Jerez, 10 de septiembre de 2002. Suena el himno de España. También el de Andalucía. Cinco reactores de la Patrulla Águila surcan el cielo y dibujan los colores de la bandera patria. Por el estadio de Chapín desfilan los abanderados de los 57 países participantes. El exalcalde Pedro Pacheco pronuncia su discurso. Luego le siguen la infanta Pilar de Borbón, presidenta de la Federación Internacional Ecuestre (FEI), y el Rey Juan Carlos. Quedan oficialmente inaugurados los Juegos Ecuestres Mundiales de 2002. Jerez alberga, durante doce días, la cuarta edición de un campeonato que hizo que la ciudad copara páginas de diarios y minutos de televisión y radio en medios de todo el mundo. Más de 500 jinetes demostraron sus dotes en las infraestructuras acondicionadas para tal fin, el estadio de Chapín o las instalaciones militares de Garrapilos, propiedad del Ministerio de Defensa, además del Palacio de Deportes y del edificio Jerez 2002, uno de los pocos vestigios que quedan de aquella etapa.
El éxito deportivo del mundial ecuestre no se discute. Pocas son las voces que hablan mal de la organización, del desarrollo de las pruebas y de todo lo que conlleva celebrar un evento de estas características. Los hoteles llenos, la ciudad copada por turistas extranjeros y la asistencia a muchas pruebas, más que aceptable. El éxito social ya es otra historia. Los jerezanos apenas vivieron el mundial, ya fuera por desinterés o por falta de posibilidades, y los proveedores que contribuyeron a hacer posible el evento tardaron años en cobrar. Jerez 2002 logró reunir unos 18 millones de euros para organizar las pruebas. Las cuentas del evento en sí fueron positivas: la recaudación en taquilla fue buena. Pero los números no cuadraron.
Las cifras se fueron conociendo a cuentagotas, pero la remodelación y equipamiento del complejo deportivo de Chapín supusieron una inversión de unos 60 millones de euros —21,6 millones tan solo para el estadio—, un montante que costearon entre distintas administraciones: 10,1 millones de euros aportó el Ayuntamiento de Jerez, 3,7 millones de euros el Consejo Superior de Deportes, otros 3,7 millones la Junta de Andalucía, 2,4 millones la organización de Jerez 2002 y 1,5 millones la Diputación de Cádiz, según datos publicados por ABC en enero de 2003.
“Se cargaron a cuenta de los Juegos unas inversiones que no eran propias de la actividad. El Ayuntamiento utilizó dinero de Jerez 2002 para hacer inversiones municipales”, asegura Antonio Ortiz Rufino, director del comité organizador de los Juegos Ecuestres, que insiste: “La cuenta fue positiva, pero si se emplea dinero para otras cuestiones, se crea un déficit de explotación”. Ortiz Rufino cree que Jerez dejó pasar una oportunidad para crear una industria potente en torno al caballo. “En vez de punto de partida fue un punto y final, se llegó exhausto”. Él es de los que piensan que “no se debería haber hecho un estadio nuevo —para el mundial se remodeló Chapín—, ni un pabellón cubierto. Ahí se gastó mucho dinero que debería haberse invertido en los caballos”.
La ciudad recuerda con escepticismo esa cita 15 años después de su celebración. Las sombras se recuerdan más que las luces de un acontecimiento que se empezó a fraguar a principios de los años 90 del siglo pasado. Jerez acoge pruebas hípicas durante esta época y en la cabeza del omnipotente alcalde Pedro Pacheco empiezan a sonar con fuerza los ecos de la repercusión y movimiento económico que unos posibles Juegos Ecuestres podrían traer a la ciudad. “Los asesores me convencieron de que Jerez estaba capacitada para organizar unos Juegos y nos fuimos a La Haya (Holanda) a ver el mundial hípico de 1994”, cuenta el exregidor a Diario de Jerez en un reportaje publicado en 2012. De tierras holandesas volvieron convencidos de que el reto era asequible.
El director general de Jerez 2002: “En vez de punto de partida fue un punto y final, se llegó exhausto”
Luego llegó el viaje a Puerto Rico. A las islas, en pleno Caribe, fueron miembros del gobierno local —con Pacheco al frente—, asesores, periodistas y representantes de otros partidos que acudieron todos a una para defender la candidatura de Jerez, ya que allí la Federación Ecuestre Internacional debía decidir la ciudad organizadora de los Juegos Ecuestres de 2002. Kentucky (EEUU) y una ciudad alemana eran la competencia. El discurso convencido de Luis Figueroa Griffith, presidente de la Real Federación Hípica Española, hizo el resto. Jerez ganó muchos puntos de cara a albergar los Juegos. Pero el trabajo no había hecho más que empezar. Había que preparar las instalaciones para acoger pruebas hípicas de categoría mundial y ahí empezaron las obras faraónicas. El complejo de Chapín fue remodelado en profundidad —de esta época son el hotel y el gimnasio—, una infraestructura que tuvo un resultado espectacular… aunque económicamente fue demoledor para las arcas municipales. “Tuvimos muy buena imagen en el exterior, de público a tope, los comercios vendieron… pero el dinero del mundial se usó para Chapín, el Circuito o para pagar nóminas del Ayuntamiento”, asegura Benito Pizarro, empresario ecuestre y parte del equipo de prensa de Jerez 2002. “Los Juegos se llevaron como un cortijo”, añade, y cuenta una anécdota que refleja cómo se gestionó la cita: “Cuando quedaban dos o tres finalistas, Pacheco eligió el logo a dedo porque ya había encargado 5.000 corbatas de Loewe en Londres con esa imagen”.
Los Juegos Ecuestres Mundiales se celebraron por primera vez en Estocolmo (Suecia) en 1990. A esta cita le siguieron las celebradas en La Haya (Holanda) en 1994, la de Roma (Italia) en 1998 y luego le tocó el turno a Jerez, en 2002. Aquisgrán (Alemania), Lexington (EEUU) y Caen (Francia) han acogido la cita en los siguientes años, y Bromont (Canadá) hará lo propio en 2018. Los celebrados en tierras jerezanas, coinciden todos los expertos consultados para este reportaje, son “los mejores de la historia”. Antonio Ortiz Rufino, quien fuera director general del mundial, asegura que “unos Juegos como los de Jerez difícilmente se repetirán”, y apunta que aunque “la organización fue un éxito”, a la ciudad “le vino grande” celebrar un evento de estas características, máxime cuando al concluir la cita “se desinfló todo”. Entre otras cosas, dice, porque se convirtió en un arma política. Con las elecciones municipales de 2003 a la vuelta de la esquina, sus rivales en las urnas, la socialista Pilar Sánchez y la popular María José García-Pelayo, aprovecharon las miserias de Jerez 2002 para desgastar al alcalde que llevaba 24 años gobernando la ciudad.
¿Pero cómo influyó la celebración de los Juegos Ecuestres en la economía de la ciudad? El Consejo Económico y Social de Jerez elaboró un informe que concluyó que el municipio resistió la crisis mejor que las poblaciones del entorno gracias, en parte, a la cita mundialista. “Jerez está inmersa en las circunstancias económicas mundiales y se ha visto afectada por la desaceleración, pero la ha soportado mejor que otras ciudades del entorno", dijo por aquel entonces la alcaldesa María José García-Pelayo. Eso sí, a costa de muchos pequeños proveedores que realizaron trabajos que tardaron años en cobrar. No fue hasta enero de 2006 cuando el Ayuntamiento, con Pilar Sánchez en la Alcaldía tras arrebatársela a García-Pelayo con un nuevo pacto con Pacheco, liquidó deudas de Jerez 2002. Nada menos que 3,2 millones de euros pendientes de pago a 240 acreedores, el 80% de los cuales eran pequeñas y medianas empresas.
“Para mucho pequeño empresario fue una pesadilla”, señala Raquel Benjumeda, experta en comunicación ecuestre. “Para la afición al caballo supuso una gran dosis de ilusión que luego se tornó en decepción: al jerezano el mundial le costó dinero y luego no tuvo ningún retorno deportivo en la ciudad”. Benjumeda sostiene que los Juegos Ecuestres se podrían haber organizado “realizando un lavado de cara de las instalaciones, pero se hizo a lo grande, tirando un estadio y volviéndolo a hacer, era una época en la que los ayuntamientos tenían que exhibirse”, señala, y añade: “Parecía que Jerez era el centro del mundo, pero fue un espejismo”. Esta experta en el mundo del caballo sostiene que “Jerez ha desactivado su segmento ecuestre”, aunque no debe darlo por perdido: “Lo primero que hay que hacer es elegir a un equipo y que surjan ideas”, apunta. Ella señala que la ciudad debería haber aspirado a ser “la vecina de Montenmedio”, una centro hípico situado en Vejer que acoge cada año a 1.700 caballos de élite procedentes de toda Europa.
Pacheco: "La rentabilidad hay que buscarla a largo plazo, lo que pasa es que a partir de 2003 no se ha continuado con este proyecto"
El legado de Jerez 2002 es escaso. Apenas un centro ecuestre con este nombre, el edificio del complejo de Chapín denominado así y poco más. El estadio municipal no ha vuelto a albergar una prueba hípica de nivel mundial y en Garrapilos, donde se emplearon tres millones de euros en construir pistas de galope de kilómetros de césped y en adaptar las instalaciones a la llegada de grandes camiones y la instalación de los equipos ecuestres, ahora hay trigo sembrado. Además, la Escuela Municipal de Equitación se privatizó en 2014 con el PP en la Alcaldía. El exalcalde Pedro Pacheco, años después de concluir los Juegos Ecuestres, justificó los resultados económicos de esta manera: “Ningún evento de estas características es rentable. Los números de una administración nunca son iguales que los números de una empresa privada”, señalaba en las páginas de Diario de Jerez. Y acusó a sus predecesoras en el cargo de no apostar por la industria del caballo: “La rentabilidad hay que buscarla a largo plazo, lo que pasa es que a partir de 2003 no se ha continuado con este proyecto. Ni Pilar Sánchez ni la señora García, que han demostrado ser dos inútiles políticas, han hecho nada por el caballo”.
La Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre —y los seis centros hípicos privados existentes— es la que mantiene viva la llama de la explotación en torno al caballo en la ciudad. "Hay una industria importante en la zona aunque desconocida pero debe de ir mucho más allá de lo que ahora mismo existe", apunta Juan Carlos Camas, director-gerente de la institución en una entrevista concedida a lavozdelsur.es. La Real Escuela, dice Camas, "está a disposición de conseguir el objetivo de Jerez y la provincia de generar, junto a otros, el movimiento suficiente para tener una industria importante en torno al mundo del caballo capaz de generar riqueza y puestos de trabajo". El máximo responsable de este organismo asegura que en la ciudad "existe un mundo de posibilidades. También a nivel formativo. De hecho, llevamos ya tiempo en conversaciones con la UCA para poder ofrecer un título de experto universitario que haga posible el hecho de la existencia de profesionales vinculados a este mundo". Las intenciones, todavía, deben convertirse en hechos.
Algunas voces, pocas, se levantaron en contra de la celebración de Jerez 2002. La llamada plataforma contra los Juegos Ecuestres —compuesta por el Ateneo Libertario, CNT, Taller de Paz, Soca y Paso a Paso 4D— se opuso desde el principio y, un año después, hizo balance: “El tiempo nos dio la razón: los Juegos fueron un chiringuito para los ricos, en Jerez no se acabó con el paro ni se dio el trabajo que Pacheco decía que se iba a dar, no hubo beneficios públicos y la deuda todavía la está pagando el Ayuntamiento, sí hubo beneficios privados que no vimos los currelas por ningún lado, se tapó esos días todo lo que oliera a Jerez pobre, marginal, crítico”.
Con la perspectiva que da ver los Juegos Ecuestres 15 años después, el que fuera su director general no se lo piensa a la hora de contestar si volvería a celebrarlos en la ciudad: “Sin duda, mereció la pena”. De hecho, la FEI (Federación Ecuestre Internacional), en vista del buen desarrollo de la cita, propuso a Jerez que organizara los Juegos Ecuestres de 2006, desvela el empresario Benito Pizarro, que vivió muy de cerca la organización de las pruebas hasta que, unos meses antes del inicio, abandonó el proyecto porque “nadie pensaba en el día siguiente”, y pone un ejemplo: “Nunca celebramos ni un concurso para niños, eso en cualquier otra ciudad europea no hubiera pasado”. Pizarro señala: “Fuimos muy torpes, por la prepotencia del Ayuntamiento, que no veía lo que estaba ocurriendo”. Pero, sin embargo, también sería partidario de repetir la cita. “¿Cuánto vale una campaña de publicidad a nivel mundial?”, se pregunta. A los jerezanos, desde luego, le costó muy cara.