“¿Papá, dónde te has metido…?”, dice en voz alta Francisco Galafate, mientras se afana en buscar entre sus papelotes la cuartilla que contiene la foto y los datos biográficos de su progenitor. Paco, que a sus 86 años ha llegado esta tarde primaveral a Trebujena desde la vecina Sanlúcar, rebusca para mostrar al reportero la fotografía de su padre, cuyos restos, qué cruel paradoja, lleva toda la vida buscando. La foto finalmente emerge entre sus documentos, los restos puede que estén a punto de ver la luz para poder darles digna sepultura. Marciano Galafate Pinteño, alias la Cunda, a la sazón fundador de la agrupación socialista de Trebujena y miembro de la candidatura republicano socialista que ganó las elecciones del 12 de abril de 1931, fue asesinado cuando Paco tenía 18 meses. Hay un silencio. “Me emociono…”. Silencio. “Me emociono porque no fue justo lo que le hicieron… Yo sueño con mi padre, le tengo poesías escritas, pero yo a mi padre no lo conocí. Me dejó con 18 meses, y también a un hermanito con 11 meses, que luego murió en Cádiz de pulmonía. Yo me salvé”.
“Saca la lengua, como si fueran a ponerte la pastillita debajo..”, le dice la auxiliar de enfermería a Mario Guerra Galán, 85 años. Como Francisco, “un amigo de toda la vida”, busca los restos de su padre, Horacio Guerra Caro, y de su tío Pepe. A ambos los fusilaron tras el golpe del 36. “Yo tenía 10 años cuando fusilaron a mi padre… Para mí esto va a ser muy duro. Reivindicar o recoger los restos de mi padre, o de mi tío… mis primos me preguntaban que si yo sabía dónde estaban enterrados, pero yo nunca he escuchado dónde… a muchos se los llevaban de Trebujena y los fusilaban en Lebrija, o viceversa…”.
Esta tarde desfilan por el centro de día de mayores de Trebujena ocho familiares directísimos de asesinados por el franquismo. Ocho personas, ya octogenarias, que tienen en común que no llegaron a conocer a sus padres, arrebatados de forma salvaje, sin juicio, sin más explicaciones, y que tampoco nunca pudieron ir a visitar sus sepulturas, darles un entierro digno, encontrar cierta reparación entre tanta ignominia. Jamás han podido pisar lugar físico donde reposaran los restos y el dolor acumulado durante décadas. Por ello, lógicamente viven el acontecimiento como una tarde histórica. Hay nervios y expectación. Brillo en los ojos por la emoción contenida.
En el interior del edificio está todo organizado desde media hora antes para recoger las muestras de ADN que serán remitidas a la Universidad de Granada, donde está el banco de documentación genética de Andalucía. En verano se espera abrir la fosa común del cementerio de Trebujena y el anhelo es que las muestras que extraen ahora puedan servir para localizar e identificar los restos de sus familiares, casi 85 años después de que fueran fusilados tras la sublevación militar. El ADN de un trocito de fémur de los restos que se exhumen será cotejado con las muestras recogidas a los familiares y, de producirse la ansiada coincidencia, los restos serán entregados a las familias para que puedan por fin descansar en paz.
Francisco Guerra Andrades es el mayor de los familiares allí presentes. Tiene 88 años y a su padre, Francisco Guerra el Mundo, lo fusilaron cuando él apenas contaba con tres años. Los recuerdos son muy vagos, sabe lo que le han contado fuentes externas a su familia, pero no significa que esa huella imborrable no haya marcado su vida y la de sus seres queridos. “Hombre, me dio mucha alegría cuando me avisaron de que nos habían llamado para esto, yo encantado, haré lo que haga falta de lo que yo sé, que es lo que me han contado, y no por mi familia, porque mi madre a mí no me decía nada, nos fuimos a Jerez y de todo esto me he enterado alguna vez que vine aquí a Trebujena”. Como él, Francisca Ángel Galafate, con 84 años recién cumplidos, busca los restos de su padre. Hay un silencio incómodo al preguntarle. “No llegó a conocerme, ni él a mí, ni yo a él”, dice con los ojos humedecidos. “Todo lo que me digan lo voy a hacer con tal de saber si es él”. No quiere hablar más. Se marcha despacio, tal y como entró en el salón.
Es un momento de sentimientos encontrados. Alegría, por lo que representa el paso que están dando; dolor, por el reencuentro con las pesadillas, con los recuerdos borrosos de la memoria arrancada de cuajo. Josefa García García, 85 años, tenía 4 meses cuando perdió a su padre. Explica que Nicolás García y su madre llevaban un año y medio de casados. “Mi madre estaba enamoradísima, lo quería ya antes de casarse porque eran vecinos, y mi padre era una gran persona, un hombre de campo que no parecía de campo, era leído, inteligentísimo para la época”, relata orgullosa a partir del retrato que ha heredado de su progenitor. Un rompecabezas hecho casi sin piezas. Ahora tiene un hijo y un nieto que se llaman Nicolás, por su padre, y de alguna manera eso ha hecho que su memoria haya seguido más viva que nunca. “Ojalá” aparezcan sus restos, “porque mi madre, la pobrecita, perdió la cabeza”, pero se muestra escéptica: “Hay mucha ciencia y adelantos, pero yo qué sé, soy incrédula con esto. He venido porque era un desaire no venir, pero no creo mucho esto…”.
Sobre lo que no tiene ninguna duda es acerca de la masacre que los golpistas cometieron en su pueblo. “Hicieron barbaridades. En Trebujena, un pueblo chico, mataron a ciento y pico de personas. Hicieron barbaridades. Yo tenía cuatro meses, y no se me ha quitado a mí el desconsuelo de no tener padre. Cuando chica le decía a mi madre, todas las pesetas que me den las voy a guardar para un niño de carne, porque cuando me vaya a casar se van a terminar, y yo quiero un hermano, ¿por qué no tengo yo un hermano…?, figúrate lo que a mi madre le entraría…Con 29 años mataron a mi padre, en la carretera de Jerez, sin más explicación. Un año y medio llevaban casados. Mi padre tenía sus ideas políticas, era simpatizante del partido. Él iba a las reuniones… pero ya está”. Y remacha: “¿Tú crees que eso puede repetirse? No quiero ni pensarlo".
Todo el trabajo hasta llegar hasta este esperado día ha partido de los esfuerzos de la Mesa por la Memoria de Trebujena y del propio Ayuntamiento trebujenero. Luis Caro, historiador y uno de los miembros de la Mesa, publicó hace algunos años Trebujena 1936. Historia de una represión, una fuente documental impagable y una sucesión de testimonios que se han conformado como pistas claves para el avance que ahora se produce en el pueblo en materia de Memoria Democrática. “Casi me emociono, es un momento que llevábamos mucho tiempo esperando, a veces lo veíamos lejano, otras veces imposible, y bueno, afortunadamente, gracias al trabajo de todos, hemos conseguido que se haga realidad. Ahora, a esperar que dé sus frutos y que ojalá obtengamos el resultado que todos anhelamos”, cuenta mientras llegan los hijos de los fusilados para la extracción de su ADN.
Recuerda Caro que el golpe fue muy duro en una población pequeña como Trebujena y los momentos, lógicamente, fueron de mucho “terror, de mucho miedo, frustración, debió de ser horroso. Estaba hasta prohibido mostrar públicamente el dolor, robaron bienes a las familias de represaliados por parte de los golpistas…”. Y luego, aunque se estima que en la fosa hay restos de unos 100-105 asesinados por el franquismo, Caro entiende que la represión fue mucho más allá de estos: “Abarcó a los detenidos, encarcelados, las personas que lograron escapar al cerco y que luego mueren en el frente, o ya en el año 41 en el campo de concentración de Gusen… y gente que incluso se suicida antes que caer en manos de para ser fusilados. Y también estarían como represaliadas aquellas mujeres sometidas al escarnio y la humillación, que fueron rapadas, recibieron aceite de ricino…”. En la fosa, añade, "es difícil de calcular. No todos los trebujeneros fueron fusilados aquí, gran parte de ellos lo fueron en Lebrija, principalmente, o en Sanlúcar. Hasta que no se abra es difícil de predecir porque aquí también hay fusilados de localidades próximas, hasta de Ronda o Madrid, porque coyunturalmente estaban viviendo aquí”.
A su lado, pendiente de que esta tarde histórica sea un éxito, se encuentra Ana Luisa Robredo, delegada de Memoria Democrática en el Ayuntamiento de Trebujena. Está casi tan nerviosa como los protagonistas de la tarde, consciente del paso decisivo que está produciéndose, y que ya empezó días atrás con otras tres extracciones a domicilio, a familiares impedidos en cama que no podían desplazarse a la localidad. “Lo que nos dicen los antropólogos es que es un número bastante alto de familiares porque, generalmente, cuando se abre una fosa y se buscan hijos o parientes tan directos, hay dos o tres, nunca un número tan grande”, explica la responsable municipal del Consistorio trebujenero, que ha recibido recientemente una subvención de 18.000 euros de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) para avanzar en estos trabajos. “Vamos tarde, pero para cualquiera que crea en la democracia y sea demócrata, esto es un gran paso, hemos subido el primer escaloncito, pero también hay trebujeneros en otras poblaciones. Está localizada, siempre se ha respetado, pero hasta que no abramos la fosa no sabremos realmente lo que encontraremos”.
“Papá, ¿dónde te has metido?”, resuena la voz de Francisco Galafate, como preguntándole a sus papeles, como si le preguntara a los más hondo de su memoria. Esa memoria que recuerda cómo se fue a trabajar, junto a su familia, como tractorista a Francia, o como en el colegio falangista que estuvo en Jerez lo sacaban a misa cantando el cara el sol. Pero también qué película vio la primera vez que fue al cine. “Fue en el Villamarta, en Jerez, y vimos La ciudad de los muchachos, con Spencer Tracy y Mickey Rooney. Spencer Tracy hacía de cura en un correccional, creo que algún trasfondo tenía aquello, pero a mí me gustó”. Paco busca entre sus papeles el único retrato que conserva de su padre, Marciano Galafate, un socialista de los que dimitían. “Diego Caro Cancela consiguió el archivo del registro de su dimisión… no cobraba un duro del Ayuntamiento y, además, dimitió”, recuerda un hombre que ha podido saber en todos estos años hasta quién fue “el dedo de Judas que señaló a Marciano”. En todo caso, ya solo le preocupa lo que más le importa: “Darle digna sepultura a los restos de mi padre sería lo más grande”.
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