Los conciertos de Navidad de la Catedral de Sevilla comienzan este lunes. Con entrada gratuita hasta completar aforo, se celebrarán los días 18, 19 y 22 de diciembre, a las 20:30 horas. Para que puedan celebrarse, había que hacer algunos arreglos en los días previos. En concreto, afinar el órgano, que tiene 122 años a sus espaldas. Un proceso que se realiza dos veces al año, con el cambio de temperatura, porque el calor y el frío provocan pequeños desplazamientos en las lengüetas ubicadas dentro de los tubos. Según dónde se ubique ese 'filtro' dentro de los enormes tubos, la nota será o no la correcta. Un milímetro más arriba, un milímetro más abajo, y una sinfonía deja de sonar como debiera.
Este martes y miércoles, dos empleados de la empresa fundada por el organero Gerhard Grenzing trabajaban sobre el órgano. Una afinación que consistía en hacer sonar una nota de manera sostenida hasta que, trabajando sobre los tubos, se lograba dar exactamente con la ubicación precisa de la lengüeta para la afinación. Un proceso manual, con un pequeño martilleo para corregir las desviaciones provocadas por el calor y el frío. Y que sorprendió a los visitantes de la Catedral, porque supuso oír notas al azar que iban cambiando cada diez segundos.
Uno de los organeros de la comitiva de Grenzing es el argentino Ignacio Bidart. Ya ha intervenido en ocasiones previas. No es maestro organero, porque ese es el propio Grenzing, que tiene su taller y su sede central en El Papiol, a las afueras de Barcelona. "Maestro es el que hace la carrera en Alemania. Yo aprendí el oficio y he pasado por varios talleres. Comencé en Argentina, de hecho, hace 33 años". Y "todos los días se aprende algo nuevo. Es un proceso de aprendizaje muy largo. Nunca llegas un día en que dices 'ya lo sé todo', eso no pasa".
El proceso de afinación implica ajustar "sobre la base" de lo que ya tiene registrado el órgano, que es un instrumento imponente por sus tubos, pero que se resume en cuatro teclados más varios pedales a un lado del coro de la Catedral de Sevilla, una zona cerrada al público frente a la Capilla Mayor, en la zona del Crucero. Bidart trabaja "a oído", aunque también tienen guardados los registros de las notas para 'recuperar' el tono exacto en la afinación. Y en realidad, aunque se suele hablar de "el órgano", en realidad son dos, uno a cada lado del recinto del coro. Un cuerpo más antiguo, y otro más moderno, sobre las que se encuentran las cajas, obras de madera del barroco.
Arturo Salguero es ayudante del organero. Él reside en Sevilla y trabaja también para Grenzing, por lo que es quien habitualmente acude a las afinaciones del órgano de la Catedral sevillana. "Me tienen de referencia aquí y hago pequeñas reparaciones o pequeñísimas afinaciones". Hace un par de años, a cuenta de la antigüedad de las piezas, hubo que cambiar un tubo, una tarea menor para la que él se encargó de realizar la afinación. "Llevo desde 2008 y me conozco el órgano bastante".
Cada órgano es diferente, como una persona, explica Salguero. "Ha tenido varias intervenciones de organeros, y cada uno ha dejado su impronta. Cada obra de arte es diferente, con su matiz". Al ser un instrumento de tanto tamaño, que se impone sobre el suelo 30 metros, los órganos se construyen en función de las dimensiones del recinto, y eso convierte en cada uno de ellos en una pieza única.
Un tubo corresponde a una nota sobre el teclado del centro de la sala. El de la Catedral de Sevilla funciona con impulsos eléctricos, lo que para su fecha de construcción y arreglos posteriores, supuso un reto. Era lo más moderno de su tiempo. El fuelle de aire redirige a un tubo u otro según el citado impulso eléctrico. Y un órgano es, para que se entienda bien, lo más parecido que existe a un teclado de los que muchos niños han tenido en casa. Porque el de la Catedral sevillana tiene un centenar de registros, es decir, que puede tocarse la misma nota simulando un centenar diferente de otros instrumentos. Eso provoca que sean millares de tubos los que se despliegan a través de las dos grandes cajas.
La historia de los órganos de la Catedral se remonta a 1479, cuando se instaló el primero de ellos, obra de fray Juan. El actual es el del organero vasco Aquilino Amezua, de 1901. Y algunas de las piezas, principalmente los tubos, pudieron ser aprovechados de los existentes hasta el momento. Por eso, aunque es difícil de determinar, la comitiva de organeros de Grenzing sospecha que trabaja con algunos tubos que superan ampliamente los 120 años.
Desde Barcelona, el maestro organero Gerhard Grenzing, ya jubilado, con más de 80 años, atiende a lavozdelsur.es junto a la responsable de la empresa, su hija Natalie Grenzing. Grenzing padre es alemán, establecido en España hace muchos años. Le atrajo del país la impresión que le causó el órgano del Palacio Real de Madrid, perteneciente a la rama española de estos instrumentos. El de Sevilla está también entre sus favoritos, pues también fue obra del organero del siglo XVIII Jorge Bosch, justo el anterior al de Amezua, que recuperó su obra. Aquel órgano de Bosch quedó parcialmente destruido por el derrumbe de un cimborrio del Crucero de la Catedral, en 1888.
"Aprendí organería en Hamburgo", recuerda Gerhard Grenzing, "y desde entonces estoy aprendiendo", desde hace 61 años. Se enamoró del instrumento, muy habitual en iglesias y catedrales en toda Europa y América, pero no para tocarlo, sino "para construirlos". Grenzing tiene en Barcelona uno de los pocos talleres del país -y del mundo- donde se afinan y arreglan órganos, pero también se diseñan y construyen. En los últimos años, han construido uno en Japón, pero también intervienen en muchos en España (La Almudena, por poner un ejemplo", en Bruselas, en la Casa de la Radio de París, en Bogotá, Estocolmo, o en la Catedral de México DF, que es "hermano del órgano de la Catedral de Sevilla".
Gerhard Grenzing describe la música del órgano como "un mensaje de paz, de armonía, de comunicación. Es el bienestar del alma". Y el de Sevilla es especialmente interesante para lograr transmitir sentimientos. Hacen especial a este órgano que Amezua fue el organero más importante de principios del siglo XX, o las cajas del barroco donde se encuentran los tubos, pero también la acústica de la propia Catedral de Sevilla. "Reverbera bastante. El núcleo energético de la música de órgano en Andalucía, donde hay muchos órganos, está en la Catedral de Sevilla. Nosotros lo hemos cuidado, realizamos el mantenimiento desde 1996, y trabajamos para que esté en las mejores condiciones, para que esté a la altura de lo que se espera de él".
Natalie Grenzing subraya que el órgano es un instrumento "por descubrir", porque "lo vinculamos a solo una parte de lo que ofrece, pero es mucho más". Esa vinculación relaciona al órgano con la música religiosa, para misas o para conciertos en iglesias y catedrales. Ciclos de conciertos donde el órgano es acompañado por otros instrumentos o por bailes. El órgano, de menores dimensiones, sirvió en ocasiones para acompañar el cine mudo, gracias a la amplitud de registros, a la posibilidad de 'sonar como otros instrumentos', podría decirse.
"Nuestro trabajo es que el órgano de la Catedral de Sevilla siga emocionando. Que sean misionero de la paz con su sonido, o como se dice ahora, que tengan capacidad de influir, o sea, ser influencers. La comunicación de un mensaje de alegría es casi la excepción hoy. Lo que queremos es que su música nos embellezca el alma, para estar bien 'armonizados' con nuestros hermanos", reflexiona Gerhard Grezing. Tienen ocasión de hacerlo los sevillanos y visitantes esta semana en los tres conciertos que alberga la Catedral.