Ni en el peor de los escenarios Olga, Tamara y Natalia, se imaginaron una situación como la actual en su país. "Nunca pensé que iba a pasar esto, creía que las cosas se iban a tranquilizar", dice Tamara, que lleva dos décadas en España y diez años con la nacionalidad española. Esta señora de 75 años viene acompañada por su hija Oksana, y ha sido una de las personas que han dado voz a la comunidad ucraniana concentrada de forma improvisada el jueves por la tarde en la plaza del Arenal de Jerez en contra de la invasión del gobierno de Putin. A la convocatoria se han sumado numerosos jerezanos así como colectivos sociales y políticos de la ciudad.
"No me lo esperaba, agradezco mucho el apoyo de los españoles. Ha venido hasta la logopeda de mi hijo", dice Natalia, una joven que lleva ocho años en Andalucía y procede de una ciudad pequeña cerca de Kiev. "Lo hemos organizado sobre la marcha, no queríamos quedarnos en casa. Para ser un día entre semana, en el que la gente trabaja, ha venido mucha gente", dice. A su lado está Olga, procedente de Járkov, otra de las ciudades que ha sufrido bombardeos desde el inicio de los ataques.
Las tres mujeres ucranianas, escandalizadas por la ofensiva rusa que pone en peligro a su país y a sus familias, llevan años asentadas en la ciudad, donde desempeñan trabajos de cuidados y clases. "Cuido personas mayores y tengo un hijo adolescente. No tengo mucho tiempo", reconoce Olga, que no dudó en ningún momento en movilizarse contra la guerra iniciada por Putin. Por su parte, Natalia, casada con un jerezano, colabora en Ceain, la asociación de acogida de migrantes e inclusión social que tiene su sede en Jerez. "Traduzco y también doy clases particulares de ucraniano, ruso e inglés", cuenta.
Tamara, que confiesa haber terminado de pagar ya su hipoteca, es la que lleva más tiempo en Jerez. “Los ucranianos agradecemos mucho al pueblo español por habernos acogido. Pudimos venir aquí para trabajar y ayudar a nuestras familias”, dice acompañada de su hija, que cuida a una señora mayor en una casa del centro.
Sin comunicación y solos ante la incertidumbre
Natalia confiesa estar preocupada por su abuela. “Por la mañana había muy mala conexión. Mi madre no podía contactar con mi abuela paterna. Tiene 90 años y tuvo que dejarla sola”, lamenta. Al tener solo una plaza el coche y tener su abuela movilidad reducida, tuvo que hacer toda una operación logística con el pánico de las primeras horas del ataque. “Le llevaron productos de alimentación y tardó hasta cinco horas en salir de Kiev con el coche”, explica.
Por su parte, Olga, que procede de la segunda ciudad más poblada de Ucrania (Járkov), ha podido hablar con uno de sus hijos. "Él es cirujano y está trabajando como interno. Está muy asustado, tiene miedo pero hay que seguir. Hay mucha gente con heridas", explica haciendo gestos con las manos. Las sensaciones que llegan a Tamara son algo más negativas. "Todo está bloqueado, no pueden salir. Allí hay ya ciudades ocupadas con banderas de Rusia y nadie pregunta. Bombas, hacia adelante y silencio”, dice tajante.
Tamara, que estaba muy preocupada por la toma de la presa del Dniéper (río que separa el país en dos) se puso más nerviosa tras la llegada del ejército ruso a Chernóbil. “Todo esto puede ser una tumba. No hay un refugio seguro para una guerra así”, cuenta desesperada, haciendo referencia tanto a las viviendas como a la situación de las infraestructuras de su país.
A los rusos, contra Putin y por la paz: "Es vuestro momento. Si no ahora, nunca"
A Natalia le indigna profundamente que se llame a la ofensiva de Putin "conflicto". "Llamemos a las cosas por su nombre. Esto no es un conflicto, están destruyendo Ucrania”, insiste tajante. Para la joven, llamar "conflicto" a la guerra desatada por el presidente ruso significa reconocer lo que este desea. "Putin quiere decir que Ucrania tiene problemas con él y no es así. Los problemas son suyos. Dice que Ucrania no existe, que fue un territorio regalado por los zares o por la URSS y no es verdad. Toma en cuenta el mapa de la Edad Media", explica.
En torno al problema identitario cree que Moscú confunde a la población al decir que los orígenes del pueblo ruso están en Kiev. "Es al revés. El Rus de Kiev era de Kiev. Este país no se llamaba Rusia, no hay derecho a dividir las fronteras de los países. Es un imperialista con un ego muy grande. Hace poco se han reído de él y eso no lo soporta", detalla. Sobre los territorios en disputa en el este de Ucrania, el autoreconocimiento de las repúblicas de Lugansk y Donetsk y la excusa de Putin de un supuesto genocidio en la zona, Natalia esclarece los motivos de la confusión. "Es ridículo. Yo he estado con mis amigos en Donbás, he hablado ucraniano y ellos ruso. ¡No había ningún problema! No reprimimos a la población rusoparlante. Es mentira", apostilla.
Las ucranianas creen que Putin no reculará y dan un grito de auxilio ante Occidente. "Tenían que haber reaccionado mucho más rápido y de forma drástica. Lo único que escucho decir es 'condenamos'. Me dan ganas de vomitar cuando escucho decirlo. Nosotros podemos condenar algo, pero no basta con una condena. Putin es como Hitler y Ucrania es el centro de Europa. Si en Chernóbil hay una chispita, morimos todos nosotros", se queja, al tiempo que reconoce que no hay una solución fácil. "Si entra la OTAN hay una guerra mundial, pero tampoco podemos permitir que esto siga así. Que metan a Putin al psiquiátrico y se sienten con otras personas", reclama desesperada.
Olga está segura de que Putin no va a retirarse fácilmente, pero quiere pensar que todo va a pasar y la tranquilidad va a llegar. Tamara, como su familia, prefiere guardar silencio. A su lado, Natalia, cree que la paz también pasa por Rusia y apela a un movimiento ciudadano pacifista en el país vecino. "Han venido dos chicas rusas a apoyarnos a la concentración. Si todo el mundo sale a la calle, no va a pasar nada. Los rusos son nuestros hermanos y ahora que parte de su ejército está fuera tienen la oportunidad. Es vuestro momento de gloria, si no ahora, nunca", exclama indignada.
Mientras tanto, y al cierre de este artículo, se confirma un millar de personas detenidas en Moscú. La cifra asciende a otro millar más en las protestas desatadas contra la guerra en otras ciudades del país como San Petersburgo. Putin, por su parte, de forma cínica y siniestra, ha dado a entender que se ofrecerá a Ucrania para negociar. El negocio, sin embargo, no es otro que cambiar su gobierno (por las armas) para llegar al acuerdo que a él le interese. Podría ser ficción, pero es la realidad a 25 de febrero de 2022. Las calles claman para parar este terror.
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