El imitador y monologuista jerezano, que se formó en la abogacía y decidió hace nueve años marcharse a Madrid tras un atraco a punta de pistola en el banco donde trabajaba, se multiplica entre bolos y proyectos en dos salas de la capital.
José Campoy (Jerez, 1976) lleva la comedia inyectada en vena. Desde que tiene uso de razón lo suyo ha sido hacer reír a los demás, “en mi primer cumpleaños ya pasé la gorra al soplar las velas”, y desde entonces no ha parado de pelear por su sueño: ganarse la vida gracias a su buen humor, sus dotes interpretativas y su habilidad para la imitación de decenas y decenas de personajes de toda condición y pelaje. Ha actuado en hamburgueserías, sobre escenarios tan improvisados como una caja de Coca-Cola o la mesa de un billar. Hasta en un galeón en Polonia durante la Eurocopa de 2012. Con Los Morancos, en un programa de Factoría de Ficción, en eventos para empresas y galas de todo tipo. Donde hiciese falta. Su referente siempre fue el dúo Martes y 13, aunque también señala que le fascina Jim Carrey en su faceta menos conocida de monologuista y es devoto —tatuaje incluido— de Los Beatles. Si empezamos por el final, después de llegar hace nueve años a Madrid, ha permanecido durante los últimos tres como uno de los humoristas del show de La Chocita del Loro, en plena Gran Vía, y ahora encara un nuevo proyecto de la mano de la Sala Houdini. Un referente de la magia en Europa que ahora, de su mano, se ha marcado convertirse en uno de los clubs de comedia más importantes de España.
Pero como toda historia tiene un principio, la de Campoy arranca en el colegio de La Salle. Allí comienza a imitar a sus profesores, a hacer el payaso y a grabar sketches junto a su compañero, "y hermano”, Juanlu Matos. Con él creó Noveno B, un dúo con el que consiguieron sus primeros bolos. “Empezamos imitando a Martes y 13, que fue nuestro referente, y más tarde a Cruz y Raya. Cuando el resto iba a jugar al fútbol, nosotros cogíamos la cámara del padre de Juanlu y nos íbamos a grabar sketches a su casa o a la mía. Éramos felices haciendo eso”. Luego vino el instituto y más tarde cada uno enfocó su carrera profesional aparcando —solo momentáneamente— la vis cómica. Cinco años de Derecho, un máster en Recursos Humanos, y un curso de práctica jurídica hicieron llegar a pensar a este comediante jerezano que su futuro estaba en la abogacía —quizás como aquel Jim Carrey de Mentiroso compulsivo—. “Ahora mismo, sí me diese de alta en el Colegio de Abogados, podría ejercer pero tuve claro que mi vida no iba por ahí”, relata en uno de los salones de la asombrosa sala Houdini de Chamartín.Al acabar la carrera cuenta que entró a trabajar como empleado de banca, “por la noche seguía actuando y por la mañana me ponía la corbata y me ponía serio para atender al público”, pero un grave incidente en la sucursal donde estaba empleado fue el “punto de inflexión de mi vida”. “La clave para entender que ese no era mi camino fue que me atracaron a punta de pistola en una sucursal de La Caixa en El Puerto. Era aquella época en la que la gente atracaba a los bancos y no al revés. Ese momento fue una señal y supuso ver que en la vida hay que hacer lo que uno quiere, pues nunca se sabe qué puede pasar”. Prácticamente en ese preciso momento hizo la maleta y, con 31 años, se marchó a probar suerte en Madrid.
“Los comienzos siempre son duros, hay que luchar contra uno mismo, porque es una profesión de muchos altibajos; puedes trabajar mucho en una época y en otra, trabajar menos. Mentalmente hay que ser muy fuerte porque a lo mejor te ves que estás arriba y no lo estás o te ves abajo y realmente no estás tan abajo”. También estaba la familia, que en principio esperaba otra cosa de José. “Cuando un artista coge las maletas y decide lanzarse a la aventura a ver qué pasa, hay muchos miedos, te preguntas mucho si realmente estás haciendo lo correcto. Teniendo la carrera que tengo, cómo me he formado, los apoyos que tengo para ser un buen abogado en Jerez, y para la familia siempre es mucho mejor tener un hijo abogado que un artista, porque no se sabe si es una paranoia o una espinita. Pero sí es verdad que mi familia me apoya mucho porque han visto que esto es una cosa seria, mi vida es la comedia”.
Aparte de los proyectos que maneja y de no parar de viajar por toda España, sueña con algún papel en una comedia televisiva o participando en algún programa de televisión. "Me gusta mucho la interpretación. Como soy imitador, los personajes los preparo muy bien, los trabajo muchísimo, y de hecho la gente que tengo al lado termina hasta las narices de mí porque cuando estoy con un personaje entre manos hablo un día y otro como él". Visto lo visto, ¿se puede llegar a la esquizofrenia? El imitador responde: "Hay veces que te vuelves un poco zumbado. Ahora entiendo a los grandes actores que se meten en papeles y se vuelven locos". Su último personaje ha sido el del colombiano Pablo Escobar, de la serie Narcos, del que ha colgado parodias en las redes sociales que se han visto millones de veces. Pero realmente Campoy es capaz de bordar imitaciones prácticamente a la carta. "Me pidieron para un evento de empresa que me preparase al Cholo Simeone y en dos o tres días lo tuve. Tiene un curro pero me lo preparo a conciencia; en este caso incluso llamé a un amigo argentino, me dijo: —imita la voz del técnico del Atlético de Madrid— Joselito, tiene que tener una voz así como más pausada... Tengo un registro de voz agudo y los personajes que son más graves para mí son más complicados: Matías Prats, Pedrerol... Pero después hay otros como Lopera, que en su momento me funcionó muy bien, que tiene una voz de pito que me va muy bien —y empieza a imitar al ex presidente del Betis—".
"Cuando un artista coge las maletas y decide lanzarse a la aventura a ver qué pasa, hay muchos miedos, te preguntas mucho si realmente estás haciendo lo correcto"
Si a Campoy, como hombre de ley, le ponen serio "las injusticias, la gente falsa y las sonrisas enlatadas", su gran terapia es la risa y el escenario. "Lo dejé con una relación de cinco años que tenía y al día siguiente tuve que actuar en La Chocita del Loro. Para mí fue uno de los mejores bolos que he hecho en mi vida porque necesitaba desahogarme, desfogar. Un minuto antes estaba jodido y al minuto siguiente, y durante una hora, fue como tomarme un relajante y entrar en otra dimensión". Ahí, como dirían los flamencos, puede aparecer hasta el duende. "Aquí también depende mucho del público; puedes estar actuando y si no hay respuesta se pasa mal, si la gente no se ríe es muy duro. Los duendes tienen que venir para ambas partes". Al llegar a Madrid le pilló el boom del monologuismo en España, por lo que "tuve que adaptarme al mercado que había". "Hice cursos de comedia, de escritura de stand up, nos explicaron las herramientas, las figuras literarias, los códigos, el running gag… Y luego hay que ponerse a escribir, probar los chistes con el público y hay que saber desechar chistes, que eso es lo que más nos cuenta a los cómicos. Sueltas un chiste que crees que es buenísimo y no se ríe nadie, y tú por narices te empeñas en explotarlo. Cuando pruebas dos o tres veces y no funciona, yo lo tiro".
"Siempre dije que si algún día daba un paso atrás en mi carrera me volvía. Jerez vale mucho, y si me salía de ahí, siempre dije que era para crecer"
Reconoce que en Madrid "he aprendido a vocalizar un poco", pero mantiene que "el acento no lo pierdo, soy como soy". Y Campoy es jerezano de pro. Asegura que "incluso tengo un juego con el público en el que les pido que digan un Ole cuando haga alguna referencia a Jerez durante el show. Siempre lo llevo presente". En este punto, pone voz queda y habla del "precio tan alto" que ha tenido que pagar para dedicarse a su gran pasión. "Echo mucho de menos a mi familia, mis amigos, el ambiente, los tabancos... Siempre dije que si algún día daba un paso atrás en mi carrera me volvía. Jerez vale mucho, y si me salía de ahí, siempre dije que era para crecer. Me duele mucho no estar allí pero como afortunadamente cada vez me va mejor y esto es mi vida, pues compensa". ¿En qué momento compensa más todo ese sacrificio personal? "Lo que más orgulloso me pone es que alguien venga y me diga que gracias a mi actuación se le han olvidado durante un rato los problemas. La gente agradece muchísimo la comedia".