Un lebrijano es campeón del mundo en reconstrucción de pezones de mujeres con cáncer de mama

Antonio Caro triunfa en el campeonato mundial de micropigmentación celebrado en Países Bajos en la categoría de reconstrucción de pezón-areola, una técnica con la que mejora la autoestima de miles de mujeres

Antonio Caro, el lebrijano campeón del mundo en reconstrucción de pezones de mujeres con cáncer de mama.

Antonio Caro, lebrijano de 33 años que iba para artista plástico, ha terminado triunfando en una faceta profesional tan desconocida como fundamental en los tiempos que corren, y ha puesto su arte al servicio de la autoestima de miles de mujeres en toda España que ya han pagado ese precio altísimo de elegir entre la vida o alguno de sus pechos. Acaba de volver de Róterdam (Países Bajos) como flamante campeón del mundo de micropigmentación en la categoría de reconstrucción de pezón-areola. “Incluso muchos amigos me preguntan qué es eso de areola”, reconoce él, que ya ganó en 2017 otro campeonato hispanoamericano en la misma modalidad.

La areola es esa parte de piel oscura y circular que rodea el pezón de la mama, y lo saben mejor quienes han perdido incluso el pecho después de luchar contra un cáncer. También lo saben los miles de profesionales que han competido con él la pasada semana, finalistas –cada cual en su país- en este oficio al que la Seguridad Social, por ejemplo, ha puesto a trabajar a enfermeros pero en el que se precisa, más allá de los conocimientos técnicos y de la pericia con el dermógrafo (la máquina que tatúa en la piel), el plus artístico con el que Antonio Caro, por ejemplo, marca la diferencia a nivel mundial. Por algo se ha convertido en el mejor micropigmentador de areolas del mundo. 

Antonio Caro amasó su propio arte desde el barro en su Lebrija natal, con el vaciado, el torno y la escultura. De hecho, estudió un grado superior en Escultura y Pintura, luego se matriculó en la carrera de Bellas Artes en la Universidad de Sevilla, la dejó y soñó con ser profesor…, pero en su camino de artista se atravesaron los tatuajes y esa modalidad más concreta y comprometida de la micropigmentación que ha terminado siendo clave en la reconstrucción del pecho de tantas mujeres que se han visto en el precipicio de su propia vida y que luego, al sobrevivir, han sido incapaces de reconciliarse con su propio cuerpo. 

Caro, enseñando pechos reconstruidos con su técnica.  MAURI BUHIGAS 

“Yo he llorado mucho con mujeres que, después de la mastectomía, han terminado tapando todos los espejos de su casa, incapaces de mirarse de nuevo”, ha contado a La Voz del Sur después de haber sido recibido institucionalmente en su pueblo incluso por el alcalde, Pepe Barroso, orgulloso de un vecino “capaz de regalar tanta felicidad y cuyo talento se ha reconocido a nivel planetario”. En Lebrija todos conocen a Antonio Caro no solo porque tenga su propia clínica de micropigmentación, sino también por su consagrada faceta artística. “Desde siempre me han encargado en mi pueblo alguna escultura o algún cartel para las fiestas, y nunca me he negado”, dice con una sonrisa. Tampoco se niega a dedicarle su tarea de micropigmentador a una de las facetas menos lucrativas, “porque entre las sesiones tan especiales que requiere, los pigmentos necesarios y las revisiones necesarias, puede ser en lo que menos dinero gano, pero la satisfacción con las pacientes no tiene precio y mi relación con ellas me dicta que en la vida hay cosas más importantes que el dinero”.

“Yo he visto a muchas pacientes salir de una depresión tras recuperar la apariencia de su pecho”, cuenta Antonio a un tris del llanto, porque la emoción de trabajar para la recuperación de la felicidad de quienes más lo merecen no puede medirse económicamente. “Hay mujeres muy fuertes que incluso se sienten orgullosas de enseñar sus cicatrices, pero no todas lo son, y evidentemente no les basta con recuperar un volumen de cara al exterior”. Una vez reconstruido el pecho con una prótesis, “queda la guinda del pastel, como dicen los doctores”, parafrasea él mismo, que lleva desde 2017 trabajando en Sevilla para la clínica de cirugía plástica, estética y reparadora Viamed Santa Ángela de la Cruz con el equipo del doctor Sicilia. “De verdad que no he visto a nadie trabajar de ese modo, estoy muy orgulloso de trabajar con estos profesionales que son los mejores”, asegura Caro. 

Un viaje para cambiar varias vidas

Fue providencial en el destino de Antonio Caro su primer viaje a Madrid para participar en un concurso hispanoamericano al que él acudía con más voluntad de aprendizaje que de traerse galardones. Corría el año 2017, “yo no estaba muy bien de dinero e hicimos un blablacar mi hermano y yo para pagarnos la gasolina”. Su hermano iba con la intención de echar un currículum. “Hoy es capitán gracias a aquel currículum”, cuenta Antonio más de siete años después. Pero la vida no solo le iba a cambiar a su hermano. También a él, que terminó ganando aquel certamen precisamente en la modalidad de areolas por primera vez. Gracias a aquel premio se le abrieron las puertas de varias clínicas sevillanas, entre ellas de la Santa Ángela en la que, hoy por hoy, trabaja un par de días a la semana. Pero es que “fue Dios, según parece, quien nos puso a varias personas en el camino”, cuenta ahora, porque en el viaje de vuelta, ya de Madrid a Sevilla, “mi hermano se trajo, en mi coche, a una señora y su marido” con el mismo sistema del blablacar. Haciendo honor a esa modalidad de viaje en el que se paga el combustible entre todos mientras se charla, aquella señora terminó sincerándose con su hermano y contándole el drama vivido por una mastectomía. “Mi hermano le contó precisamente que yo me había tenido que quedar en Madrid porque había ganado el concurso de micropigmentación en la modalidad de areolas y le dio mis señas”. Resulta que la mujer, que en aquel momento atravesaba el duro proceso de haber perdido ambos pechos, terminó acudiendo a la clínica de Viamed en la que Antonio Caro había comenzado a trabajar hacía solo unos meses… “La relación con las pacientes es luego muy bonita”, cuenta, generalizando, “no solo porque tengan revisiones y estemos en contacto, sino porque muchas me traen pasteles o me invitan, muy agradecidas”.

Caro, con un dermógrafo que utiliza para reconstruir pezones.  MAURI BUHIGAS

Puede ser cierto que no existen las casualidades, y desde luego este lebrijano está convencido, porque hace solo unos días, cuando el recibimiento institucional en el Ayuntamiento de su pueblo natal por convertirse en campeón mundial, una vecina que forma parte de la Asociación Española contra el Cáncer de Lebrija se enteró de en qué consistía exactamente la labor de Antonio Caro, “y aunque no quería al principio”, cuenta él mismo, “la convencí para que fuera mi modelo en un reportaje que me hicieron para televisión”. “Le ha cambiado la vida”, dice Antonio, porque esta vecina era otra “de las que había tapado todos los espejos de su casa, resignada a no tocarse ahí”… 

Visibilización y financiación

A Caro le preocupa especialmente que la micropigmentación de areolas sea todavía no solamente un asunto tabú, sino que incluso la Sanidad pública siga haciendo números en un tema que precisa de tanta sensibilidad. “A mí me encantaría trabajar en la pública”, asegura, “pero es que hace falta muchísima más información dentro y fuera de la administración para llegar al alcance de la importancia que tiene una completa micropigmentación”, explica él, experto hiperrealista y haciendo referencia a “que si hacen falta cuatro agujas no se puede trabajar con dos” o a que “si se precisan ocho o diez pigmentos, no se puede hacer un trabajo digno con solo dos, porque hay muchas tonalidades de piel, y es más difícil cuando el que hay que reconstruir es solo un pezón y su aureola a semejanza del que queda”. Él lo dice y lo repite en cuantos cursos de formación imparte. Los últimos han sido en las Islas Baleares, para formar a las enfermeras que se encargan allí. “Y de verdad que no lo digo por mí, sino porque hablamos de gente que, después de lo que ha pasado, se merece el mejor trato y no que escatimemos”. 

Diferentes pigmentos que usa Antonio Caro.  MAURI BUHIGAS 

Sin tatuajes

Antonio no lleva ni un solo tatuaje. “No soy de ese estilo, sino más bien del tipo pijo rociero”, bromea él. “Yo los hago desde que tengo 18 años, porque me gusta, pero nunca me ha dado por hacerme uno a mí”, cuenta a la vez que explica la diferencia capital entre un tatuaje permanente y la micropigmentación, y añade: “Tengo una hermana, sin embargo, a la que le encantan y tengo que pararla porque, si no, se tatuaría todo el cuerpo”. En su clínica de Lebrija se dedica especialmente a la micropigmentación de cejas. Y en los hospitales sevillanos ha pintado en estos últimos años areolas a miles de mujeres de toda la Península “y también de Ceuta y Melilla”, y no solo a pacientes que hayan pasado por un cáncer, aunque sean la mayoría, sino también a quienes se han sometido a aumentos o reducciones de pecho… “La recuperación de la autoestima les cambia la vida a estas mujeres que también recuperan su sonrisa después de años”, asegura tan comprometido quien, a pesar de “tenerle pánico a los aviones”, no se niega a seguir participando en congresos y concursos en todo el mundo “porque es necesario que el tratamiento se conozca y se visibilice un problema que parecía tabú hasta hace muy poco”.