En La Plazuela se siente un vibrar. El barrio es corazón de muchas cosas. Sus calles han parido a sagas del flamenco. Lola Flores vino al mundo apenas unos metros más allá, en la calle Sol, que con Empedrada forman las dos vías que conectan con San Miguel. Quien dice San Miguel dice arte, y dice Cristo de La Salud, pero dice también Yedra. El de allá, San Miguel, sentido, luctuoso, como una soleá. El de acá, sentido, pasional, como una bulería. La Plazuela es un cante de ida y vuelta, en un extremo del centro, donde acababa Jerez, pero también un sitio por donde empezar. Y con ese aire abierto al mundo celebraba esta mañana un Jueves Santo que se haría más triste pasadas las horas, cuando los hermanos de La Yedra no fueran a vestirse, ni tuvieran que retirarse a descansar para vivir una decena de horas en estación de penitencia. Es Jueves Santo, pero es 2021.
Rocío Esperanza García Galán es pura Plazuela. Nieta e hija del barrio donde nació, vive aún en una casa en calle Sol, a un paso de la capilla de la Yedra, "porque mi vida la hago aquí". Sanitaria de profesión, es subdirectora de Cofradía, y es en la práctica "enfermera de la hermandad también, cuidando las bajadas de tensión o de azúcar, por ejemplo, las cosas de la Madrugada". Este jueves ve a un barrio "contento". A primera hora llegaban los vecinos y más tarde el resto de jerezanos. "A esta hora estaríamos trasladando el paso del Señor aquí a la capilla", cuenta a eso del mediodía. "El paso está entero, da ganas de verlo en la calle", dice tras el montaje realizado de la Sentencia y la Esperanza, prácticamente en sus tronos, aunque sin los costaleros que los llenan de vida debajo.
Habría estado desde semanas trabajando para la salida procesional, con los últimos detalles en Miércoles Santo. "Somos una hermandad muy pasional", resume. "A los hermanos nos vuelve loco esto. A la Esperanza la defendemos siempre, y eso es bonito. La Virgen y el Señor tienen historias personales. La gente transmite eso". Ella misma se bautizó en la pila de Pilatos, una de las imágenes, hasta que la Iglesia obligó a que los bautizos se realizaran en parroquias y no en capillas como la de La Yedra. "No tengo un primer recuerdo de La Yedra, es que siempre lo he vivido".
Como sanitaria y devota, ha pedido "salir a la calle en 2022, aunque no sea igual, porque va a ser muy complicado. Este virus ha venido para quedarse. Tenemos que aprender a convivir con él. Ya antes de que la autoridad sanitaria, recuerdo que en marzo se pidió que no se besaran las imágenes. No han tenido que prohibirnos nada, ha salido de nosotros los cofrades". Y si el año que viene, con más vacunas, todo podrá cambiar, y si no es por ese proceso de inmunización, llama a la creatividad. "Podemos hacer PCR a los costaleros, que no es tan difícil ya, y aforar las calles como pasó con las playas. Lo que no podemos es estar otro año sin salir a la calle. Se hacen conciertos y cosas. Con voluntad y trabajo previo, se podría. A lo mejor hay que modificar cositas, pero lo que no evoluciona se extingue. Las cofradías no han sido siempre así", recuerda, "antes salían en parigüelas con los curas, y los penitentes íbamos flagelándonos por las calles, todo ha evolucionado".
Manuel Fernández El Manteca es uno de los longevos. Hermano desde el año 61, recuerda haber salido de Madre de Dios y de San Miguel. Son ya 60 años. Recuerda los años en que se escuchaban saetas con micrófonos. Hoy siente "emoción y pena". Un hermano, dice, lo es para salir en procesión. "Vestir la túnica es el mayor orgullo. Las saetas por la mañana en la vuelta. Doce horas vestido de hermano, y se sufre, pero cuando llegas a la calle del Sol se quita todo el cansancio". "La Yedra sin el barrio no sería nada, creo, pero el barrio sin la Yedra, tampoco. Es como quitarle Lola Flores. La Yedra es de aquí. Quisiera que vieras la de gente que viene un viernes por la mañana a verla", después de la estación de penitencia. "Hoy he pedido por tanta gente que han perdido a sus familiares", dice mostrando su devoción. "A veces pienso que Dios nos ha mandado esto porque no hacemos las cosas como tenemos que hacerlas. Para quitar la envidia, el rencor y querernos más".
Paqui Cortijo ha sido camarera de la Esperanza de la Yedra durante más de dos décadas y es toda una institución en la hermandad. "Dentro de lo malo, lo mejor es este Jueves Santo, por tener a la Virgen para que puedan visitarla las personas. Se echa de menos la penitencia, pero a ver si se va ya esta pandemia. Ella es la vecina más buena que tenemos, la Esperanza de la Yedra, y pasan cosas increíbles". Cuenta Cortijo que una persona "muy devota de la Virgen está ingresada con covid en el hospital. Es un matrimonio muy devoto, y él es el que está ingresado. Vino ella a pedir algo de la Virgen para llevárselo al Hospital. Le dieron un pañuelo y dos fotos, una del Señor y otra de la Virgen. Cuando llegó allí le dijeron que no podía entrar. No sé a quién se lo dijo, preguntaría o iría, que un jefe de donde están los del covid es devoto de la Virgen. Lo vio, se lo dio y se lo puso de momento. Lo tiene el hombre en su cabecera".
Son las realidades de un año marcado por el covid. "Por la mañana el sábado, un capataz vino el Viernes a la hora en que se recogía y me llamaba a gritos desde la calle, que yo vivo aquí. Fue una época muy mala. Se vivió mal por no haber nada". Pero la Yedra, defiende, es especial. "Recorrió todo Jerez. Terminó en Jerez en casa de La Lebrijana, y unos hermanos, que bendita la hora que se enamoraron de la Virgen al verla en la calle, la compraron. Quiso venirse a vivir en La Plazuela. Ella lo eligió, eligió su casa. No vino de casualidad. Ha estado en Santiago, en Los Dolores, y terminó aquí. Por algo sería, ¿no? Eso es lo que te puedo contar".
Israel Carpio Cachorro, el del Juanillorro, habla este Jueves Santo con "un pena muy grande. Tenemos todo el año al Señor y la Virgen con nosotros, pero el pueblo está falto de Esperanza y Sentencia, eso se clava en el corazón. El barrio, sin Ellos, no sería el barrio". Como costalero, cuenta, "se nos ha echado el mundo en lo alto al ponernos delante. Él y Ella tienen una cosa que te transmiten que no sé si tendrán en otros lugares. El nerviosismo de otros años no lo vemos, porque sabemos que no se van a menear de su capilla". Y "aunque no salga, estaremos hasta que se cierren sus puertas".
Para Carpio, miembro de la saga de su apellido, es "un día triste para mí". Especialmente para él. "Por muchos motivos. Se fue mi hermano Juanillorro hace dos años. Aunque fuera del Cristo, toda su vida fue de La Yedra a muerte. Y para mí, es un día triste. Por no salir y por el recuerdo a mi hermano. Somos sangre verde". Y cuando hay sentimiento, lo hay, cuenta, pero su sitio es la calle: "Una saeta cantada en la calle suena distinta que dentro de la Iglesia. Pero como se canta en el sentimiento y saberla cantar, que no todo el mundo puede. Todo el mundo puede rezar, pero a la saeta hay que respetarla. Se está perdiendo el respeto a la saeta de Jerez de la Frontera, que tiene fama y es distinta porque se canta por seguiriya de Manuel Torre, de otra manera. Hay que tener cualidades para cantarla en la calle".
Manuel Alejandro Amador Moya vivió durante años en Jerez, aunque en 2020 ya estaba en su Granada natal, donde fue pregonero de la Semana Santa que no pudo celebrarse por las calles. Aquella fue diferente a esta, y a razón de actos de carácter religioso que protagonizaba, ha podido estar en la ciudad este Jueves Santo. "Es un día de reencuentro, un vínculo de unión. Hoy es un día que brilla más que el sol. Esta es la señal evidente de que esto va a terminar, es la Esperanza. En La Plazuela, los astros se alinearon hace tiempo, y esto irradia". Irradia, dice, "Esperanza. No hay más especial que en la Plazuela habite la Esperanza. La imagen es un vehículo que necesitamos, que es madera, es viva". Y subraya sobre la Semana Santa de Jerez, y la del "valle del Guadalquivir es más cofrade que la Andalucía Oriental. Aúna sentimientos y antropología, psicología, cultura... Son las raíces". Y es "fiesta, porque hoy Jueves Santo, los católicos celebramos el amor fraterno. Un Dios quiso quedarse con nosotros en forma de pan en la Eucaristía. Aún incluso en el aspecto penitencial del Sábado, sabemos que viene la Resurrección, y es normal vestirla de oro, porque sabemos cuál es el final".
El hermano mayor de la Hermandad de La Yedra, Manuel Hurtado, cuenta que "vivimos esto como buenamente se puede". Dentro de todo, reconoce que esto "es para la historia y lo contaremos en el futuro, que vino Jerez con los brazos abiertos para pedir". Este año ha sido trabajoso. "La hermandad ha estado a un nivel altísimo", para idear el sistema de recepción de ciudadanos a las puertas de la capilla. Para Hurtado, "no tengo la alegría de antes de salir. Para mí no es Jueves Santo. Tengo las vivencias de hoy, aliviantes, pero las hermandades son para salir a la calle y este año no puede ser". Eso sí, "Manuel de la Fragua ha cantado y teníamos el sentimientos apretados". "Esto es un joyero que tiene Jerez, es muy especial. Jerez no se entiende sin la Yedra. Jerez ha demostrado que si las hermandades estuvimos con la ciudad el año pasado, trabajando lo indecible desde todas las cofradías", dice en referencia a las iniciativas sociales, como la de los costaleros, "este año es al revés. Los jerezanos no han parado de hacer cola. Hay necesidad de ello".
Manuel de la Fragua ha sido protagonista de uno de los momentos del Jueves Santo, dando voz a tanta pasión sin contener. "Simplemente con mirar a la Virgen a la cara, la voz sale sola. Ella la ha cantado, yo he puesto el corazón, ella lo demás. Es inexplicable, pero es así", decía tras su plegaria. "Es el mismo sentimiento de devoción con estar en la calle. Pero este año ha sido más devocional, muchos momentos vividos. Da pena verla vista de reina y no salir. Ella tiene una vibración, parece que te abraza. Ella es mi vida".