“San Vicente de Paúl decía que no había pobreza que se resistiera”. El sol atraviesa la ventana del coche en el que una monja se desplaza hasta el puerto marítimo de Cádiz. Sor Emilia Pérez, de 77 años, conversa con parsimonia desde el asiento de atrás. Dice que le gusta estar informada de lo que dice el Papa y que “las vocaciones escasean”. Esta hermana, natural del barrio de Triana, en Sevilla, es una de la decena de Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl que persisten en el colegio Luisa de Marillac en El Puerto.
“A nivel mundial llegamos a ser 45.000”, comenta antes de llegar a la entrada del muelle, control de seguridad que lleva atravesando más de 30 años. No hace falta más que decir su nombre para que la barrera se levante. A Emilia la conocen porque prepara cada año un enorme contenedor repleto de alimentos, material escolar o artículos de higiene que envía a más de 8.200 kilómetros, concretamente a Madagascar, la isla más grande del continente africano.
El coche se detiene frente a un contenedor azul que la hermana abre con destreza. El trayecto que acaba de recorrer lo realiza todas las semanas para transportar, conduciendo su vehículo, los productos que ha recopilado. “Me llaman sor Citroen”, bromea Emilia aludiendo a la comedia de Pedro Lazaga en la que Gracita Morales interpretaba a una religiosa. A la sevillana no le importa ponerse al volante para contribuir a una causa solidaria que lleva realizando más de tres décadas: llenar un contenedor de tres toneladas con destino al puerto marítimo de Tamatave, desde donde se transporta hasta el centro social de las Hijas de la Caridad en Tanjombato, municipio rural de Antananarivo, capital del país africano.
Según datos de Acción contra el Hambre se estima que entre los niños y niñas menores de 5 años, 135.476 sufren desnutrición aguda y 27.134, desnutrición aguda severa. Es un país extremadamente pobre donde, en marzo, un ciclón tropical provocó graves inundaciones. Cerca de 47.000 personas se vieron afectadas y poblados enteros tuvieron que desplazarse. “En un barco como ese se envía el contenedor”, dice sor Emilia señalando una embarcación.
"En este contenedor entran unas 560 cajas"
A los 22 años entró en la comunidad tras haberse educado en el colegio Nuestra Señora del Rosario en Sevilla, de las Hijas de la Caridad, donde descubrió que le atraía la enseñanza. “Empecé con la inquietud de irme a misiones incluso antes de los 18 porque conocí a una hermana profesora mía muy amante de los pobres. Me costó trabajo porque a mí me gusta la vida y disfrutar y me gusta mucho la ropa”, recuerda desde el interior del contenedor donde guarda cajas perfectamente organizadas por productos y artículos.
A sor Emilia se le saltan las lágrimas. Emocionada, logra articular palabra dejando ver que el servicio a los demás es su motor. “Digo con muchísima satisfacción que este contenedor que estamos preparando es el número 33, aquí entran unas 560 cajas y, cada una, con unos 60 kilos”, expresa mientras señala los cartones que les dona la empresa Guala. “Garbanzo a granel” o “arroz y pasta” se lee en los distintos carteles. Aprovecha cada hueco del espacio para poder enviar la máxima ayuda posible.
La hermana muestra cada artículo mientras continúa compartiendo sus inicios con lavozdelsur.es. En 1973, tras salir del seminario, fue destinada a Puerto Real, después, finalizó Magisterio en Jerez, y acabó en el colegio San Vicente de Paúl en Cádiz. Estuvo un tiempo en Algodonales, hasta que llegó a El Puerto, donde lleva 30 años.
La iniciativa del envío del contenedor surgió en el colegio gaditano cuando recibió la visita de un misionero que había visto con sus propios ojos la situación existente en Madagascar. “Él nos encargó que mandásemos cosas que él había reunido y lo hicimos, desde entonces, seguimos haciéndolo sor Ana María Trigueros y yo”, explica. El primer contenedor se envió en 1992 gracias a la donación de un padre del colegio y, desde entonces, lo ha hecho ininterrumpidamente. “Dios permite la providencia, lo que Dios quiere se realiza”, dice, sin poder contener el llanto.
Emilia no se considera una “persona superdotada”, tan solo transmite una inquietud admirable por querer ayudar a los demás. Se entrega en cuerpo y alma a la causa y dedica muchísimas horas para que, antes de cada verano, el recipiente esté lleno. “De esto dependen muchísimas familias, unos 1.500 niños”, expresa tras haber entrado en el contenedor colindante, que utiliza como almacén para ordenar los artículos.
La monja se muestra agradecida por la colaboración de tantas personas desde que comenzó esta acción solidaria única en la provincia de Cádiz. Todos los contenedores que han enviado han sido facilitados por Transmediterránea, en un principio, y por Bernardino Abad, un vecino anónimo que se encarga de pintarlo, prepararlo y adecentarlo.
"Este año hemos notado la subida de precios"
Sor Emilia y sor Ana María, de 84 años, siempre han preparado la mercancía, pero, en los últimos años, cuentan con la ayuda de las familias de los colegios, o de antiguos alumnos, ya que los años no pasan en balde. “Antes yo hacía todos los trámites, pero ahora lo hace Bernardino que está acostumbrado, yo le paso la relación de productos con su fecha de caducidad, lote de fabricación, registro sanitario”, explica la sevillana, que asegura que el contenedor tarda unos 45 días en llegar al país africano.
Su voz resuena dentro del contenedor, que recibe donaciones de personas solidarias que desean poner su granito de arena. El año pasado, pesó 20 toneladas, entre 12.000 kilos de legumbres, 1.500 de pasta y otras cantidades. Sin embargo, la hermana asegura que, este año, está costando más debido a la infame subida de precios.
Cada vez que va al supermercado, nota que no puede adquirir tantas unidades como antes. “Este año estamos más agobiadas”, suspira Emilia con la vista clavada en las cajas. Desde Madagascar, solicitan, sobre todo, alimentos para niños, leche, cereales o arroz.
En el colegio Luisa de Marillac organizan una campaña solidaria para recoger sardinas, que se mezclan con la leche para que tenga proteínas para los bebés. En los meses de mayo y junio, recogen patitos entre el alumnado.
Desde el puerto de Cádiz, sor Emilia hace un llamamiento a la ciudadanía para que colabore con este proyecto por el que ella lucha a diario. Ella está convencida de que “desde la ilusión y las ganas se puede hacer todo”y confía en que “Dios nos eche una mano”.
¿Cómo colaborar para llenar el contenedor de sor Emilia?
Aquellas personas que deseen contribuir pueden hacerlo a través de la cuenta ES26 0237 0404 10 9168876171 o a través de un Bizum Dona a una ONG al código 02573. También es posible llevar los productos directamente a los colegios Luisa de Marillac, en la calle Maestro Juan Pinto, 8; o al San Vicente de Paúl, en la calle Granja San Idelfonso, 8, en Cádiz.
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