Cada vez es más frecuente escuchar a padres y madres desesperados porque ya no saben cómo actuar cuando sus hijos llegan a esta etapa de su desarrollo. Y cuando la desesperación ha llegado ya a límites intolerables, no faltan los que”tiran la toalla”, tras haber intentado todo lo que podían sin éxito. Mucho se ha escrito sobre el tema, pero, cuando nos enfrentamos a esta situación, no siempre somos capaces de poner en práctica los consejos que hemos leído.
Y es que nos nublan la mente, los sentimientos contradictorios o el miedo a no poder protegerlos de ellos mismos o de los peligros a los que se pueden enfrentar. Por lo que, en más de una ocasión, actuamos dejándonos llevar por la impotencia. No obstante, por mi experiencia personal y profesional, creo que hay algunas orientaciones que nos pueden ayudar a entender y afrontar este periodo, que nos provoca tanta incertidumbre, con más serenidad.
1.- Tenemos que tener claro que se trata de una etapa vital para el crecimiento integral de nuestros hijos. Y que es mejor que la pasen en su momento y no más adelante, fuera de su tiempo, con los inconvenientes que esa situación podría tener en sus vidas.
2.- Es importante recordar que siguen siendo nuestros hijos, aunque a veces no los reconozcamos, ya que están evolucionando tanto a nivel físico como psicológico y social. Y para ello tienen que cuestionar actitudes o comportamientos nuestros que antes aceptaban sin más. Pero eso no significa que hayan dejado de querernos o necesitarnos. Tampoco actúan así para fastidiarnos, aunque a veces nos parezca todo lo contrario. Es la forma que tenemos los humanos de afirmarnos para construir nuestra propia identidad y convertirnos en adultos.
3.- Otro asunto importante es no caer en la trampa de pensar que ya no necesitan nuestro control, porque nos piden cada vez más libertad para hacer lo que quieren o lo que los padres de sus amigos les permiten. Pero no es así, ya que si los dejamos a su libre albedrío, pueden pensar que no nos importan nada y exponerse a situaciones peligrosas para conseguir nuestra atención.
4.-Tampoco se trata de prohibirles todo, porque necesitan ir creciendo en autonomía poco a poco. Lo que resulta a veces más complicado es delimitar hasta donde podemos llegar. Y no hay una receta determinada, ya que la adolescencia de cada uno de nuestros hijos puede tener connotaciones propias. Pero hay algo general que puede ayudarnos en este sentido: ir dándoles más libertad en la medida en la que van mostrando más responsabilidad.
5.- También nos puede ayudar aceptar que están en un periodo de transición, en el que algunas veces quieren seguir siendo tratados como niños y otras como adultos. Pero nosotros sabemos que todavía no lo son, por lo que no podemos bajar la guardia. Y, a veces, nos tocará hacer de “poli malo”, porque nos tendremos que posicionar en cuestiones que no sean negociables, como asumir su responsabilidad para estudiar la ESO o respetar los tiempos y los espacios de los demás miembros de la familia.
6.- Otras veces, nos tocará ceder en cuestiones que consideremos negociables, porque lo de imponer algo sin más ya no funcione. Y siempre será importante hacerles sentir que, a pesar de todo, les seguimos queriendo, aunque ya no nos dejen besarles. ¡Nuestro amor incondicional por ellos encontrará la manera de mostrarles el cariño, según las preferencias de cada uno!
7.- También hay que tener en cuenta que los chicos necesitan mucho a sus padres en esta etapa. Y lo mismo les pasa a las chicas con sus madres. Ambos deben tener claro que pueden contar con nosotros, para poder decirnos lo que les preocupa cuando lo necesiten. Y es posible que nos toque estar escuchándolos hasta altas horas de la madrugada; que tengamos que esforzarnos para aceptar sus nuevos gustos, aunque no sean los nuestros o compartir aficiones que les interesen a ellos y no a nosotros. Pero merece la pena el esfuerzo. Así les ayudamos a superar este proceso con más recursos.
8.- Es igualmente necesario que sigan colaborando en las tareas de casa o respetando las normas básicas necesarias para la convivencia familiar. Y, como en tantos otros temas, tenemos que estar de acuerdo papá y mamá, compartiendo lo que nos cueste afrontar en esta etapa, aunque estemos separados.
9.- Y si necesitamos ayuda, pedirla sin ningún tipo de complejo. Otra persona o profesional de confianza, puede sugerirnos posibles alternativas que, dada nuestra implicación emocional, no seamos capaces de ver. ¡Nos puede pasar a todos!