Sobre nosotras mismas: historias de mujeres anónimas ocultas en un cajón

Milagros, Manuela y Mari Ángeles comparten sus vidas de lucha y superación en un taller organizado por la Diputación de Cádiz que pone en valor sus trayectorias mientras que rompen la brecha digital

Las mujeres que han contado sus historias en el taller 'Sobre nosotras mismas'.
Las mujeres que han contado sus historias en el taller 'Sobre nosotras mismas'. MANU GARCÍA

Tres mujeres charlan frente a una estatua en la plaza del Ave María en El Puerto. Milagros, Manuela y Mari Ángeles hablan de la vida bajo la mirada de una Cecilia Böhl de Faber de piedra. Es la escultura de una escritora escondida tras el seudónimo masculino de Fernán Caballero. Ser mujer y participar en actividades intelectuales estaba mal visto. “Qué curiosa coincidencia”, dice una de las vecinas, que llevan a sus espaldas historias de lucha, de superación y de empoderamiento en una sociedad hermética. Difícil.

Ha sido casual que el encuentro con lavozdelsur.es estuviera previsto bajo la sombra de esta figura literaria. Ellas también son mujeres anónimas que guardan vidas inspiradoras. Biografías que han contado en el taller Sobre nosotras mismas que organiza la Diputación de Cádiz. Y lo han hecho al mismo tiempo que han aprendido herramientas digitales y el uso de dispositivos electrónicos como las cámaras.

“La idea es poner en valor esas vidas femeninas que siempre han estado un poco aletargadas, ocultadas en un cajón. A lo mejor no tienen estudios, pero sí una trayectoria de conocimientos y valores. Hay mujeres mayores que piensan que sus vidas no tienen valor ninguno para los demás y tienen una gran importancia en la sociedad”, expresa Inmaculada Alcántara, de la Asociación de Mujeres Vecinales La Alianza -a la que pertenecen- que participa en el Consejo Provincial de Igualdad.

Inmaculada explica en qué consiste el taller.
Inmaculada explica en qué consiste el taller. MANU GARCÍA

Las compañeras saben distinguir los planos, el enfoque y la perspectiva. “Ahora vemos las fotografías de otra manera”, dicen. Ninguna de ellas pierde la sonrisa, aunque estén a punto de desmenuzar vivencias duras. Se quedan con lo aprendido, orgullosas de haber salido adelante pese a las tempestades. “Las mujeres avanzamos. Es importante que las nuevas generaciones sepan que esto no ha caído del cielo. Ha costado mucho”, comenta Milagros Muñoz Gil, a la que llaman Uchi.

Esta portuense de 74 años, rostro del movimiento vecinal por su paso por la Flave y su reivindicación desde su barriada, Sudamérica, ha vivido en el seno familiar el tesón de cinco generaciones de mujeres. “Mi abuela trabajó en el campo. Luego mi madre fue la primera presidenta de una asociación de vecinos, en el Barrio Alto, fue relevante para la época, trabajó limpiando y lavando la ropa a los curas. Después pasó a mí, que he estado más de 40 años implicada en el mundo asociativo. Mi hija, que lleva 20 años en Tenerife, donde trabaja para el Cabildo, y mi nieta, que estudia en la universidad”, detalla.

Ella pone en valor ese afán de las mujeres de su familia por labrarse el futuro, con sus ganas y con independencia. A su lado, la escucha con atención Mari Ángeles Álamo Mariscal, jerezana de 68 años, afincada en El Puerto desde hace 41, que, como ella, también disfruta participando en las asociaciones de la ciudad. Es de las que se apunta a un bombardeo. “Me apunto a todo lo que puedo, estoy en teatro, en el Hogar del Pensionista, en la fiesta de los parios, en la escuela de mayores. He estado en un coro rociero. Lo mio es moverme”, dice.

Milagros Muñoz, rostro del movimiento vecinal en El Puerto.
Milagros Muñoz, rostro del movimiento vecinal en El Puerto. MANU GARCÍA

Mari Ángeles no tuvo una infancia fácil. Fue hija de padres separados en una época en la que era un caso aislado. “En el colegio y en algunos sitios me miraban mal”, reconoce. Su hermano se crió con sus tíos y ella, con su madre y con una tía soltera que vivía con ellas. “La vida que me ha tocado es distinta a las demás”, dice. Con 11 años empezó a trabajar en una confitería y con 14, en una fábrica de patatas hasta que se casó con 26 y se mudó a El Puerto.

“Mi marido se quedó en paro y volví a trabajar. Te tienes que ir superando día a día en todos los aspectos. Si te quedas estancada, apaga y vámonos”, expresa la jerezana, que limpió casas y estuvo trece años de camarera en el restaurante del antiguo Club Mediterráneo. Cuando cerró, encontró una empresa de trabajos temporales que le dio la oportunidad de ganarse la vida como camarera de piso. “Un trabajo durísimo y mal pagado, iba de un hotel en otro hasta que me contrataron en uno”, recuerda. Pero volvió a quedarse en paro, y una vez más, tuvo que reinventarse. Estuvo en el servicio de limpieza de Afanas hasta que se jubiló y, después, se implicó en el entorno asociativo que, para ella, “es muy gratificante”.

Madre de dos hijos que viven fuera, Mari Ángeles le pone ganas a la vida. Ella es de las que se coge un tren sola y se deja llevar. Con el mismo talante risueño está su amiga Manuela Robles Cairón, portuense de 66 años, que también ha participado en este taller.

La jerezana Mari Ángeles.
La jerezana Mari Ángeles Álamo detalla su autobiografía. MANU GARCÍA
Manuela
Manuela Robles, portuense.  MANU GARCÍA

Ella es hija de familia marinera. Estaba acostumbrada a la ausencia de su padre. “Siempre estaba en la mar. Nos llevábamos hasta seis meses sin verlo. Mi madre es la que ha estado presente”, cuenta. Manuela pone en valor su figura. “A mi padre le dio un infarto cuando yo tenía 18 años y mi hermana y yo empezamos a coser a todos los sastres de la ciudad, pero no ganábamos nada y había algún tramposo”, continúa.

Pronto, encontró un puesto en el Hospital Santa María del Puerto, donde le llevaba la comida a los pacientes y estuvo cinco años en la cocina. Hasta que se casó. “Mi marido era jefe de personal de la bodega de Terry y, la verdad que estábamos bien. Pero me quedé viuda muy joven, con 43 años”, comenta. Así que no le quedó otra opción que lanzarse al mundo laboral. “Con la pensión de viudedad y dos hijos, era una miseria”, dice, reivindicando esta lucha histórica por unas pensiones dignas para ellas.

Mari Ángeles, Manuela, Milagros e Inmaculada posan para lavozdelsur.es.
Mari Ángeles, Manuela, Milagros e Inmaculada posan para lavozdelsur.es. MANU GARCÍA

A partir de entonces, Manuela trabajó cinco años en una floristería y tres en la cocina de una guardería. Fue cuando perdió a su marido cuando su hermana la animó a descubrir el mundo de las asociaciones. Era presidenta de una vecinal. “Es muy enriquecedor, nos vamos empoderando cada vez más”, expresa.

A sus espaldas, la portuense lleva otra pena. Su hermano lleva 37 años desaparecido. “Fue uno de los nueve hombres que se perdieron en un barco. Nunca se encontraron sus restos”, añade.

El viento sopla en una mañana de risas, recuerdos y visibilidad. “Todas aprendemos de todas. La experiencia es un grado”, dicen.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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