He dejado pasar estas fiestas, porque no quería dar rienda suelta a mis reflexiones impregnadas de decepción e indignación por el comportamiento humano. Sociedad e instituciones ya sean políticas o judiciales.
Por eso comienzo una nueva etapa con este recién estrenado 2022 hablando de futuro, aunque con la duda de si al final saldrá un mensaje optimista, o nuevamente realista y negativo. Le daba vueltas también al por qué escribía tantos artículos con títulos repletos de interrogantes. Quizás por que lo que acontece en la sociedad actual circula a tal velocidad, que resulta extremadamente difícil hacer un análisis lúcido, sosegado y por tanto profundo.
Como decía el admirado Bauman, transitamos por un tiempo líquido en una sociedad de la misma naturaleza, que provoca sensaciones parecidas a cuando introduces tu mano en un río intentando atraparlo, mientras el agua fluye sin control entre tus dedos.
A pesar de ello siempre debemos intentar que nuestro análisis se sitúe alejándonos de lo más inmediato y como en el dicho popular, evitando que “el árbol nos impida ver el bosque en su conjunto".
Intentemos aplicarlo a este 2022 en el que acabamos de entrar, al igual que lo hicimos en el nefasto 2021, con la ilusión de que sea mucho mejor, en lo individual y en colectivo. Valorando los signos positivos que se detectan y llenando el futuro, sea inmediato o a largo plazo, con deseos y peticiones. Corto o largo, táctica y estrategia estudiábamos de los clásicos, en una política cuyos dirigentes a diferencia de sus predecesores sólo conocen lo primero. Nos toca sufrir la peor generación de la historia democrática.
Advertir por tanto que voy a llenar esta reflexión de “ojalás”; según la RAE “denota vivo deseo, de que suceda algo”.
Comenzar por uno fundamental; ojalá veamos el final de la pandemia, no ya de la sexta ola sino de toda la pandemia. Que el virus a pesar de nuestra insensatez, irresponsabilidad e incompetencia nos perdone la vida, porque es la única manera de que desaparezca.
Ojalá en la política acabe impregnándose de “espíritu de la Transición” y que no haga falta resucitar a los Suarez, Carrillo, Fraga, Arzallus, etc., para que pueda existir entendimiento entre diferentes, izquierdas y derechas, para perseguir el bien común.
Que las izquierdas recuperen el sentido común y eviten enfrentamientos fratricidas, que Catalunya y España se encuentren y aporten soluciones a las tensiones “centro periferia” heredadas de nuestra Transición.
Ojalá el ser humano asuma que debemos cuidar al planeta en el que vivimos, evitando que nuestro egoísmo autodestructivo le produzca más daño.
Ojalá que esta vez sean ciertas las previsiones que nos lanzan nuestras autoridades económicas y salgamos definitivamente de la crisis camino de una sociedad de pleno empleo más justa y equilibrada.
Ojalá a nivel internacional desaparezcan los negros nubarrones actuales, la confrontación económica entre bloques, las tensiones entre Rusia y Ucrania, las guerras en África o Siria, Afganistán e Irak, la situación en el Sahara o Palestina, la crisis emigratoria aquí y allí, que la UE europea se consolide a pesar del “Brexit”.
Ojalá podamos eliminar de nuestra sociedad todo tipo de violencia, en especial la que se ejerce contra la mujer, los niños, o la racista y xenófoba.
Y quizás el ojalá más importante; que se produzca una profunda transformación social que nos lleve a ser más honestos, responsables, sensatos, generosos, solidarios, empáticos con el “otro”, trabajando todos por el bien común, inundados de sentido común, hoy el menos común de los sentidos.
Una vez lanzados estos deseos me asomo brevemente al exterior y observo con temor que quizás sea de nuevo un año decepcionante repleto de desasosiego y mal rollo. Veremos...