Noelia, Lucía y Mónica son tres de las 48.251 mujeres que representan la sociedad isleña, según el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (2022). Ellas son motor, fuerza, ejemplo y coraje en una semana marcada por reivindicación de los derechos de las que luchan a diario contra la desigualdad y la discriminación.
Las isleñas toman partida en distintos sectores, algunos de ellos dominados por hombres, y se hacen notar por su trabajo, reconocido en la campaña de la delegación de Igualdad del Ayuntamiento -bajo el lema "Mujeres tenemos que ser". En el vídeo grabado para el 8M, se observa a una mujer mirando el espejo retrovisor de un vehículo del servicio de recolección de residuos que se realiza en el Punto Limpio. “No es habitual ver a una mujer en un camión”, dice Noelia Rodríguez, de 32 años. Esta isleña es la primera en conducirlo en este puesto concreto. Acaba de regresar a la avenida Almirante J M Pery Junquera tras vaciar su último porte de muebles y enseres en el complejo medioambiental de Miramundo.
Sin salir de un radio de 50 kilómetros y en soledad, recorre la provincia gaditana a bordo de este vehículo al que se subió por primera vez el año pasado. “Me he llevado más de diez años en la hostelería, era heladera en Conil, pero la empresa pública me abrió las puertas hace dos años”, cuenta a lavozdelsur.es. Cuando entró, comenzó recogiendo enseres en vehículos pequeños hasta que hace seis meses consiguió el carné clase C.
“Tengo un jefe que ha apostado mucho por mí, siempre estaba detrás mía diciéndome ‘te hace falta el carné, te quiero en un camión. Para mí era inviable”, comenta. Pero, al final, Noelia se animó y logró romper todos los esquemas. Creyó en ella misma y, tras nueve meses “a piñón”, obtuvo el permiso de conducir y el CAP, formación obligatoria que posibilita entrar en el mercado laboral. “Es lo que más me ha costado, hacía un montón de años que no estudiaba”, reconoce.
Cuando salía del Punto Limpio, volvía a casa, se duchaba, comía y se iba a la autoescuela, donde apuraba hasta las diez de la noche. Horas de test y entrega que han merecido la pena a esta isleña que ahora carga cubas y realiza hasta cuatro portes en una jornada.
"En este sector hay pocas mujeres"
“En este sector hay pocas mujeres en general, cuando me estaba sacando el carné yo era la única chica”, comenta Noelia, que ya se ha quitado el uniforme. Para ella, “como tampoco está muy visto, piensan que no van a encontrar trabajo. Lo ven muy lejano, pero realmente no es así, hay muchísimas oportunidades, a mi me ha salido trabajo en muchos sitios estando aquí”, expresa.
A su lado, otra joven de San Fernando realiza una labor muy necesaria ahora y siempre. Ofrece terapias gratuitas a las mujeres de la asociación Asociación para el Desarrollo Humano y Creatividad Avatar, a la que pertenece. Lucía Rosano, de 28 años, es psicóloga y, tras las sesiones de yoga organizadas en la asociación, se queda para atender a la compañera que lo necesite. “A veces vienen con estrés de casa o están encontrando su camino. Yo me siento muy satisfecha de ayudarlas y ellas se sienten bastante aliviadas. Según me dicen, es una manera de desahogarse”, sostiene.
A esta isleña, que también prepara charlas sobre temas como la autoestima o el amor, le empezó a llamar la atención el estudio de la conducta humana desde muy pequeña. “Fui a una psicóloga, entré en su despacho y me fascinó lo que estuvo haciendo conmigo”, recuerda. Cuando creció, Lucía se mudó a Madrid para formarse en Ciencias físicas, pero un año después “me di cuenta de que el laboratorio no era lo mio, se me daba mucho mejor interaccionar con las personas”.
Fue en ese momento cuando regresó a San Fernando y, un año después, ya estaba matriculada en el grado de Psicología de la Universidad de Granada, una carrera que le permitió hacer voluntariados y trabajar en un centro de autismo, con menores y con mujeres presas. “Allí me cambió la visión de todo”, dice la joven desgranando su historia de vida.
En la prisión de Albolote se dedicó a facilitar habilidades y consejos a un grupo de mujeres con el objetivo de que supieran reaccionar contra la violencia de género.
Finalizó sus estudios y en 2019 regresó a su tierra, se reencontró con lugares y personas y optó por prepararse las oposiciones de psicología clínica. El número de plazas es ínfimo, por eso, mientras tanto completa un máster y, para sustentarse, trabaja en varias ONG. Lucía tiene una meta, y va a por todas para conseguirla. Independiente, pisa con seguridad entre reflexiones que brotan de su cabeza en una semana de manifestaciones.
“Noto que todavía está muy poco presente que los hombres puedan ir a terapia, son más reacios y más cerrados, y eso viene de la mano del estereotipo típico, el hombre no llora, estás fuerte y no puede mostrar sus sentimientos. Es una creencia errónea, la terapia hace bien a hombres y a mujeres”, añade desde su experiencia.
Desde su punto de vista, los micromachismos están implantados en la sociedad. “No somos conscientes de ellos, podríamos dar una educación con respecto a este tema en los colegios”, dice en una conversación que refuerza que todavía queda mucho por hacer.
El deporte es otro de los temas que pone de manifiesto. Para ella, es una forma de empoderamiento de la mujer y con el ejercicio “pueden sentirse más satisfechas, más completas y más independientes”. La mirada de otra isleña está clavada en los ojos de Lucía. Junto a la amante del yoga se encuentra Mónica Orihuela, de 43 años, al a que le encanta bailar zumba.
A su espalda, se divisa un paso de misterio dorado que en tres semanas recorrerá el callejero de la ciudad con una imagen encima. Jesús de Medinaceli volverá a salir después de tres años en el templo por la pandemia o las condiciones meteorológicas adversas. “Tengo muchas ganas, muchos nervios”, expresa Mónica, hermana mayor de la archicofradía desde el año pasado. Todavía no se ha estrenado en la calle.
Es la primera mujer que se pone al frente de esta hermandad. Hasta hace unos años, no era común que ellas ostentaran cargos de responsabilidad en este ámbito. “El mundo cofrade siempre ha sido excesivamente masculino, por decirlo así”, comenta tras recordar cuando su padre la apuntó junto a sus hermanas en Los Afligidos, donde él había salido toda la vida.
“Le dijeron que no podíamos salir porque era una hermandad para hombres”, explica esta médico de familia, licenciada a los 24, que trabajó en centros de salud y en ambulancias hasta que cumplió los 33 años. Fue hace una década cuando le diagnosticaron un tumor cerebral que, desde entonces, le impide poder ejercer.
"Mi padre me apuntó a una hermandad y le dijeron que era para hombres"
Siempre había padecido dolores de cabeza, pero esta vez, la migraña le cambió la vida. “Me operaron y la única secuela que me ha quedado es la pérdida del olfato, pero me sometí a quimioterapia y, cuatro años después debuté con una epilepsia. Es lo que llevo peor, tengo crisis de ausencias y durante cuatro segundos me desconecto del mundo”, detalla desde la casa museo de la Hermandad Sacramental de Medinaceli.
Mónica no empezó a disfrutar de la Semana Santa en ella. Ella era hermana de la Borriquita, la Hermandad de Cristo Rey. “Lo de salir de hebrea con el manto me atraía”, confiesa. Pero hace 27 años, una amiga de su grupo, con el que solía recorrer las iglesias coleccionando estampas, le propuso ir al besapiés del Medinaceli. “Ni me acordaba cual era, pero fui y me puse en la cola. “Hay gente que no se lo cree, pero cuando le besé el pie, juro que sentí una especie de escalofrío, como una corriente eléctrica”, cuenta.
Desde 1995 se entrega en cuerpo y alma con esta hermandad que ahora guía con la cabeza bien alta. “Creo que se da la talla o no se da. Yo me considero muy novata y me falta mucha experiencia, pero esa experiencia no pasa por ser mujer o por se hombre, sino por mi edad o por mis conocimientos”, explica, preparada para las críticas que pueda o no recibir por romper moldes en este mundo cada vez más abierto.
Las isleñas no pierden la sonrisa mientras recuerdan los días que grabaron el vídeo para la campaña institucional, en el que también participaron Rosario, ama de casa y youtuber, y Rocío, profesora de matemáticas y amante del deporte. Mujeres tenían que ser.
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