muchas maneras de sufrir y pasar fatigas, no solo pasando hambre.
…A tomar un veneno, yo quiero morirme / despiértate hermanito que se ha muerto nuestra madre … / ¿Ha contado las veces que menciona a la muerte en los doce cortes de su disco?
(Risas) No, la verdad es que no.
¿No es demasiado joven para ese mal rollo?
Creo que la muerte no tiene nada que ver, desgraciadamente, con la edad ni con la juventud. Hemos elegido hacer un disco conceptual y buscamos un hilo conductor de todas las canciones y elegimos un tema central que fue la muerte. La muerte está presente constantemente en la vida, en tu día a día. En el paso del tiempo, desde que te acuestas hasta que te vas a vestir, siempre están aconteciendo cosas y cuando acontecen mueren y entonces la muerte siempre está presente. Da igual que seas joven o que tengas ya mucha vida pasada. Aparte es un tema universal y atemporal que me interesa, es potente, son cosas que tenemos presente que desconocemos. La muerte es un misterio y lo artístico me sirve para acercarme a él.
¿Le preocupa el paso del tiempo?
Sí, claro que sí.
¿A qué le sabe la boca cuando canta por seguiriyas? Tía Anica decía que a sangre…
Sobre esto te tendría que decir algo poético, pero antes le debería dar unas vueltas (risas). No sé a qué me sabe la boca, pero para mí la seguiriya es el palo más brutal, más violento y agresivo, del flamenco. Entonces simplemente intento que esa violencia me inunde y a partir de ahí intento captar el alma de este cante cuando lo interpreto y conectar con eso.
Mi droga es el cante y la guitarra, dijo Morente en la última entrevista que concedió. ¿Cuál es la suya?
(Risas) ¿La mía? La música en sí. La música con todas sus posibilidades, con todos sus matices y colores… La música.
Y hurgando en todos esos matices y colores apareció Raül Fernández Miró, uno de los productores musicales más reputados de los últimos tiempos en nuestro país. Barcelonés como ella, casi veinte años mayor, Raül Refree era el músico que necesitaban las texturas que andaba buscando Rosalía. El encuentro musical se extiende ahora por la actual gira de conciertos para presentar Los Ángeles, un trabajo en el que la cantaora es el envés y Raül el revés. “Nos entendemos muy bien porque la concepción que tenemos de la música es muy parecida. Él es muy abierto y siempre está dando todo, y a mí me caracteriza eso también. Eso ha sido un hecho importante para que él y yo termináramos haciendo un disco juntos. Durante el proceso, la selección que fui haciendo, todo el material que le llevaba, normalmente todo le gustaba; nos motivábamos, veíamos juntos cómo formular y reinterpretar esos cantes. En todo momento las decisiones que se han ido tomando eran conjuntas, y nos pasaba mucho que todo el tiempo pensábamos igual. Ha sido un trabajo mano a mano de creación porque estamos muy conectados en la forma en la que entendemos la música y eso creo que se ve reflejado en el disco”.
Rosalía no se pone límites. Muchos jóvenes se acercan en manada a su forma de entender lo jondo, quizás atraídos por su vena hipster. Otros aficionados la ponen en cuarentena y otros, más talibanes, directamente la achicharran en las redes sin ni siquiera haberla escuchado cantar o conocer su trayectoria. Rosalía nació 104 años después de que viera la luz La Niña de los Peines y casi dos siglos después de que el flamenco comenzara a escribir su propia historia. Un género de leyendas recientes que aún están frescas en las retinas de muchos aficionados como para reemplazarlas a la ligera.
"El duende para mí es un destello, una iluminación en un momento muy concreto en el tiempo; solo lo he encontrado una vez"
El flamenco se crio en la tradición oral pero las nuevas generaciones, ya con el cordón umbilical cortado y lejos de los patios de vecinos del siglo pasado, han tenido que acudir al estudio, a lo académico y, por qué no, a reinterpretar lenguaje y códigos a su manera, que ya es otra manera. Pero en realidad, no es nada que no haya pasado antes. La cantaora aboga, ante este estado de cosas, por la “coexistencia” entre la conservación y la transgresión. Y no solo lo defiende, sino que lo evidencia en cada una de letras y estilos seleccionados para su primer disco: de la malagueña de El Mellizo (Nos quedamos solitos) a los tangos de Vallejo (Catalina); de la milonga de Valderrama (La hija de Juan Simón) a la arriesgada letra de una saeta que cantara Manuel Torre y que ella titula El Redentor.
¿No es esa forma de entender la música un tanto arriesgada en un género tan dado a los prejuicios?
Para mí lo interesante es que haya muchos tipos de artistas, que en todo momento exista una Juana la del Pipa y un Niño de Elche, que coexistan diferentes artistas con propuestas distintas y personales, donde coexistan propuestas rupturistas o preservadoras. Ambas propuestas son igual de interesantes y se retroalimentan. Es interesante que pase esto.
Una compañera de generación, Rocío Márquez, afirmaba recientemente en una entrevista que hay mucho machismo en el flamenco, ¿está de acuerdo?
Vamos a ver, creo que está presente en todos los sitios, no solo en el flamenco. Se puede contar en muchos lugares, la mujer siente que eso es así y está presente desde que sale de casa. Desde que abres la puerta cada día. Venimos de una sociedad patriarcal y el machismo está presente. Creo que hay que seguir trabajando este tema porque pese a estar en el siglo XXI es un debate anacrónico pero muy presente. Y en todos los ámbitos. La profesionalización es masculina, no solo en el flamenco, y eso lo determina todo.
¿Y es racista el flamenco?
A ver, esto es un cliché que, si se da, se da por desconocimiento, por ignorancia. La lista de cantaores, tocaores y bailaores no gitanos es muy larga. No sé, el debate se queda un poco anacrónico… Cualquiera que tenga conocimiento sabe que la lista es muy larga.
Machismo en el flamenco: "La profesionalización es masculina, no solo en el flamenco, y eso lo determina todo"
¿Tener detractores es uno de los peajes que hay que pagar por tener éxito y vender discos?
Bueno, no sé, es inevitable que la propuesta que uno hace no le guste siempre a todo el mundo. No espero gustarle a todo el mundo. Y entonces es inevitable que esto ocurra.
Lorca dijo de La Niña de los Peines que era el modelo de cantaora enduendada. ¿Ha sentido algo así o es puro mito?
No sé, el duende para mí es un destello, un momento, una iluminación en un momento muy concreto en el tiempo. Más allá de esto no sabría qué decirte, lo siento, solo lo he encontrado una vez en mi vida. Desde los 13 que empecé a hacer música hasta ahora que tengo 23 solo lo he encontrado una vez en mi vida, en una actuación en Casa Patas. Noté como si no estuviera sola, como si Dios me estuviera acompañando en ese momento, si yo no lo eligiera como cantaba o como me movía, algo pasaba a través de mí, como si fuese un canal, es la vivencia que me puede recordar. Una sensación muy fuerte a nivel emocional.