La mayor empresa productora de flores de pascua de toda la provincia de Sevilla –y una de las más grandes de Andalucía, que tiene en Almería su récord–, Flores de Lebrija SL, se dedica especialmente al resto de flores ornamentales que nada tienen que ver con la Navidad, como los crisantemos, las siemprevivas o las gerberas, pero esta semana ha terminado de vender nada menos que 16.700 macetas de esta planta originaria de Centroamérica a mercados de toda España, plantas que no van a faltar durante el fin de año en hogares, centros comerciales, escaparates, avenidas y hasta rotondas.
La conocida en México como flor de Nochebuena, que allí crece silvestre y que en náhualt (la lengua precolombina) se dice cuetlaxóchitl y que literalmente significa “flor que se marchita”, conoció su primera globalización durante el virreinato de la Nueva España porque empezaron a adornarse con ella las iglesias en torno a las fiestas navideñas. De hecho, fueron los misioneros franciscanos que arribaron a México en pleno siglo XVI quienes empezaron a usarlas para montar allí pesebres navideños.
A Europa se trajo por primera vez a finales de la siguiente centuria, pero no fue hasta que el diplomático estadounidense Joel Poinsset, aficionado a la botánica y hechizado por estas plantas rojas y verdes mexicanas, envió algunas a Charleston, en Carolina del Sur, que la gente en general no empezó a aficionarse a cultivarlas en sus jardines, si bien a la mayoría se le estropeaban por falta de pericia jardinera. Aunque existe un centenar de especies diferentes, la primera que envió Poinsset a Charleston terminó bautizada con el nombre de poinsetia, en su honor. Y no fue hasta que, ya en el siglo XX, un agricultor californiano que empezó a jugar con la genética de la poinsetia roja y probó a cultivarlas en invernaderos y a enviarlas en macetas desde el Día de Acción de Gracias hasta Nochebuena cuando esta variedad de la especie no cobró verdadera celebridad, y no porque la planta demostrara su resistencia al viaje, sino porque aquel agricultor, Paul Ecke, empezó a comercializarla con el sobrenombre de “flor de Navidad” y hasta convenció a Hollywood para que decorara con ella los primeros especiales de temporada de la televisión. El hijo de Ecke se empeñó personalmente en que el famoso presentador de televisión Johnny Carson adornase su programa Tonight Show, ya en la década de los 60, con un impresionante despliegue de estas flores detrás de su mesa. Y ya sabemos lo que pasa con todo lo que sale en la tele.
A la flor de pascua se la ha conocido con tantos nombres –pastora en Nicaragua y Costa Rica; cardenal en Perú o papagayo en Venezuela–, que hoy no extraña que la planta presente tantas variedades como colores exige el mercado. “Ahora se llevan mucho las de color blanco, porque las demandan los interioristas, los decoradores y los establecimientos de moda para sus escaparates”, señala Manuel González, ingeniero agrónomo responsable de Flores de Lebrija SL y yerno del dueño y fundador de la empresa, José Luis García Pineda, un emblema del emprendimiento lebrijano. “Mi suegro no puede parar quieto jamás”, dice González, admirado no solo del talento de quien ha hecho crecer la empresa desde finales del pasado siglo hasta consolidar una plantilla fija de 32 trabajadores, sino también de su capacidad inversora incluso en épocas de vacas flacas.
En rigor, la empresa familiar Flores de Lebrija SL ha crecido especialmente desde la pandemia del covid porque “la inmensa mayoría de los productores pequeños cayeron en aquel año 2020 y nosotros, aunque tuvimos que arrancarlo todo, logramos resistir y luego nos encontramos con un mercado andaluz y nacional con muchísima menos competencia”, explica González. En la provincia de Sevilla, en este sentido, no hay ya quien le haga sombra. En Cádiz siguen fuertes un par de empresas en Chipiona. “Y hay otra empresa en Huelva y ya Almería, que es punto y aparte, claro”, recuerda González.
Fue hace dos años, de hecho, cuando García Pineda, con los extraordinarios beneficios de Flores de Lebrija SL, pudo comprar en el mismo municipio 60 hectáreas de algodón para transformarlas en olivar y también acrecentar sus almendros. Hoy, con los huesos de aceituna y la cáscara de almendra produce una biomasa para la calefacción de sus propios invernaderos. Esa es la energía que, por ejemplo, mantiene la temperatura constante –entre 16 y 22 grados centígrados– que exige la flor de pascua, una especie que, además, requiere de unos cuidados especiales, de la regulación del agua por goteo y la luz, de grandes dosis de oscuridad durante el otoño para la coloración de las hojas, y de fitosanitarios que combatan hongos como la botritis o la rizoctonia o bacterias como la erwinia y otras enfermedades amenazantes.
Si cualquiera de quienes compran una flor de pascua tuviera en cuenta todos estos condicionantes, la flor perduraría mucho más, pero a quienes se han acostumbrado a la macetita como un producto de consumo más seguramente les consolará saber que su nombre en la antigua lengua mexicana significa precisamente “la flor que se marchita”. En cualquier caso, en viveros como el de Flores de Lebrija SL viven precisamente de estos descuidos de la población para que el negocio se renueve cada mes de noviembre…
Con todo, la flor de pascua en Flores de Lebrija, entendida comercialmente, va viento en popa porque cuenta con el respaldo de una empresa que factura anualmente más de dos millones de euros y porque apenas se ha encontrado competencia en su crecimiento galopante en este último lustro.
Esquejes de Holanda
“Todos los esquejes los traemos de Holanda”, explica Manuel González, consciente de que la flor de pascua, por ejemplo, originaria de México y los países de Centroamérica, tiene su mercado en aquel continente –especialmente en EEUU– pero que acá en Europa todo es diferente y se articula desde los Países Bajos. El esqueje, minúsculo en su maceta, llega al invernadero lebrijano en la última semana de julio, y no es hasta casi el final del verano cuando se pinzan los tallos para que cada planta, según los gustos estéticos de los mayoristas y la clientela, tengan solo entre tres y cinco grandes ramos. Es a partir de finales de septiembre cuando las plantas empiezan a crecer notablemente, y más tarde a transformar el verdor de sus hojas en el rojo tan característico que hoy se identifica con la Navidad. Cada vez abundan más otros colores, como el rosa (a cuya planta en vez de poinsetia se la conoce como prinsetia) o el blanco pastel.
La empresa lebrijana, no obstante, no depende en absoluto de esta planta, cuya producción es poco más que testimonial si se tiene en cuenta que solo ocupa una nave que no llega a 3.000 metros cuadrados de un total de cinco hectáreas ocupadas por invernaderos, más volcados en otras flores de todo el año como el crisantemo, el lirio, la margarita o la gerbera. En Flores de Lebrija no hay mes para el descanso. “Por eso precisamente nos dedicamos desde hace poco a la flor de pascua, para tener algo seguro en los últimos meses del año”, señala González, que insiste en que los 32 trabajadores fijos de la empresa tienen siempre tarea porque no cesan ni la producción ni los encargos para bodas, celebraciones, coronas fúnebres y, en estos días, decoración navideña.
Las épocas fuertes, por supuesto, son Tosantos (entre octubre y noviembre) y el Día de los Enamorados. Las cifras son elocuentes en el primer caso: “Si de media cortamos unos 60.000 tallos a la semana, cuando llega la fiesta de Todos los Santos cortamos semanalmente 600.000 tallos, diez veces más”.
Un matemático sin clases y una historia de amor
Flores de Lebrija SL no existiría, como lo hace desde 1997, si no fuera por el lebrijano de 64 años José Luis García Pineda, casado y con tres hijos. Después de impartir clases de Matemáticas en un centro de El Cuervo, José Luis no solo abandonó las clases, sino también la enseñanza y hasta su plaza de profesor para volcarse en negocios que le entusiasmaban más. Se encargó un poco de todo en Hordebrix, una empresa lebrijana dedicada al comercio al por mayor de plantas, pero también de cereales, abonos, fertilizantes y plaguicidas, hasta que en 1997 decidió probar suerte por libre. Hordebrix, con el tiempo y ya sin García Pineda, habría de extinguirse, pero para entonces el dueño y fundador de Flores de Lebrija ya había consolidado su futuro, el de su empresa y el de su familia, hasta el punto de integrar como ingeniero agrónomo al chaval que, quinceañero, empezó a salir con su hija y que, ahora que ambos van a cumplir 30, se van a casar. “Lo haremos en marzo, el día en que ambos cumplimos la misma edad, porque nacimos el mismo día”, dice Manuel en otro tono, más personal, mientras camina entre las flores de su vida como si recitara a Lorca con aquello de “y pienso, con la flor que se marchita, / que si vivo sin mí quiero perderte”.
Como ocurrió en años anteriores, justamente hoy está prevista la visita institucional del equipo de gobierno del Ayuntamiento lebrijano, que comprueba satisfecho el aumento de producción y “la calidad de estas flores, auténtica referencia comarcal en el sector”, según el alcalde, Pepe Barroso (PSOE), y además la empresa ya ha quedado con varias cadenas de televisión regionales porque tanto colorido atrae también en estas fechas a las audiencias al otro lado de las pantallas.