En memoria de Billy Kwan.
Me reconozco amante del buen cine. A veces del bueno y también del no tan bueno, pero siempre cine. Por eso me entusiasmé con una gran película que en 1982 rodó Peter Weir: El año que vivimos peligrosamente. En ella se narraba el encuentro, en Indonesia en plena insurrección comunista contra el presidente Sukarno, entre un periodista australiano Guy Hamilton (Mel Gibson) y un enigmático fotógrafo indonesio, Billy Kwan, curiosamente protagonizado por una mujer, Linda Hunt, cuyo inmenso papel fue reconocido con el Oscar de aquel año. Recomendable de nuevo su visión.
Mencionarla desde este país en plena pandemia puede recordar el ambiente en el que se desarrollaba esa gran película. Desde luego su título se podría aplicar a nuestra realidad con un solo cambio, Navidades en lugar de año. ¿Una Yakarta en llamas se puede parecer a una España sufriendo la Covid-19? 1,7 millones de infectados, miles de personas ingresadas muchas de ellas en UCI, más de 70.000 muertos en apenas 8 meses. Que cada cual saque sus propias conclusiones.
Como allí existen gentes ajenas al sufrimiento, que ahora solo piensan en que estamos próximos a “celebrar” unas fiestas muy extrañas, unas conmemoraciones en medio de una cruel pandemia, con un virus para el que supone una gran noticia para su supervivencia precisamente este tipo de celebraciones.
El peligro de pasear por aquellas calles, de alguna manera se asemeja al que nos exponemos al tener contactos entre diferentes unidades familiares, en los que la relajación elimina las medidas de protección, las de alejamiento, o uso de la mascarilla. Son los que van a dominar el panorama los próximos días, la mayor parte de las ocasiones en lugares cerrados.
Por eso como en la película de Weir, debemos interrogarnos sobre con qué personaje nos identificamos en estas Navidades viviendo peligrosamente, con el ciego de Guy ajeno cobardemente de la realidad que le rodea, o con ese Billy Kwan que en esa ciudad en llamas fue sus ojos. Película dura, a veces cruel, con un final impregnado en un halo de desesperanza.
La muerte de Kwan interpela con crudeza a Guy, su semblante abatido en el asfalto es de orgullo, porque él ha hecho lo que debía hacer. De alguna manera le interpela: ¿Y tú qué vas a hacer? ¿Y tú que vas a hacer lector ante estas Navidades atípicas? ¿Ser profundamente solidarios con todas y todos, evitando así que nos lleven a unas Navidades viviendo peligrosamente, emulando así la película de Weir? ¿Evitar caer y hacer caer a los demás en ese inmenso peligro? ¿O al igual que Guy cerrar los ojos para ignorarlo?
Quizás lo más solidario sería hacer como Billy; o sea algo más que mirar incluso sacando metafóricamente la pancarta desde tu ventana. Jugártela como él al enfrentarse de esta manera con Sukarno, en este caso con los que apuestan por la fiesta y la insensatez insolidaria.
Creo que la dedicatoria del inicio de esta reflexión indica con claridad cuál es mi apuesta. Aunque esta sea por el “pepito grillo”, por aquel que intenta ser conciencia y testimonio a costa de parecer insufrible y perder la vida en el empeño. Veremos...
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