Detrás de un problema generalizado existen historias personales. Los cortes de luz en el distrito sevillano de Cerro-Amate cuestan vidas. No es una metáfora, ni una frase hecha. Es algo que sucede en la ciudad de Sevilla. Estos barrios envejecidos cobijan entre sus muros a decenas de personas electrodependientes que ven como un fallo en el suministro eléctrico puede provocarles un adiós definitivo.
Hace tres semanas, uno de estos vecinos de La Plata falleció. Estaba enfermo y su vida dependía de una máquina de oxígeno. Que Endesa tuviera la notificación de que era electrodependiente no cambió nada. Cada vez que había un corte de luz — algo que podía suceder varias veces durante algunos días —, este vecino tenía que ser trasladado al Hospital Virgen del Rocío para ser estabilizado. Una vez que los médicos lo conseguían, lo enviaban a su casa. Pero en el domicilio seguía sin luz en algunas ocasiones. "Emergencias tuvo que venir con linternas", dice una vecina sobre alguno de los episodios sufridos por este electrodependiente.
"A lo mejor se hubiera muerto igual, pero falleció cuando no había luz. Lo estabilizaban y para casa. Luego en casa ha tenido cortes de hasta 17 horas. Si llegaba sin luz, a las dos horas se le acababa la batería de su aparato y tenía que llamar otra vez al hospital", continúa. Este bucle infinito de la enfermedad tuvo un triste final. Esta situación no es una excepción. Por el barrio cada persona conoce a uno de estos electrodependientes en mayor o menor grado. Desde máquinas de oxígeno hasta la pulsera de teleasistencia pasando por marcapasos que envían información a través del wifi. Todos necesitan la electricidad para cumplir su función.
Rafael tiene 81 años y lleva más de 50 en este barrio. "Es un barrio de personas mayores", dice. Él también es electrodependiente por varias cuestiones. Una cama articulada, una maquina de aire para dormir y un transmisor de señales coronarias conectado con la unidad de cardiología del Virgen del Rocío son su día a día. Un día a día que podría ser llevadero si tuviera la certeza de que todo va a ir bien. Pero Rafael, como el resto de vecinos, vive con la inseguridad de que haya un corte de luz en el barrio y todo esto no sirva para nada.
"Me da rabia, no puedo decir otra cosa. Es impotencia porque estamos amarrados de pies y manos", cuenta sobre la situación que vive. Cuando se le pregunta por la condición de electrodependiente contesta con cierta ironía, "¿electroqué? El papel que yo tengo es una pistola, lo que hacen es amenazarme". Y es que desde la compañía eléctrica se comprometen a no cortar la luz a estas personas bajo la condición de que se le va a cobrar un sobrecoste. Además, hay una excepción: en caso de avería sí se puede producir el corte de suministro. "Eso para mí es una amenaza", afirma. "Me dicen que para más seguridad es recomendable que me compre un grupo autógeno. Me pone malo porque eso lo sé yo".
"El papel es una trampa y un aviso para que no se me ocurra dejar de pagar. Esto es todo lo contrario a lo que tú puedes pensar que es una persona electrodependiente", explica a lavozdelsur.es. Lo cierto es que a pesar de la situación, a Rafael también le cortan la luz, igual que al resto del barrio. "Cada dos por tres, todos los días", señala. La situación, a pesar de que lleva 50 años en esta zona de Sevilla, ha comenzado a hacerse recurrente en el último año y medio. Él lo dice abiertamente, "me puedo quedar frito sin que se entere nadie". Aunque deja claro que no tiene miedo, también reconoce que es algo que le preocupa. Y es que hasta poder empezar un día normal depende de la electricidad ya que para bajar los pies en la cama articulada necesita que la propia cama descienda unos centímetros.
El caso de Rafael es algo particular, aunque no el más grave. En el barrio varios vecinos, ancianos que viven solos en su mayoría, tienen la pulsera de teleasistencia del SAS. El único problema de esta pulsera es que también necesita estar conectada a una red wifi para mandar información. Y sin electricidad, no hay internet. Una mujer del barrio cuenta como una señora perteneciente a una de las plataformas vecinales se cayó en su propio domicilio cuando no había luz. Aquello provocó que estuviera 14 horas en el suelo sin atención. Cuando no daba señales de vida saltaron las alarmas en su familia y uno de los miembros se acercó al domicilio para ver qué pasa. Fue entonces cuando se la encontró tirada en el suelo. Estuvo dos semanas ingresada.