Con 21 años, marchó a Prado del Rey (Madrid) al servicio militar. No fueron 17 interminables meses, como podría pensarse. Tiene buen recuerdo de aquello. Su capitán, De Campos, le preguntó que a qué se dedicaba y, a raíz de su respuesta, le situó al frente de la estación de radio militar. Y allí pasaba los días y las noches haciendo sus programas y ahorrándose maniobras y desventuras cuartelarias. Luego regresó a su Jerez natal y se fue de casa de sus padres tras nuevos desencuentros y “tropezones”. Empezó el proceso hacia una nueva vida, al encuentro de sí misma: trabajó en la radio, en un pequeño hostal del centro de la ciudad y en 1995, volvió a la venta familiar para sacarla adelante tras la retirada de sus padres.
Es 1999, con su padre ya fallecido, Manuel Carlos Sánchez Sánchez viaja a Barcelona para asistir a su nacimiento. Desde que nació, Manuel Carlos Sánchez Sánchez es en realidad Manuela Carla Sánchez Sánchez. De las primeras transexuales en someterse a una vaginoplastia en la provincia de Cádiz. “Lo he sido desde que nací”. Era una mujer. Siempre lo fue, pero “papá se empeñó”. Mañana nazco, se dirá a sí misma de viaje a Barcelona. Tendrá alas en su nuevo cuerpo embadurnado en Betadine. Desnuda en la bañera, con un cigarro en la mano y una sonrisa que no le cabe en la cara, se verá por fin persona frente al espejo. “Normal”. Una mujer que te mira a los ojos rebosante de verdad y optimismo. Una señora con una gracia y un desparpajo natural que enganchan.
A sus 58 años, Manuela Carla está a punto de reiniciar por cuarta vez su vida. Atrás dejó la incomprensión de los demás, la negatividad hacia sí misma, el aparentar lo que en realidad no era, y ahora, como ella misma dice, “toca soltar definitivamente lastres, la mochila”. Con sus cicatrices a cuestas, Manuela habla y habla sin tapujos, con una voz grave impostada que se le ha quedado de por vida, pero con la dulzura de la sinceridad en los labios. Su vida ahora está en la planta alta de la venta familiar abandonada. Una venta que todo el mundo recuerda cuando la ve al pasar, pero que no tantos recuerdan cuando se la mencionan.
La Venta Adolfo-La Parada, que tuvo una versión primigenia en 1938 a manos del abuelo de Manuela, “el primer Adolfo”, reabrió otras dos veces: en 1971, gracias a Adolfo Sánchez Ferral y a su mujer, Juana Manuela Sánchez Jesús, los padres de Manuela —“ambos dos han llevado este negocio y han llevado para adelante una familia de ocho hermanos, que no ha sido nada fácil”; y en 1995, volvió a despegar gracias a la propia Manuela —“dábamos 90 o 100 comidas; los desayunos eran muy populares”. Ahora está clausurada. Desvencijada, en tinieblas, en venta. Con un mostrador de caoba cubana cubierto de polvo que no quiere que le toquen. Con unas enormes figuras como de ébano del Quijote y Sancho Panza que Manuela compró Dios sabe dónde. Con un tirador de cerveza mítico que le regaló el difunto Joaquín Marín de la Venta La Cueva. Con algunas de sus sillas y con su reja de forja intactas. “Es una pena, peleé mucho por convertir esto en un restaurante, como le prometí a mamá. Y en términos taurinos, creo que cumplí cortando oreja y rabo”.
Al ascender a su domicilio, hay que tener cuidado de no golpearse la cabeza con el techo de la estrechísima escalera. Al entrar, una pequeña terraza con vistas a Cuatro Caminos y a la mole junto a la Ermita de Guía. En el recibidor, el “santuario” de retratos y pinturas que decoraban la antigua venta. “Es todo de mi padre, le tengo mucho cariño a todo esto”. Bodegones sobre lienzo, artistas y toreros, fotos sepias amontonadas en las paredes en una suerte de horror vacui castizo. En su saloncito, unos butacones y un pequeño estudio muy humilde donde Manuela locuta lo que ella llama sus “radio-Whatsapp”.
—“Es mi pasión. En Onda Jerez por último hacía una pequeña colaboración, pero la hacía después de estar desde las seis de la mañana trabajando aquí y entonces ya fue un momento en el que no podía llevar las dos cosas. Pero la comunicación es mi vida, poner música y hablar de música. Sin los apoyos técnicos que tiene todo el mundo… yo hago “radio-Whatsapp”, de memoria; y tengo que tener la cautela de elegir una emisora de radio y aprovechar el tiempo en el que casi va a terminar la canción y hacer yo mis comentarios. La gente no se cree que pueda hacer eso, es que parece un programa de radio… Es que lo es”.
Manuela vive con apenas 90 euros al mes, “cuando me los da el Ayuntamiento”, más las ayudas puntuales de gente que la conoce y la quiere, y otro dinerillo que saca haciendo rifas y vendiendo papeletas. En su modesto domicilio no tiene luz ni agua. Según los datos de la Plataforma Trans, 80 de cada 100 personas transexuales están excluidas del mercado laboral, de las cuales el 75% son mujeres. Manuela no tiene esperanzas de conseguir por ahora una pensión no contributiva, aunque se haya pasado toda su vida trabajando y cotizando.
En apenas dos marcos dorados cabe todo el pasado de Manuela. Las fotos agolpadas que muestran su vida a cámara rápida. No ha borrado nada de ese pasado, está la foto de su Comunión y está la foto vestido de militar. “Ese era Manolo…”, dice. “Infinidad de veces todavía me dicen: pero ¿cuál es tu nombre? Manuela Carla Sánchez Sánchez. Y me insisten, ¿pero cuál es el de verdad? Manuela Carla Sánchez Sánchez. A mí que me llamen Manolo… bah. El otro día una teleoperadora me volvió a llamar así. Es que no le doy importancia. Después de veintitantos años… ¿ya está bien, no? Manuela Carla es mi nombre. Y el que no lo entienda que vaya a un abogado”.
Con la única compañía de Toro, su inquieto perrito bodeguero, Manuela relata la historia de una vida “bastante difícil” sin tremendismo, con la naturalidad de la que habla de un pasado felizmente superado, con la tranquilidad de la que se ha perdonado a sí misma. En el fondo, en esta vida de dolor también hay gloria. Y liberación. Ahora lo van a leer.
“Lo necesito. Necesito empezar de nuevo y entender… Yo… Necesito un presente. Por eso digo y repito: mañana nazco….Me diré que tenga paciencia. Me diré muchas cosas. Me diré por ejemplo que todos los lugares comunes son ciertos. Que el amor será la respuesta a todos mis miedos. Que el mundo es horrible. Y hermoso. Y que no importa nada de eso. Que sólo importarán las sensaciones que queden en la piel. Que la piel es lo más importante…". Pablo Messiez en Todo el tiempo del mundo.
—“Mi vida ha sido bastante difícil porque no entendía por qué mi padre me reñía y me llamaba tanto la atención. Ha habido alguna que otra ocasión que ha sido un poquito cruel. Eso lo he olvidado y lo he perdonado porque lo importante es que me hizo ser más fuerte. Y lo digo ahora, a la altura de estos años que tengo. Antes lo veía yo diferente. Mi forma de ser, pensar e ir por la vida ha sido femenina, pero con la forma de mi padre pues, obviamente, tuve que cambiar mi forma de ir y de venir. Han sido años bastante malos de joven, prácticamente no he salido, he sido muy casera, empecé a una edad temprana a trabajar. Tenía responsabilidades con 7 u 8 años, para mí era un agobio. Eran otros tiempos.
Siempre he luchado por ser yo misma, pero siempre me he visto agobiada. Papá, digamos, me tuvo siempre muy enfilada. Tuve algunos tropiezos con él, salí de aquí a los 21 años y me he defendido bastante bien en los trabajos. Pero hasta que no se ha ido y he arreglado la venta Adolfo, pues no he metido mano en el tema mío. Porque es que no me iba a morir siendo una persona que no era sincera consigo misma. Yo no me encontraba cómoda conmigo”.
—En el fondo, vamos a contar una historia con final feliz. Consiguió lo que tanto peleó.
—Totalmente, no haber conseguido esto habría sido no ser sincera conmigo misma. Es que la persona tiene que ser desde dentro y yo no he sentido nunca como algo que tú no veas. Yo he tenido suerte y hay personas que no la tienen, pero he trabajado mucho para llegar a este nivel, algo que hice una vez que papá se fue. Hice todo el proceso de hormonación, de psicólogos, y hasta que no me dieron el permiso en Málaga —Unidad de Transexualidad e Identidad de Género— no fui a Barcelona a ver al doctor Mañero (ha cambiado de sexo a más de 2.000 personas) y a su señora Patricia Montull, que fueron los cirujanos que me intervinieron y me practicaron una vaginoplastia. Eso fue en 1999, hace 22 años. El tiempo en el que papá se fue, me dio tiempo a arreglar la venta porque fue una promesa que le hice a mamá: hice bóvedas para poner nuevos faroles, se arregló toda la instalación de luz, de gas industrial, bastante decoración… y hasta ahí, pues lo mejor de mi vida ha sido ser yo.
"La sociedad poco a poco se ha ido preparando y es muy importante porque ya es hora de que a nuestro colectivo sencillamente le dejen respirar y vivir. No somos monstruos"
—¿Cuándo lo tuvo claro?
—Desde que nací. He estado en un caparazón. Pero un caparazón de Oscar, porque yo he hecho… no te puedes hacer una idea. La gente me sigue diciendo que he sido macho. Y no lo he hecho nunca con una mujer; si lo hubiera hecho lo hubiera dicho pero es que realmente nunca me ha llamado la atención. La sociedad poco a poco se ha ido preparando y es muy importante porque ya es hora de que a nuestro colectivo sencillamente le dejen respirar y vivir. No somos monstruos. Que arremetan contra un violador o un asesino…, ¿pero contra uno que es diferente a ti? Estaría bueno que todo el mundo fuésemos iguales, sería aburridísimo, yo no lo concibo.
—Imagino que la operación supuso una liberación indescriptible.
—Nacer, nacer. Eso es nacer. En mi vida he intentado… con cajas de pastillas enteras, a muy poca edad con cuchillas que me la he querido cortar… porque estaba desesperada, estaba desesperada, yo no comprendía… esa rigidez de que te van a llamar, que te van a decir…
—E hizo hasta el servicio militar.
Mucha gente todavía me dice: ¿lo pasarías bien, no? Y digo: ¿cómo lo va a pasar bien una persona como yo en un cuartel con 3.500 tíos? Al menos tuve suerte de que el capitán me envió a la estación de la radio militar y tenía mi cuarto propio. Fue un servicio en el que no pasaba ni por la compañía, tenía mi catre en la misma estación de radio militar. Crisex-79 era el problema militar que había en esos años. Cuando regresé tuve un tropezón con mi padre en relación con mi madre y ya me fui al pequeño hotel de mi hermano, que me lo traspasó.
—Cómo contar a alguien que no ha vivido en sus carnes lo que significa haber sido un niño o un joven trans…
Y más en mis tiempos. Es que en mis tiempos no destacaba la persona por ser persona. Tenías que ser ficción, actor o actriz. Es que no es justo, es matar a una persona que respira, que vive, yo no soy lo que tú ves, yo soy lo que siento por dentro. Y desde ahí, quiero, amo, adoro a la gente, pero una persona que esté mal por dentro no puede de ninguna manera ni respetar, ni querer. Es que es un animal incomprendido y siempre está a la defensiva. Ha sido muy agobiante, muy agobiante. Yo estoy viva, te lo puedo asegurar, de milagro. Estoy viva… de milagro. Y además, gracias a que mi padre, con perdón, me ha dado muchos cojones. Eso se lo tengo que agradecer. En el fondo creo que era adelantado a su tiempo. Él sabía que yo iba a aguantar. Ahora no, ahora me dicen Manolo o me dicen algo y es que ni siquiera para mí tiene relevancia, son tonterías, conócete tú.
—¿Hoy día sufre transfobia?
¿Yo? Le pego un guantazo a cualquiera (ríe). Eso se lo tengo que agradecer a mi padre. He trabajado bastante de cara al público, en casi todas las discotecas de Jerez, he estado colaborando en Onda Jerez Radio desde que se inauguró en el Circuito. Me fui a la mili con 21 años. Al volver, después de 17 meses, me fui de casa.
—¿Cómo llegó a la radio?
—Es una historia muy bonita porque siempre he sido muy aficionada a la radio, a escuchar y a poner música. En la parte de abajo del bar, había un montón de hojas de tabaco colgadas… pues yo metía pequeños altavoces y ya escuchaba radio. Rosa Maestre, que era una de las más veteranas entonces de la Cadena SER, normalmente la llamaba y le hacía peticiones de temas. Y una vez le dije: Rosa, ¿yo podría hacer una prueba para entrar en la radio? Me lo arregló ella y me hicieron una prueba de timbre de voz, cualidades de expresarme… y me aceptaron. Y empecé a hacer Superventas. Estaban en Radio Jerez Joaquín López Sáez, Ildefonso Cáceres, Manolo Ladrón de Guevara… por supuesto, el difunto de Carlos Vergara…
—¿Cómo recuerda esa sociedad de principios de los 80, en blanco y negro?
—No, qué va. Un Jerez espléndido. Una vida nocturna… muy buena gente, en todas partes veía bastante permisibilidad, según la condición de cada cual, aunque todo el mundo la llevaba reservada de cara a la galería. Yo pedía calor y pedía que me respetaran. Casi siempre hubo risas, porque yo era un caballero. Mi padre me hizo ser un caballero. En las cabinas de las discotecas había chiquillas que estaban por mí, se metían en la cabina y solamente con el roce yo me ponía enferma. Pero yo he tenido una vida sexual, comprendiéndome o no la gente, con mi aspecto o mi actitud, yo he disfrutado, pero eso sí, hasta que no me operé no me ha podido tocar nadie.
"Buena tiene que ser (la ley) porque se pasa realmente mal, y por mi experiencia he tratado de suicidarme, de esconderme, de estar privada de todo, del aire, de la playa, de tener amigas, amigos, no vivir la infancia"
—¿Ha conocido el amor?
—(Piensa) He tenido dos relaciones, duraderas, pero no lo he conocido. Necesitaba calor, cariño, y lo he tenido, pero por mi parte. Las dos personas que han estado conmigo la verdad es que he presentido que han estado más por el interés. Han sido personas que han tenido relaciones con otras señoras, inclusive… en fin, no sé hasta dónde puedo llegar. Pero una, de 12 años, y él con 20 años menos que yo, y otra de siete años y él 25 años más joven que yo. No he tenido afectividad con gente mayor que yo. El amor, amor no lo he conocido, he conocido un poquito de calor humano y poco más. A personas como yo creo que se las busca más por el interés.
—Al final su pelea ha sido por quererse a sí misma…
—Era la apuesta, mi meta, mi finalidad. Y ahora empiezo otra, que es ser más yo que nunca. Me he quitado todos los lastres, la mochila, y disfruto de la hoja que se mueve en el árbol, de la puesta del sol, del viento, de la luna… yo es que me fijo en todo. Yo es que siempre he estado en estudio, en discotecas y en la venta Adolfo. Trabajando siempre. He vivido bien. He vivido muy bien. Y sobre todo, después de. No le tengo miedo a nadie, ni quiero ser como otra persona. Soy normal, entendiéndose claramente que todos somos diferentes y distintos.
Manuela, muy presumida —"me he pintado las uñas para la entrevista"—, muy dicharachera, pinchaba discos de Madonna y Michael Jackson en radios y discotecas —“le daba una caña a la gente que me pedían por favor que parase”— antes de ponerse al frente de la venta familiar y de renacer. O de nacer. Fueron años de gestación para poner en marcha todo el proceso: tuvo que ir a juicio, tuvo que ser vista por psicólogos y forenses, una de sus hermanas tuvo que testificar para aseverar que se trataba de una mujer… “Cuando volví de Barcelona pasé por una forense y me dijo: ¿pero quién duda de que tú seas una mujer? Se hizo todo el proceso y toda mi documentación se normalizó.
El borrador de la ‘ley trans’ que ha redactado el Ministerio de Igualdad, y que se pretende llevar al Consejo de Ministros en la primera quincena de este mes, elimina la patologización de la transexualidad, permitiendo el cambio de sexo sin necesidad de pruebas médicas o psicológicas, y recoge como único requisito para el cambio en el Registro Civil la "declaración expresa" de la persona a partir de los 16 años. El texto ha levantado ampollas: las personas trans defienden que habla de derechos humanos, de abolir la tortura y opresión de años, pero sectores dentro del feminismo consideran que la futura ley es una marcha atrás en la lucha por la igualdad y perjudicaría a los menores.
"Debes hurgarte para ver quién eres realmente, la persona en sí, y después con los profesionales, haz lo que tengas que hacer. Es tu vida y nadie te la puede arrebatar ni robar"
“Sí, estoy al tanto de lo que han dicho los políticos y creo que la persona en sí debe estar muy preparada para hacer ese cambio”, reflexiona Manuela Carla Sánchez Sánchez, tras buena parte de una vida marcada por la contradicción de ser y no ser. “No sé si por mi experiencia, pero la juventud a una temprana edad puede no estar preparada. Buena tiene que ser (la ley) porque se pasa realmente mal, y por mi experiencia he tratado de suicidarme, de esconderme, de estar privada de todo, del aire, de la playa, de tener amigas, amigos, no vivir la infancia, me quedaba aquí con 13 o 14 años con mi responsabilidad para que mis padres salieran, ya no iba al colegio. Lo pasamos realmente mal porque la gente no entiende que una persona es su mundo y lo que le rodea. ¿Tan difícil es comprender eso? Yo soy yo, no compito contigo ni con aquel. ¿Mi parte de mi vida cómo me la vas a quitar tú? Entonces en el sentido de lo que están proponiendo, con psicólogos y gente experta que oriente a esa persona, me parece bien.
—¿Qué le diría a una persona que, en el contexto actual, está en la situación o situaciones que usted sufrió?
—Le diría que se asesore bien con profesionales, con psicólogos, con personas que lleven bien, bien el tema. Y le diría que esto es irreversible y hay que ser consciente del paso que se va a dar, porque es para el resto de su vida; te tienes que conocer bien a ti misma, no es malo ser bisexual o hetero, cada cual que sea lo que le dé la gana, pero llévalo bien, ahora se da permiso para cambiar el DNI. Yo no sé, se deben asesorar bien. Lo primero es pensar que no es nada malo lo que te pasa, es sano, es diferente, somos todos extraordinariamente grandes en nuestro interior, y debes hurgarte para ver quién eres realmente, la persona en sí, y después con los profesionales, haz lo que tengas que hacer. Es tu vida y nadie te la puede arrebatar ni robar. Hay malas situaciones en la vida en las que criaturas de mi misma condición se ven agredidas y se ven realmente en un callejón sin salida, y de eso cuesta levantarse: son golpes, son puñetazos, se sufre mucho, la gente es animal. Y te matan en vida. Si te asesoras, y llegas a concluir el proceso, es muy bonito. Pero es lento, conócete.
—Lento y, entiendo, doloroso.
La operación es lo de menos, te ponen la anestesia y cuando despiertas eres una persona normal, ni más ni menos. Despiertas con mucha alegría, siendo la persona que eres. Porque tú eres tú por ser tú, no por el aspecto que tienes. Y les diría que la vida merece la pena, despertarte es un milagro, abrir los ojos y ver un día nuevo, pero siendo tú. La persona es la que nace pero sobre todo la que es persona por dentro y por fuera. Y eso se lo deseo yo a todo el mundo. Que la gente sea sincera. No se puede vivir de cara a la galería. No se debe. Estamos en el siglo XXI. Menos postureo y más papas aliñás y molletes con jamón. Yo estoy encantada, que la gente viva, que no sea mala con los demás. Lo mejor del mundo, la calma y el equilibrio más grande que tiene el ser humano, es ser buena en tu interior, contigo misma. Te lo digo de verdad, tal cual yo lo siento.