Un pueblo sin mercado es un pueblo sin vida. Y un mercado sin puestos no es nada. En los recuerdos de la infancia siempre hay espacio para el niño que acompañaba a sus abuelos a comprar la carne, el pescado, la fruta o la verdura entre el bullicio alegre de la Plaza de Abastos. La confianza de conocer el nombre de pila del que sirve. La seguridad de saber que el cliente de toda la vida no va a fallar la semana siguiente.
Una forma de comprar y de vivir que se ha ido perdiendo y que cada vez es más escasa en las ciudades y los pueblos de Andalucía. Los mercados cada vez son menos mercados. En el mejor de los casos, los mostradores han sido sustituidos por gastrobares. En el peor de los casos, los puestos directamente han desaparecido y el mercado ya no conserva ni su nombre. Edificios antiguos que albergan recuerdos, pero poco más.
Cuando uno pasa por la majestuosa entrada de la Plaza de Abastos de Coria del Río espera ver eso, un mercado majestuoso. Sin embargo, al alzar la mirada hacia el horizonte solo se ven vallas, escombros, hierbajos y persianas bajadas en un recinto abandonado. Sólo una excepción posibilita que cada día vecinos del pueblo situado a orillas del Guadalquivir sigan paseando por el recinto.
La pescadería de Manolo Bizcocho sobrevive a varios años de abandono en los que ha visto marcharse a compañeros con los que daba vida al mercado. Ahora, la única vida es él. "Esto es tercermundista", dice sin tapujos poco después de despachar a uno de sus clientes. Pese al estado del lugar, su producto sigue brillando con luz propia, como él mismo señala. "Me va bien porque traigo calidad y me distingo de todo lo que hay fuera", dice.
Además de eso presume de una clientela fiel forjada durante las últimas décadas gracias a que ha heredado el oficio de su padre, de su abuelo y de su bisabuelo. Su padre se estableció en el mismo sitio en el año 1957. Él, desde los 14 ó 15 años tomó el testigo. "Iba al colegio y venía aquí los sábados", dice. No le gustaba estudiar. Desde entonces se levanta a las 4 de la madrugada para trabajar. "Estoy muy quemado, pero algo hay que hacer mientras no me toque la primitiva".
En los últimos años ha ido perdiendo compañía. El último en marcharse ha sido el carnicero que ocupaba el stand donde Manolo trabaja ahora. Cuando se jubiló, comentó al Ayuntamiento la posibilidad de cambiarse. De otra forma hubiera quedado muy "encajonado" porque la idea municipal era seguir vallando el recinto.
"Hace 20 años era una Plaza de Abastos de toda la vida", señala sobre la decadencia del lugar. Ahora, según narra, queda la cuarta parte de lo que en realidad era el mercado entre muros y escombros. "Se va alguien y hay muchos impedimentos para coger el puesto. Ha habido gente que ha querido coger el sitio del carnicero y piden tantas cosas que al final no vienen", lamenta sobre la situación. Los 67 puestos que había antaño son un mero recuerdo. "Ahora solo quedo yo".
Lógicamente, Manolo vive inquieto por el futuro de su negocio. "Me preocupa estar solo. Si hubiera una frutería y una carnicería yo vendería más seguro. Antes lo he vendido. Ahora hay que venir explícitamente. Si venían por la carne a lo mejor también picaba algo de aquí y se llevaba medio kilo de boquerones", explica. Tampoco hace falta demasiado para que el mercado recupere su brillo. Este pescadero no ve mal que se instale alguno de los bares que ya se han hecho populares en otros mercados, aunque ve fundamental que haya ocho o diez puestos. "Con dos fruterías, una charcutería, dos pescaderías y alguna carnicería esto tendría aceptación".
A pesar de todo, no se plantea marcharse a otro lugar. "Yo sigo porque tengo mi clientela. Irme a un local me costaría cinco veces más y además la zona estaría cogida por otro pescadero", dice. "Si me veo obligado me voy a ir, pero mientras me vaya bien por qué no me voy a quedar", afirma.
Cada campaña electoral hay promesas para rehabilitar el mercado. "Una vez hubo un presupuesto y hasta se puso la chapa con los millones", recuerda Manolo resignado. "Ni siquiera hay que tirarlo, con una reforma sería suficiente, pero vale dinero", añade. La paradoja es que hace menos de un año un proyecto de rehabilitación logró ser premiado en el VIII Concurso de Ideas 'Tu proyecto, tu ciudad'. Varias arquitectas egresadas de la Universidad de Sevilla presentaron esta reforma en la que proponía para el mercado de Coria del Río una plaza central con cubiertas curvas con formas de velas de hormigón similares a las de la ópera de Hamburgo, que albergaría zonas comerciales tradicionales, un mercado gourmet y áreas para talleres y espectáculos. Aquello fue acogido por el gobierno municipal con "mucho interés". Desde entonces, nada más se ha sabido mientras Manolo, en solitario, mantiene la vida de la Plaza de Abastos de Coria del Río.