Cada cinco minutos pasa un camión atravesando una de las carreteras secundarias del parque natural Bahía de Cádiz. Otro, otro y otro. Por la ventanilla del coche se observa la gran afluencia de vehículos pesados que salen del punto de carga de la salina Marismas de Cetina. Todos ellos cargados con entre 26 y 27 toneladas netas de sal. Cloruro de sodio que extrae el Grupo Asal, el principal productor de sal marina a nivel nacional del que toda España está pendiente desde que la borrasca Filomena cubrió de nieve cada rincón del centro y el norte del territorio nacional.
“Esto es lo nunca visto, es brutal, están saliendo de 100 a 120 camiones diarios, es un flujo constante, una locura”, expresa Ramón Álvarez, jefe de producción del grupo salinero desde 1968 que asegura que llevan con ese ritmo desde la semana pasada. Los camiones circulan sin cesar a su alrededor. Este pasado lunes, el último se fue a las 12 de la noche y el gaditano estima que este martes ha sido igual. La ola de frío sin precedentes hiela la Península Ibérica dejando una nevada histórica que ha disparado la demanda de sal al ser la única vacuna para descongelar las carreteras bloqueadas.
“La que ha caído ha sido algo que no se esperaba, por muchas predicciones que se hicieran, yo nunca he visto Madrid como lo vi el domingo y llevo muchos años, casi un metro de nieve había allí acumulada”, comenta Jaime, uno de los transportistas que esperan con paciencia a que una excavadora rellene su camión. Juan Antonio, camionero de El Cuervo, permanece de pie a su lado con las botas enfangadas y un sol de justicia que no alivia el frío. “Es una nevada horrorosa”, dice el que regresó de Ávila ayer y vio como su empresa llegó a enviar 80 camiones desde el primer día del temporal.
Ya son seis los viajes que han realizado a lo largo del día para transportar la sal a un barco que atracará en el muelle de La Cabezuela, en Puerto Real, este viernes. Allí se cargará con 8.700.000 kilos que llegarán al puerto de Santander o de La Coruña. “Desde allí se reparten con camiones a toda España”, explica Juan Antonio que expone que “el año pasado haría cuatro viajes si acaso en todo el año y este año he subido a La Coruña como seis veces”.
Cada envío de sal le cuesta a los Ayuntamientos y a las empresas que gestionan el mantenimiento de las carreteras unos 1.000 euros. El porte llega a ser más caro que la sal, comentan los transportistas que se montan en el camión rumbo a Puerto Real.
El ajetreo se palpa en la salina donde el teléfono móvil de Ramón no para de sonar. Con calma, responde a cada llamada que recibe de los clientes con desesperación. La nieve acecha y es urgente eliminarla. “Nada más que hay que encender la tele para saber cómo está el país. Ahora mismo la solución es esa, mandar sal e intentar abastecer todo lo que se pueda”, explica Ramón, que lleva siete años en la empresa y nunca se había enfrentado a tantísimos pedidos.
Antes de introducirla en los camiones, la sal debe pasar un tratamiento que realizan una veintena de operarios en la salina Marismas de Cetina, unas mil hectáreas que pertenecen a Puerto Real. A su vez, Grupo Asal también posee la salina El Estanquillo en San Fernando y la Santa María, en El Puerto.
El sol ilumina las montañas de sal que reposan en las garberas. Las pisadas de botas entre los granos revelan que los operarios no paran quietos ni un segundo. A unos metros, se encuentran las cosechas de las que sacan la sal entre final de agosto y principio de octubre. “Con esa producción ya vivimos todo el año”, dice Ramón que detalla que el agua procede de la ría San Pedro y suben la densidad a 25 grados para que la sal empiece a cristalizar. Es en ese momento cuando se origina la artemia salina, una bacteria de la que se nutren los flamencos. Es la culpable del color rosáceo de estas aves que se divisan a lo lejos en un paisaje natural singular.
El Grupo Asal produce en torno a 400.000 toneladas anuales de sal, de las cuales, unas 300.000 se destinan como sal alimentaria y unas 100.000 para la seguridad vial. Según explica el jefe de producción, 40.000 toneladas de las 100.000 reservadas para el deshielo van dirigidas al territorio nacional mientras que los 60.000 restantes acaban en países del norte de Europa.
“Normalmente repartimos a toda España las 40.000 toneladas entre noviembre y marzo, en cuatro meses, pues solamente con Filomena, se han llevado 20.000, prácticamente la mitad”, expone Ramón. “Está todo vendido y más que apalabrado”, añade.
En la siguiente salina, la Santa María, el segundo punto de carga, la cantidad de camiones que se han aglomerado esta tarde ha provocado un colapso. Una fila de entre 30 y 40 vehículos se encuentran atascados en un camino de roca estrecho. Camioneros procedentes de Madrid, Ávila, Guadalajara o Segovia aguardan desesperados para poder tener lista su mercancía y tomar rumbo al foco de la nevada.
Algunos de ellos llevan desde las 10 de la mañana sin moverse de allí. “Llevamos aquí todo el día, el carril está todo reventado y no se puede ni pasar”, relata uno de los afectados que se ha bajado del camión y aguarda junto a otros compañeros de profesión en una esquina. La paciencia se les acaba frente a la odisea que supone cargar la sal. “Aquí pesan, te mandan allí, a la otra salina, a cargar, y tienes que volver aquí a pesar”, explican los que manifiestan el descontrol que se ha desatado. Cada camión debe tener todo en regla para poder partir y la llegada de vehículos no cesa.
Uno de ellos, que lleva en la salina desde ayer, bromea para amenizar la espera. “A nosotros nos poneis, camioneros cabreados, no vamos a llevar la sal a nadie”, dicen cansados. De repente, se percibe un poco de movimiento. “Mira, ese ya está saliendo”, comenta uno de ellos que viene de Madrid. La esperanza es lo último que pierde, pero se temen que van a tener que pasar la noche en el paraje natural gaditano.
Pese a la creciente demanda, Ramón da fe de que la mayor productora nacional tiene capacidad para abastecer a todos. “Por ahora, los camiones van saliendo diariamente, con muchísimo esfuerzo, estamos echando más horas de lo normal, pero van saliendo los pedidos”, explica siendo consciente del atasco de la salina vecina.
El gaditano aclara que en ningún momento se ha destinado la sal alimentaria para el deshielo y que hay toneladas suficientes para plantar cara a Filomena. Ahora solo queda que llegue a las zonas donde se repartirá para que las carreteras vuelvan a la normalidad. Esa es la parte más complicada estos días en los que la sal se convierte en oro.