No son días fáciles en Burguillos, un pueblo que apenas se encuentra a media hora de Sevilla. Basta con haber encendido la televisión durante esta semana o haber leído cualquier periódico para ver la situación que vive un municipio que no llega a 7.000 habitantes y que ya hace una década protagonizaba titulares por ser uno de los pueblos con mayor deuda de España.
Un paseo por sus calles es suficiente para saber que el tema está presente. Todos hablan de la compra de la deuda municipal por parte de un fondo buitre. Hay quien opta por el silencio porque al ser un pueblo pequeño todos se conocen y la política es traicionera. Pero también hay quien habla sin tapujos. Quien recorre el pueblo día tras días y conoce lo que piensa cada uno de los vecinos sobre un tema que, muchos coinciden, ha provocado gran tristeza en Burguillos.
Una de estas personas es Paquita. Ella escucha, pero también habla. Lleva el uniforme de la ONCE y reparte ilusión hasta en los momentos más complicados del pueblo. Esta semana es el mejor ejemplo. Con una pequeña moto que va acompañada de una nevera recorre varias calles del municipio sevillano. Conoce a todos los vecinos y va casa por casa. Se puede decir que sabe hasta el número que cada uno de ellos le va a pedir.
En apenas unos minutos se forma una cola de cuatro o cinco personas alrededor suya. Reparte los premios. Es la cuarta semana en la que a una de sus clientas le toca lo jugado. Esta sueña con un premio más gordo. Quizás esté más cerca. Otro vecino acude con su nieta y tras comprar un décimo se lo da a la pequeña para que lo aguante. Paquita no tarda en pedirle que se lo quite de las manos. El juego y los menores es algo muy serio. Se le puede caer el pelo como la vean en la escena. "Quítale el cupón delante mía que me echan a la calle".
La sonrisa de Paquita se contagia y no se borra pese a la reprimenda de otra vecina. Vive más arriba y esta vendedora de la ONCE está tardando demasiado en llegar a ese punto de la calle. "Venga, que tengo que hacer la comida", le espeta.
A diferencia de otros burguilleros, Paquita no tiene pelos en la lengua. No le cuesta hablar del tema de la semana. Ella, incluso, se presta a que la prense le haga fotos. Dice que lo necesita. "Yo quiero que me saque bien puesta", comenta mientras algún vecino impaciente le pide lo suyo. "Esto no tiene nada", le responde a María Luisa, que ha acudido con la esperanza de volver con un dinerillo extra.
"La situación es tensa y el pueblo está muy disgustado. Se nota", dice sobre el posible embargo de bienes municipales después de que un fondo buitre haya comprado la deuda de Burguillos. Reconoce que se habla muchísimo del tema en la calle. "Hay mucha incertidumbre ahora mismo sin saber lo que va a pasar. Esto da mucha pena".
Paquita ha trabajado para el Ayuntamiento de Burguillos once años y medio. En 2007 todo hizo crack. "Todos fuimos a la calle", recuerda esta ex trabajadora de Burguillos Natural, una empresa municipal que quebró después de que el gobierno municipal socialista le inyectara millones de euros. No es lo único que ha hecho Paquita a lo largo de su vida. Durante 17 años ha estado al frente de restaurantes como autónoma, hasta que perdió el ojo y entró en la ONCE.
Esta vendedora de cupones señala su pena "porque Burguillos ha estado alto, alto" y narra el miedo de su gente. "Imagínate que te quiten tu casa o un terreno". Además, Paquita no se fía del fondo de inversión americano. "Quien viene a comprar esto no va a venir para perder dinero". Una frase tan sencilla como cierta.
Pese a que la situación es límite, Paquita confía en Domingo Delgado, el actual alcalde. "Este hombre está luchando, ¿eh? Bastante", asegura. "Yo confío en que el Ayuntamiento va a arreglar esto porque si no esto va a ser una locura", añade. Mientras habla, una señora le mete prisa porque tiene muchas cosas que hacer. Paquita, agarrando su moto, responde: "Imagínate yo que tengo que estar hasta las 21:30".
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