gustavo-adolfo-becquer.png
gustavo-adolfo-becquer.png

Querido maestro:

Son 180 años, quién lo diría... Y son muchos, aunque nunca suficientes, los que te felicitan. Este es un país que te estudia, aunque te entienda poco y te quiera menos. No creas que es trato vejatorio, ni que es algo personal. Oh, no… Ni siquiera Cervantes merece los desvelos de esta España orgullosa de sus faltas y retrasos. Confío en que a él y a su certero observar no les hubiese sorprendido.

Pero yo, que a ratos te recuerdo y vuelvo a darte un beso, podría hacer algo por despertar curiosidades, y pienso que poco hago. Los míos te parecerían pocos años, seguro, o mal empleados… A mi edad, tú escribiste mi leyenda favorita. Con aquella historia, en la que un capitán francés desfallece de amor por la sola imagen en mármol de una dama castellana, llenaste el papel de escalofríos que recojo de vez en cuando, sólo para volver a encarar mi pequeñez.

Recuerdo la vez que leí aquella rima en la que dibujabas mis fantasmas. Yo era una niña, y sin embargo sentí que el tuyo, y no otro, era mi idioma. Te encontré. Me enseñaste a solas, sin un ápice de soledad, qué es amar esto que hago. He conocido a Lord Byron, Mary Shelley, Stoker, Wilde, Dumas, Hardy, Austen, Madox Ford, Víctor Hugo, Sade, Nabokov, Virginia Woolf, García Márquez, Dostoyevski, Lorca…, a tantos y tantos genios, maestro. A tantos que, sencillamente, no se encontraron con el trabajo que tú afrontaste. Tuviste el valor de tomarme cuando no era capaz de escribir nada, cuando era una pieza de barro deforme. Ellos pulieron lo que tu verso hubo de tamizar, lavar y cocer, como se cuecen a fuego los azulejos sevillanos. Tantas horas, tantos días, y tantas noches, recreándome e intentando averiguar cómo era posible que alguien de otro siglo me dejase sin habla de aquella manera, que es la misma que hoy. Fascinada con que encuentres esa imagen que soy incapaz de concretar, por más que busque atajos o laberintos. Intentando que mis palabras hereden mis colores, como tú teñías las tuyas a tu antojo.

El mero anhelo, la sola intención, de provocar emociones con mi tinta de un modo tan intenso como lo hacías tú, se me sigue refiriendo tan imposible y tan pretencioso… Tanto, maestro… Te encantará saber que por fin fui al teatro a ver Hamlet, y que atendí al ingenio del Bardo inglés gracias a los labios de los hijos de la Gran Bretaña. He podido escribir un monologo para Ofelia, al igual que tú en su momento le dedicaste una rima. Lo intento, en la esperanza de que no sea poco. Ya sabes lo que dicen en las tierras de Shakespeare, readiness is all.

Me gustaría ir a verte, en tu reposo eterno, a Sevilla. Y llevarte una rosa. Colmarte de rosas rojas, por tenerme consentida desde hace tantos años. Pero yo, que no tengo vergüenza, aun paseándome muy de cerca, jamás he ido a recitarte un poema. Aquí estoy, siglo XXI, intentando desenredar mi corazón en cada palabra que aún no escribo, y sin agradecerte las molestias. Maestro, ¿qué crees tú que pasa con la Literatura en España? Que además de puta, apaleada… Casi no respira y se muere de frío. Quien dice leer sólo sabe flotar; ya pocos bucean, con lo inmensa que es la mar.

Te dejo descansar, que muchos te han nombrado cuando el resto del año prefieren disimular. Ha sido un placer inmenso poder recitarte algún poema en tu aniversario, maestro.

Mañana te contaré más, a solas y sin un ápice de soledad.

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído