Uno de los mayores atractivos turísticos de Andalucía, uno de los mayores tesoros agroganaderos de la provincia de Cádiz, vive amenazado por una invasión extraterrestre. Concretamente, solar.
Setenil de las Bodegas, con unos 2.700 habitantes, se ha convertido en un fenómeno de atracción y producción con pocos precedentes en la Andalucía.
Cada semana, sin apenas excepciones en cualquier época del año, recibe a tantos visitantes como residentes tiene. Hablan una docena de idiomas. Su peculiaridad geográfica lo ha convertido en un imán inagotable.
Es la única población de la Sierra de Cádiz que está en un tajo, en la hondonada con forma de serpiente retorcida que forman ríos como el Guadalporcún. Al contrario que las poblaciones vecinas, no se ve desde los alrededores, no está en una ladera o en un pico.
El entramado urbano del pueblo es invisible apenas a dos kilómetros. Está en un hueco. Las calles techadas por la roca, sus bares y tiendas labrados en las paredes milenarias conforman su atractivo principal.
Esa deslumbrante y extraña guapura que enamora a coreanos, australianos, británicos, alemanes y españoles está en peligro. Amenazada por un progreso energético mal entendido, hipertrofiado. Así lo entienden los miembros de la plataforma Salvemos Setenil.
La plataforma Salvemos Setenil agrupa cada vez a más vecinos, cuenta con el respaldo municipal y ha convocado ya marchas y protestas
El alarmante nombre del grupo da una idea del temor que sienten. El número de vecinos que se ha sumado al colectivo crece sin cesar. Ya son varias las marchas y manifestaciones convocadas mientras esperan cada nuevo pronunciamiento de la Junta de Andalucía.
El rechazo colectivo cuenta incluso con el respaldo del Ayuntamiento. Está presidido por Rafael Vargas, una de las pocas alcaldías que el menguante andalucismo conserva en la provincia. Y con mayoría absoluta.
Para entender la amenaza llegada del cielo hay que remontarse unos años atrás. Puede resumirse con una cifra: 540.512 placas solares. Son las que serían instaladas en todos los campos alrededor del foso mágico setenileño si salen adelante los proyectos presentados formalmente una y otra vez.
"No podemos permitir que Setenil se convierta en Saturno", resume Pedro Andrades, portavoz y lider de la plataforma que mantiene un activo y seguido blog Imagina Setenil.
Todo comenzó durante la pandemia, en noviembre de 2020. Varias empresas (Táctica, Diverxia, entre otras) comenzaron a presentar pequeños proyectos para la instalación de campos de placas solares que producirían una energía fotovoltaica sostenible, barata y ecológica. Todo bien.
Al principio, eran varias iniciativas de tamaño medio que nunca superaban la potencia máxima, 50 kilovatios, por lo que podían sortear los obstáculos administrativos más estrictos. Pero no pararon de llegar y cuando superaron la media docena, la suma se hizo enorme.
El Ayuntamiento setenileño dio luz verde inicial. Concedió autorización urbanística sin intuir lo que se avecinaba. Cuando entendió el peligro, presentó recursos de alzada que aún no han tenido consecuencias. Intenta dar marcha atrás pero, por ahora, la caja de cambios no funciona.
La Junta de Andalucía, con el beneplácito municipal, acogió para su estudio las propuestas para los campos de placas solares. Algunos propietarios de tierras cerraron preacuerdos por ceder sus suelos para la siembra de placas solares a cambio de un dinero que no dañaba a nadie.
Cuando todas las partes entendieron que la suma de todos los proyectos ocuparía 678 hectáreas, casi el 10% del término municipal, y llegarían a las 540.512 placas, apareció el cambio de opinión general, las manos a la cabeza, las discrepancias y el primer rechazo ciudadano en forma de plataforma, reuniones, marchas y movilizaciones.
La superficie que ocuparían los proyectos presentados es equivalente a mil campos de fútbol
"El cambio de actitud ha sido tan grande que, ahora, los vendedores sienten vergüenza si dicen que vendieron en su día o que piensan vender. Ahora, ya no lo cuentan".
El pequeño monstruo metálico que se presentaba inofensivo y amable empezó a crecer demasiado deprisa. Los peligros que suponían las placas solares se manifestaron por acumulación.
La inocencia inicial desapareció. Cuatro años después de los primeros pasos, inaudibles, la preocupación se ha generalizado. Si varios de los proyectos fueran considerados "de utilidad pública", conllevarían expropiaciones de terrrenos cuyos dueños no quieren vender pero serían obligados a cambio de un "justiprecio" fijado por ley.
Este último paso ha encendido todas las alarmas y ha elevado el volumen de las sirenas de emergencia. A los temores por el posible impacto turístico, estético, se sumaba el golpe al campo, a la agricultura y la ganadería, al patrimonio y a las tradiciones.
El número de campos llenos de placas solares, poco a poco, se anuncia tan alto que si se llegan a construir rodearán todo Setenil. La población, "una de las más bonitas de España, del mundo", se convertiría en un paisaje "de ciencia ficción, lunar".
El bellísimo foso, el pétreo agujero fluvial, podría quedar completamente cubierto por un enorme círculo metálico. El manto fotovoltaico tendría la extensión de mil campos de fútbol.
"Energías renovables sí, pero no así", es uno de los lemas de la plataforma y sus cientos de integrantes. Con el paso del tiempo, la sensación inicial de impacto leve se convirtió en temor a una invasión tecnológica, a un retroceso en nombre del progreso.
El perjuicio estético y, por tanto, turístico aparece ahora acompañado por el económico, el social y ecológico. "Perderíamos encinas centenarias, que estaban aquí antes de los Reyes Católicos". Los contrarios a estas plantas fotovoltaicas afirman que ya ha comenzado el arrancamiento de olivos en otras zonas.
Imagina Setenil afirma que "en la misma indefensión jurídica se encuentran otros propietarios de fincas históricas de Setenil, como Paco Camacho en Las Mesetas, Melchor Guzmán en Aguilera Baja, Pepe y Rafael Durán en Las Limosnas o el alcalareño Miguel Almagro en el Huerto del Hombre".
"Desaparecerían los olivos centenarios, las encinas, el camino por el que hacemos la romería, El Trejo, El Higuerón y Aguilera"
"Desaparecería el camino, por Escalante, de la romería más querida por los vecinos de Setenil. Muchos agricultores perderían su tierra para producir", enumera Pedro Andrades mientras recuerda que la zona tiene una legendaria tradición productora. Por ejemplo, de aceite de oliva entre otros muchos productos.
Cada vez más vecinos hablan de "destrozo ambiental y paisajístico" también en el entorno de yacimientos arqueológicos como Acinipo. "Se van a cargar los escarpes del Trejo, los alrededores del arroyo de Alcalá, El Higuerón y Aguilera. Vamos a perder olivos y encinas con siglos de vida a cambio de nada porque no va a repercutir ni en el precio de la luz".
El susto definitivo llegó cuando se anunció el proyecto de subestación energética Danae, en la finca Pozuelo, junto a la pedanía conocida como Venta Leches. Esa gran instalación será la que agrupe, acumule y distribuya toda la energía solar que manden las placas solares que circunden Setenil, más de medio millón.
Este 10 de mayo de 2024, esa subestación era sometida a información pública por segunda vez. La Junta de Andalucía tumbó la primera propuesta por considerar que amenazaba zonas de gran riqueza natural, paso de aves, en un área ya limítrofe con el término de Ronda.
Los promotores industriales, avispados, han presentado un segundo plan, una alternativa. La línea de alta tensión que precisa esta gran nave central, con 18,40 kilómetros de longitud inicial, pasaría a estar soterrado. Ya no afectaría a las aves.
Este cambio debe ser sometido de nuevo a la aprobación autonómica. La sentencia debe conocerse este mes de julio. En ese punto de no retorno está el debate.
Si la Junta acepta la planta de almacenaje de energía fotovoltaica (la subestación Danae), los campos de placas aparecerán detrás. Si es rechazada, el resto de proyectos estarán en cuestión, sin gran nave a la que enviar la fuerza que obtengan del sol. Esa es la perspectiva de la plataforma de oposición en este momento, en el inicio del verano de 2024.
"Este mamotreto destruiría el cruce de El Gastor", detalla Andrades. Crearía una conexión Setenil-Arriate-Ronda por la que saldría un caudal de kilovatios camino de la Costa del Sol y, desde ahí, para cualquier lugar.
Salvemos Setenil entiende que la población sería la única que pagaría las consecuencias estéticas, turísticas, agrícolas, medioambientales y económicas, sin recibir nada de esa enegía. Tampoco puestos de trabajo en unos campos de placas que apenas necesitan mano de obra ni mantenimiento.
"Es que se lo van a cargar todo"
"Es que aquí no va a querer venir nadie si cubren esto de metal", razona Rosa junto a la fuente de Venta Leches. Otra vecina, Isabel, sale al encuentro de la conversación con los periodistas y resume con un detalles sus temores.
"Ahora esto se llena de ciclistas los fines de semana. Pero llenarse. Mucha gente tiene su casita para fin de semana o para vacaciones. Si cubren todo esto de placas o ponen ese cable que dicen, nadie va a querer venir".
Dentro de una de esas casas de la pedanía, un matrimonio metido en años habla en Inglés bajo el porche. "Hay muchos extranjeros que se han venido a vivir por aquí por la tranquilidad, por lo bonito que es Setenil pero si hacen esto que dicen va a ser un atraso. Es que se lo van a cargar todo", dice la mayor de las afectadas.
«Me pueden quitar la tierra que llevo trabajando toda la vida», denuncia Juan Cristóbal, uno de los propietarios amenazados de expropiación por el aluvión de proyectos energéticos. Tiene un campo en El Higuerón, con olivos y pistachos. Su finca se incluye, sin su consentimiento según Salvemos Setenil, entre los terrenos expropiables para un parque fotovoltaico.
«Siento que me están robando», le cuenta José Molinillo a Pedro Andrades. Invirtió hace poco más de 100.000 euros en maquinaria para su explotación, tiene contratados a tres trabajadores y su olivar aparece ahora en peligro.
Algunos ganaderos recurren incluso a la guerra de guerrillas ante el temor a la expropiación. Dos de ellos, muy jóvenes, sin querer dar sus nombres admiten que están dejando carroña en algunos puntos de sus tierras "para que vengan más buitres". Señalan al cielo y aparecen volando en círculos.
"Donde aparecen buitres, aparecen siempre la administración que sea para proteger la zona por su valor ecológico. A ver si gracias a los buitres, ojalá, no se atreven a llenar esto de placas solares". Hecha la ley, hecha la trampa.
Setenileños como Paco Camacho, que trabaja en Las Mesetas desde los 13 años, han defendido su finca y su producción durante años. Tiene cerdos con marca de chacinas propia, vacas, ovejas, produce aceite y vino, considerados de alta calidad. Incluso ha sumado pistachos.
«Va a convertir todo en escombros. Lo van a destrozar. No sé si la gente es consciente de la gravedad de lo que está ocurriendo», resume.
De vuelta al centro turístico del pueblo reaparece el temor al impacto turístico. David Delgado, jefe de sala del prestigioso restaurante El Mirador, participa en un debate improvisado al respecto.
No es el primero que vive sobre la invasión de las placas solares. Malagueño, como su socio Miguel Castillo, se muestran preocupados por los cambios que puedan afectar a "la marca que ha conseguido Setenil en el turismo de la Sierra, en la provincia y en Andalucía".