Mañana tenemos manifestación por el centro histórico. Quizá lo consideres una tontería, una pérdida de tiempo o un motivo por el que no merece la pena salir a la calle. Es tal el negativismo que pesa sobre intramuros, que la solución se vislumbra como algo poco menos que imposible, una utopía que sólo está en la mente de unos pocos. Pero, ¿de verdad es tan complicado?
Hace pocas semanas, los partidos que tienen representación mayoritaria en el Pleno Municipal se enzarzaron en una trifulca dialéctica por la defensa del Museo Flamenco de Andalucía, unos, y por la resurrección del proyecto de la Ciudad del Flamenco, otros. De realizarse, ninguna de las dos opciones parece a priori desdeñable. Pero sí ha dejado muy a las claras que se sigue sin asumir, sin encarar el verdadero problema que padece intramuros: una despoblación galopante, que a su vez provoca el abandono y la consiguiente ruina de los edificios que se quedaron un día vacíos, por no hablar de la pérdida de identidad que generación tras generación ha ido provocando ese desarraigo con la zona histórica, hecho que afecta de una forma gravísima al comercio tradicional… Vamos, lo que se viene a llamar un círculo vicioso de toda la vida. El caso es que parece que los partidos se empeñan en llevar a cabo actuaciones puntuales y aisladas como medio para revertir la situación. Grandes, costosas y bonitas, sí, pero aisladas. Así no se resolverá el problema en la vida. La plaza Belén ha venido precisamente a demostrar eso. Nueve meses después de su apertura y a veinte meses vista del inicio de las obras, ¿vive más gente en su entorno? ¿Ha aumentado el censo de la zona? ¿Se ha rehabilitado alguna finca de la propia plaza, que en más de un cincuenta por ciento son de titularidad pública, por cierto? ¿Ha favorecido la apertura de nuevos negocios, generando así actividad económica? Pueden ser preguntas incómodas porque su respuesta no es grata para nadie, pero es que esas respuestas son las que te dan el impacto real que la obra ha supuesto para el entorno, más allá de las actividades que se organicen, también puntualmente, en el propio espacio.
Llevamos mucho tiempo, décadas, hablando y oyendo llamadas a la realización de un plan de actuación integral en el centro histórico. Sin embargo, no hay mejor plan global que favorecer la repoblación, ese fenómeno que daría la vuelta a ese círculo vicioso de negatividad, tornándolo en virtuoso y con una repercusión también global en el resto de la población. ¿Por qué? En primer lugar, hay que resaltar que estamos hablando de una zona que, según el Instituto Andaluz de Cartografía, está habitada por unos 800 vecinos (votos) para una capacidad total, según el documento ADN Intramuros, de casi 14.000 personas. Por tanto, el porcentaje de ocupación está entre el 5 y el 10 por ciento, datos escalofriantes y desoladores, sobre todo estando comprobado que en Jerez, al contrario que en todas las ciudades que podamos conocer, la zona centro no es ni de lejos la más cara a la hora de comprar una casa por metro cuadrado.
Si se consiguiese alcanzar a medio plazo el 50 por ciento de ocupación, o sea, 7.000 personas, el impacto en la zona sería brutal a todos los niveles: con la ocupación, la conservación de los edificios se garantiza y la seguridad de la zona aumentaría por sí misma, lo que a su vez repercutiría en el propio civismo de las personas, reflejado en una mayor limpieza y en un descenso clamoroso de los casos de vandalismo y destrozos en el mobiliario urbano. Pero no sólo eso: a esa población habría que abastecerla a todos los niveles. La creación de pequeños negocios de cercanía de todo tipo garantizaría el crecimiento del emprendimiento en la ciudad, la reducción del paro y un mayor número de ingresos para la administración local (dato muy importante, ya que no es lo que pasa con las multinacionales establecidas en los grandes centros comerciales), los cuales permitirían la construcción y mantenimiento de equipamientos que hoy en día no existen en la zona, como pistas deportivas o zonas verdes. El patrimonio histórico también se vería beneficiado y, con él, aumentaría la actividad turística. Pero sobre todo, se reforzaría la propia autoestima de los habitantes de la ciudad, que percibirían la zona histórica como algo suyo, que lo es de hecho, un centro histórico del que sentirse orgulloso de enseñar a los visitantes y de pasear durante todo el año.
Todo muy bonito, ¿verdad? Pero claro, para eso hay que invertir un montón de pasta por parte de uno de los ayuntamientos más endeudados de España. ¿O no? Hay que partir de la base que muchas cosas no cuestan dinero, sino que dependen de la voluntad política. De ellas hablaré en entregas posteriores para no alargar en exceso el presente artículo. Por ello precisamente es perentorio realizar un plan de repoblación factible, realista, con unos plazos de ejecución asumibles y para nada presuntuoso. Y, sobre todo, no sujeto a los vaivenes políticos ni a los gustos de los gobiernos de turno, lo que hace que alcanzar un consenso a nivel político sea el primer paso de ese plan. Remar todos en la misma dirección con paso firme hacia un objetivo común, se llama.
Hay momentos en los que la sociedad civil debe tomar la iniciativa en ciertos asuntos, como el caso del centro histórico de Jerez, donde se ha demostrado durante décadas la incapacidad política a la hora de dar respuesta a un problema que cada vez se ha ido agravando más y más. Y la sociedad civil, que debería conocer que el centro histórico de su ciudad es un elemento que la representa en su globalidad, está en la obligación de dar toques de atención, decir a los partidos políticos “oigan, pónganse de acuerdo en esto, porque la situación es insostenible y tendrán todo nuestro apoyo en esta labor, llegado el caso”.
No soy yo de los que se caracterizan por no decir las cosas claras, hay ya numerosas muestras de ello tanto en prensa como en redes sociales. Precisamente por eso no tengo porqué mentir cuando digo que la manifestación de mañana no tiene ninguna intencionalidad política ni está dirigida desde partido político alguno. Eso lo tienen los partidos meridianamente claro. La manifestación de mañana simplemente responde a ese derecho que la sociedad civil tiene de salir a la calle y visibilizar un problema que, de solucionarse, sería muy beneficioso para la ciudad en su conjunto. Mañana, en la plaza Belén a las 20 horas, Jerez tiene la oportunidad de salir a la calle para reivindicarse a sí misma. El centro histórico es Jerez y ya va siendo hora que de una puñetera vez podamos levantar la cabeza y sentirnos orgullosos de él. Os esperamos mañana. A todos.
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