En un reciente anuncio de televisión una familia cena el día de Nochevieja y en un momento dado comienzan a brindar, pero en ese preciso instante la abuela de la familia suelta un contundente “que le den al 2020”, que perfectamente podría haber sido el título de este artículo.
Pero como pretende ser una reflexión positiva, prefiero recurrir a otra frase coloquial, "borrón y cuenta nueva”, utilizada cuando se pretende olvidar los errores cometidos y comenzar de nuevo. Parece adecuado utilizarla ahora que finaliza un horrible 2020 y comienza un nuevo año 2021, al que al menos habrá que darle la oportunidad de que sea mejor que el anterior.
Un voto de confianza a lo que está por llegar, después de meses de angustia y sufrimiento que nos ha llevado al límite de nuestra capacidad de resistencia. No todos han podido superarlo y así sólo en nuestro país nos hemos dejado atrás más de 70.000 compatriotas por el camino, una parte importante de esa generación ejemplar que nos trajo la democracia y sobre la que recayó la parte más dura de la crisis de 2008.
Esta vez han sucumbido, pero quizás algún día deberíamos hacerles el homenaje que les debemos, a ellos y a su generación, que debería servir como ejemplo para las que vienen detrás con bastantes menos reaños. Escribir esta reflexión en esta semana histórica, la va a dar un toque de esperanza, después de ver inocular las primeras dosis de esa vacuna salvadora.
Tantos meses de grises y negros van a dar paso a un futuro de colores. Así como las palabras que irán asociadas al año 2020 serían las de “coronavirus” y “anormalidad”, todo parece indicar que en este que está a punto de iniciarse podrían ser las de “esperanza” y “normalidad”. Pero antes de entusiasmarnos demasiado debemos hacer un par de consideraciones importantes.
La primera es de carácter preventivo. Es cierto que hoy comienza el principio del fin de esta tenebrosa etapa, pero sólo es eso, el principio. Aún queda mucho trecho que recorrer hasta llegar a un lugar seguro, ese que nos sitúe con un mínimo del 70 % de nuestra población inmune al ataque de este poderoso enemigo.
Por eso ahora más que nunca todos, pero en especial nuestras autoridades, debemos huir de un triunfalismo que nos haga bajar la guardia. Ya sabemos cómo se las gasta este bicho cuando lo hacemos. Escuchar al ministro Illa produce escalofríos y recuerda a aquella nefasta frase pronunciada por nuestro Presidente del Gobierno, cuando allí por el mese de Mayo aseguraba que “hemos derrotado el virus”, que trajo como consecuencia el desastre de otoño.
No lo habíamos derrotado, no, como tampoco lo hemos hecho ahora. No volvamos a cometer el mismo error porque sería imperdonable. La segunda consideración tiene que ver con la capacidad que debe tener el ser humano de aprender.
Muchas conclusiones debemos extraer de esos meses pasados, la primera que el ser humano no es el predominante, el todopoderoso rey del mundo, porque existen algunos seres minúsculo como los virus que son capaces de bajarnos los humos con absoluta contundencia.
También que somos precisamente nosotros los mayores agresores y destructores del lugar donde vivimos, como quedó demostrado los meses que la pandemia nos hizo recluirnos en casa. Fue precisamente cuando dejamos sola a la naturaleza el instante en el que ésta se recuperó. La pena es que durara tan poco.
Otra enseñanza que al menos nuestros dirigentes deben aprender es que debemos proteger la ciencia, que es la que ha sido capaz en un esfuerzo sobrehumano de conseguir esta vacuna en un tiempo record. ¿Cuántos millones de vidas se van a lograr salvar por ello? Por eso la campaña puesta en marcha para dotar del 2 % del PIB a su desarrollo debe ser asumida por quienes mandan, e incluso pactar un proyecto a largo plazo para llegar al 3 e incluso al 4 %.
Por otro lado deberíamos darle una vuelta a los problemas que nos han originado, tener 17 autonomías como reinos de Taifas tomando decisiones cada una sin contar con las demás. Algo debemos idear para que la próxima vez que nos ocurra algo así esa situación se corrija.
Por último que sólo con generosidad y solidaridad se puede salir de situaciones tan difíciles como las vividas. Que habrá que realizar un proceso enorme de enseñanza para que las generaciones venideras lo tengan en cuenta. Va a comenzar un nuevo año 2021 aún con la negra sombra del anterior, con esperanza pero con enormes retos por delante.
Acabar cuanto antes con los restos de la pandemia, coordinar esfuerzos para afrontar la grave crisis económica que nos deja. Comenzando por una distribución coherente y ajusta de los fondos que la UE ha aprobado para nuestro país. Nos hemos dejado 70.000 conciudadanos por el camino, no podemos, no debemos dejarnos ahora en situación de indefensión a cientos de miles por esa crisis.
La política, los políticos, también deberían pasar el umbral del 31 de Diciembre con propósito de la enmienda. Las confrontaciones habidas durante la pandemia no deben repetirse nunca más. Este país necesita una clase política a la altura de las circunstancias. También la UE debe entender que a partir de ahora necesita unificar criterios y afrontar las próximas crisis, que seguro llegarán, como un solo país, que fue el espíritu de quienes la impulsaron.
Debemos respirar hondo y cruzar la frontera del 2021 con esa esperanza comentada. Existen también buenas noticias, como que el país más poderoso del mundo ha dejado de estar dirigido por un loco peligroso y a partir de ahora lo será por alguien con bastante más humanidad, que no es poco.
Aprendamos de lo ocurrido, rectifiquemos los errores cometidos, seamos solidarios y generosos, busquemos la unidad y no la confrontación, seamos humildes porque un virus minúsculo nos ha puesto contra las cuerdas. Probablemente si tenemos en cuenta todo eso el mundo este 2021 será mucho mejor. Veremos…
PD. Por cierto, rectifico... ¡que le den al 2020!