El Monasterio de la Cartuja de Nuestra Señora de la Defensión de Jerez está custodiado por las hermanas de la Belén, las sucesoras en el monasterio de los monjes cartujos. A apenas un par de kilómetros de la ciudad, las monjas de esta orden viven una vida en estricta clausura, completamente alejadas del mundanal ruido que gobierna extramuros. Durante la liturgia, sus cantos resuenan en el interior de la iglesia, como, cinco siglos atrás, sonaban los de sus hermanos cartujos, embriagando el corazón de todo el que se acerca a visitarlas.
Para escucharlas y comprender lo especial que es este lugar, basta con desviarse unos metros de la carretera de Jerez y poner un pie en las inmediaciones del monasterio. Sus muros, maltratados por el Levante y por el paso inexorable de los años, forman parte del conjunto monumental de mayor valor artístico de la provincia de Cádiz. Sin embargo, quienes conocen bien los entresijos de la Cartuja, afirman que su valor no solo reside en lo imponente de su arquitectura, sino en el profundo espíritu religioso que invade a todo aquel que la visita buscando paz, amor o fe.
Así lo explica Belén, una colaboradora estrecha de las monjas de la Cartuja que encontró en este lugar la paz y el bienestar que tanto tiempo llevaba buscando. “Para mí fue providencial llegar a este sitio”, afirma rotunda. Belén no es monja, pero trabaja de manera estrecha con ellas. Su amabilidad, su entrega y su buena disposición saltan a la legua, inundando la tienda de artesanía religiosa donde, desinteresadamente, colabora cada día. “Lo que yo recibo aquí es muchísimo más de lo que doy”, reconoce.
“Llevo cerca de 20 años viniendo al monasterio y he visto cosas impresionantes. Personas que llegan muy enfermas y que, al cabo de un tiempo, parecen otras”
“Llevo cerca de 20 años viniendo al monasterio y he visto cosas impresionantes. Personas que llegan muy enfermas, física y psicológicamente, y que, al cabo de un tiempo, parecen otras”, relata visiblemente emocionada. “Muchas veces, cuando hablo con alguien que no conoce el lugar, piensa que he perdido la cabeza; pero, una vez que esa persona empieza a venir, se da cuenta de lo especial que es este sitio. La Cartuja es un lugar lleno de paz y de misterio, donde es posible sentir de verdad el amor de Dios”, asegura Belén.
Como ella, cientos de personas han acudido durante siglos a este monasterio buscando la paz de espíritu que, por uno u otro motivo, habían perdido. “Algunos visitantes han acabado tomando los hábitos; otros, simplemente, han pasado a formar parte de esta familia como ayudantes o colaboradores”, explica esta feligresa. “Lo importante es que todos acaban sintiéndose profundamente agradecidos”, resume. “Yo creo que el sentimiento de gratitud es uno de los más bonitos que puede experimentar cualquier ser humano, y aquí yo he visto eso: muchísima gratitud hacia las hermanas y hacia la propia Cartuja”, cuenta Belén entre lágrimas.
Años más tarde, la hermanas realizan la profesión perpetua, “con la que se comprometen definitivamente a vivir los votos ya pronunciados”
La mayoría de las monjas que habitan este monasterio han hecho voto de clausura. “Antes de eso, pasan por un proceso muy largo y muy complejo”, precisa Belén. Desde que deciden entrar a un convento hasta que se ordenan como monjas, puede pasar cerca de una década. Primero, deben hacer la llamada “escuela de vida”, una primera experiencia de vida en la comunidad monástica, donde también aprenden a conocer a Jesús escrutando el Evangelio. Después, toman el hábito y pasan a ser novicias. Tras un tiempo, las hermanas realizan la primera profesión y, años más tarde, la profesión perpetua, “con la que se comprometen definitivamente, de manera irrevocable, hasta la muerte, a vivir los votos ya pronunciados”.
María de los Ángeles (nombre ficticio) es una de las hermanas que más tiempo lleva viviendo en la Cartuja. En contra de lo que muchos creen, la mayoría de las monjas que habitan este monasterio son jóvenes, con edades que rondan entre los 30 y los 40 años. Por él, como explica María de los Ángeles, han pasado novicias llegadas desde muchos lugares del mundo. “También recibimos a colectivos externos, como los Scouts, que celebran aquí, por ejemplo, jornadas ‘ora et labora’”, señala.
Junto a sus hermanas, María de los Ángeles sigue una estricta rutina diaria que le permite mantenerse cerca de Dios. “Cada una de nosotras recibe una celda de soledad para rezar, meditar, estudiar la palabra de Dios, trabajar y comer”, explica. Su lema es similar al de los antiguos Padres del Desierto: “Quien tiene a Dios por compañero nunca está menos solo que cuando está solo”.
Como María de los Ángeles, todas las hermanas se levantan muy temprano, en torno a las cuatro de la mañana, para poder rezar en su celda antes de los Maitines. Salvo los domingos, que comen juntas en el refectorio, el resto de los días almuerzan y cenan solas en su celda, donde muchas también trabajan, de nuevo en soledad, elaborando, por ejemplo, las artesanías que luego venden en la tienda.
“Antes ni siquiera tenían internet. Tampoco tienen móviles ni redes sociales”
“Las hermanas de Belén pasan la mayor parte del día solas en su celda, rezando, trabajando o estudiando el Evangelio”, comenta Belén, desde el mostrador de la tienda de artesanías. “Ellas no se sienten solas, porque siempre están con Dios”, precisa. “Antes ni siquiera tenían internet. Ahora, por motivos administrativos, sí tienen, pero solo lo usa la superiora. Tampoco tienen móviles ni redes sociales”, subraya.
“Las nuevas tecnologías generan mucha ansiedad. Hay personas que llegan hasta aquí buscando alejarse de ellas”, aclara Belén. Por eso, el monasterio de la Cartuja de Santa María de la Defensión cuenta con una hospedería habilitada para personas que se sienten en la necesidad de realizar un retiro espiritual. Para hospedarse en ella, es preciso hacer una reserva.
"A veces, se dan momentos muy especiales, como cuando vino un grupo de mujeres con cáncer de mama"
“Yo suelo hacer un retiro todos los años”, cuenta, risueña, Belén. “Muchas personas vienen unos días buscando encontrarse con Dios y consigo mismas, y reciben la ayuda y la guía de las hermanas y de las ayudantes que solemos estar por aquí. A veces, se dan momentos muy especiales, como cuando vino un grupo de mujeres con cáncer de mama. Para mí fue un regalo del Cielo poder atenderlas y sentir su agradecimiento”, concluye.
Los exteriores de la Cartuja de Jerez son accesibles a pie desde las 7.00 de la mañana hasta las 18.00 de la tarde, momento en que se cierra el portón de la fachada principal. Para participar en los oficios litúrgicos en la Iglesia o en la adoración al Santísimo Sacramento no es necesario concertar cita. Tampoco para visitar la tienda de artesanía, que permanece abierta en horario de mañana de 11.00 a 14.00 horas, de martes a sábado.