Supongo que para escribir una reflexión como esta y para evitar malentendidos, es imprescindible iniciarla señalando la posición contraria a la locura iniciada por Putin al invadir Ucrania. Igualmente la solidaridad con el pueblo ucraniano añadiendo el mismo sentimiento hacia el ruso o las mujeres iraníes.
Una vez dejado claro este aspecto se debería profundizar sobre la situación actual, partiendo de la base de que según todos los expertos está siendo provocada precisamente por esa guerra y por estar en una parte del mundo que ha tomado partido a favor de Ucrania y contra Putin.
Esa decisión está teniendo consecuencias graves en el aspecto económico que nos llevan a un escenario de invierno apocalíptico. Así lo acaba de señalar el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en su intervención ante el plenario del pasado 20.
“El conflicto en Ucrania, la subida de los precios de los alimentos y la energía, el calentamiento global y sobre todo, las profundas divisiones y desigualdades que recorren el mundo han sentado las bases para una “tormenta perfecta”, señalaba solemnemente en su intervención. Así nos vaticinaba un invierno terrible para el mundo que podía provocar una ola de protestas sociales sin precedentes.
¿Todo eso por la guerra abierta en suelo ucraniano? ¿La postura de los gobiernos occidentales al solidarizarse con el pueblo ucraniano, es lo que ha provocado que ese sufrimiento se extienda al ruso y al resto de los pueblos implicados?
Pues son unos verdaderos cracks. O sea que en lugar de dedicar su esfuerzo a acabar con el sufrimiento de unos han provocado el sufrimiento de todos. Genial, para “cum lauden”.
Su incompetencia a la hora de acabar con el horror de esa guerra, está consiguiendo que se extienda a lo largo y ancho de este mundo, afectando especialmente a los más desfavorecidos. Porque resulta que los ricos aumentan en número y en ganancias con esta situación.
Hemos tenido la mala suerte de que haya coincidido la peor crisis en los últimos 50 años, con la generación de dirigentes (tanto los que están en los gobiernos como en la oposición) más incompetentes e inútiles de nuestra reciente historia.
En lugar de evitar el sufrimiento de unos “solidariamente” nos han introducido a todos. En lugar de trabajar activamente y sin descanso para conseguir la paz, han hecho justo lo contrario alentando la guerra con más armas y munición, lo que ha provocado la reacción en igual medida del contrincante.
Así ahora nos encontramos con una escalada de violencia que podría agravarse cualitativamente con el uso de armas nucleares de diferentes alcances.
¿A cuántos de nuestros dirigentes les hemos oído la palabra paz en estos últimos siete meses? A ninguno. ¿A cuántos del envío de más armamento y más destructivo aún? A todos. ¿Así se acaba con un conflicto? ¿Zelenski pondría en peligro el bienestar de sus ciudadanos por ayudar a un pueblo español agredido desde el sur?
Deberíamos ser valientes señalando que cualquier conflicto, incluso el provocado por un loco como Putin, se resuelve buscando la paz, no fomentando el incremento de la guerra y se busca la paz fomentando el diálogo, la negociación y el acuerdo.
Sería terrible que al final se acabara con alguna propuesta ya aportada al inicio de la guerra. ¿Quizás reconocimiento de Crimea como Rusia y reconocimiento del derecho del Donbás a decidir su destino y retirada de Rusia del resto?
Por eso la respuesta de la pregunta inicial debe ser: No. No debemos pagar la inmensa mayoría la incompetencia de una minoría dirigente.
Dice el dicho popular que “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. Las elecciones del domingo 25 en Italia y las recientes en Suecia van por ahí. Incluso la revuelta en Irán también.
Algo se cuece en nuestras sociedades y harían bien nuestros dirigentes, en especial los de las izquierdas en tomar nota y ponerse a trabajar duro en conseguir una paz que intente restablecer la situación anterior a ese fatídico día de 24 febrero de 2022.
Paz, paz, paz, recuperación económica que evite la terrible crisis que vaticinan, o de lo contrario echar a patadas a todos y todas. Lo que lamentablemente nos generaría otro problema: ¿entonces, a quién ponemos?
Veremos…
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