Maestras y cursillistas son la sangre que riega y hace posible el Festival de Jerez. Son en su mayoría artistas anónimas o poco reconocidas que vienen a impartir o tomar clases desde remotos lugares de origen.
Patricia Bertoloto, Akiko Aso, Miriam García, Veronique Sondag, Julie Zamorano, Rocío Fernández… Son más de las tres de la tarde de un día laborable cualquiera de primeros de marzo en Jerez. La maestra va repitiendo la misma secuencia: un nombre en voz alta, entrega el diploma a la cursillista, se besan, se tocan, sonríen mientras posan, y otras compañeras inmortalizan el momento con sus móviles. Una alumna asiática le entrega un obsequio en forma de abanico chino hecho a mano; otra discípula le ofrece una toalla con su nombre bordado. "Hasta pastillas para la voz me han traído". La maestra también tiene nombre: se trata de la bailaora malagueña Susana Lupiáñez La Lupi, un referente el mundo de la enseñanza del baile flamenco. Ha sido la comandante de varias jornadas agotadoras hasta edificar un baile por guajira.
Abanicos en mano, sus 33 abnegadas alumnas taconean como si no hubiera un mañana. La sensación es como la de estar en una piscina cubierta: la humedad es altísima, el sudor se palpa, y el vapor de tanta energía desprendida y acumulada en los techos sorprendentemente solo huele a pasión por el flamenco. El espacio tiene también nombre: academia Chiqui de Jerez. No hay nadie en el mundo del aprendizaje y perfeccionamiento de la danza jonda que no la conozca. Maestra y bailaora, en realidad en su DNI pone que nació hace 45 años en Jerez con el nombre de María Luisa Sereno. Su estudio de la calle Empedrada, encajado entre el monumento de La Paquera, en la Plazuela, y la peña La Bulería, ha visto desfilar durante más de veinte años a premios nacionales de danza, grandes solistas y maestros que acuden en primavera y verano a impartir clases a alumnos que “llegan a coger hasta cinco aviones para venir”.
La ocupación de los cursos oficiales del Festival en 2016 ha sido del 98%, con unas 1.000 cursillistas en 43 'masterclass'
Cuenta Chiqui que “vienen de los países más extraños que te puedas imaginar. Tengo una alumna de Senegal, cuando allí no hay ni para comer; y otras que me decían que han tardado cuatro años en reunir el dinero, porque no estaban muy bien económicamente, y han venido desde Sídney, en Australia”. Sus cursos son extraoficiales al Festival de Jerez. Con el área formativa oficial de la muestra de baile flamenco y danza española más prestigiosa del mundo totalmente copada durante dos semanas (la ocupación en 2016 ha sido del 98%, con unas 1.000 cursillistas en 43 cursos), muchas escuelas y academias privadas aprovechan para probar un trozo de tarta. En el caso de Chiqui, que ha logrado reunir año tras año en sus instalaciones a decenas de grandes figuras de la danza como Israel Galván, Javier Latorre y Rocío Molina, la experiencia se repite con la celebración de cursos intensivos en agosto a cargo de algunos de los más reputados maestros y coreógrafos de la escena actual. “Te vas haciendo un nombre y un hueco, y me gusta rodearme de esos maestros para que lo que no les puedo dar yo se lo ofrezca otra persona experta. Ofrecemos tradición sin dejar de lado la innovación, lo que se va haciendo nuevo. Estoy atenta a todo para mejorar”, explica momentos antes de arrancar la clase de taranto que imparte La Lupi.La malagueña es un ciclón. “Si alguien pregunta es el pie izquierdo. ¿Alguien no lo entiende? ¿Any question? ...7, 8, 9, 10... Y si hay dudas, parad. Hacedlo por mí y por mi caja de Lexatin”. Retumba el suelo. Zapateo y movimiento. “De mi España estoy ausente...”, entona por guajira el guitarrista, cantaor y marido de la maestra, Curro de María. Consagradas a la danza, ultraconcentradas en su labor, se mueven a compás en una academia donde todo huele a flamenco. Hay en la entrada un puesto de artesanías, con camisetas en las que se lee Flamenco arte, vida flamenco. Dos alumnos argentinos fuman un cigarrillo en la entrada, mientras la barcelonesa Verónica Naranjo, de 29 años, taconea machaconamente con unos cascos y un metrónomo digital en la mano. “Hace nueve años ya estuve en Jerez estudiando, iba y venía cada seis meses, estuve así como un año y medio”. Ahora viene a bailar por seguiriyas en la peña flamenca Pepe Alconchel. Pero aprovecha la estancia para seguir con su aprendizaje. “Un bailaor nunca deja de formarse, el flamenco cada vez evoluciona más rápido y para crear tienes que ver y conocer a todos. Siempre hay que estar en aprendizaje continuo. La Chiqui me transmite raíz y tradición, lo que realmente es el flamenco, que se está desvirtuando. Si vienes a Jerez es porque quieres Jerez, y en esta escuela se encuentra”.
"La Chiqui me transmite raíz y tradición, lo que realmente es el flamenco, que se está desvirtuando"
"Yo tengo dos nombres, dos ciudades, dos vidas. En una me llamo Dolors, mi familia es de la zona de Tarragona, me crié en Andorra y desde hace muchos años vivo en Barcelona. Soy consultora para grandes empresas en temas de comunicación y de proyectos de impacto social. En otra me llamo Lola y soy una apasionada del flamenco". Dolors, Lola, Vallespi contactó con el flamenco hace ahora diez años. Hoy es incapaz de sacarse el veneno. Hasta tiene un pequeño apartamento en el barrio de San Miguel para no perder de vista al lugar donde crece su pasión. "Empecé a tomar clases de flamenco, cada vez con más dedicación, en Barcelona y en Jerez; y también me he aficionado al cante. Hasta soy socia de la peña de la Buleria", relata. Un verano de hace cinco años llegó a Jerez a tomar clases en la escuela de La Chiqui. El flechazo fue inmediato."Me enamoré de Jerez, de su flamenco, de su arte, de sus calles, de su gente. Tengo grandes amigos aquí y suelo venir una vez al mes". El flamenco habla un idioma universal. No hay nacionalismos ni fronteras. Las distancias siempre son salvables, cueste lo que cueste. Lo sabe Yasuko Sado, con 41 años y que viene de Tokio a Jerez cada año desde hace tres. "Vine a tomar clases con La Lupi y Pastora Galván. La Lupi no viene a Japón y solo la veo por Youtube si no vengo aquí", explica la japonesa, que aguarda paciente al comienzo de la clase. La aventura no es barata y puede permitírselo gracias a su trabajo como arquitecta en la capital del país del Sol Naciente. "Solo el vuelo me ha costado más o menos 700 euros pero hay que sumar la estancia, los cursos…". La afición puede con todo: "Soy bailaora y a veces actúo en tablaos en Japón".
La Lupi: "Mi Meca es Villamarta, es mi gran reto y llevo años intentándolo. Me siento preparada desde hace años"
Con más pinta de inglesa que de jerezana, Chiqui ordena y manda en el estudio. Unas le preguntan, atiende a otras, llama a alguien... Se mueve como una anguila para que todo esté bajo control. "Llevamos funcionando 20 años y hemos ido escalón a escalón hasta que hoy en día la escuela funciona bastante bien. Intento traer gente de mucho prestigio, me la he jugado durante muchos años y unas veces he ganado y otras he perdido", comenta. Una de sus cómplices es La Lupi. Acaba de terminar la coreografía junto a sus alumnas: "Se ha visto la estructura, el contenido, el compás... No he visto una coreografía por guajira sino que han bailado por guajira. Es gente de todo el mundo con una sola misión: montar ese baile. Me he emocionado muchísimo. Doy clases como me encantaría tomarlas". Sus clases contagian. "No encuentro diferencia entre dar clases y el escenario: bailo con la misma pasión en los dos sitios". Hace siete u ocho años colgó un vídeo en Youtube de una pieza suya en un espectáculo de su propia compañía. Aquello generó mucho revuelo y le valió para bailar con artistas como Rafael Amargo y Miguel Poveda. La demanda de sus clases no dejó de crecer. "Me gratifica mucho pero a mis 45 años y con toda la vida trabajando, que esto no ha sido por suerte ni por casualidad, creo que me tocaban cosas así".
A los tres años le dijo a su madre que quería bailar; a los 8, se disfrazaba a diario en su casa malagueña "porque tenía esa inquietud"; y a los 13 años entró de la mano del mítico Carrete en los tablaos. "A partir de ahí no he parado. Estamos aquí, que no estemos en los grandes escenarios no significa que no existamos. Hay gente que se alimenta de ti y sube a esos escenarios, ves cosas que son tuyas y eso es muy bonito". En todo caso, La Lupi no desespera ante su gran objetivo: "Mi Meca es Villamarta, es mi gran reto y llevo años intentándolo. Ya estaré. Es una meta que persigo, creo que es el momento, aunque me siento preparada desde hace años". La competitividad es máxima por figurar en un escaparate que se nutre de casi 38.000 participantes procedentes de 45 países y con más de 70 medios de comunicación acreditados de todo el mundo. "El Festival -apunta Vallespi- es único y une a personas muy diversas bajo una misma pasión. Personas de diferentes culturas, nacionalidades, edades y disciplinas... Para los aficionados y profesionales del flamenco, creo que es difícil encontrar otro espacio en el mundo como esta muestra". Eso hace que aún sea más difícil estar en su programación oficial, 20 años después de ponerse en marcha y habiéndose convertido ya en el sueño de muchos artistas y profesionales que se dedican al flamenco.
La competencia también pega bocados a nivel de academias y escuelas de baile en esta cuna del arte jondo. Chiqui lo explica: "Pienso que Jerez es la tierra del flamenco y la gente cuando quieren aprender terminan en Jerez, aunque Madrid y Sevilla sean también sitios muy importantes. Entonces la competencia es lo normal. Mi propia hija me hace competencia, una allí, otra ahí al lado… Es normal, las criaturas se tienen que buscar la vida, tienen que luchar contra nombres ya consolidados: la escuela de la Carpio, María del Mar, Ana María López…" Con esos azulejitos en la fachada que conforman su nombre, Chiqui de Jerez ha convertido este humilde espacio de un barrio que parece que empieza a rebrotar en un referente en el mundo. ¿Cuál es el secreto? "Yo", afirma entre risas la maestra bailaora. En el interior, La Lupi se despide de sus chicas: "Aunque hubierais venido desde el quinto piso de aquí arriba os las daría igual, pero os tengo que dar las gracias por haber recorrido tantísimos kilómetros para estar aquí". A estas horas, ya vuelan de regreso a sus países de origen con la mente fija en lo aprendido y, sobre todo, en las ganas de volver lo antes posible.
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