Es un 8M diferente. Con las calles semivacías, pero la lucha latente. Con la indignación del movimiento feminista por la prohibición de las manifestaciones cuando se han permitido concentraciones y protestas de todo tipo de colectivos. Con la división entre el feminismo por la Ley trans. Con una crisis de cuidados ahondada tras el primer año de pandemia —en 2020, el 93% de las personas inactivas que no buscaron empleo para cuidar a personas dependientes fueron mujeres—. Hasta lidiando con la machacona teoría, sin fundamento, de que el 8M de 2020 provocó numerosos contagios —el mismo día se celebró un mitin de Vox y hubo jornada de la Liga de fútbol, pero de eso nadie se "acuerda"—.
"Nunca olvides que una crisis política, económica o religiosa será suficiente para que los derechos de las mujeres sean cuestionados", dejó dicho Simone de Beauvoir, la filósofa, escritora y profesora francesa que fue precursora y faro del feminismo. Un movimiento que tuvo un antes y un después durante el 8M de 2018, cuando mostró una fuerza que conserva, pero que este año se ve obligado a mutar. En lugar de pancartas, en 2021 son los balcones, ventanas y fachadas las que lucen de morado. Es diferente, pero no menos importante. Después de un año tan duro, tres mujeres que trabajan en sectores esenciales cuentan cómo han vivido en primera persona la lucha contra la pandemia, cómo vivirán este 8M y por qué consideran que es importante seguir dando pasos hacia la igualdad de género.
Virginia Reguera, médica
"Queda mucho por mejorar. Hay muchas cosas que tenemos tan interiorizadas que las vemos como normales, como por ejemplo sentir miedo a ir sola por la calle cuando eres joven. ¿A quién no le han intentado meter mano? A cualquiera que le preguntes. Y se ve como normal. Es muy fuerte", dice Virginia Reguera, una médica, dedicada a la especialidad de alergología, que trabaja en el Hospital de Jerez. ¿"Cómo no voy a ser feminista? No tengo más remedio", añade.
Reguera considera que el 8M es una fecha "importantísima", porque entiende que "todavía hace falta, desgraciadamente". "Yo soy mujer y estoy feliz de ser mujer, con mis valores y todo lo que supone biológica y emocionalmente, pero cuando quiera hacer tengo derecho a poder hacerlo, y no tener impedimentos por ser mujer". "Me considero feminista porque me comporto como tal", dice la alergóloga, quien asegura que ha sido "más lectora de feminismo cuando era joven. Luego me he dedicado a practicarlo".
Virginia Reguera es alergóloga desde 1987, y desde entonces ha trabajado en Las Palmas, Murcia, Granada o Madrid, antes de recalar en su Jerez natal. Desde entonces, ha vivido todo tipo de situaciones. "Cuando estudiaba Medicina siempre corrían los rumores de que si no tenías relaciones con tu jefe no te iba a dar el título de la especialidad. Era una cosa increíble, que se veía como normal", cuenta. "Algún hombre no me ha dejado explorarlo por ser mujer. O me han metido mano", agrega. Afortunadamente, "se ha evolucionado muchísimo", ya que durante mucho tiempo hubo "especialidades vetadas para mujeres, como traumatología, urología o incluso cirugía".
"Hay muchas cosas que tenemos tan interiorizadas que las vemos como normales, como por ejemplo sentir miedo a ir sola por la calle cuando eres joven"
Tras un año de pandemia, "la sensación más potente es el cansancio acumulado por esta situación y la desconfianza en que acabe pronto. No se le ve fin", dice Virginia Reguera. "Lo primero que sentí fue miedo a no dar la talla. Hace tiempo que no trato este tipo de patologías infecciosas, por lo que empecé a formarme, a revisar bibliografía, técnicas de intubación... todo lo que se podía necesitar de mí si me llamaban para Urgencias. Con el tiempo se fue viendo que no se nos iba a requerir directamente", relata. "Soy alergóloga desde hace 35 años, pero por encima de todo soy médica y me siento médica. Mi prioridad es salvar una vida", comenta.
Y en marzo de 2020, ¿qué ambiente había en el Hospital de Jerez? "Ya había contagiados. La sensación reinante era de incertidumbre, se intuía que algo grave se avecinaba, pero no sabíamos hasta qué punto iba a afectar a nuestra vida profesional", dice la médica. Ahora, dice que convive con el miedo. "Al principio era miedo a contagiarte y a contagiar. Es uno de los miedos más potentes". Lo peor de este año de crisis sanitaria, para Virginia Reguera, ha sido "tener que ayudar a un paciente a morir solo. Es muy fuerte". Eso y los discursos negacionistas. "Alguna gente me da la impresión de que lo hace como forma de rebeldía a las normas del Gobierno. Puedes estar de acuerdo o no, pero piensa con cabeza y con sentido común. Somos adultos, aunque a veces parecemos niños chicos".
Rosa Armada, empleada de ayuda a domicilio
"Yo salgo siempre en el 8M desde hace bastantes años. Para mí el 8M significa que las mujeres estamos ahí, unidas, que queremos equipararnos al salario de los hombres y tener los mismos objetivos. Seguimos teniendo una sociedad bastante machista", dice Rosa Armada, una auxiliar de enfermería que trabaja como empleada de ayuda a domicilio desde 1999.
"Es gratificante cuidar a las personas, pero también muy duro, porque no está muy reconocido", señala. Rosa es partidaria de que este 8M no haya concentraciones masivas, "pero me molesta que de antemano se nos culpabilice, cuando ha habido muchos actos multitudinarios. El problema parece que siempre es la manifestación de las mujeres. Es una manera de intentar cortarnos las alas, porque nos vamos haciendo visibles, pero no lo conseguirán", señala.
Rosa Armada, normalmente, atiende a cuatro unidades familiares, en las que ayuda a personas dependientes en diferentes tareas que no pueden realizar por sí mismas. "Al principio era todo muy raro. En la calle no había nadie y daba miedo. Tomamos muchas precauciones, llegando a casa y limpiándolo todo antes de meterme en la ducha", cuenta Rosa Armada, empleada de ayuda a domicilio en Jerez. "Tratamos a personas vulnerables", relata, "hago aseos personales, los levanto de la cama, los arreglo...", una labor que no pudo hacer todos los días durante las primeras semanas, cuando se establecieron servicios mínimos.
"Seguimos teniendo una sociedad bastante machista"
"Si antes trabajaba con precaución, ahora todavía más", dice Rosa, quien recuerda los primeros momentos de incertidumbre... y de pocos medios, aunque ellas tuvieron mascarillas desde el primer momento. Primero, quirúrgicas, después, FFP2. "Ahora seguimos extremando precauciones", insiste Armada, que trata a usuarios a los que "les está afectando muchísimo la pandemia". "Han dado un paso atrás tremendo. Antes, si los sacabas de paseo se relacionaban con otra gente, se movían... ahora están muy limitados".
Rosa, auxiliar de enfermería de profesión, se formó para ejercer como auxiliar de ayuda a domicilio hace más de dos décadas, cuando no tenía méritos para que le ofrecieran contratos del SAS, por lo que decidió probar. "Mandé el currículum y me llamaron para ayuda a domicilio, con los años me ofrecieron trabajar en el hospital pero ya tenía mi puesto y mi cuadrante, y me quedé", relata. "Me hubiera gustado trabajar en el hospital", confiesa, pero también está contenta con su puesto. "Hacemos una función muy buena pero no es un trabajo que esté reconocido. No te ven como una ayuda, sino como la mujer que va a hacer la limpieza, pero nuestra labor es mucho más amplia".
Isabel Delgado, técnico de Farmacia
"Siempre ha sido súper ilusionante, lo vivía a tope, pero este año será diferente", expresa Isabel Delgado sobre el 8M. "Me da mucha rabia que se prohíba la manifestación", agrega. "Yo de todas formas no iba a ir a manifestarme, como sanitaria me veo en obligación de no asistir, pero que prohíban las concentraciones es increíble", señala esta técnico de Farmacia, que ahora ejerce como tal en el Hospital Virgen Macarena de Sevilla. "Estuve cinco años con contratos de un mes en Jerez", dice.
Isabel tuvo su primer contacto con el feminismo gracias a una profesora de la carrera que impartía una asignatura sobre perspectiva de género. "Nos enseñó sin feminismo sin pretenderlo", cuenta. "por lo que empecé a formarme y a darme cuenta de que hacía cosas machistas y no me daba cuenta". "Si en vez de esta profesora me hubiera impartido otra persona esa asignatura, a lo mejor hubiera tardado más en conocerlo. No me voy a olvidar de ella en la vida".
En su trabajo, como técnico de Farmacia, vive el machismo. "Sobre todo con pacientes mayores", explica, "en su cerebro no entra que una mujer les diga cómo tienen que hacer las cosas", aunque es cierto que el auge del feminismo de los últimos años hace que muchos "lo maquillen". "En la vida real, una vez te das cuenta de lo que es el machismo, lo ves por todos lados", señala Isabel.
"De todas formas no iba a ir a manifestarme, como sanitaria me veo en obligación de no asistir, pero que prohíban las concentraciones es increíble"
"El movimiento feminista en últimos se ha hecho muy fuerte en los últimos tres años, cada vez con gente más joven y comprometida, que se forma, que tiene interés por aprender y pelear por lo que nos corresponde. Es justicia social". El "mensaje feminista", en su opinión, está sirviendo para que cada vez haya menos episodios en los que "te traten diferente por ser mujer, ya no es tan habitual como hace diez años".
Echando la vista atrás, recuerda el momento en el que se decretó el confinamiento. "Estaba de vuelta a casa en el coche. No me lo esperaba". Además, coincidió que en el Hospital Virgen Macarena, su antiguo gerente —tuvo que dimitir— prohibió a los sanitarios que usaran mascarillas, al inicio de la pandemia, para no "alertar" a la población. "No había de nada. Ni en las UCI se utilizaban pantallas. A las dos semanas del confinamiento ya nos dieron mascarillas quirúrgicas, pero una para jornadas de 14 horas", reseña Delgado. Un año después, se aísla mentalmente evitando los informativos —"te acaban minando la moral"—, pero a cambio lee más, ve más películas y pasea más.