Suha Alnajjar nació y creció en la Franja de Gaza, donde vivió la primera y la segunda intifada y cuatro operaciones militares israelíes en la Franja en los años 2008, 2012, 2014 y 2018. Es ingeniera, y "como todos los palestinos, sufría los checkpoints cuando estudiaba en la universidad en Jerusalén". Necesitaba un permiso para entrar y salir de la Franja, y en muchas ocasiones no podía ir a visitar a su familia. "Nuestra vida en Palestina, Gaza y Cisjordania depende siempre del permiso israelí", relata.
Posteriormente, tras sus estudios, volvió a Gaza y trabajó con diversas organizaciones de cooperación internacional como la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (Unrwa) y Acción contra el Hambre. Recuerda la inseguridad, el miedo y "el escaso acceso a las necesidades básicas, los cortes de luz, el agua contaminada... y la lucha diaria para vivir como cualquier persona". Decidió intentar salir de Gaza con sus hijos, y llegaron a España. Lleva ya dos años en Sevilla.
"Irme de Gaza fue muy duro y muy difícil, pero mi objetivo era vivir con mis hijos en un sitio seguro", se sincera. A raíz de hablar de sus hijos, apunta: "Los niños y los jóvenes no tienen esperanza. Hay un dicho en Gaza que es 'En Gaza, no puedes tener planes ni para una semana', porque de pronto todo se vuelve otro mundo. Tu vida está controlada por Israel". Materiales sanitarios, agua, comestibles, gas... "Todo pasa por el Gobierno israelí", recalca.
Sus padres, sus hermanos y sus sobrinos siguen allí, y tras los ataques de octubre, tuvieron que huir de la ciudad de Gaza y se han desplazado ya tres veces. Su padre, médico jubilado que ya era desplazado de la ciudad de Isdud, está enfermo y "está empeorando desde que dejó su casa; fue muy difícil para él y ha perdido casi toda la memoria", relata. Sus sobrinos, según le cuenta su hermana, están siempre enfermos "por el agua contaminada" que ya tenían desde antes de octubre. "Todas las situaciones graves afectan siempre más a los mayores y los niños, los más vulnerables", dice
Suha es una de las muchas caras de la diáspora palestina, que ha diseminado a casi la totalidad de una nación por todo el mundo desde hace décadas. "Es nuestra responsabilidad hacer que cada vez más gente esté con la causa palestina", afirma. Desde el plan de partición de la ONU, que data de 1947 y que imponía la división del territorio palestino en dos Estados, uno judío y otro palestino, el Gobierno de Israel ha ido ocupando progresivamente cada vez más porcentaje del territorio que estaba destinado a la creación del Estado de Palestina.
Más de la mitad de su población fue expulsada del territorio o huyó de la zona, con un segundo éxodo debido a la guerra de 1967, en la que Israel ocupó la hoy asediada Franja de Gaza, entre otros territorios; éxodo que la ONU cifra en medio millón de palestinos.
Posteriormente, tras un nuevo recrudecimiento en 1973, la ONU pidió el inicio de las negociaciones de paz y reconoció los "derechos inalienables" del pueblo palestino a la libre determinación, la independencia y la soberanía nacional. Pero, en la práctica, esto parece no significar nada. Pese a los intentos de la ONU, la población palestina sigue abandonada por la mayor parte de los gobiernos internacionales y la situación en la Franja de Gaza, ya antes de los acontecimientos de octubre, era dantesca, como afirman las organizaciones internacionales, especialmente tras las acusaciones del Gobierno de Israel a Unrwa y la amenaza de la suspensión de fondos.
"Cada vez más gente cree en el derecho de los palestinos a vivir en paz. Queremos contar que somos personas normales, que queremos vivir como cualquiera. Somos un pueblo muy luchador, desde hace décadas, y creemos mucho en nuestro derecho", señala Suha. Por eso, anima a todas las personas a salir a las calles y reivindicar el fin de esta situación.
Andalucía se moviliza en apoyo al pueblo palestino
Hijo de padre palestino y madre española y nacido y criado en Sevilla, Alejandro Abuámer Flores cuenta que la conciencia de su identidad palestina se ha acrecentado desde el pasado 7 de octubre. "Decir y reconocer mi identidad como palestino antes me hacía sentir poco legitimado, por haber tenido la suerte de haber nacido aquí", señala. Apunta que "nunca diría 'nos están haciendo esto', porque eso sería victimizarme, pero sí quiero alzar la voz de mi pueblo, al que, entre otras muchas cosas, se la han robado también".
Su padre llegó a Sevilla procedente de Cisjordania; casi toda su familia paterna está diseminada por todo el mundo, desde Dubai hasta Nueva York, pasando por Jordania o España. Habla de "equidistancia" y "memoria selectiva" en este asunto: "Si se habla de este genocidio que están cometiendo hay que recordar el ataque de Hamás, pero cuando vino el ataque de Hamás no se hablaba de las décadas de injusticia" hacia la población palestina.
También reconoce la labor y el valor de las voces críticas entre la población israelí, pero "cada vez son menos", por una creciente represión por parte del Gobierno y por la fuerza de la propaganda, señala.
Desde el pasado 7 de octubre, cuando se inició la ofensiva israelí sobre Gaza tras los ataques de Hamás, Andalucía ha sido una de las regiones con mayor impulso en la lucha contra la ocupación que sufre la población palestina. La Red Solidaria contra la Ocupación de Palestina (Rescop), que aglutina a diversos colectivos en defensa de la población palestina, ya convocó en meses anteriores varias movilizaciones, y este fin de semana vuelve a hacerlo.
Se trata de una acción a nivel nacional que tendrá lugar en cien ciudades por todo el país, y en la que Andalucía tiene especial protagonismo, con convocatorias en todas las capitales de provincia y la participación de la coordinadora Andalucía con Palestina, compuesta por varios colectivos andaluces. En Cádiz, la manifestación saldrá a las 11.30 de este domingo de San Antonio, mientras que en Sevilla lo hará el próximo día 28 a las 12.00 desde San Telmo.
"Agradecemos mucho el apoyo del pueblo andaluz y de la gente aquí al pueblo palestino, a la causa palestina", señala Suha.
El objetivo de estas movilizaciones es pedir al Gobierno el fin del comercio de armas con Israel y la interrupción de todo tipo de relaciones "diplomáticas, institucionales, económicas, culturales o deportivas", señala Ana Sánchez Mera, de Rescop.
Sobre la respuesta de la sociedad civil apunta: "La población está respondiendo con grandes muestras de solidaridad, hemos visto cómo en la última convocatoria de enero más de medio millón de personas salieron a la calle a pedir al Gobierno que pusiera fin al comercio de armas, y para la de este fin de semana tenemos 100 municipios registrados". Ante la pregunta de esa aparente distancia entre lo que exige la sociedad y la respuesta de la clase política, es contundente: "El posicionamiento de la sociedad civil está claro, lo que faltan ahora son acciones por parte del Gobierno”.
¿Qué puede hacer entonces la ciudadanía? Alejandro pone en valor, sobre todo, el poder de la información y de la concienciación, porque "la ignorancia es la principal aliada de las injusticias", aclara. Y, en línea con el objeto de la reivindicación principal que impulsa las movilizaciones, apunta: "El Gobierno de Israel necesita compensar y blanquear a nivel internacional lo que está sucediendo, por ejemplo, con su participación en Eurovisión o en eventos deportivos. Necesita a Europa y a EEUU. De ahí la importancia de que la población reclame a sus gobiernos el fin de todo tipo de relación con él".
Suha habla en la misma línea: "Necesitamos que los pueblos, sobre todo en el mundo occidental, presionen a sus gobiernos para que tomen una posición fuerte y valiente."
Un movimiento que parece no cesar y que es espejo de lo que sucede en el resto del mundo, donde multitud de personas, también de la comunidad judía, están saliendo en masa a las calles a pedir el alto al fuego y en apoyo a la población palestina.