En recuerdo de Javi
Llega un nuevo 1 de diciembre, Día Internacional de la lucha contra el Sida. Esa otra pandemia contra la que todavía no existe una vacuna efectiva. ¿Por qué ocurre esto si a los nueve meses del inicio de la que ahora nos afecta, la Covid-19, ya tenemos varias? ¿Cómo es posible que más de 30 años después de su aparición no exista una contra el Sida? ¿Será porque su forma de transmisión es diferente; menos “normal”?
El 1-D es un día para reivindicar mayores esfuerzos contra esta cruel enfermedad, por ejemplo, que exista una mayor implicación en obtener una vacuna eficaz. También para reflexionar sobre lo que no hacemos bien, denunciar a los gobiernos y organizaciones que no se implican lo suficiente, o simplemente para recordar a nuestros seres queridos arrebatados por esa cruel enfermedad.
Precisamente en referencia a los recuerdos vividos otro año más vuelvo la vista atrás al no tan lejano 1992, en el que la pérdida de mi hermano Javi por culpa de ese monstruo me hizo implicar de lleno con quienes llevaban años en una desigual lucha, en concreto la Comisión Ciudadana Anti Sida.
Una época cruel en la que la ignorancia y también como ahora la irresponsabilidad se llevó por delante una parte cualificada de nuestra juventud. Curiosamente la más sensible, creativa y rebelde, especialmente en la música y las artes.
Entre ellos mi hermano pequeño líder del grupo de rock Retales, que se pateó los garitos de Madrid a finales de los 70 y principios de los 80. Jugaron inconscientemente a la ruleta rusa intercambiando la muerte entre ellos, que se llevó por delante a cuatro de sus cinco componentes.
Recuerdo en ese 1992 los esfuerzos por convencer al Parlamento de Navarra, del que en aquel instante formaba parte, para que aprobaran medidas que intentaran frenar la expansión de la pandemia, o la terquedad de un Gobierno de Navarra de UPN empeñado en no entender que el uso del preservativo era una de las medidas más eficaces.
Incluso, no sin una cierta vergüenza ajena, aquel episodio que nos hizo ser noticia nacional, cuando descubrimos que el entonces consejero de Salud había dado orden de quitar el preservativo de un kit anti sida, cuya distribución se aprobó por dicho Parlamento después de una ardua lucha política.
No ha pasado demasiado tiempo de aquello, y aunque todavía hoy sigue existiendo reductos conservadores en nuestra sociedad, que defienden la abstinencia sexual como forma de evitar su contagio, algo hemos avanzado. Ahora los pocos avances científicos han conseguido convertirla en una enfermedad como la diabetes, que se sufre pero no te mata.
Pero no conviene bajar la guardia y síntomas de ello se detectan especialmente entre los jóvenes, por eso este 1 de diciembre debe servir también para alertar a las autoridades de ese peligro. Ni un paso atrás en esta difícil lucha. Hay que continuar igualmente con el apoyo a las víctimas. Uno de los mayores problemas es la estigmatización de las personas afectadas, que aún se detecta desde sectores importantes de nuestra sociedad.
Apoyo que debe ir dirigido no sólo a su atención sanitaria, también a la social, e incluso a la cultural o económica. Se ha avanzado bastante en este terreno desde aquel 1992, pero aún nos queda mucho camino que recorrer. Pero no podemos, no debemos, quedarnos sólo en la atención de los más próximos, tenemos que alzar nuestra mirada y dirigirla a la tremenda e injusta situación en el Tercer mundo, en especial en ese continente masacrado por las guerras, el hambre...., y el sida: África. Sin olvidar el sudeste asiático, parte del Caribe y los países del este europeo.
Allí cada día más de 8.000 personas mueren de sida. Cada hora, cerca de 600 personas se infectan, y lo que resulta aún más dramático, cada minuto un niño muere a causa del virus. En África la irresponsable actuación de las industrias farmacéuticas, impide que los medicamentos genéricos que existen se puedan repartir al resultar mucho más baratos.
Una forma de crimen colectivo, de genocidio encubierto que debemos denunciar contundentemente. Eso con la colaboración de sectores empeñados en hacer campañas irresponsables contra el uso del preservativo. Afortunadamente en la Iglesias Católica la aparición de un nuevo Papa, Francisco, está cambiando el sentido de la marcha de una jerarquía que marchaba de espaldas a la realidad, aunque lamentablemente ese cambio vaya demasiado despacio.
Mucho se habla en la época actual de la defensa de los Derechos Humanos. ¿No es el principal el derecho a la vida? ¿Cómo consentimos entonces esta vulneración en masa? ¿Seguiremos mirando hacia otro lado, siendo cómplices de esta situación, cuando nos enseñan esas terribles imágenes?
Defiendo la relativa eficacia de los denominados “días internacionales de…”, porque cumplen la función de recordar, de volver a denunciar. Por eso como cada año escribo estas líneas en la proximidad de este nuevo 1 de diciembre, agradeciendo la labor divulgativa de quienes acepten publicarlo.
A los que nos ha tocado de cerca esta terrible enfermedad no nos hacen falta, porque cada día pasan por nuestra memoria imágenes del ser querido que nos arrebató, y la maldecimos mil veces, pero para el resto de nuestra sociedad sí resultan necesarios, aunque sólo sea para que no se olviden de que existe.
Por eso desde aquí manifiesto mi solidaridad con quienes la sufren, así como mi apoyo a las organizaciones que colaboran a “pie de obra” para hacerles una vida más fácil y evitar que nuevas personas acaben sufriéndola.
Al mismo tiempo alzo mi voz, denuncio y maldigo a todos aquéllos, sean gobiernos, industrias, o instituciones religiosas, o políticas que impiden poner medios eficaces para evitar su progresión, ya sea abaratando las medicinas, con medidas preventivas eficaces como el uso del preservativo, o con una vacuna eficaz que no acaba de llegar nunca.
Este 1 de Diciembre de 2020 será otro más de lucha contra el sida, y nuevamente el lazo rojo lucirá en nuestro ropaje, aunque no debemos quedarnos exclusivamente en eso, ni que solo sea durante este día, sino que nuestra implicación, nuestra lucha, se traslade a los 365 días del año.
Presionando a nuestras instituciones para gritarles alto y claro, que si la Covid-19 merece una vacuna, el Sida también. Veremos…