Coloridas montañas de redes reposan en el puerto de Bonanza en Sanlúcar. Algunas están rotas y otras se han quedado pequeñas para su uso. Su destino era el vertedero hasta que a una mujer se le ocurrió transformar los desechos marinos en “tesoros sostenibles”. Darles una segunda vida y reutilizarlos para confeccionar objetos. Beatriz Bartel, sanluqueña de 50 años, observa esas artes de pesca de las que quedó prendada a mediados de 2022.
Fue ese año cuando en su cabeza se encendió una bombilla y comenzó a hilvanar un proyecto “romántico y apasionado”, como ella dice, que pone en valor la historia de su tierra natal y al que llamó En Redes.
Todo comenzó cuando Beatriz decidió dejar su trabajo en gestión de clínicas, al que le había dedicado gran parte de su vida laboral, para emprender. Siempre había estado montando eventos y ayudando a su entorno a conseguir espacios, así que, dio un giro y montó una empresa de experiencias turísticas bautizada con su mismo nombre. “Quería dar a conocer la esencia de Sanlúcar, de Bajo de Guía, de sus benditos langostinos, pero quería enseñar la verdad de esta ciudad que tiene una historia con el mar increíble”, comenta a lavozdelsur.es desde Bonanza.
Se lio la manta a la cabeza y se propuso redescubrir Sanlúcar. Para ello, se dirigió al puerto, que sus pies pisan en el momento de la entrevista, donde pudo observar cómo faenaban los barcos y todos esos montes de redes. “Me enamoré, me parecían maravillosas”, recuerda la sanluqueña, que se acercó a uno de los rederos para saber más.
-¿A dónde van estas artes cuando ya no tienen usos?
-Al vertedero.
-No puede ser verdad, no me lo puedo creer.
Tras esa conversación, a Beatriz se le removió algo y con la mirada clavada en esos copos de pesca que tanto le atraían por su estética, se lanzó. “Quería recuperar estas artes y empecé a desarrollar el proyecto y ver si era factible. Investigué y contacté con otros lugares”, comenta.
Así consiguió dar a luz a una iniciativa que destaca por ser sostenible. Las redes que rescata están hechas con nailon y, en su mayoría, con plástico. “Imagina la cantidad de toneladas que se pueden quitar”, dice frente al mar, con una vista de las salinas y Doñana al fondo.
“Quería hacer cosas que tengan una extensión importante, porque al final si yo lo que quiero es realmente darle a las redes una segunda oportunidad, hacer cosas pequeñitas tan solo necesitaría una red”, reflexiona desde este enclave idílico en el que trabajan los rederos, manos artesanas fundamentales en este proyecto.
Desde el primer momento, los rederos aceptaron la propuesta de la sanluqueña y, desde entonces, ella se encarga de los diseños de los objetos, mientras que ellos seleccionan las redes más idóneas y ejecutan la idea. Las limpian con agua y jabón y crean obras de arte. Piezas exclusivas con redes que cosen con “aguja y navaja” de forma artesanal.
En concreto, son las manos de cuatro hombres naturales de Sanlúcar las que convierten los restos en artículos. “Hemos hecho hamacas para nuestros cuartos. Tenemos hamacas recicladas bastante bonitas”, comenta Salvador Vidal Palacios, de 57 años, que lleva desde los 14 en este oficio.
“Si no las reutilizamos, van a la basura. Nosotros buscamos las redes, las cosemos, las cortamos, las untamos... es todo artesanal”, explica. Él trabaja junto a su hermano Daniel Vidal, de 49 años; su sobrino Jose María Suárez, de 26; y su hijo Jose Antonio Vidal Segovia, de 27. Una familia marinera que siempre ha vivido de este sector en Bonanza, reparando redes o saliendo a faenar con barcos.
Según explican, pueden tardar unos tres días en hacer una pieza con doble red. A Salvador le gusta “aprovechar las redes que están tiradas y guardas cosas que encuentro en la mar, como flotadores”.
Con este proyecto, Beatriz busca poner en valor la artesanía y la labor de los rederos, oficio que quedó grabado en un documental de Discovery Channel dirigido por James Costos en el que la sanluqueña trabajó en la producción.
“Para mí Sanlúcar es mágica”, expresa antes de llegar al Castillo de Santiago, donde actualmente están expuestos los objetos creados con las redes. Junto a los muros de esta histórica fortaleza construida en el siglo XV, se divisan alfombras, hamacas y toldos para la sombra.
“Tuve la suerte el año pasado de cenar con los gestores del castillo y les comenté el proyecto. Un año después se pusieron en contacto conmigo para hacerlo”, explica Beatriz mientras se adentra en el bien patrimonial ubicado en el barrio Alto.
En su interior cuelgan los desechos marinos convertidos en elementos decorativos que en su pasado guardan historias de pesca. Esa que ha dado de comer a tantas generaciones en el municipio. “Cada nudo que hagas es un paso hacia un mundo de posibilidades ilimitadas”, versa uno de los paneles explicativos.
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