El Frente Nacional en Francia, la Liga Norte en Italia, Amanecer Dorado en Grecia, el FPO en Austria, Jobbik en Hungría, el Partido Popular Danés o la creciente Alternativa para Alemania. Son algunas de las fuerzas políticas de extrema derecha que han crecido como la espuma en los últimos años. Y me quedo corto: en los Países Bajos, en Suiza, en Bélgica, en Reino Unido, en Finlandia o hasta en el país soñado por cualquier socialdemócrata, Suecia, las fuerzas políticas filo-fascistas están a la orden del día. Sin embargo, durante años se nos ha venido diciendo que en el Reino de España estamos a salvo. ¡Seguro que sí!
Es 22 de octubre y esta mañana nos hemos despertado con una nueva sorpresa política. Una encuesta de Metroscopia le da el 5,1% de los sufragios a VOX, el partido que apuesta por una "España viva". Entre sus medidas estrella, tal y como sostienen en su página web, se encuentran la suspensión de la autonomía de Cataluña (y de todas las autonomías del estado) para preservar la unidad de España, el apoyo a la familia, la vida y los valores, el cierre de las mezquitas "y la recuperación de nuestras fronteras", el control de la inmigración para que "los que lleguen se integren y acepten nuestros valores" y, seguramente lo más importante, nótese la ironía, recuperar el peso histórico de España en Europa y en el mundo.
Esta 'arenga' hacia España es visible en cada una de sus manifestaciones públicas. Hace unas semanas el partido de Santiago Abascal llenó Vistalegre, superando el aforo permitido de 10.000 personas y quedándose varios millares fuera, según informaron los medios de comunicación. Banderas de España, gritos de "Viva España", "Por una España libre", que parecen haber salido de algún capítulo de las primeras temporadas de Cuéntame cómo pasó pero que lamentablemente podrían formar parte de otra serie... cuéntame lo que va a pasar.
Ante la búsqueda de explicaciones del 'subidón' electoral de los fachas de la vieja escuela, ¿quién podría pensar que su origen se encuentra en Partido Popular? José María Aznar lo ha afirmado recientemente. ¡Yo no puedo creérmelo! ¿Un partido cuyo precedente es Alianza Popular, fundado por un ministro franquista? ¿Una fuerza política que no apuesta por la memoria histórica porque aquellos que sufrieron las consecuencias de un golpe de estado fascista y su represión posterior no son víctimas de nada? ¡No, hombre no, por favor!
El Partido Popular ha traicionado a sus votantes ultraderechistas pese a ser un partido de raíces netamente ultraderechistas. Su discurso, europeísta, avalado por la Troika, ha sido moderado durante los últimos años de gobierno. En la praxis, como podía ser de otra forma, el PP ha amordazado a los españoles, ha violentado a los catalanes y se ha reído en la cara de casi toda España con sus políticas de recortes de servicios públicos y de libertades. Pero a un sector de su electorado no le basta. Sigue habiendo homosexuales casándose, el aborto es un derecho pese a todo, y el país se está llenando de inmigrantes (mentira cochina). ¿Maricones, asesinos, moros y negros? ¡Hombre, por favor!
España se acerca a Europa, curiosamente a esa Europa antieuropeísta. Esa Europa en auge. No es la Europa de los pueblos, ni la Europa de las libertades. Es la Europa del odio, la hipócrita Europa cristiana que contradice el verbo de Cristo y señala al otro como enemigo. La deriva en el Reino de España es aún peor si tenemos en cuenta el momento político que vivimos. PP y Ciudadanos han constatado una realidad que para muchos en la izquierda era evidente: en España ha existido desde siempre un sector filo-fascista, amparado por la poca educación y transformación social y democrática que este país ha experimentado en los últimos 40 años. Y ahora PP y Ciudadanos quieren coger el toro por los cuernos radicalizando su discurso, no vaya a ser que VOX se les escape.
Sin educación, sin pedagogía no hay regeneración democrática. El futuro político de España a corto plazo promete. Promete grandes desaguisados y titulares fantasmagóricos, como si nada hubiéramos aprendido del pasado. Frente a un país sin memoria, toca seguir luchando. Luchando desde la fuerza de la palabra. Se avecinan tiempos difíciles pero no nos queda otra: la palabra para ganar hegemonía, para desmontar mentiras y no dejar que nuestras conquistas sociales pasen a la historia. La palabra en defensa del colectivo LGTBI, de la mujer, de las personas migrantes, de los más desfavorecidos, de la justicia social, de la ecología y del progreso. La palabra como defensa de los principios sociales y democráticos. La palabra, en definitiva, como dique de contención frente al odio.