Mateo y Candela nacieron al final del verano de 2019 con apenas 15 días de diferencia, él en Sevilla y ella en Cádiz. Dos criaturas hermosas de ojos grandes y sonrisa mágica como tantas alumbradas en Andalucía.
El padre de Candela era un chiquillo el 28F de 1980, su madre y también la madre y el padre de Mateo ni siquiera habían nacido. Pero sus mayores se ocuparon aquel día de que hubiera para todos ellos un día de mañana. En un ejercicio de coraje y dignidad, en contra de lo que quería el poder y pese a todos los obstáculos, aquel día de febrero fue un día de luz en el que las abuelas y abuelos de Candela y de Mateo, con esfuerzo de titanes, empujaron la historia hacia delante, un día que avanzó siglos de atraso, humillación y derrota. Fueron a votar. Y votaron sí. Rotundamente sí.
“No queríamos ser catalanes y vascos, somos andaluces, pero queríamos ser como catalanes y vascos pá no tener que emigrar”. La frase de Eligia Lorenzo es la mejor explicación de lo que estaba el juego aquel 28F.
Apenas cumplida la cuarentena de sus hijos, las madres y padres de Mateo y Candela fueron a votar en las elecciones generales del 10 de noviembre, las segundas que se celebraban aquel año.
La gran crisis del sistema económico capitalista (2008) y su perversa gestión por parte de los gobiernos occidentales, convirtiendo la austeridad en desigualdad, ruina y pobreza, había provocado convulsiones en el sistema político en todo el mundo y, en el caso de España, en una vertiginosa secuencia, el malestar popular conducía a la gran movilización en las plazas el 15M, la primera moción de censura exitosa en la historia de nuestra democracia, el derrocamiento del gobierno de Rajoy, un breve gobierno socialista y la convocatoria de elecciones generales. Tuvieron que ser dos en seis meses, ante la incapacidad de las fuerzas progresistas para pactar tras las primeras celebradas en abril.
Tras el resultado de los comicios de noviembre del 19 y tras la experiencia del desacuerdo, apenas 48 horas después se anunció un pacto entre PSOE y Podemos para formar el primer gobierno de coalición de izquierdas desde la II República. En vísperas del 4D se constituyeron las nuevas Cortes Generales y con los primeros Reyes Magos de la vida de Mateo y Candela, se iniciaba, en enero de 2020, la XIV Legislatura.
El contexto era razonablemente esperanzador, la gran crisis iba quedando atrás, la cadena de desigualdades y sufrimientos de importantes mayorías sociales podía aliviarse a partir de la recuperación económica, el gobierno de izquierda había generado bastante ilusión y algún recelo, pero como sociedad todas y todos teníamos expectativas de recuperar el pulso de la vida y generar un buen mañana para todos nuestros hijos e hijas. En el espacio público y en el discurso político todavía aparecía el día de mañana como idea aglutinadora, como horizonte colectivo hacia el que caminar.
Únicamente una enfermedad vírica generada en China venía a ensombrecer semejante panorama.
Hoy, cuando a Candela y Mateo les faltan pocos meses para empezar su vida escolar, el panorama es diferente. Sombrío.
La pandemia, la crisis económica que trajo aparejada (cuando aún no habíamos remontado la anterior), la guerra del nuevo zar de todas las Rusias, la realidad de un cambio climático inapelable (erupciones volcánicas, sequía, inundaciones, temporales de nieve y frío, incendios de enésima generación…), la cesta de la compra a precios imposibles…
En un presente de tintes tan oscuros, en el que la narración (el relato) sustituye a la explicación (las razones), la Política (con mayúscula: intermediación para el bien común) se deshilacha y se disfraza de “sentido común” (significante vacío), el futuro desaparece del espacio público y del discurso y ya no es posible el día de mañana.
Y, lo que es peor, se resquebrajan las costuras que traban la sociedad, cada cual en el sálvese quien pueda, el individualismo feroz sustituye a la comunidad, o la ubica en polos irreconciliables: los míos frente a los otros.
Sin Nosotros, no hay mañana.
Pensaba estas cosas en las vísperas de este 28F, la conmemoración del que fue, sin duda, el día de mañana.
“Niña estudia, para el día de mañana. Niña, te tienes que tomar el jarabe para ponerte buena el día de mañana. Niña, te voy a hacer un vestido para el día de mañana.” Resuena el eco de mi madre.
El día de mañana siempre ha sido una reivindicación de la gente trabajadora, de quienes no han tenido más privilegio que sus manos, su trabajo y su voluntad para sacar adelante a los suyos. Por eso, el programa era escuela, medicina y hospital. La vuelta de los emigrantes. Pico y pala pá los caciques. Sembrar la tierra, que no es un coto. Cultura y prosperidad. El pan y la alegría.
Un proyecto colectivo, un mapa común trazado por un pueblo que se construye en Comunidad. Esa es la identidad política de las y los andaluces. No hay nada mítico ni fabuloso: un ejercicio de voluntad r(n)acional.
Por eso, no sé si más que nunca o, al menos, tanto como entonces, necesitamos volver a situar el día de mañana en el discurso político y en el horizonte común. Eso es andalucismo. Esa es la tarea que les toca a las madres y padres de Candela y de Mateo, que son todas nuestras niñas y niños. Tarea semejante a la que sus mayores hicieron, con dificultades similares, con coraje y empeño parecidos.
El 28F es la victoria que no podemos perder como pueblo porque nos va la vida, la salud, el pan y la alegría en ello.