Esto de hoy no es Falange. Falange estaba muy bien definida, pese a las diferencias de matices posteriores a 1940 y a la deriva de alguna de ellas al nacional-catolicismo tan hispano. Esto no es la Iglesia; la Iglesia había dejado de ser de derecha con Pablo VI y el Concilio Vaticano II, impulsado por Juan XXIII. Pero los cardenales temerosos de un “comunismo” en declive, decidieron “acabar con el comunismo” y eligieron un polaco politizado, para cambiar la dirección política del cristianismo oficial. A partir de 1956, los hijos de los vencedores y los vencidos en la guerra (in)civil, iban a las mismas universidades y coincidían, en gran medida, en su rechazo al enfrentamiento. Unos, no querían verse involucrados en una matanza de la que no eran responsables y muchos que la habían vivido empezaban a discrepar de mantener su espíritu. Es Dionisio Ridruejo quien escribió: “Los jóvenes de 1962 se resisten a la fatalidad de tener que estar continuando o tener que reproducir la guerra civil y difícilmente se identifican con una España o con otra”.
Los otros empezaban a buscar la integración, con la superación de las diferencias que habían llevado al enfrentamiento. Veinte años después de la guerra ni para unos era bueno seguir celebrándola, ni para otros esperarun cambio que la revirtiera. Había sido así, y procedía enterrar el rencor, cambiarlo por un sentimiento positivo.Mucha gente se había ido pasando de la inmovilidad al progresismo;sin embargo, muchos sólo querían una democracia formal, para acabar con el aislamiento internacional. Y de aquellos polvos, estos lodos. No toda la caverna se hizo progresista: el aparato administrativo y político del franquismo estaba intacto y a pesar de los esfuerzos de Fernández Miranda y Adolfo Suárez, no fue posible desmontarlo del todo. Veinte años después de las palabras de Ridruejo, en 1976 se hizo un apaño, un acuerdo según la correlación de fuerzas. El apaño impidió una transición consecuente a la democracia.
La historia es cíclica, o la semilla del imperialismo, de la desigualdad, del odio, del abuso, está demasiado arraigada y rebrota porque enterrarla es la mejor forma de hacerla germinar de nuevo.En 1977 y 1979 la mayoría estaba harta de régimen, no queríamás franquismo. Falange -todas las ramas en que se había dividido- y F.N. fueron barridos del Parlamento. Hoy, otros 40 años después rebrota el fascismo ¿Por qué? El “esto con Franco no pasaba” ha ido calando en buen número de personas, enemigas de buscar información con que formar su propio criterio. No es tan reciente que, ante hechos que durante la dictadura no llegaban a saberse porque lo impedía la censura, ha habido quienes pedían “mano dura”, en la cómoda e interesada convicción de que el terrorismo o la delincuencia eran consecuencias de la democracia. Creencia inducida, por otra parte, por los resabios supervivientes y como trasto a rebotar sobre la cabeza del supuesto “enemigo político”. Supuesto, en tanto práctica común, con la que ensalzar sus diferencias y esconder sus coincidencias, en lo político, en lo estratégico y en lo económico.
La situación creada por unos (des)gobiernos diferentes sólo en discurso, ambos al servicio de la oligarquía de banca, eléctricas, grandes constructoras y telefónicas, en definitiva, del IBEX y el Club de Bilderberg, ha aumentado el descontento y la confusión, con unos discursos que abanderan la palabra “democracia”, mientras en sus hechos y en su elección, en sus propuestas y votación en el Parlamento, la van devaluando. La democracia y los derechos ciudadanos. Pero el discurso prevalece. Queda demostrada la escasa visibilidad del voto de la derecha, la “civilizada” y la extrema, y de algunos miembros destacados del PSOE, contra la subida del salario mínimo, contra las pensiones, contra la bajada del precio de la electricidad, o contra la industrialización, principal pilar de la economía, dentro de un rosario de ataques a los derechos humanos mucho más extenso. Después de otros cuarenta años, el modelo de culparse mutuamente mientras se copian y repiten en la gestión, está obsoleto. Acabado. Y el nuevo “culpable”, la nueva víctima “sólo” pueden ser las autonomías “gastosas a más no poder”. Otra falacia que cuela y quita responsabilidad a la corrupción de miembros de partidos y de los mismos partidos y sindicatos. Pero es mejor culpar al Estado de las Autonomías, que rendir cuentas.
En este estado de cosas, en este ambiente, los pescadores prometen, pero no ofrecen cañas de pescar, porque el río previamente revuelto lo quieren para ellos solos. Así se radicalizapeligrosamente el PP, en una derechización capaz de superar a los fundadores de AP, en buscadel voto del radicalismo por ellos provocado. Y Cs nace, dicen ellos que desnudos, aunque un día,a algún capitoste del IBEX se le escape la autodenuncia: “tendremos que replantearnos seguir ayudando a Ciudadanos”, que ya les parecía tibio y demasiado “progre”. Y la extrema derecha encuentre el fango con que moldear su modelo antiguo en el fondo, renovado en los rostros de los protagonistas (claro, los anteriores ya no existen) y en la forma de hablar. En la doblez de su forma de expresarse, muy bien estudiada, que para eso cuentan con ayuda “de alto standing”, procedente de dónde ellos mismos denuncian a sus oponentes. Pero, al fin y al cabo, la derecha se pone de acuerdo, se une aunque no se unifique. Se apoya. La izquierda, pretendidamente purista, por una coma en un manifiesto sigue siendo capaz de abandonar y dejar el poder en manos de sus “enemigos”.
La derecha acusa a la izquierda de adoctrinar, mientras practican el más revulsivo adoctrinamiento con medios comprados o doblegados y un mensaje hueco, falso, siempre desmentido por sus actos. La izquierda, negligente, inocente o burda, cree hallar la solución en acercar su discurso al de sus oponentes políticos. No se enteran, por eso pierden. Lo que el pueblo necesita no es adoctrinamiento, tan negativo como autoritario y alienante. Lo que el mundo requierees educación; formación e información. Y alcanzarlo debe mover a la izquierda de verdad, a la de verdad. Es normal que la derecha sienta miedo ante la cultura, ante la posibilidad de que la gente gane criterio. Lo ilógico es que lo sienta la izquierda. Entonces, si no es imbécil, es que no es izquierda.
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