Este domingo ha comenzado el Mundial de Catar de fútbol. Para Karl Marx, el fútbol debe considerarse como “el opio del pueblo”. Sin embargo, la celebración de eventos como un Mundial de Fútbol constituyen una magnífica oportunidad para la realización de intercambios culturales entre distintos rincones de la geografía, así como la puesta en valor del deporte de élite y los valores de la competición deportiva.
Sin embargo, las páginas de la historia de la organización del mundial catarí están marcadas por la oscuridad y la proliferación de conductas reprochables: corrupción, violación de Derechos Humanos y la muerte de 6.500 personas.
La corrupción está presente desde los instantes previos de la designación de Catar. Joseph Blatter, cuyo periplo como Presidente de la FIFA acabó lastrado por intereses creados con mala intención, está envuelto en conversaciones secretas y privilegios económicos suculentos que conllevaron el cambio de elección inicial en favor de Catar.
Asimismo, Catar es un Estado en el que se están produciendo violaciones de Derechos Humanos continuas y diarias. La homosexualidad es perseguida penalmente, las mujeres no pueden ejercer sus derechos en plenitud y existen serias limitaciones a un derecho fundamental como es la libertad de expresión. A todo ello, se unen otras restricciones a derechos fundamentales que hacen que la transmisión de valores con un balón en los pies se diluya por el respeto a la cultura del país anfitrión.
Por último, la construcción de nuevos Estadios e instalaciones deportivas en torno al Mundial ha tenido como precio la muerte de 6.500 personas. Y lo más grave no es el hecho ocurrido, sino la celebración del evento pese a la muerte en su puesto de trabajo de 6.500 inmigrantes sin que se hayan depurado responsabilidades.
En definitiva, un Mundial de Fútbol es un espectáculo que debe destacar desde múltiples perspectivas (actividad económica sobre la industria del fútbol, conocer nuevos países, etc.). Sin embargo, este año existen motivos más que suficientes para no seguirlo. El mundo del fútbol merece honestidad y menos escándalos y conspiraciones…