Cuando hace buen tiempo todos los miércoles un grupo de vecinos se sienta en unos bancos a tomar bocadillos. Ríen y conversan sobre la vida. Una de ellas es Milagros Muñoz Gil, conocida como Uchi, -”Por Milagruchi”- que sale de su casa de unos 63 metros cuadrados cuando llega la hora del almuerzo. La portuense, de 74 años, vive en la barriada Sudamérica desde 1976, año en el que se completó la construcción de los primeros hogares. Ella fue una de las primeras vecinas de esta zona levantada de la mano de Diputación de Cádiz donde actualmente se registran 252 viviendas.
Cuando Milagros cruzaba la puerta de su inmueble hace 47 años no había carretera, ni colegio ni una línea de autobuses y “todo esto era campo”. Carencias que con el tiempo fueron solventándose gracias a la lucha vecinal en la que esta motera se implicó hasta las trancas. A sus espaldas lleva un sinfín de protestas, plenos y reuniones a las que ha asistido motivada por mejorar su ciudad.
Tras más de 20 años en la junta directiva de la Federación Local de Asociaciones Vecinales de El Puerto (Flave), hace ocho se puso al frente de la presidencia. Además, lleva 37 años como presidenta de la asociación de vecinos de Sudamérica, que fue promovida por su marido ya fallecido, Miguel Molina, a principios de los ochenta.
Rostro del movimiento vecinal, Milagros pasea por las calles del barrio, cuyos nombres están relacionados con América del Sur. En una de las placas se observa Tucumán, en otra Acapulco y en otra Yapeyú. “Fue decisión de los vecinos, había mucha conexión con ellos”, comenta la portuense, que se detiene al final de la avenida República Argentina. El local de la asociación está deteriorado y hay humedad, pero eso no impide que trabajen “por el bien del barrio” cada vez que detectan alguna incidencia, de vez en cuando un punto de narcotráfico o una ocupación ilegal.
"Los incívicos existen en todos sitios"
“El vandalismo viene de fuera. Los incívicos existen, como en todos sitios”, dice la que encarnó al rey Baltasar hace unos años. Por la escalera que atravesaba para llegar antes a la Feria, ahora escapan los gamberros que se acercan a hacer de las suyas. Pero las principales reivindicaciones de esta barriada se centran en el deterioro visible de las infraestructuras.
Milagros señala la pista deportiva en la que, en otros tiempos, se celebraban semanas culturales y se practicaba desde salto al potro hasta gimnasia y judo. “Se hacían maratones de 24 horas y mira el estado de abandono en el que está ahora, es una desgracia”, sostiene. Sus ojos se dirigen a una espacio vacío ubicado junto a la pista. Una niña deambula a su alrededor. “Mi madre me ha contado que antes había arena y había columpios, pero los quitaron", expresa.
Desde hace años los pequeños no tienen una zona de juegos infantil, una de las reclamaciones históricas que Milagros ha repetido hasta la saciedad. Aunque la mayoría de vecinos son personas mayores, cada vez hay más jóvenes. “Sus hijos comprar sus pisos aquí porque tienen buenos recuerdos, y tienen niños, se está repoblando otra vez”, cuenta desde esta barriada que considera “tranquila y muy familiar”.
Según transmite, el gobierno prometió a un niño poner columpios, pero aún no hay rastro de ellos. “Lo que hace falta es que, cuando te presentas a unas elecciones, cumplas las promesas, y no ha sido así”, manifiesta la presidenta de la Flave. No solo habla de un parque infantil, sino de otros aspectos de El Puerto que se prepara para las municipales, en cuatro meses.
“No tenemos contratos vigentes de ningún servicio, no están abiertas las plazas de la Policía, faltan policías desde 2013 y no se están reponiendo. Los autobuses y el servicio de limpieza, sin contrato, todo está en precario”, reivindica mientras pasa junto a unos alcorques.
Milagros repasa el estado de la ciudad. “Las fiestas son estupendas, ha habido un auge que antes no había, pero hemos vuelto a los romanos, pan y circo. Y el pan es lo que hace falta buscar, más que el circo”, comenta la presidenta que, según explica, el gobierno municipal se ha puesto las pilas pero, “con proyectos que ya estaban pedidos de antes, no se han hecho nuevos y se han perdido subvenciones”. Desde su punto de vista, todavía hay mucho que reivindicar para que realmente se note que El Puerto avanza.
Durante el paseo, una mujer se asoma a la ventana de su casa. Es Luisa Lore, a la que todos conocen como Lusi, una de las cinco mujeres al cargo de la junta directiva de la asociación desde hace años. “Nuestra barriada es una familia grande, aquí todos nos conocemos”, dice la portuense, de 64 años que llegó a esta zona en 1977.
Las vecinas destacan esa faceta “muy servicial” de la barriada que, cuando irrumpió la pandemia, se volcó con los más mayores y muchos se ofrecieron voluntarios para mandar la bolsa de los recados por la ventana. “Aquí existe esa unión”, dicen con unas sonrisas. Luego, miran al campo que rodea el barrio.
Están acostumbradas a que, en verano, se originen incendios en los pastos y más de una vez se han llevado algún susto. Cuando empieza a oler a quemado, todas las familias salen para afuera. “Todos los años prende entre tres y cuatro veces, y suelen ser provocados. Cuando hay tres focos vienen a cortar, pero nos dicen que la retama es una especie protegida y no pueden, y la vida humana también, ¿no?”, expone Milagros que pide un cortafuego para evitar una tragedia.
Los pisos son antiguos, “pero de muy buena construcción” y alguna vez las empresas han ofrecido la instalación de placas solares. La portuense se detiene en la calle Rosario, donde se encuentra a Rafaela, que lleva 35 años viviendo en la plaza Doctor Rodrigo Carazo. “Aunque me toque una primitiva no me voy", dice tajante esta vecina que ha crecido en las fiestas de la barriada, muchas de ellas relacionadas con Sudamérica.
Ambas recuerdan el día en que tuvo lugar la inauguración de la plaza, a la que asistió el mismísimo Rodrigo Carazo. “Era un señor muy elegante”, expresa Rafaela que añade que la convivencia en la zona “es muy bonita”.
En la única entrada a la barriada se divisa una estructura en la que aparecen las tres carabelas de Cristóbal Colón. Una seña de identidad del barrio que fue idea de Miguel, su marido. Al cruzar la avenida de Valencia se observa, al fondo el centro de salud Ángel Salvatierra. “Nos costó 19 años que lo hicieran”, sostiene Milagros que resalta los logros, pero también las tareas pendientes.
Ha llevado a pleno el estado del centro de mayores Francisco Guerrero, que necesita una actuación integral, el caso del teatro municipal Pedro Muñoz Seca o el centro cívico. “Todos por falta de mantenimiento”, comenta.
"No se construyen viviendas sociales"
La presidenta considera que hay ordenanzas “estancadas” y “El Puerto Global está fallando en los contratos con las personas”. Para ella, “hay cuestiones de calado que hay que resolver antes de las elecciones. Hasta el día 1 de abril se pueden inaugurar cosas, a partir de ahí lo que hay es lo que hay, por eso corren tanto. Es la tónica a todos los niveles, lo que cuenta es fotos de cortar cintas”.
Mientras se adentra en una zona de esparcimiento carente de papeleras e iluminación reflexiona. Detrás de ella deberían de haber más de 3.000 viviendas pero “todo se quedó parado porque se acabó la subvención”.
“No se están construyendo viviendas sociales, los bancos ahora no dan préstamos y las hipotecas están subiendo”, sostiene la portuense que en octubre de este año delegará su puesto de presidenta de la Flave. “Tenemos que seguir peleando, es importante que entre savia nueva”, expone la vecina, que puede disfrutar de tener una calle con su nombre en El Puerto.
Milagros se irá alzando la voz por esas reivindicaciones que no llegaron a nada. “En pandemia el gobierno firmó un manifiesto de colaboración con la Flave que no ha llevado a cabo, no hay subvenciones para las asociaciones de ningún tipo, ofrecemos la oferta educativa voluntariamente. Hemos tenido muchos tira y afloja y al final termina la legislatura y no nos han tenido en cuenta”, lamenta.
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