De nada sirve que un Estado progrese en materia de igualdad cuando aquellos hombres que perpetúan las nuevas leyes continúan teniendo una actitud machista en su día a día. “Yo llevo diez años yendo a todo lo que convoca el Instituto de la Mujer y no veas lo que me ha cambiado la vida para bien. Pero tengo un problema, y es que al llegar a casa me encuentro al marido de siempre y no entiendo por qué no se hace nada desde las instituciones para que los hombres cambien en la misma dirección”. Esas fueron las palabras que hicieron que José Ángel Lozoya creara en 1999 el programa Hombres por la Igualdad en el Ayuntamiento de Jerez, durante el gobierno de Pedro Pacheco. "Las mujeres, como vemos en los países escandinavos, pueden llegar a conseguir la igualdad absoluta en términos legales. Pero luego en esos países hay el doble de muertes a manos de sus parejas que en España. Mientras los hombres no cambien, el techo es evidente", expone Lozoya, que regresa a Jerez —doce años después de que "la ciudad" le provocara un infarto— para participar como ponente en el foro Mujeres en el espacio Mediterráneo.

José Ángel Lozoya Gómez, a sus 66 años, ha tenido una vida política, sindical, comunicativa, activista, feminista y educadora. Nació un caluroso 2 de agosto de 1951 en Valencia. Hijo de rojos, se cria pasando hambre y viviendo reuniones clandestinas en su casa, hasta que su familia decide exiliarse a Holanda. Allí trabaja en una fábrica de metal y como intérprete sindical. No obstante, vuelve a España para montar el PSOE en Valencia, que estaba totalmente desecho tras la Guerra. Llega a estar en la jefatura de los socialistas y a ser delegado en el congreso durante el gobierno de Felipe González. "Pero hay un momento en España que decido dejar de comer de la política porque no estaba de acuerdo con el partido en que me estaba manteniendo. Me cortaba el rollo a la hora de criticarlos", comparte.

Una vez desligado del PSOE, en 1979 en Valencia se funda el primer grupo de feministas que realiza abortos ilegales. Allí le invitan a entrar y le enseñan a realizarlos. Más tarde Lozoya se traslada a Sevilla junto a tres personas para fundar la Clínica Los Naranjos y continuar con las prácticas abortivas en Andalucía. Cuenta que por entonces lleva a cabo más de 1.000 abortos ilegales, actividad por la que fue detenido en 1982 y sentenciado en el 89. No obstante, recibe el indulto en 1994 a condición de no volver a "cometer delito en el tiempo normal del cumplimiento de la condena", como él mismo refleja en el periódico sevillano El Topo. Años después, trabaja para varios medios de comunicación, como Canal Sur, se inicia en el activismo feminista dentro y fuera de las instituciones públicas y da cursos de sexualidad durante más de dos décadas.

"Recuerdo que la primera vez que me entrevistaron me preguntaron: ¿Usted se ha metido en esto porque la mujer le ha tratado muy mal? No, yo me he metido en esto porque la mujer me ha tratado muy bien y me ha hecho empatizar con sus problemas". Y es que creció rodeado de feministas, la primera, su madre. "A mí me influyó mucho mi madre como modelo. Una mujer muy fuerte, independiente económicamente, modista, empleada en una fábrica y madre de ocho hijos. Ella no podía llevarlo todo, entonces repartió la mitad de las tareas domésticas entre los cuatro mayores. Siendo yo el segundo, yo tenía tareas domésticas asignadas diariamente en mi casa desde los 14 años. Mi padre era un señor muy culto, pero mi madre era más", relata. "Y luego, todas mis parejas eran feministas. Yo nazco, afectivamente, por decirlo de alguna forma, con el nacimiento del movimiento feminista en este país", agrega.

"Me he metido en esto porque la mujer me ha tratado muy bien y me ha hecho empatizar con sus problemas"

Cuando un hombre se involucra en la lucha feminista, la pregunta recurrente es: ¿por qué? ¿cómo ha conseguido empatizar con la mujer? El colectivo masculino es más directo y la primera duda que suscita es "si eres maricón o no". Pregunta a la que prefiere ni responder: "Te vas a quedar con las ganas de saberlo. Porque, ¿tú qué es lo que quieres? ¿Distanciarte? Pues no te voy a contestar porque no me da la gana. No me daba la gana de reforzar tópicos homófobos". Pero lo más curioso es que una de las razones por las que se inicia en el movimiento y se especializa en sexología en los años 80, es tras tener una mala experiencia sexual con una mujer. "Al terminar, me dijo, Oye, ¿tú que eres anestesista? Entonces vi que algo no estaba haciendo bien", desvela.

Ese territorio desconocido llamado vulva

Narra que mientras realizaba abortos ilegales, el eslogan era: "Anticonceptivos gratis para no abortar, aborto libre para no morir". Con los anticpnceptivos conseguían evitar los efectos no deseados de una penetración sexual, "pero no cuestionábamos un modelo sexual en el que solo disfrutaba el hombre". Recuerda que en la década de los 80 las instituciones le piden que dé charlas para docentes y sanitarios sobre los anticonceptivos, pero se negaban si antes no hablaban de sexualidad y aborto. Pero ¿qué era lo que se sabía de la sexualidad por aquel entonces?

"En el año 89, en un congreso estatal de planificación familiar que se celebró en Sevilla, traje a una ama de casa del colectivo feminista de las mujeres de California, que era la vanguardia mundial del autoconocimiento, para que explicara la anatomía del clítoris delante de 1.200 médicos", responde. El experimento no cuajó. Las reacciones fueron negativas. "Eso es lo que dice ella", "Eso habrá que demostrarlo", decían. Todos lo ponían en duda. Que una

mujer de 50 años explicara con láminas cómo era el clítoris, no era creíble, no entraba en la mentalidad de aquella época donde la vulva aparecía dibujada en los libros con rayas negras como si fuera un trozo de tierra todavía desconocido y sin conquistar por el hombre.

Finalmente, lo que hace Lozoya con sus compañeras de colectivo es dar charlas en base a sus propias experiencias sexuales. "Ella hablaba de su sexualidad y yo de la mía. Por lo tanto, yo desarrollé un discurso crítico sobre la sexualidad masculina, que hacía que el hombre disfrutara siempre y la mujer nunca", expresa. José Ángel Lozoya es una persona de principios, principios que le han llevado a obtener el rechazo de los hombres y la desconfianza de los colectivos feministas, además de un infarto durante su actividad política en Jerez. "Yo decía una y otra vez que algún día me iban a matar de un disgusto, hasta que al final me dio un infarto y terminé jubilándome", ríe ahora.

Pionero en renunciar a sus privilegios masculinos

Lozoya funda el primer colectivo de hombres, que parte desde la administración pública, que se manifiesta dispuesto a renunciar a sus privilegios. Antes de su hazaña en 1999, no había habido nada igual en la historia. "Claro está, eso te lleva a un cierto nivel de incomprensión de un amplísimo número de hombres y provoca la desconfianza de un montón de feministas", incide. Incluso en 2006 lleva a cabo la primera manifestación de hombres contra la violencia machista a nivel mundial. Es pionero en abanderar al hombre contra la violencia de género y enseñarles "que tienen que cambiar por justicia distributiva, porque no hay nada que justifique las desigualdades que padecen las mujeres".

"La igualdad real, no la legal, será imposible hasta que los hombres no cambien"

No quiere ser el centro del movimiento feminista. Sabe que las mujeres son las que deben liderar la lucha contra la violencia machista y reivindicar su papel en la sociedad. No obstante, es consciente de que si todavía no hay igualdad es porque el hombre no ha querido. "La igualdad real, no la legal, será imposible hasta que los hombres no cambien. No hay igualdad real sin el cambio de los hombres. No existe, no es posible. Las mujeres solas pueden conseguirlo todo en el plano jurídico, pero cuando lleguen a casa, se va a encontrar al hombre de siempre", sentencia. "Si es una sociedad igualitaria, se supone que mientras hombres y mujeres tengamos la mayoría la manía de compartir la vida juntos, no tendremos más remedio que entendernos", añade.

La necesidad de cambiar el referente universal

"Llegó un momento en que me pregunté cómo eran los tíos. Y me dije: pues son como en la cama, pero fuera. Van a su puta bola. Y eso hizo que me llegara a interesar no ya por la sexualidad masculina, sino por los modelos masculinos". Fue entonces cuando acuña el término "desmasculinizar". Y es que como él mismo señala, todo el proceso que se estaba dando hacia la igualdad entre hombres y mujeres, no conseguía que los hombres hicieran las cosas que tradicionalmente habían hecho las mujeres, pero sí conseguía que las mujeres empezaran a hacer cosas que tradicionalmente habían hecho los hombres. De ahí la necesidad de deconstruir el modelo masculino, "desmasculinizar".

"Hay estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que hablan del factor de riesgo de la masculinidad. El porqué es la masculinidad lo que hace que en Andalucía los hombres muramos siete años antes que las mujeres. Ir de machos por la vida nos cuesta unos siete años de media", y continúa: "Las previsiones de la OMS es que dentro de 20 años se habrán igualado las expectativas de vida. No porque los hombres vayamos a vivir más, sino porque ellas van a vivir menos porque están imitando nuestras conductas de riesgo". Por ello, se planteó que la igualdad se consiga entorno al modelo masculino, "con el mal resultado que está dando a nivel mundial", es un problema. "Hay que cambiar el referente universal. Vamos a darle a todo el mundo la misma educación, las mismas posibilidades, pero no con el modelo masculino, sino con el femenino", sentencia.

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Claudia González Romero

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