Suspendidos en el aire. Cómo pájaros, sobrevuelan la provincia de Cádiz. Desde arriba, todo parece una maqueta con árboles y casas. “La meteorología es importante. Con la altura, cambia la dirección y la velocidad del viento”, dice Teodoro Rubio Jiménez mientras pilota un ultraligero que avanza a 140 kilómetros por hora. El viento hace balancear el pequeño avión desde el que se contempla el puente de hierro de La Barca, la Sierra gaditana o los miradores de Arcos.
“Yo padezco vértigo, pero el vértigo en movimiento no existe”. Teo, de 55 años, nacido en Torrecera, lo aprendió en el año 1988 cuando empezó a adentrarse en el mundo del ultraligero. “Estaba nervioso, pero me gustó”, confiesa el aficionado, que ya había volado con 14 años en un helicóptero que fumiga el campo. Era incapaz de subirse a una escalera, pero gozaba desde las alturas con las manos en el mando y la mente en otra parte.
En su tiempo libre, el torrecereño, que trabaja de mantenimiento en una urbanización, se dirige al aeródromo de La Ina, barriada rural en Jerez, donde comparte su pasión con los jerezanos José Manuel Escobar, de 61 años, y Marceliano Renado, jubilado que formó parte del Ejército del Aire como técnico de motores y hélices desde 1965.
Empezaron en Las Pachecas —con aviones de tubo y tela— y en el año 1999 se trasladaron al campo de vuelo desde el que cuentan a lavozdelsur.es los entresijos de esta afición con tradición en Jerez. En ese año se creó el aeroclub Guadalete, que refundaron hace tres años. “En el año 2019 muchos socios se fueron porque implantaron restricciones de vuelo”, explica Teo. Estaba a punto de desaparecer una asociación histórica, pero ellos no lo permitieron.
"Tenemos las operaciones restringidas"
“Al ser un campo eventual hay problemas de medio ambiente y tiene unas operaciones restringidas. En años anteriores no las teníamos, pero en 2019 con el cambio de leyes las pusieron”, explica José Manuel, comercial que empezó a disfrutar de los vuelos con 16 años, cuando se apuntó a la Brigada paracaidista. “Fue la primera vez que tuve conciencia de altura, fue una experiencia muy bonita, cuando salí del Ejército me acerqué al aeroclub”, recuerda.
En el aeródromo está limitado el número de despegues y aterrizajes al tratarse de una zona de desagüe, por lo que el hangar funciona, sobre todo, como taller para revisiones. “Nos hicimos cargo de estas instalaciones para que no se perdiera la afición”, comentan. A los compañeros les encantaría que volviera a ser un punto de referencia como antaño.
“Lo llevamos para adelante con la esperanza de que algún día nos vuelvan a dejar sin restricciones, como estábamos”, sostiene Marceliano con la mirada clavada en el ultraligero, el medio de transporte más económico según ellos.
De momento, se encuentran a la espera de la resolución de las autoridades competentes. “El Ayuntamiento de Jerez está con nosotros, pero la burocracia es muy lenta”, explican.
Unos minutos más tarde, en el cielo José Manuel vuela en su ultraligero de última generación a unos metros de Teo. Desde la aeronave levitan y disfrutan del paisaje en una tarde soleada. “El volar es como una droga, se te mete en las venas, y cuando dejas de volar te da mono y necesitas montarte en cualquier aparato que vuele para quitarte esa angustia”, expresa el jerezano.
"Es muy apasionante ver lo pequeños que somos"
Ambos comparten las sensaciones que experimentan a 300 metros del suelo -el máximo según la normativa de seguridad. “Es muy apasionante ver desde el cielo lo pequeña que es la Tierra y lo pequeños que somos nosotros”, dice José Manuel.
Para Teo, volar es sinónimo de evasión. “Cuando vienes un día quemado del trabajo te montas en el avión y te cambia el chip”, asegura.
Ambos tenían esa inquietud desde pequeños que ponen en práctica cumpliendo las normas de seguridad aeronáutica. El ultraligero tiene prohibido entrar en los CTR, espacio aéreo controlado, como los del aeropuerto de Jerez, Rota o Morón. Pueden acceder a lazona de Cádiz si piden permiso.
Para localizarlos, están atentos a la pantalla del GPS similar a la conducción de un coche. Aunque ellos ya se saben de memoria la zona después de tantos años por los aires practicando vuelo visual- viendo el paisaje. Ellos han podido continuar con este hobby, a priori costoso, durante tanto tiempo gracias a un truco. La clave si no se dispone de una economía generosa es compartir.
“No me puedo permitir el lujo de tener un avión solo, opto por la multipropiedad. He llegado a tener un avión con diez personas, es la opción más sencilla”, señala Teo que ha llegado a pagar 30 euros al mes con cinco personas.
El torrecereño explica que el “hándicap” es la licencia, que ronda los 3.000 euros. En cuando a los modelos, en el mercado de segunda mano se pueden conseguir un simple tubo y tela por 2.000 euros, una gama media por 40.000 euros y la más alta por 120.000 euros.
Además de repartirse los gastos del seguro, la licencia, la gasolina o el hangar, inicialmente, los aficionados deben obtener un título de piloto que puede ser de ultraligero de autogiro, de pendular, de ala fija o de los tres. “Hace falta aprobar el teórico y el práctico, como el carné del coche. En la provincia hay dos escuelas oficiales para sacarse el práctico, en Medina y en Villamartín, pero el teórico se hace en Madrid”, detallan.
Marceliano, José Manuel y Teo observan desde el aeroclub que existe un turismo del ultraligero y cada vez más personas se interesan por volar. Muchos turistas viajan a Jerez en este medio. “El 7 de mayo van a aterrizar tres aviones procedentes de Alemania para la feria”, dicen los socios que también reciben a pilotos durante el Gran Premio de Motociclismo y en verano.
Las personas pueden contactar con la asociación para dejar sus ultraligeros en el hangar de La Ina, un servicio que ofrecen sin ánimo de lucro para facilitar el flujo de viajes. “Estamos abiertos a quienes sientan curiosidad para informar y compartir la afición, y para quienes quieran tener una experiencia de vuelo”, comenta Teo.
Además, tienen en mente incorporar parapentes, paramotores y ultraligeros inferiores a 70 kilos, que no necesitan licencia y se escapa de las restricciones de vuelo. Desde el aeroclub Guadalete “seguimos batallando” para que los ultraligeros adornen el cielo.