Los pantanos se encuentran al 40% de su capacidad y, aunque garantizan el suministro, los expertos alertan de los problemas que puede acarrear no empezar a hacer un uso eficiente de este bien esencial.
La provincia de Cádiz tiene garantizado el suministro de agua para los próximos meses. Incluso años, a poco que llueva. Las reservas con las que cuenta son superiores a las de otras zonas de Andalucía o del resto de España. La cuenca del Guadalete-Barbate tiene 650 hectómetros cúbicos de agua almacenada, por lo que se encuentra cerca del 40% de su capacidad, lejos de los 800 hectómetros cúbicos de la misma semana de 2016 (53%), y aún más de los 979 del mismo periodo de hace una década (59,32%), pero aún así, no corre el riesgo sufrir restricciones en el suministro. Al menos, a corto plazo. La provincia se seca, poco a poco, eso sí. El 11 de mayo fue la última vez que llovió hasta que, a mediados de octubre, hubo precipitaciones en la provincia, torrenciales en algunas zonas, provocando numerosos daños materiales. Entre tanto, cinco meses sin ver una gota. La cantidad de litros que reciben las tierras de la provincia no dista mucho de la de años anteriores, pero sí la forma: no llueve de forma tan progresiva. Eso hace que a la tierra, en algunas zonas, no le dé lugar a absorber el agua y no discurra por los canales y escorrentías habituales que hacen que se rellenen los pantanos y los ríos y que las lagunas luzcan como deberían.
La provincia cuenta con diez pantanos. El mayor de ellos es el de Guadalcacín, el “gigante” de la cuenca, con capacidad para 800 hectómetros cúbicos, y que en el momento de escribir estas líneas tiene almacenados 346 hectómetros cúbicos (43%), 90 menos que la misma semana del ejercicio anterior (54%). Zahara-El Gastor (48%), Barbate (37%) y Los Hurones (33%) se mantienen con unos niveles aceptables. El de Arcos es el más pequeño —apenas tiene 14 hectómetros cúbicos— y siempre está al 100%, a costa del embalse de Bornos, que es el que más acusa la sequía, ya que conserva apenas el 17% del agua que puede almacenar. Éste último se utiliza para regadíos. Para encontrar la bomba extractora que surte a las explotaciones agrícolas colindantes hay que andar por el fondo del embalse durante un buen número de metros. La orilla está lejana. Los más asiduos del lugar no recuerdan haberlo visto tan vacío en muchos años.
Manuel, la mañana otoñal que lavozdelsur.es se acerca hasta el embalse, se encuentra pescando en su interior. Lleva haciéndolo más de 25 años, pero no así. “Esta piedra —dice señalando el promontorio tras el que se encuentra con su caña— apenas se veía, el agua llegaba un metro más arriba, y mira ahora”, señala. Un vecino de Bornos explica que la sequía también ha “destapado” piezas que se ocultaban bajo el agua, como restos de un antiguo cortijo o una fuente en la que se lavaba a mano a orillas del pantano. “Hacía más de 20 años que no la veía”, apunta este vecino, que pasea por la zona. “El puente de Villamartín está seco, el agua se ve a un kilómetro”, insiste.
El pantano sirve para que pescadores aficionados, como Manuel, maten el gusanillo y puedan lanzar la caña, y también para los que practican paramotor o para los amantes del kayak, aunque su nivel de agua impide que se realice esto último. “Antes se podía ver a 50 barcos a la vez y ahora, mira, hay uno”, apunta Manuel. Lo que no está recomendado es el baño, ya que el embalse es uno de los más contaminados de España, según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), que califica al de Bornos como el peor del país para los bañistas.
La provincia lleva tres años hidrológicos consecutivos perdiendo agua, pasando: en 2013/14 se recogieron 417,72 hectómetros cúbicos y en 2015/16, apenas 252,42
“La sequía es algo normal en nuestro clima”, apunta Antonio Figueroa, geógrafo y consultor ambiental consultado por lavozdelsur.es, quien, sin embargo, alerta: “Hay que cambiar el uso del agua que se hace en las ciudades y, en cuanto a la agricultura, habrá que cuestionarse algunos cultivos que gastan mucha agua, hay que ir adaptándose”. Figueroa es de los que piensa que ahora “es el momento ideal para abordar el futuro con seriedad”, ya que, de lo contrario, el problema se puede agrandar dentro de unos años, y aunque asegura que la sequía actual “no afectará al abastecimiento”, también apunta que “si nos llevamos tres meses sin lluvias estaríamos en el inicio de un problema serio”. De momento, “con los embalses de la provincia tenemos 4.000 litros por persona al día durante un año”, cuenta como dato anecdótico. Pero avisa: “Con el cambio climático no sabemos a lo que nos enfrentamos”. Por eso es partidario de ir acometiendo ahorros en el consumo, tanto de las familias como de los cultivos.
Pero, ¿están preocupados los agricultores? “Tenemos una preocupación relativa, porque ahora mismo hay déficit pero no hemos entrado en sequía”, señala Miguel Pérez, secretario general de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Andalucía (COAG) en Cádiz, quien apunta que “estamos en una provincia privilegiada, porque el nivel de embalsamiento de agua es muy alto”. Pérez asegura que “en el sector agrícola llevamos años modernizando el riego para ahorrar agua, pero el resto de la sociedad tiene que hacer lo mismo”.
La última convocatoria de ayudas al regadío destinó más de 62 millones de euros —de los 96 millones previstos hasta 2020—, incluidos en el Programa de Desarrollo de Andalucía (PDR), a la comunidad. La provincia recibió 10,5 millones —4,39 para autoproducción energética, 4 para modernización y 2,19 para mejora de instalaciones—. “Hemos pasado de regar a manta o por inundación, a hacerlo por presión y se ha posibilitado también el riego por goteo, lo que ha producido un ahorro importantísimo”, apunta Pérez, quien añade que “los regantes están haciendo un esfuerzo en las comunidades más importantes”.
El Plan Hidrológico elaborado por la Consejería de Medio Ambiente estima que los embalses de la provincia tendrán un 8% menos de agua en 2033
“Hay que ahorrar agua, no despilfarrar y hacer un uso razonable de ella”, aconseja Pedro Gallardo, presidente de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja) en Cádiz, quien señala que los sistemas de regadío de la provincia se están sometiendo a procesos de “modernización”: “Los agricultores están gastando menos agua y siendo más eficientes”. Gallardo recuerda que “las primeras lluvias —de octubre— dejaron unos 50 litros, pero ese agua no corrió, empapó la tierra pero no profundizó mucho”, aunque señala que después de los 100 litros, aproximadamente, caídos en todo el mes, “lo que caiga a partir de ahora va a ir a los embalses”.
La situación actual está lejos de ser alarmante, pero el propio Plan Hidrológico del Guadalete-Barbate 2015-2021 elaborado por la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía estima que los embalses de la provincia tendrán un 8% menos de agua en 2033, debido al “posible efecto que el cambio climático tendrá sobre la evolución de las aportaciones a la demarcación hidrográfica del Guadalete y Barbate”. Este documento recoge que, a la hora de establecer la preferencia de uso del agua, se dará prioridad a las actuaciones que se orienten a “una política de ahorro de agua; ala conservación de la calidad y la regulación de los recursos subterráneos; a la explotación conjunta y coordinada de todos los recursos disponibles; a los proyectos de carácter comunitario y cooperativo; y a la sustitución, para el abastecimiento de poblaciones, de aguas subterráneas con problemas de calidad por aguas superficiales o subterráneas de adecuada calidad”.
Los habitantes de la cuenca Guadalete-Barbate, que es la que abastece a las poblaciones de la provincia, pueden, de momento, estar tranquilos. Eso sí, la provincia lleva tres años hidrológicos consecutivos —que van desde el 1 de octubre hasta el 30 de septiembre del ejercicio siguiente— perdiendo agua, ya que en 2013/14 se recogieron 417,72 hectómetros cúbicos, en 2014/15 fueron 377,45; y en 2015/16, apenas 252,42 hectómetros cúbicos, 165 menos que apenas dos años antes. Los agricultores y ganadores, así, esperan que llueva más pronto que tarde para no tener que aplicar restricciones en el suministro si se empeora la situación, como está sucediendo en la del Guadalquivir, o en otras de Andalucía como la cuenca de La Axarquía y la zona del Guadalhorce (Málaga).
Las reservas de agua en el país se encuentran ahora en un “mínimo histórico”, ya que desde 1995 no registraban cifras como las actuales: los pantanos españoles, de media, apenas superan el 37% de su capacidad. ¿Qué pasará en el futuro? El proyecto PESETA, financiado por la Comisión Europea, publicado en 2014 por un nutrido equipo de científicos, recoge los modelos que nos deparará en el futuro el cambio climático, elaborando un mapa que alerta de la posibilidad de que a final del siglo XXI el volumen de las precipitaciones se reduzca drásticamente en la Península, llegando hasta el 40% en Andalucía. Pero aún se está a tiempo de tomar medidas para evitarlo en la medida de lo posible.