La industria de la Semana Santa jerezana -además de un tiempo litúrgico es una industria- ha tenido muy buenos beneficios de cara a la hostelería. Ese sector de trabajadores y trabajadoras que son la envidia del resto de jerezanos y jerezanas, porque parece que siempre son ellos los beneficiados cuando algo bueno le ocurre a Jerez: Semana Santa, como en este caso; Feria del Caballo; capitalidad mundial de lo que sea, dígase del vino, dígase del motor, vuelta ciclista, inauguración de vuelos en nuestro aeropuerto, etc… Aunque mi amigo Pepe el camarero siempre me dice cuando le felicito por los buenos resultados que él cobra cada vez menos, que cada vez echa más horas y que le siguen doliendo los pies a rabiar.
Pero centrémonos en la Semana Santa, esta industria que nos reporta buenos beneficios económicos pero que depende, como en las economías de las primeras tribus de cazadores recolectores de la Prehistoria, de la lluvia. Aunque en nuestro caso es al revés. Mientras en las antiguas sociedades la lluvia era sinónimo de buenas cosechas y prosperidad, para nuestra industria semanasantera significa la ruina económica para la hostelería y la ruina espiritual para los cristianos de fe endeble.
El tema de los palcos. Es cansino ya y no hacen caso. Hay zonas en las que se puede ver los pasos, como en la calle Larga, donde los he podido ver -de pie- sin dificultad, pero hay zonas como en la calle José Luis Díez donde los palcos tienen una altura insultante o en las que la aglomeración de público te hace sentir una situación de agobio axfisiante al no poderte mover. Me pregunto -no sé si habrá encuestas de nuestros políticos a los que le gusta tanto preguntar para sus estudios- cuál es la reacción del turista que viene a la Semana Santa jerezana y se encuentra un mamotreto tal como el de la foto. ¿Vuelve ese turista a Jerez¿ ¿Qué cuenta de la Semana Santa jerezana cuando vuelve a su lugar de destino? Los pasos para peatones son una buena idea, pero hay que cambiar el sistema. He vivido dos tapones: uno, en el Gallo Azul el Lunes Santo al paso de la cofradía de Amor y Sacrificio. Y otro tapón, el Viernes Santo al paso del Santo Entierro y la comitiva municipal en el paso de peatones que estaba frente a la sede del Partido Popular.
La verdad es que llegas a tener miedo porque no puedes ir ni para adelante ni para atrás, además de tener mil ojos vigilándote el móvil, la cartera o el bolso ante tanto empujón y apretones humanos. ¿Qué ocurriría si se produjera una estampida en un lugar como esos? No quiero ni pensarlo. Pero todo no es negativo para una Semana Santa que puede mejorarse. Los ciudadanos se encontraron con una remozada plaza de San Telmo reabierta días antes del Viernes Santo por el Ayuntamiento. Es de agradecer. Más vale tarde que nunca. Lo malo es que ocurra como con la rata de Skinner. Que la gente asocie salidas procesionales con mejoras en la vía pública. No sería de extrañar que surgieran nuevas hermandades en barrios con carencias motivadas por este interés municipal en arreglar y poner bonitas estas zonas ciudadanas ante eventos especiales. Por supuesto, sería un beneficio más de los producidos por la industria de la Semana Santa para nuestra ciudad.